Dolencias de ayer

En los documentos de archivo se citan las enfermedades y afecciones muy a menudo, algo que no debe sorprendernos cuando ha sido y es uno de los temas que más preocupan, más todavía en épocas en las que lo habitual era una escasa atención sanitaria, que llevaba a una alta mortandad. En la correspondencia privada, por ejemplo, es un tema prácticamente obligado, sobre todo en las cartas escritas por mujeres, que solían tener el papel de cuidadoras de la familia (Vázquez Balonga 2017). Así, en una carta que envía Apolonia Zubiete en 1674 a su hijo, escribe: “no por esto es mi ánimo recivas, hijo mío, ninguna pena, que te aseguro é tenídola muchas vezes con los grandes accidentes por falta de la respirazión y umores muy gruesos” (CODEA 2316). La autora de esta carta se refiere a los accidentes como “enfermedad o indisposición”, significado documentado por Autoridades (1726).

La mención a la enfermedad se puede ver también en correspondencia de un carácter menos privado, pero en la que la afección es la causa de una baja o incapacidad. Este es el caso del rector de San Ildefonso, que conocemos gracias a una carta conservada en el Archivo de Villa de Madrid. En 1701, un familiar se dirigió a la institución para ofrecerse como sustituto con estas palabras:

El lizenciado don Francisco de Tejada, presvítero capellán de la capilla de el glorioso San Isidro, pone en la noticia de Vuestra Señoría Ilustrísima cómo don Gerónimo de Herrera, su pariente, rector de el colexio de San Ildefonso de los Niños de la Doctrina, se halla enfermo idrópico, de calidad que no puede asistir a las cosas tocantes a su ocupación, y para que no se falte a ella y aliviarle este travajo, suplica a Vuestra Señoría Ilustrísima se sirva nombrarme para que yo asista en ínterin que combalece de su enfermedad y en sus ausencias sin interés ninguno (ALDICAM 554).

El adjetivo que se emplea, idrópico, es el correspondiente a la enfermedad llamada hidropesía, ya reconocida por Covarrubias en su Tesoro (1611) de este modo: “enfermedad de humor aguoso, que hincha todo el cuerpo”. Añade, además, una curiosa comparación: “Algunas veces se toma por la avaricia, porque el hidrópico por mucho que beva nunca apaga su sed, ni el avariento, por mucho que adquiera, su codicia”. La hinchazón característica del enfermo hizo que se asociara con el agua, de ahí el origen del nombre, del latín hydropisia, y este del griego ὕδρωψ, -ωπος hydrōps, de hydro, ‘agua’. Sin embargo, en la última edición del diccionario académico se establece una definición acorde con el conocimiento médico actual: “Derrame o acumulación de líquido seroso”.

Otro motivo por el que se debía escribir a una autoridad informando de una afección era, por supuesto, el servicio al ejército. En el Archivo Municipal de Hoyo de Manzanares (Madrid) encontramos una carta en la que el Consejo Real acepta el abandono de la milicia de un joven del pueblo, Juan Crespo, por estar afectado de ciática: “por razón de hallarse imposibilitado a causa del achaque de zeática que padece” (ALDICAM 528, 1704). Autoridades recoge el término en 1729: “Enfermedad ocasionada de un humór, que se encaxa en el hueco del huesso de la cia, y desciende por el muslo, causando grandes dolóres”. La voz aparece documentada ya en Nebrija (1495), y tiene como origen el latín scia ‘cadera’.

Más tarde, en el siglo XIX, las enfermedades llenaron las solicitudes para no hacer el servicio militar obligatorio. En San Lorenzo de El Escorial en 1818 (ALDICAM 688), un joven alega tener “dolores romáticos”, algo confirmado por su médico, que explica que tiene emotisis. Esta voz no aparece recogida en un diccionario hasta Domínguez (1853), por lo que el testimonio de este documento se adelanta algunas décadas. Según este autor, la hemoptisis se trata de una “hemorragia de la membrana mucosa que tapiza las vías aéreas, la laringe, la traquearteria y los bronquios, producida, según algunos, por la rotura o erosión de algunos vasos del pulmón”.

Interesante es la historia del término baldado. En una carta enviada a la Inclusa de Madrid de 1828 (ALDICAM 502), un párroco de Alcalá de Henares, Clemente Palomar, explica el motivo de su tardanza en su respuesta: “no he contestado por allarme en cama, habiéndome quedado baldado de todo el lado izquierdo de resultas de un aire que me cojió en una noche en este bendito oficio”. En el diccionario más próximo a este año, el de 1822, baldado es, exactamente, lo que Clemente Palomar da a entender, ya que se define baldar como “Impedir o privar alguna enfermedad ó accidente el uso de los miembros ó de alguno de ellos”. El adjetivo baldado es participio de este verbo, en este caso ‘paralizado de una parte del cuerpo’, como indica estar el párroco. Sin embargo, el uso más conocido en el español actual es ‘agotado, cansado’, el mismo que recoge el DLE en su edición más reciente, aunque todavía reconoce baldar con el sentido de ‘impedir el uso de los miembros’. El empleo de baldado era muy frecuente en el siglo XIX, como se ve incluso en anuncios de prensa de la época; así, en una noticia del Diario de Madrid (3 de agosto de 1818), se cuenta lo acaecido en los baños de la Puerta de Santa Bárbara de la capital:

Antonio Castrillón, que vive calle de san Antón, núm. 25, tronquista de S.M., baldado enteramente de pies y manos, después de haberse bañado por algún tiempo en otra parte sin haberle surtido efecto alguno, fue conducido a la referida casa en una caballería menor, sostenido por dos hombres que le apeaban en brazos y le llevaban al baño, y al cuarto día fue por su pie aunque sostenido por un hijo suyo, pero a los siete baños fue solo.

También se refiere a la parálisis, ocasionada por diversos motivos, la perlesía, documentada en Nebrija (1495) con el latín paralypsis, de donde procede. En una pieza del Archivo Municipal de Alcalá de Henares de 1822 encontramos una misiva escrita por Elena O´Neill, en la que explica que toma la pluma por la situación de su marido, que está “en la cama indispuesto de un amago de acidente de perlesía” (ALDICAM 748). Por lo visto en la prensa de la época, era un problema habitual; en el Diario de Madrid (4 de noviembre de 1837) se menciona un remedio anunciado en la capital: “un específico para la curación de la alferecía, perlesía y otras enfermedades nerviosas, descubierto por el doctor Manuel Gil (…)”. Al parecer, había sido un fraude, pues no curaba el mal, y el periódico decidió publicarlo “en obsequio de la humanidad doliente”.

Es difícil dedicar unas líneas a todas las voces referidas a enfermedades que están en nuestro corpus CODEA y ALDICAM, ya que son muchas y requieren una explicación. De momento, dejamos esta entrada con una pequeña muestra.

Delfina Vázquez Balonga

Imagen: Pixabay 

 

Cómo citar esta entrada:

Vázquez Balonga, Delfina (2019): “Dolencias de ayer”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/06/18/dolencias-de-ayer/.

Para saber más

-ALDICAM = Atlas Lingüístico Diacrónico e Interactivo de la Comunidad de Madrid. http://aldicam.blogspot.com/p/novedades.html

-Autoridades = Real Academia Española de la Lengua (1726-1729): Diccionario de la lengua castellana (…). Disponible en el Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español <http://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico&gt;

-Covarrubias = Covarrubias, Sebastián de (1611): Tesoro de la lengua castellana o española. Disponible en el Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español <http://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico&gt;

-CODEA= Corpus de Documentos Anteriores a 1800 (CODEA+ 2015) <http://corpuscodea.es/&gt;

-DLE = Diccionario de la Lengua Española. <http: http://www.rae.es&gt;

-Domínguez, Ramón Joaquín (1853): Diccionario Nacional o Gran Diccionario de la Lengua Española. Madrid – París, Establecimiento de Mellado. Disponible en el Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español <http://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico&gt;

– Nebrija, Elio Antonio (1495): Vocabulario español-latino. Salamanca: Impresor de la Gramática Castellana. Disponible en el Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español <http://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico&gt;

-Vázquez Balonga, Delfina (2017): «El vocabulario de la enfermedad en la correspondencia femenina de los siglos XVI y XVII. Presentación de algunos casos significativos”, Almeida Cabrejas, Belén, Rocío Díaz Moreno y Mª Carmen Fernández López (eds.): “Cansada tendré a Vuestra Excelencia con tan larga carta”. Estudios sobre aprendizaje y práctica de la escritura por mujeres en el ámbito hispánico (1500-1900). Lugo: Axac, 55-64.

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