Un nombre es para toda la vida (VI): lunas, soles y estrellas

El mundo del cielo, con sus planetas y constelaciones, siempre ha fascinado al ser humano. Además de dar lugar a una disciplina científica desde la Antigüedad, la astronomía, también ha producido una corriente vinculada al esoterismo: desde los signos del Zodiaco hasta el poder de los planetas en las piedras para darle propiedades misteriosas; de hecho, solo hay que recordar el Lapidario de Alfonso X. Junto a lo científico y misterioso, el cielo ha producido un sinfín de imágenes poéticas asociadas a la belleza y elementos positivos. Por ello, no es extraño que se hayan adoptado tres elementos astronómicos fundamentales, la luna, el sol y las estrellas para la antroponimia hispánica.

Si comenzamos con Luna, parece ser un caso de nombre popular en época medieval, que después dejó de emplearse para volver a serlo en las últimas décadas. En el CORDE podemos ver algunos ejemplos de principios del siglo XIII, como este documento estudiado por Menéndez Pidal, una carta de cambio de 1206 hecha en Toledo, en la que aparece «donna Luna». Tras la Contrarreforma, que impuso con más rigor nombres contemplados en el santoral, debió decaer, pero sí se mantuvo como advocación mariana en lugares como el santuario de la Jara de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba, donde la Virgen de la Luna ha dado lugar a más de una vecina que lleva este nombre. En gallego también está extendido el nombre (Lúa), al igual que en catalán (Lluna). En tiempos más recientes ha llegado la forma griega Selene / Selena, aplicada a la diosa que personificaba la luna, pero sigue siendo muy minoritario. El nombre Luna, según el INE (2021), tiene un total de 9.082 casos registrados en España, con una media de edad de 12,6 años, aunque hay que decir que en Córdoba, donde hay una tradición de origen religioso, la frecuencia es algo más elevada que en otras provincias.

En el caso de Sol, el que sea un sustantivo masculino no ha sido un impedimento para que siempre se haya aceptado como antropónimo femenino, algo que, por otra parte, se ha hecho con otros de inspiración mariana y de la Naturaleza (Rocío, Mar, Rosario, Sagrario, Pino). En época medieval era un nombre ya empleado, como muestra la documentación del corpus CODEA; en esta pieza de Ávila de 1285 (CODEA 0062) podemos leer el siguiente fragmento de una carta de compraventa en que el comienzo reza de la siguiente manera:

«Sepan cuantos esta carta vieren cómo nós Pascual Domingo e doña Sol, su muger, de Çapardiel de 2 Serrezuela, amos a dos uno por otro a boz d’uno e cadaúno por todo, otorgamos e coñocemos 3 que vendemos a vós Blasco Blásquez, juez del rey, todo cuanto heredamiento nós avemos 4 en Serranos d’Avianos».

Por lo tanto, la esposa de Pascual Domingo se llamaba Sol, al igual que la mujer que aparece poco después en Toledo, en el testamento de don Pascual (CODEA 2180), como «doña Sol, fija de Pedro Alvatar». Igualmente, lleva este nombre una vecina de Valladolid citada en otra carta de compraventa, esta vez de 1382 (CODEA 0347): «Sol García, muger que fue de Estevan Sánchez, lancero». Igualmente, se ha documentado el nombre en Aragón en el siglo XI (Laliena Corbera 1995: 323). No olvidemos que doña Elvira y doña Sol es como se conoce a las hijas de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, aunque en realidad se llamaban Cristina y María, nombres que fueron cambiados seguramente por motivos métricos y de rima (Smith 1982). Si miramos la documentación de CODEA, parece que la popularidad del nombre decayó desde el siglo XV, incluso es poco popular hoy en día, aunque haya experimentado un pequeño crecimiento en los últimos años. En comparación con Luna, el antropónimo Sol tiene muchos menos registros en el INE (2021), ya que se cuentan 1604, con una media de edad también muy joven, 17 años. No hay que olvidar que el popular Marisol suele ser un hipocorístico de María de la Soledad. Sí nos llama la atención que entre los judíos sefardíes el nombre Sol se mantuvo vigente. Un ejemplo conocido es el de Sol Hachuel, llamada también «Solica», heroína judía de Marruecos que fue ejecutada en Tánger en 1834.

Por su parte, el nombre femenino Estrella tiene tradición en el mundo hispanohablante, aunque de manera irregular. García Gallarín (1998: 152) menciona su existencia en un documentos de 1262, con copia de 1526 (donna Estrella). En la obra teatral La estrella de Sevilla (1623) aparece una protagonista llamada así, pero donde más se encuentra es en la literatura del siglo XIX, sobre todo en países americanos, más que en España. En la obra El cacique de Turmequé, de Gertrudis Gómez de Avellaneda, escrito en Cuba en 1860, hay un personaje llamado así. Y en Santos Vega, el payador (1872), del argentino Hilario Ascasubi, se habla de «doña Estrella, la porteña más donosa y de más garbo». En España ha tenido, al igual que Luna, la motivación de ser una advocación a la Virgen María en algunas localidades como Navas de San Juan (Jaén), Coria del Río (Sevilla) y Olivares del Duero (Valladolid), entre otras, lo que ha potenciado que el nombre tuviera uso incluso antes de su nueva popularidad. De los nombres presentados, es el que más incidencia presenta en el INE (18.686 registros) y la media es también mayor, más de 49 años.

En definitiva, los nombres motivados por los astros son clásicos en la tradición onomástica en español, aunque es cierto que con más fortuna unos que otros. Quizá lo que resulta más llamativo es cómo se pudieron llevar en la época medieval, entre tantas Sancha, Aldonza o Urraca; sin embargo, los datos nos confirman que se llevaron y, de una forma u otra, han sobrevivido en nuestro repertorio hasta nuestros días.

Delfina Vázquez Balonga.

Imagen: Pixabay

Vázquez Balonga, Delfina(2021): “Un nombre es para toda la vida (VI): lunas, soles y estrellas”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: [https://textorblog.wordpress.com/2021/06/22/un-nombre-es-para-toda-la-vida-vi-lunas-soles-y-estrellas/].

Para saber más:

CORDE= Corpus diacrónico del español. Disponible en <https://www.rae.es/banco-de-datos/corde&gt;

García Gallarín, C. (1998): Los nombres de pila españoles. Madrid: Ediciones del Prado.

Laliena Corbera, C. (1995): «Los sistemas antroponímicos en Aragón durante los siglos XI y XII», en Antroponimia y sociedad. Sistemas de identificación hispano-cristianos en los siglos IX a XIII. Universidades de Santiago de Compostela y Valladolid.

Smith, Colin (1982): El Poema de Mio Cid. Madrid: Cátedra.

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