¿Cómo se apellidan los hijos e hijas?

En Textorblog hemos hecho ya varias entradas sobre nombres de pila de diferentes épocas (Edad Media, siglos XVI y XVII, siglo XVIII), sobre hipocorísticos y sobre apodos (apodos en general, apodos en la Alcalá de Henares del XIX), sobre los nombres de las minorías étnico-religiosas de musulmanes, judíos y gitanos. Ahora presentamos uno sobre el elemento posterior al nombre de pila, que según las épocas será bien un patronímico (procede del nombre del padre) o bien un “apellido”, que a su vez puede ser, según la época, un verdadero elemento distintivo para una determinada persona, tomado de su lugar de procedencia, de su oficio o de una característica física, o puede ser heredado, bien del “apellido” de su padre o del “apellido” de una persona de la familia que no es su padre.

La historia nos presenta casos de todo ello y muestra cómo el sistema de dos apellidos, el primero tomado del primero del padre y el segundo del primero de la madre, no se fijó hasta el siglo XIX.

Para ilustrar algunas de las tendencias más habituales, hemos buscado “mi hijo”, “mi hija”, “mis hijos” y “mis hijas” en el corpus en línea CODEA, y estos son los resultados:

En 1277, en Rubielos de Mora (Teruel), un hombre llamado Joán de Peña hace su testamento. Sus hermanos se llaman Guillem de Peña y Belenguer de Peña, y sus hijos se llaman Joán de Peña y Perico de Peña. Su hija, Toda, lleva el nombre de pila de su madre, pero no se conoce el apellido de ninguna de ellas, pues solo se las cita como «mujer de» o como «hija de». También se cita a «Bonfilla, fija de Joán Bonfil», donde parece derivarse el nombre de pila de esta mujer del apellido o patronímico del padre (CODEA 766).

En 1301 una mujer llamada Menga Savastián, viuda de Domingo Iváñez, herrero, tenía dos hijos llamados Pascual Domingo e Iváñez Domingo (CODEA 115). Se aprecia que en los hijos «Domingo» es un patronímico directo (esto es que se usa como patronímico el nombre de pila del padre sin modificar), como explica en su tesis María Simón Parra (patronímico indirecto sería Domingo + ez = Domínguez).

En otro documento de Tordesillas de 1414 se cita a una fraira del monasterio de Santa Clara de Gerca, cerca de Astorga, llamada María Alfonso, hija de Alfonso Joánez, de Val de Rey; también esto es un patronímico directo (CODEA 432).

Desde mediados del siglo XV encontramos cada vez más ejemplos de lo que parece un sistema de nombre de pila más verdadero apellido, idéntico al apellido del padre:

Se encuentra ya un apellido idéntico al del padre en un documento de 1445 en el que Pero Salvador de Teresco, vecino de Rubielos de Mora (Teruel), dona una tierra a la iglesia de Santa María. Su hijo se llama Pero Salvador, como él (CODEA 797).

También hereda el apellido del padre el hijo de Álvaro de Çúñiga, duque de Arévalo, que da en 1479 poder a su hijo Juan de Çúñiga para que actúe por él en diversos asuntos (CODEA 1364). Otro caso de hijos que heredan, sin más, el apellido del padre es el de 1588 “Sebastián y Ana Martín, hijos de Blas Martín” Daganzo (CODEA 1790), o el de Blas García el moço, vecino de Daganzo, que hace testamento en 1591 y nombra albacea a su padre, Blas García (por eso el hijo es llamado “el moço”), y declara por herederas a Ana García y María García, sus hijas (CODEA 1813).

También llevan el mismo apellido que su padre los hijos de Blas de Orejón, vecino de Arganda, citados en su testamento de 1690: Francisco de Orejón, Manuel de Orejón, Tomás de Orejón, Alonso de Orejón y Ana María de Orejón (CODEA 1840). Sus padres se llamaban “Juan de Orejón el biejo y Catalina de la Cruz”, aquí también lo de “el biejo” muy probablemente para diferenciar a esta persona de otro Juan de Orejón, su hijo o sobrino, que sería “el moço”.

La presencia del apellido de la madre en segundo lugar se da ocasionalmente, pero no con regularidad. En un documento de 1481, se ve que dos hermanos son conocidos uno por el apellido de su padre y luego el de su madre y otro solo por el de su madre: Gómez Carrillo de Acuña, viudo de Beatriz de Sotomayor, hace su testamento y deja sus bienes a sus hijos Gómez Carrillo de Sotomayor y Rodrigo Carrillo (CODEA 173).

Pero no era raro heredar el apellido de la madre en primer lugar en algunos casos, como puede verse en un documento de 1576 por el que Beatriz de Aguilar, viuda de Francisco de Brihuega y vecina de Guadalajara, promete pagar al sastre Gaspar de la Cuesta determinada cantidad como dote de su hija Ana de Aguilar (CODEA 1765).

Es frecuente que los hermanos no tengan los mismos apellidos. A veces no sabemos con seguridad de dónde viene alguno de ellos. Por ejemplo, en 1590, Juan de Marilópez, vecino de Cobeña, hace testamento y deja sus bienes a su hijo Juan de María López, vecino de Daganzo, y a su hija Mari o María Santos. ¿De dónde viene este “Santos”? ¿Del apellido de su madre? Bien podría ser, pero no lo sabemos. Este documento cita también a Andrés Brabo, Sevastián Gordo o María Redonda, lo que muestra que muchos apellidos, especialmente los terminados en -o, adoptaban forma femenina cuando los llevaban mujeres (CODEA 1807).

Lo mismo ocurre en el testamento de Joán Blanco el viejo, vecino de Arganda, de 1607, que deja sus bienes a Joán Blanco, su hijo, y a María Blanca, su hija, a quien también ordena que lleve “sobre mi sepoltura medio año cera”, y “por su travajo le mando una tierra que yo tengo junto al prado de Vilches” (CODEA 1607). De esta costumbre de llevar cera a la sepultura hablamos ya en otro post.

Un sistema peculiar de organización del apellido lo hemos encontrado en la Ciudad Real del siglo XVII, donde vemos cómo se cita en el testamento de Francisco de Carrión (1682), como sus hijos y de su mujer lexítima Bernarda Templada, a Juan de Carrión, Manuel de Carrión, Estevan de Carrión, Bernarda Templada y Teresa Templada. Es decir: las hijas heredan el apellido de la madre (con forma femenina Templada) y los hijos el del padre (este documento será pronto incluido en el corpus CODEA, así como el que se cita a continuación).

El mismo sistema parece que se encuentra en otro documento también de Ciudad Real de 1680, una carta de dote y arras donde

Tomás del Campo, vecino d’esta ciudad, hijo legítimo de Pedro del Campo y María Galana, sus padres, vecinos d’esta ciudad, otorgo y digo que por cuanto estoy tratado de me casar y velar en facie eclesie con Ana de León Casero, hija lexítima de Domingo Casero y de Ana de León…

De nuevo se advierte la forma femenina del apellido en Galana, y la precedencia del nombre de la madre en las hijas. Ana de León Casero lleva dos apellidos, pero, al contrario de lo que sucedería en el caso de sus hermanos, lleva primero el de su madre y luego el de su padre.

En resumen, hemos visto que el sistema más usual desde la Edad Media, que se afianza en la Edad Moderna, es que el nombre del padre determine el segundo elemento del nombre de sus descendientes, primero mediante su nombre de pila (uso del patronímico), posteriormente mediante su apellido (uso de nombres de familia hereditarios). Sin embargo, también se ha podido comprobar que no es el único sistema que ha existido, y que hay quienes llevaban otros nombres derivados del apellido de su madre o de otros parientes, o bien de diversas circunstancias de su vida (sobrenombres). Además, es evidente que en determinadas zonas y épocas se tomó para las hijas el apellido de la madre en lugar de o ante el del padre.

También se ha visto cómo en español, como en otras muchas lenguas, hubo una forma femenina de muchos apellidos, y que la distinción “el viejo” o “el moço” formaba parte del nombre de muchos hombres que se llamaban igual que sus padres o que otros familiares (“el joven” solo lo encontramos en CODEA en documentos zaragozanos).

En cambio, el que una mujer tome el apellido de su marido siempre se ha considerado algo inhabitual y característico de otras naciones, como puede comprobarse en este post sobre Agustina de Sosa, una mujer casada con un portugués que tras haber vivido en Flandes solía presentarse como Agustina Freire.

Belén Almeida

 

Para saber más:

María Simón Parra, El nombre de persona en la documentación castellana medieval. Tesis doctoral dirigida por Pedro Sánchez-Prieto Borja, Alcalá de Henares, 2008. Puede consultarse en línea aquí.

 

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