Maestras de escuela, siglo XIX

En la escuela del siglo XIX, las niñas aprendían con una maestra, los niños con maestros. La formación de las niñas era diferente de la de los varones; a comienzos de siglo su principal objeto era el aprendizaje de la costura o “labor de manos”, aunque, según leemos en un documento oficial de 1783, “si alguna de las muchachas quisiere aprender a leer tendrá igualmente la maestra obligación de enseñarlas”. También se aludía muchas veces, al hablar de la escolarización de las niñas, a las “labores propias de su sexo”.

En un documento de Alcalá de Henares de 1838, la maestra Cándida Yela tiene niñas que reciben clases de “costura, bordado, lectura y escritura”, otras aprenden “costura, lectura y escritura”, y la mayoría solamente “costura y lectura”. Queda clara la jerarquía de los aprendizajes, desde el bordado, lo más lujoso e innecesario, hasta la costura y lectura, lo más básico. Pero había incluso niñas que iban a la escuela y no aprendían ni siquiera a leer:

En el mismo año de 1838, Juana García, también en Alcalá, tiene en su escuela seis niñas «de primera clase» que aprenden “labores propias de su sexo, leer, escribir y doctrina cristiana” (por ocho reales mensuales), ocho «de segunda clase» que no escriben (y pagan seis reales) y doce «de tercera clase» que “no leen ni escriben”, por lo que pagan cuatro reales mensuales (aprendían solo doctrina cristiana y «labores propias de su sexo»).

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Al avanzar el siglo XIX, la educación de las niñas fue incluyendo nuevos contenidos, como ortografía, gramática, aritmética, historia, y llegó a parecerse bastante a la de los niños, aunque la costura seguía ocupando una parte muy importante del tiempo. Aún en 1893 una maestra compraba, en un comercio de Guadalajara, “dos millares ahujas”, “dos docenas dedales”, “tres pares tijeras”, telas y cintas.

La formación de las maestras era, al comienzo de siglo XIX, bastante deficiente. Durante el primer tercio del siglo, no era raro que las maestras escribiesen con una habilidad muy inferior a la de sus colegas varones, que cometiesen errores e incluso que fuesen analfabetas.

En la imagen de arriba puede verse cómo es la letra de la maestra Juana García en un documento de 1838: no escribe en líneas horizontales, sino que las inclina hacia arriba, une determinadas palabras entre sí (por ejemplo determinante posesivo y nombre: suenseñanza, supaga) y presenta la peculiar grafía sexso.

Pero no era la peor situación que podía darse: en un documento de 1852 dirigido a la Real Sociedad Económica Valenciana de Amigos del País sobre ciertas escuelas valencianas, se recoge la queja de que “si bien las maestras que las dirigen son sobresalientes en las labores propias de su sexo, carecen de la instruccion necesaria en los demas ramos de enseñanza», y pide que se atienda especialmente que todas «introduzcan en sus clases las materias indispensables de lectura, escritura y aritmetica por lo menos”.

Aún en 1883 varios periódicos se hacen eco de una noticia, publicada en un periódico local, según la cual una maestra ha sido despedida por no saber leer ni escribir. La sorpresa de los periodistas muestra que en ese momento la idea resultaba chocante:

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La época, 17 de febrero de 1883

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El liberal, 18 de febrero de 1883

La formación de las docentes mejoró mucho desde mediados del siglo XIX. La Ley de Instrucción Pública de 1857 (ley Moyano) convertía en obligatoria la enseñanza para niños y niñas y creó la Escuela Normal Central de Maestras en Madrid. También regulaba el acceso al cuerpo de profesores y profesoras de la escuela pública. Sin embargo, en esta ley no era obligatoria la creación de escuelas normales provinciales para maestras, la formación exigida a las maestras era más superficial que la de los maestros y se preveía que cobrasen una tercera parte menos. La igualdad de sueldos llegaría en 1883. Hacia finales de siglo, la formación de las maestras empezó a incluir contenidos que anteriormente solo cursaban los maestros, como ciencias naturales, física, geometría o educación física.

En los documentos escritos por maestras conservados en los archivos municipales, puede verse desde 1860 o 1870 un gran cambio: ahora las maestras muestran su buena formación y el orgullo que sienten por su trabajo, y hacen sus solicitudes con un tono mesurado, pero seguro. Por ejemplo Adelaida Ronco, maestra de Guadalajara, cierra en 1898 su petición de material al Ayuntamiento diciendo que

Con todo lo que antecede, y con lo que pueda comprarse de material fijo en el próximo  presupuesto con lo asignado para material de la Escuela, podrá quedar esta, aunque modestamente, en condiciones de llenar, por el presente, los altos fines de la enseñanza.

Y en 1880, Josefa Martínez Moreno, maestra en Alcalá, o, como ella escribe, “Profesora titular de niñas de esta Ciudad”, escribe al Ayuntamiento para reclamar un aumento de sueldo parejo al de sus compañeros varones, pues

[ha] llegado á su noticia, que á los Profesores Públicos se les ha aumentado sus sueldos fijos en doscientas setenta y cinco pesetas, prescindiendo de la que suscribe: Y considerando que la Ley de Instruccion Pública concede los mismos derechos y deberes á los profesores de ambos sexos, y que la esponente tiene probados los mismos estudios, y practicados iguales ejercicios que los citados profesores: Considerando que la R. O. de 10 de Agosto de 1858, concede derecho á la solicitante para que se la remunere con las doscientas setenta y cinco pesetas que á los maestros se han aumentado; cree haya sido un olvido de la Comision encargada del arreglo de dicho sueldo, el haber hecho caso omiso de la esponente.

Las maestras sufrieron con frecuencia, como los maestros (como ya vimos en un post anterior), la terrible lacra de la falta de pago de sus sueldos, un motivo que llegó a aparecer frecuentemente en la prensa seria y, como aquí, en la prensa satírica:

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El motín, 11 de julio de 1889

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El motín, 13 de enero de 1889

Dedico esta entrada a la memoria de mi madre y de su madre, maestras.

 

Belén Almeida

 

La imagen superior es parte del documento citado escrito por Josefa Martínez reclamando un aumento de sueldo como el concedido a sus compañeros varones.

Para saber más:

Para escribir esta entrada he utilizado documentos de los archivos municipales de Alcalá de Henares (carpeta 1087/3) y de Guadalajara (caja 1568).

Los ejemplares de El Motín, La época y El liberal los he consultado en la Hemeroteca Digital (www.bne.es).

He encontrado el documento sobre las escuelas de Valencia en esta página de la Universitat Politècnica de València: https://riunet.upv.es/handle/10251/22428

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