Brujas, locas y adivinas en la General Estoria

¡Buena entrada en el curso escolar! Empezamos con una entrada sobre mujeres que llevan el pelo suelto (entre otras cosas).

En la segunda mitad del siglo XIII, Alfonso X y sus colaboradores crearon dos obras historiográficas: la Estoria de España y la General Estoria. La segunda, que pretendía contar la historia de la humanidad desde la creación hasta el momento de la redacción, no pudo completarse, y a la muerte del rey (1284) solo se había llegado probablemente a redactar hasta el nacimiento de Cristo. Lo que se conserva son cinco partes (nada menos que 7000 páginas en total en la edición moderna), basadas en fuentes latinas, francesas y árabes, de las que hemos hablado ya en otros posts, como este que dedicamos a las cincuenta hijas del rey Dánao, que mataron a sus maridos por orden de su padre, o este que trata sobre la organización zoológica de los animales en la estoria (concretamente por qué se considera, con mucha razón, que las ballenas son peces), o este otro sobre la figura de Edipo en la General Estoria y este sobre la traducción y adaptación que realizaron los alfonsíes desde el texto francés al español en la misma historia de Edipo.

En este post hablamos de mujeres diferentes, fuera de la norma, que aparecen en la historia: mujeres a las que el dolor ha vuelto locas; profetisas, dominadas por el dios que habla por su boca; brujas o hechiceras. La General estoria, siguiendo muchas fuentes antiguas y medievales, las representa de un modo semejante, como mujeres que han perdido algunas características del autodominio y del aspecto físico habitual de las mujeres: se las presenta corriendo, andando solas de noche por los caminos, quitándose las vestiduras, sin velo o toca, con los cabellos sueltos, haciendo movimientos desacompasados, gritando o hablando con voz desagradable o parecida a la de los varones.

Brujas

Así habla de Medea Hipsípila, su predecesora en el amor de Jasón (en una adaptación del texto de la Heroida ovidiana), acusándola de bruja, de hacer vudú y filtros amorosos:

e ésta anda por los luzillos de los muertos decinta e sin toca, los cabellos esparzidos por las espaldas, e coge ciertos huesos quales ella á menester de los fuegos que están aún tibios e quemaron los omnes; ella conjura alos que están alueñe e faze imágenes de cera para obrar sobr’ellas contra los que quiere e mete por ellas las agujas delgadas e espétagelas en el mezquino coraçón por que meta en angostura acullá a aquel o aquella sobre que lo obra; e lo que yo non querría saber, ca mejor tengo que es para mí non lo saber que saberlo, el amor que se devié ganar por buenas costumbres e fermosura gánase aquí por yervas. (GE2,II,166)

La propia Medea escribe una carta a Jasón (la Heroida XII) en la que describe su reacción al verle con su nueva esposa, Creúsa:

e apenas me tove que así yendo descabeñada e mios cabellos mesados que dixese a grandes bozes: ‘¡Mío es éste!’, e echase las manos en ti. (GE2,II,184)

Tenían fama de brujas las mujeres de Tesalia, en el norte de Grecia. Su poder era enorme, pues podían actuar sobre los elementos de la naturaleza, como explica Lucano en la Farsalia y traducen los alfonsíes en la Quinta Parte de la General Estoria:

Fazen por sus encantamientos anublar e llover e tronar e fazer nieblas; e echar agua de sus cabellos parándose descabelladas, e tornar irada la mar e finchar sin todo viento; e levantándose el grant viento que le turviava fazerle ellas quedar e estar manso, e non corriendo viento ninguno fazer finchar las velas de las naves e levarlas; e el río que se despenna de alguna penna fázenlo cuajar e estar fecho yelo en cayendo; e fazer correr al que va manso, e al Nilo donde va ayuso tornar contra arriba e estorvar de regar la tierra. Derecho va el río Menadro e fázenle ellos torcer cuando quieren; manso va el Ruédano de antes, e fázele correr el río Arar desque en él entra, e así les fazen las encantadoras de allí quando quieren correr el río manso, e amansar el corriente; allanan los montes e fazen montes los llanos

Lucano presenta una mujer tesaliana llamada Ericto, acabado modelo de bruja, capaz de resucitar a muertos, mediante prácticas repugnantes, para que den noticias diversas. Esta mujer vivía «en los cementerios e en los luzillos que estavan fuera en yermo» y «non salié de día al aire claro», y con esta vida «tornóse magra e arrugada» y «fízosele la cara espantosa con un amarellor como del infierno, e trayéla abaxada e los cabellos luengos e por peinar». Para sus prácticas mágicas, recogía los cuerpos de los ajusticiados, guardaba la soga, cogía astillas de la horca, «e de las entrannas del colgado por que avién ya pasado luvias e de los meollos cochos del que avié ý seído a los grandes soles mucho, e de los clavos con que les plegaran las manos», y tampoco se asustaba si tenía que matar ella misma: «si menester era de morir  alguna cosa por la sangre para en sus maleficios non dubdava ella de matarle e abrir la garganta por do saliese la primera sangre, nin se esquivava de dar muertes si los sacrificios que ella fazié avién menester sangre biva, e si las mesas de las mortajas que ella parava demandavan entrannas bivas que tremiesen quales murién.» A petición de Sexto Pompeyo, hijo de Pompeyo el Grande, Ericto resucitó a un hombre para saber en qué acabaría la guerra entre César y los hijos de Pompeyo:

Estonces enllenó ella aquel muerto de sangre corriente por llagas que le fizo de nuevo en los pechos, e lavóle los meollos de podridura que tenié en ellos e rocióle con rocío de la luna e metió d’ello en él; e mezcló ý de todas las cosas que la natura fiziera malas: espuma de los canes que an natura de temer el agua (e éstos son los raviosos) e entrannas de loba cerval, e el nudo de la yena, e meollo de ciervo que avié comido coluebra, e el echino, que es un vestiglo de la mar que retiene la nave aun quando va irada con el viento, e ojos de dragones, e piedras de unas que meten las águilas en sus nidos so los huevos e suenan otras dentro en ellas; la sirpiente de Aravia (e éste es el basilisco) e bívora de las que nacen en el mar Bermejo e guardan las conchas en que nace el aljófar, e del cuero de la serpiente cerasta de Libia biviendo aún la serpiente de que fuera (e son estas serpientes cerastas unas que an cuernos), e de la ceniza del ave fenis […]; e pues que ovo estas cosas ayuntadas allí que eran de animalias aduxo ý fojas encantadas e yervas de quantas naturas ý á que ayan alguna fuerça de poçonna; e con esto todo, lo que era más fuerte que toda yerva, començó a dezir su encantamiento entre sí e conjurar a los dioses del infierno, e la boz en que lo dizié era desacordada e semejava ladridos de canes e aollidos de lobos e sueno de búho e de lechuza e de otras cosas e bestias salvajes, e silvos de serpientes e roído de las ondas que fieren en las peñas e sueno de las selvas quando las traen los vientos e truenos de nuve quebrantada.

A esta Ericto invoca en Infierno de los enamorados, 14a el marqués de Santillana como “sabia thesaliana”, y le pide que resucite a Atalanta para hacerle una pregunta (aunque algunos comentaristas creen que el poeta se dirige a alguna musa): “¡O sabia thesaliana! / Si la virgen Atalante / a nuestra vida mundana / es posible se levante, / yo sería demandante, / con devida cerimonia, / si el puerco de Calidonia / se mostró tan admirante”.

Adivinas

Enone, novia o esposa engañada de Paris (que la abandona por Helena) le escribe, y entre otras cosas le dice que Casandra, hija de Príamo que tiene el don de la profecía, le anunció lo siguiente:

me dixo ende tu hermana la infante Casandra echando el velo de la cabeça acullá, e ella descabeñada e llorando con el pesar e con el duelo que avié del destruimiento de Troya que veyé venir, e contóme ende así sobre que preguntava yo cómo me avía de ir contigo, e si curarié por el tu amor: “¿Qué fazes, Oenone? ¿Por qué siembras en el arena, e aras las riberas con bueyes sin pro? (GE2,II,248)

Este texto es también adaptación de una Heroida de Ovidio.

Las desgracias de la guerra civil que narra Lucano en la Farsalia le parecen tan graves al poeta que en su obra se anuncian por medios sobrenaturales, como una matrona romana que, poseída del don de la profecía, se asemeja a una bacante o sacerdotisa del dios Baco. Los alfonsíes presentan primero el contenido de Lucano relativo a las bacantes, cuyo comportamiento se asemeja a la locura:

En las montañas del monte Pindo fue una dueña muy poderosa, e diziénle Edonis del logar donde ella era natural que avié nombre Edón, e era sacerdota d’este dios, e sacerdota dizen por abadessa, e era como obispa; e fazié cada año sus sacrificios grandes a este Baco, e en faziéndolos nin era sotar nin dançar nin cantar nin cosas que alegría diesen que todas las ella non fiziese fazer e fazié ella mesma tanto que entre las que con ella vinién al sacrificio así andava que semejava como loca.

Luego siguen diciendo cómo se comporta de manera similar la matrona romana que de repente profetiza los males de la guerra civil:

Aquí dize Lucano en este logar de aquella madrona romana […] que se tomó ella a la manera de aquella sacerdota Edonis quando fazié sus sacrificios a Baco, e que echó a tierra los paños de la cabeça e que se descabelló toda e començó a correr como loca a unas e a otras partes por las calles quanto ella más podié, diziendo a grandes bozes: ‘¡Ay varones, ay virtud! El espíritu Apolo, que es el sol, me toma e me aprieta el coraçón e todas las entrañas e me faze fazer así.’ E en todo esto corriendo siempre por las calles de unas en otras, e dixo: ‘Sol, ¿ó vo yo agora?, o ¿ó só levada?, o ¿para ó me robas tú de la tierra e me alças e me pones sobre el cielo?’ Empós esso entró a las profecías e dixo así: ‘Yo veo en Tesalia los montes Pangeos tornados canos e llenos de mucha nieve fasta en somo de los collados como lo nunca fueron, e los campos Filipos que yazién anchos al pie de la peña del monte Femo. Aquí dize la glosa que en aquellos montes Pangeos e en aquellos campos Filipos fueron las grandes batallas de Pompeo el Magno e de Julio César cibdadanos de Roma, onde semeja segunt esto que nieve vista en sueños o en visión que muestra grandes peligros de guerras e de lides […] Aún dixo la dueña: ‘Veo que se levantan de cabo vandos e vo yo de cabo por todo el mundo. E sol, dame tú a ver las nuevas riberas de Ponto e nueva tierra, ca ya vi los de los campos Filipos.’ Sobr’esto departen las glosas que las nuevas riberas de Ponto dixo la dueña por Bruto e Casio, que lidiaron despues allí, e fue la lid muy grande e de grant nombre; lo de la nueva tierra departen que fue dicho por César Agusto e por Antonio, que lidiaron al pie de la montaña Leucas […]. Pues que esto ovo dicho aquella dueña de Roma, fincó muy cansada del mucho correr que avié fecho e cayó e yogo desamparada e sin toda memoria una grand parte del día.

Durante la guerra civil entre César y Pompeyo, Femónoe, una joven sacerdotisa de Apolo en Delfos, es buscada por el cónsul Apio para que el dios, a través de ella, le anuncie el futuro. La sacerdotisa, espantada, intenta engañar a Apio diciéndole que «el monte Parnaso mudo está e mudas las sus cuevas», pero él, dándose cuenta del engaño, la amenaza y consigue que entre en el santuario y se preste a ser el vehículo de la voz del dios:

«E si non dexas agora de fablar estas mentiras e te non metes dentro en medio de las cuevas e demandas las verdades de tamaño movimiento como éste en que es todo el mundo e treme ende, a las mis manos lazrarás por ello.» E espantada fue la virgen sibilla […] de las menazas del cónsul, e entró por la cueva a adelante e fuese a derechas para la mesa de Apollo e dudó de ir adelante por las cuevas que parecién muy grandes e muy espantosas. E allí estando mudósele el su sentido e decendióle el espíritu del dios en el pecho más que non solié. E desque le allí decendió el espíritu de Apollo nunca tanto la tomó toda como aquella vez, e sacó d’ella toda la mente que ella antes avié, e mandóle que le creyesse de todo en todo. Estonces Heritea, así como agena de la voluntad que antes avié, alçó el cuello e començó de andar por la cueva como salida de su seso, e movió la cabeça de guisa que echó alueñe la toca e la corona que el sacerdote le pusiera en la cabeça, e corrió por el templo moviendo la cabeça a una e a otra parte como loca, e derribó la mesa de Apollo que le estava en la carrera e la estorvava de correr, e andava toda encendida trayendo en coraçón a Apollo

Apariciones

También las apariciones de mujeres, en sueños o en visión, pueden tener características de locura o tristeza, muy especialmente el pelo suelto. Aquí, siguiendo a Lucano, los alfonsíes presentan a Julia, la hija de César y esposa muerta de Pompeyo, que se le presenta para quejarse de que se haya vuelto a casar y le anuncia las desgracias de la guerra civil:

E parecióle en visión una imagen llena de grant espanto, e la semejança de lo que le mostró fue ésta: que Julia, su muger, fija de Julio César, que alçava la cabeça la cara muy triste e los cabellos muy bueltos e mal parados e sin toda cosa que gelos cubriese nin gelos apretasse, e andava de tierra en tierra, e como que se le abrié la tierra e estava en un sepulcro encendido, e ella como loca e como que ensandecié e dizié así: ‘Echada só de las sillas de paraíso e del campo de los piadosos e só levada a las tiniebras de los infiernos después de la batalla cibdadana.’ E dixo aún aquella imagen en pos d’esto: ‘Yo misma vi allí en los infiernos las Euménidas, que son las tres ravias infernales, tener unas lámparas ardientes que moviesen ellas quando vós, cibdadanos de Roma, moviésedes las vuestras armas contra vós; e vi al portero del infierno guisar naves sin cuenta por los ríos del infierno […] , e ensancharse el infierno e alargarse para muchas penas, e seer la priesa de la mortandat tanta que las tres fadas hermanas Cloto, Láchesis e Antapos, que espienden la vida del omne, non abondavan a romper las vidas de los cibdadanos de Roma, tanto que cansavan ý.’

Mujeres desesperadas

Filomena, en la adaptación alfonsí del texto de las Metamorfosis de Ovidio, se presenta corriendo y con el cabello suelto cuando toma terrible venganza de la violación que ha sufrido, guisando a su cuñado (el violador) el cuerpo de su hijito Itis, de acuerdo con su hermana Procne. En el texto se dice que «non cobdiciara en ningún tiempo poder fablar más que aquella hora»: esto es porque, según el texto de Ovidio, Tereo, el violador, le había cortado la lengua para que no pudiera acusarle.

Filomena […] salió sin tocas e descabeñada e corriendo cuemo la hermana la avié castigada, e legó con la cabeça en la mano e diol con ella muy grant ferida en los pechos. E assí como cuenta Ovidio, de quando ella naciera fasta estonces non cobdiciara en ningún tiempo poder fablar más que aquella hora (GE2,I,364)

Ariadna, abandonada por Teseo en la isla de Naxos, llora su desgracia a la manera antigua y medieval: soltándose el pelo, arañándose la cara y los brazos («rascada») y desgarrándose la ropa («rota»); así la encuentra Baco. En el texto se destaca que aunque (pero que) está llorosa y ha realizado sobre sí misma las acciones típicas del duelo (descabeñada, rascada, rota), sin embargo «tenié en su cabeça […] una corona», la que Baco convierte en una constelación:

E la infant Adriagna cuando espertó e se falló señera [‘sola’], tóvose por quebrantada e muy maltrecha. […] E andando ella descabeñada e rascada e rota toda por essa ribera, acaeció que vino por ý Libero padre, que venié de conquerir India, e fallóla allí atal llorosa e maltrecha de la guisa que lo ella podrié estar aveniéndole lo quel avino, e tomóla e recibióla por su mugier. E pero que llorosa e señera, tenié en su cabeça segunt su costunbre una corona, a que dize ell autor cuemo en fazaña [‘leyenda’, ‘invención’] que puso Libero padre su mano en aquella corona e que la alçó de la cabeça de Adriagna e que la envió contral cielo, e que subió la corona yendo a arriba, e subiendo ella ques mudaron adessora las piedras preciosas de la corona en estrellas

 

Estas son solo algunas de las mujeres que encontramos en la General Estoria. ¡Invito a leer y disfrutar la obra completa (editada en 10 volúmenes en 2009; está en muchas bibliotecas)!

Belén Almeida

Fotografía: Belén Almeida

 

Para saber más sobre mujeres y sobre Ovidio en la General Estoria:

La edición completa (Biblioteca Castro) está en muchas bibliotecas.

Con algo de trabajo (pues hay partes en texto regularizado y otras que presentan la transcripción paleográfica), puede buscarse en buena parte del texto de la estoria en el corpus CORDE de la RAE. Recomiendo reducir la búsqueda poniendo «Alfonso X» en la casilla de Autor y buscar luego palabras como «loca», «fechiz*» (fechizo, fechizado, etc.), «descabenn* OR descabeñ*» (descabeñó, decabennose, descabennada…), «rasc* OR rrasc*» (rascandose, rrascada…).

En mi perfil de Academia.edu puede leerse «Amor, abandono, celos, venganza: algunas heroínas ovidianas en la General Estoria de Alfonso X el Sabio»

Irene Salvo (también tiene perfil en Academia.edu) ha publicado en los últimos años estudios de mucho interés sobre estos aspectos de la estoria.

Mariana Leite ha colgado también en esta plataforma dos trabajos sobre la «sibila» Casandra en la General Estoria, uno de ellos igualmente relacionado con Gil Vicente

 

 

2 comentarios sobre “Brujas, locas y adivinas en la General Estoria

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