El libro de villazgo de Torrejón del Rey

En la editorial de la Universidad de Alcalá se sigue apostando por publicaciones de rigor dedicadas a la historia del español. En esta línea ha salido a la luz, recientemente, Lengua de la administración y habla popular. Edición y estudio del libro de villazgo de Torrejón del Rey (1579), de nuestros compañeros Pedro Sánchez-Prieto y María Agujetas. El próximo martes 27 a las 18:00 horas tendrá lugar la presentación del libro, en un evento al que se puede asistir de manera virtual en este enlace.

Para saber un poco más sobre este trabajo de investigación, hemos hecho una breve entrevista a sus autores.

  1. La publicación está centrada en la edición y estudio del Libro de villazgo de Torrejón del Rey, datado en 1579. ¿De qué trata dicho libro? ¿Cuál fue el motivo de su creación?

El libro es una muestra de la complejidad del proceso por el que un lugar adquiría el rango de villa con jurisdicción plena. Este desvela cómo interactúan las diversas instituciones implicadas en el cambio de estatus. La corona se mueve dentro del objetivo de captar recursos, siempre insuficientes, para su política europea y aumentar su patrimonio. Esta doble voluntad se manifiesta en el documento más solemne de la tradición diplomática, el privilegio.

Los procesos de concesión del título de villazgo fueron frecuentes en época de Felipe II. El motivo fundamental era la obtención de fondos para financiar las campañas contra “los enemigos de nuestra santa fee católica” (p. 196). La rebelión de los Países Bajos (1568-1648) trajo consecuencias negativas para el Imperio Hispánico. La monarquía de Felipe II sufrió una gran crisis económica, dado que sustentar el ejército de Flandes durante tanto tiempo, junto a otros frentes que también tenía abiertos, no fue fácil.

Los vecinos de los lugares obtenían su independencia respecto de la villa matriz, en este caso, Alcolea, a cambio de un monto económico (alrededor de 16.000 maravedís cada uno). Este nuevo régimen legal de la villa significaba la obtención de “su juridición cevil y criminal, alta y baja, mero, misto imperio” (p. 148), de manera que gozaba de autonomía judicial en los procesos que atañían a los vecinos. Las insignias que probaban su independencia eran la horca, picota, cuchillo, cárcel y cepo: se colocó la “picota en señal de ser villa sobre sí y en señal de señorío y jurisdición civil y criminal, alta, baja, mero, misto imperio en ella y en sus términos y dezmerías distinta y apartada de la villa de Alcolea” (p. 208).

  • ¿Cómo surgió la idea de estudiar este Libro de villazgo?

En ocasiones, los archivos nos sorprenden, pues no solo custodian fondos desconocidos, sino también inesperados. Es habitual encontrar piezas con una descripción incompleta o que no consten en publicaciones de amplia circulación. Por ello, muchas veces el investigador no puede acceder fácilmente a algunos fondos de notable interés.

Fue el director del archivo Municipal de Alcalá de Henares, José María Nogales, quien nos mencionó la existencia de algunos documentos de interés histórico y filológico, entre los que destacaba la copia de un libro de privilegios de Felipe II concedido a la villa de Torrejón del Rey en 1579. Entre las numerosas páginas convencionales que presenta este tipo de escritos, incluso una bula en latín, se ocultaban otras de gran valor para la historia local y la reconstrucción de la lengua del centro peninsular en el siglo XVI – XVII.

  • Gracias a este libro se puede saber mucho sobre la vida del pueblo. De manera muy breve, ¿cómo era Torrejón del Rey en aquella época?

En lo que concierne a los vecinos, fue necesario realizar un censo para conocer el número de personas que debían pagar para conseguir la jurisdicción plena: “Y vista la dicha aberiguación por los del dicho nuestro consejo, pareció que havía en la dicha villa y sus términos doscientos y veinte y cinco vecinos, por lo que toca a la juridición y bassallage” (p. 195).

La mayoría se dedicaba al cuidado del campo o del ganado, tal y como se señala en el libro. Destaca la referencia al cultivo de la viña y el olivo, y el pago del tributo de trigo, cebada y centeno. Se advierte también la existencia de mimbreras, dado que el mimbre era necesario para elaborar cestas y otros objetos útiles en la vida doméstica y en el campo. Se menciona la presencia de ganado sin precisar qué animales lo componían. Los vecinos que comparecen como testigos para el amojonamiento, agricultores y pastores, no sabían ni leer ni escribir, por lo que la forma en la que mostraban su aceptación y conformidad con lo estipulado en el privilegio era besando la carta.

Aparte de las labores del campo y ganado, en el sector terciario no faltaban las panaderías y “tiendas del aceite y pescado y otras mercadurías” (p. 210). Se advierte, dentro del sector servicios, la presencia de una taberna; y puede conjeturarse que parte de los torrejoneros pasarían allí sus ratos de ocio.

Además, gracias al acceso de Torrejón del Rey a la jurisdicción plena, se crearon nuevas profesiones vinculadas a la administración y la justicia, tal que regidores, alcaldes ordinarios y de la hermandad, diputados, procuradores, alguaciles, escribanos, almotacenes, guardas, entre otros. Como curiosidad, se observa cómo los guardas fueron nombrados tal que un martes de Semana Santa.

  • De manera más técnica, ¿cuáles han sido vuestros criterios de edición?

La edición del Libro de privilegio consta de varias partes. En primer lugar, se ha realizado una transcripción paleográfica que respeta las grafías originales y desarrolla las abreviaturas entre llaves angulares que desvelan su reconstrucción. Este primer acceso al texto ha permitido estudiar los rasgos fonéticos o del habla de la época del códice. En segundo lugar, se ha elaborado la presentación crítica, cuya función es facilitar la lectura y comprensión, puesto que se han unificado las grafías que no establecen una distinción fonética y se han marcado mediante los signos de puntación las pausas ortográficas, respetando la sintaxis del siglo XVI.

Los criterios establecidos por la Red CHARTA han sido claves para obtener una edición uniforme. Atendiendo a estas normas, en la edición se precisa el folio que corresponde al original, el recto o vuelto de este y la línea. Asimismo, entre corchetes, se incorporan las notas marginales, que suelen ser de manos distintas a las del copista, puesto que se han identificado, al menos, cuatro diferentes, incluyendo la del encargado de realizar la copia, Lucas Gómez de Barrientos. No obstante, cabe la posibilidad de que alguna de las manos sin identificar pertenezca a otra persona, ya que el códice ha sido un instrumento de gran valor en la historia, cultura y administración de Torrejón del Rey. Con seguridad, se recurriría a él en varias ocasiones para cerciorarse de que la realidad se ajustaba a lo estipulado en el privilegio, como sería la delimitación del término del pueblo.

  • También se presenta un detallado estudio lingüístico. ¿Qué elementos del español de finales del siglo XVI se pueden encontrar en el texto?

El estudio parte de la copia conservada de 1658, encargada por Gabriel de Barrio Nuevo Peralta, marido de la sobrina de Alonso Muriel de Valdivieso, quien compró la villa a Felipe III en 1606. El libro original dataría de 1578, aunque este no se ha conservado. Se observa que la copia refleja mejor la sincronía de la época de Felipe II que la de 1658, por lo que se deduce que el copista fue bastante fiel en su trabajo.

El plano gráfico-fonético es, probablemente, el más susceptible de ser modificado en la copia de 1658; no muestra diptongación dezmado ‘diezmado’. Docientos (22) en la documentación del siglo XVI predomina frente a ducietos (2), pero esta es la forma que reporta el libro en la versión hoy conservada. Tiene continuidad cevil, pues es mayoritaria en la cancillería de Felipe II y se ha de notar la preferencia por esta forma en el ámbito del castellano occidental, frente a civil, más frecuente en la oriental, según datos de CODEA. Respecto a monesterio, se contabilizan 59 en oposición a 24 de monasterio en las piezas de la cancillería, mientras que en la copia se favorece la forma que ha triunfado con 24 apariciones por 4 de monesterio.

En el consonantismo, destacamos el menor empleo de h- antietimológica bajo Felipe II, al menos, en el verbo aver (24 frente a 10 ha(v)er); en la copia, en cambio, hay 46 empleos de haver por ninguno de aver. Resulta curioso, en cambio, que fecha y fasta sean más frecuentes que en la documentación del segundo Austria. También difiere la secuencia nv en la palabra convento, en contraste con combento, pues se observan 35 de la primera y 1 de la segunda, bajo Felipe II; en el manuscrito conservado, por el contrario, todos los casos (27) son de combento. Otra diferencia entre el Libro y la documentación de Felipe II afecta a las prepalatales; si para esta encontramos en CODEA 9 veces dixo y niguna dijo, en el Libro todas las veces (109) se cuenta la variante con j.

En el plano morfosintáctico, un rasgo que parece no desdecir las características de la lengua de Felipe II es el empleo del artículo femenino el ante a- átona y no solo tónica (el arroyada, 7 veces). La gramaticalización de los tiempos compuestos es un fenómeno que se considera cumplido ya en la época en la que se hizo la copia (1658); sin embargo, esto no significa que la frecuencia de estas formas aumentara significativamente, no, al menos, de manera uniforme. En la copia, dio se muestra 252 veces por solo una ha dado; hizo, 100, por 4 ha hecho, y fue fecho 4.

  • ¿Se documenta algún testimonio de la lengua propia de la zona?

El grado de inmediatez con el que está escrito el texto permite localizar rasgos propios de la oralidad, sobre todo en la parte dedicada a la colocación de los mojones. Esta parte recoge las declaraciones de los lugareños que intervienen como testigos.

En la formación de las palabras, cabe destacar el sufijo –ejo en palabras propias de la lengua rústica, como tomillarejo (<tomillo). En el diminutivo todavía es frecuente –illo, que era la forma general del castellano antiguo antes de la extensión de –ito, a la que, seguramente, contribuyó el habla de la ciudad de Madrid. La misma realidad puede ser referenciada con distintas formas: cerrillo, cerrito, cerrico. Asimismo, parece un rasgo marcado geográficamente y, por tanto, caracterizador del habla local, la preferencia por encino (13) frente a encina (2).

El leísmo de persona está generalizado en el texto, lo que interpretamos como rasgo del centro y norte peninsular y, por tanto, común al escribano madrileño y a los testigos de Torrejón del Rey.

El modismo o la estructura fija que más ha llamado la atención es “desde la piedra del río hasta la oja del monte”(p. 203), cuyo significado es ‘de un extremo a otro’ y no el que transmite sus palabras de forma literal. Hay expresiones fijas que se han relegado al ámbito popular e incluso podría afirmarse que están cayendo en desuso, sobre todo, cuando se especifica el número de años, como “de más de cincuenta años a esta parte” (p. 211), que se sustituye por de un tiempo a esta parte o desde hace más de cincuenta años. Es habitual el uso de expresiones redundantes que, quizá, pueda explicarse por la necesidad de precisar el alcance legal de la acción de ver, puesto que también podría ir referida a la percepción intelectual: “veréis por vista de ojos los términos” (p. 199). No faltan expresiones de la lengua popular o incluso rústica, como orilla de y, sobre todo, a rostro de.

En el plano léxico, se localiza alguna particularidad, como el caso de cerca con el sentido de ‘parcela cercada’; esta voz se encuentra en localidades madrileñas como Hoyo de Manzanares. En términos generales, se recogen vocablos relativos a la delimitación de terrenos, como linde, raya, mojón, lindazo y cendajo; estos dos últimos, menos corrientes, están más marcados geográficamente. Se emplean otros para marcar el límite entre tierras: conjunta, cornijal, pico, teso, romper y descabezar.

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Fragmento del libro de villazgo (M.A.).

  • Seguro que muchos posibles lectores se preguntarán por los topónimos menores, es decir, nombres de parajes de Torrejón del Rey y alrededores ¿Qué se puede destacar de este aspecto?

El Libro va señalando los mojones que se ponen de nuevo o se rehacen encima de los hitos antiguos, según el testimonio señalado de los labradores. Para mayor seguridad, se recurre a cuatro testigos y, más tarde, el juez señala en el campo dónde se han de poner los hitos o mojones.

En esta recuperación de la historia de la villa de Torrejón del Rey, cobran especial presencia los topónimos menores, reflejo de la organización del espacio geográfico para la explotación agrícola y ganadera del término municipal: La Horca se sitúa en los alrededores de Valdeperominio, donde se puso el instrumento de la justicia. Muchas de estas voces se han modificado. Carrausanos de la preposición carria o carra, reducción de carrera ‘camino ancho’ y Usanos, se deforma en el habla popular en Cantusanos; Valdeperomino, es decir, valle de Pero Mingo o Domingo, es deformado en Valdepalominos a partir de una alteración fonética. Tordecabrón puede ser una deformación de cambrón, planta arbustiva. Otros topónimos son opacos, como Los Lirios y las viñas de La Perla, pues es probable que estas formas sean alteraciones de formas genuinas desconocidas. Para la historia léxica importan voces como cirate (Cirates Altos), voz que ponemos en relación semántica con cerviajo, documentada en la Comunidad de Madrid para ‘loma que se hace en las heredades y sirve de lindero’. Por último, como reflejo de la mentalidad popular cabe citar Fuente de la Piojosa, hidrónimo que se da en otras zonas, puede ser alteración de Ojosa, adjetivo derivado de ojo, calco esta última del árabe ain ‘ojo’ y ‘fuente’.    

Agradecemos sinceramente a María y Pedro que nos hayan dedicado parte de su tiempo para hacernos estas explicaciones tan interesantes. Esperemos que sigan publicándose trabajos para dar a conocer la documentación municipal que tantas historias nos pueden contar.

Para más información sobre este libro, puedes pinchar en este enlace de la Editorial Universidad de Alcalá.

Belén Almeida Cabrejas y Delfina Vázquez Balonga.

Imagen: Portada del libro de villazgo de Torrejón del Rey. Realizada por María Agujetas Ortiz.

Cómo citar esta entrada:

Almeida, Belén y Delfina Vázquez Balonga (2021): “El libro de villazgo de Torrejón del Rey», TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: [https://textorblog.wordpress.com/2021/04/26/el-libro-de-villazgo-de-torrejon-del-rey/].

La fuente del Piojo, la Degollada y otros topónimos menores de Brihuega y alrededores

Hace unos años, edité junto con Rocío Díaz Moreno unos inventarios de bienes de conventos de la provincia de Guadalajara de 1835 y 1836. Estos documentos, realizados con ocasión de la desamortización de Mendizábal, listaban propiedades de distintos conventos de la provincia, concretamente del de carmelitas descalzos de Budia, del de franciscanos de Auñón y Brihuega y del de jerónimas de Brihuega. En estos inventarios, se recogían muebles («Vna mesa de cocina vieja», «Cinco malas sillas de Aneas», «Siete Mesas de Nogal en el Refectorio»), árboles («tres Perales, cuatro Guindos, un ciruelo y dos Higueras»), alimentos («Lo primero trece fans. de trigo de mediana calidad»), libros («Seis El Tostado», «Veinte y dos tomos en pasta, obra titulada Anales dela Yglesia»), objetos de culto («Cuatro cortinillas de sagrario», «Vn Ostiario de estaño», incluso «Vn yerro pa. hacer ostias»), cuadros devotos («Vn cuadrito qe. representa el transito de S. Franco.»), vajilla («Nuebe platos pequeñitos», «Vna tinagilla pequeñita», «una Chocolatera de Lata»), ropas («Vna almoada con su enfunda», «Dos paños pa. la barba»), animales («Una Mulita Castaña tuerta de treinta años con su albarda»), y en el de las monjas jerónimas de Brihuega, también propiedades inmobiliarias, como casas y tierras.

Los inventarios resultan interesantes por su relación con la vida diaria de frailes y monjas, pero nos interesaron también mucho los numerosos topónimos de la zona cercana a Brihuega que se encontraron en el documento citado. Se trata de topónimos menores, que marcan los límites o la ubicación de tierras que las monjas arrendaban a diversos vecinos, sin que muchas veces, por el «trastorno y confusión con que se hallan la mayor parte de los documentos» y el «descuido de los mayordomos anteriores para hacer las cobranzas»,  llegasen a cobrar, circunstancia a la que se deben «los infinitos adeudos atrasados é incobrables que se vén en el mismo y que ván espresados en la mejór forma que ha podido hacerse», como se quejan los comisionados encargados de realizar el inventario.

La presentación de cada tierra se hace presentando sus características, el lugar donde se encuentra y sus lindes:

Ydem Otra tierra con diez Olibos de fanega y media en la Solana de Valdebruscos linda vinculo de D Manuel de Cabria y tierra Olibár de Juan Solano

De este modo, se ven en este largo documento, conservado como el resto de los citados en el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara, numerosísimos topónimos menores de la zona de Brihuega, Valdesaz, Torija, Muduex, Trijueque, La Olmeda, Valfermoso de Tajuña, Aldeanueva, Pajares, Barriopedro y Taragudo.

Para saber más sobre estos topónimos (que se recogen todos al final de esta entrada), pedí ayuda a Jairo J. García Sánchez, experto en toponimia, profesor en la Universidad de Alcalá y compañero de fatigas doctorales, hace ya un tiempecito.

Entre los topónimos de la lista, los hay de diferentes tipos, como hidrónimos (por ejemplo los que denominan fuentes, como la Fuente del piojo), y muchísimos odotopónimos (los que nombran caminos, sendas…, como Camino de Juan Barbero o senda de Fuencaliente). Una de las primeras dudas que consulté es si estos elementos son verdaderamente topónimos. El profesor García Sánchez me respondió que sí, pues tienen la función de designar un lugar o un componente del terreno y distinguirlo de otros, función que es más importante que su significado; el Camino viejo no es cualquier camino viejo, sino uno solo así llamado; sin embargo, a veces es difícil decidir si en un elemento como monte Pardo, por ejemplo, el componente monte forma parte del topónimo. La escritura de estos topónimos (que mezcla mayúscula y minúscula inicial, como se puede ver en la lista) puede remitir a una duda de este tipo en quien escribió el documento (que escribe regularmente mayúscula en los nombres de ciudades, por ejemplo).

Los topónimos de este tipo, aunque suelen surgir (como otros) de la descripción de un lugar, se mantienen incluso si el lugar ha perdido el elemento por el que en principio se denominó, y así un lugar llamado fuente de las Llanadas, las Membrilleras o los almendros puede seguir recibiendo ese nombre incluso cuando ha desaparecido la fuente o los árboles que fueron la motivación para que recibiese ese nombre. Lo ideal, me explicó Jairo, sería ir al pueblo para comprobar (preguntando a personas de allí) si sigue existiendo un lugar así llamado y (reconociendo el paraje) si aún existe el elemento que, a lo que parece, le dio nombre.

También comentó cómo, por ser los topónimos palabras que remiten a una época y a un estadio lingüístico, diversos elementos que los forman tuvieron un valor diferente al que hoy les damos. Por ejemplo, los sufijos -ón con valor diminutivo en Malagón o Torrejón, o -ejo sin valor despectivo (que parece predomina hoy) en La Canaleja o el moralejo. Precisamente eso me llevó a hablar de los numerosos sufijos diminutivos que se encuentran en estos topónimos: sobre todo illa/o (el Negrillo, el Cerrillo de la muela, el hombrillo, los Molinillos, las Casillas, los Cerecillos), pero también -eja/o (las Paderejas, el Vallejuelo, el Ballejo), -uela/o (los Rebajuelos, el Cabezuelo, la Fuente del Oyuelo, el Vallejuelo; en este último se ve un fenómeno no infrecuente: la doble sufijación). Yo pensaba que la preponderancia de –illa/o podría ser debida a la importancia de este sufijo en épocas pasadas; Jairo J. García Sánchez opinó que era lógico pensarlo así, pero me recordó que existe la tendencia a preferir uno u otro sufijo diminutivo en función de la consonante final de la base. Así, por ejemplo, -ejo estaría más limitado porque se aplicaría en principio solo a los radicales en -ll y a las palabras terminadas en -r y -l. Naturalmente hay excepciones.

Uno de los elementos más repetidos entre los topónimos es carra, escrito junto al que sigue o separado de él: Carramuduex, Carratorija, Carratrijueque, Carra Brihuega, Carraita, incluso Camino de Carra Guadalajara o Camino de Carrayta. Este carra remite al latín carraria (‘carrera, camino’), por lo que debería ser redundante hablar de Camino de Carrayta, pero quizá Carrayta pasó a designar un lugar o paraje y no un camino. Esto, así como otros topónimos como Fuente de Fuencaliente, es síntoma de desemantización. Este proceso es muy conocido y citado con ejemplos como «puente de Alcántara» (qantara es ‘arco’ o ‘puente’ en árabe) o «río Guadiana» (wadi es ‘río’ o ‘valle’ en árabe), pero, como se ve aquí, se produce también cuando se convierten en verdaderos topónimos elementos romances.

Sobre los nombres propios que aparecen en algunos topónimos, como Camino de Juan Barbero, hera de Roman, la fuente de Pedro Miguel, los Corrales de Pedro Vela o el cuarto de Garrido, Jairo me indicó que podrían ser verdaderos antropónimos de una persona que hubiera vivido allí, hubiera sido el dueño de una propiedad, etc., pero dijo también que en ocasiones no lo son: por ejemplo, ya Emilio Nieto Ballester señaló que muchos topónimos que presentan el elemento Juan tenían originalmente Fuen- (y denominaban fuentes). Una búsqueda de motivación para los topónimos lleva con frecuencia a su modificación. Por cierto que el cuarto de Garrido es el único topónimo del que se indica el origen en el documento: “porque en lo antiguo aorcaron a uno de este apellido”.

El lugar llamado mata judíos fue mi siguiente pregunta: ¿es realmente un lugar donde podría haberse matado a judíos, es eso posible en toponimia? El profesor García Sánchez respondió que más bien se trata de nuevo de una búsqueda de motivación para un topónimo, y recordó el caso de la localidad de Burgos Castrillo Matajudíos, que ha cambiado recientemente su nombre a Castrillo Mota de Judíos pero que quizá tuvo en su origen ese nombre. Este «mata judíos» de la localidad de Fuentes puede haber sido también en origen un «mota de judíos», por vivir muchos en esa zona, u otro nombre referido a la presencia de judíos en el lugar (por ejemplo con mata, que también es un apelativo común en toponimia, con el sentido originario de ‘porción de terreno poblado de árboles de una misma especie’). Algo parecido a lo que pasó con la localidad (hoy desaparecida) de Castil de Judíos, cerca de Molina de Aragón, desde donde (como puede leerse en un panel de la exposición virtual que publicamos en el blog sobre minorías étnico religiosas en los documentos de CODEA) bajaban a Molina los sábados muchas mujeres judías, según la confesión de Juana Fernández a la Inquisición (1496):

“las que bebían en el Castil de Judíos venían cada sábado compuestas a ver las de abaxo, y que su madre de este testigo dezía: “Mirad quáles vienen estas judías compuestas”.

Términos tan novelescos como la Degollada, la Abarienta, la requejada, atrajeron mi atención. Pregunté a Jairo por ellos, y me dijo que no cree que designen a mujeres (una degollada, por ejemplo), sino parajes con unas características determinadas: requejo, me explicó, es frecuente en la toponimia con el sentido de ‘angostura’, ‘lugar arrinconado’, mientras que degollada denomina un paso entre dos alturas, una quebrada. Hay que ir a la zona, me recomendó, y examinarla; hablar con las personas que viven allí y conocen los parajes…

Por último, hablamos del valor de los topónimos para evocar. Vivir en un lugar con un bonito nombre, o con un nombre que no sea «feo», es sin duda preferible para la mayoría de las personas. Una población como Asquerosa cambió su nombre en Valderrubio, aunque el topónimo no estaba relacionado con asco; en cambio otros topónimos como Ampudia o Budia, que pueden derivar respectivamente de fonte putida y de (aqua) putida, se conservan, perdida la conciencia de ese origen. Curiosamente, entre los topónimos de Valdesaz se encuentra la fuenpodrida.

 

Para saber más:

Jairo J. García Sánchez, Atlas toponímico de España (http://www.arcomuralla.com/detalle_libro.php?id=652)

Una selección de artículos sobre toponimia, también de Jairo J. García Sánchez, aparecidos en la sección “Rinconete” del Centro Virtual Cervantes: http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/busqueda/resultadosbusqueda.asp?Ver=50&Pagina=1&NombreAutor=Jairo%20J.&OrdenResultados=2.

Una entrevista a Jairo en un blog dedicado a la geografía: http://www.geografiainfinita.com/2015/04/los-toponimos-que-hoy-nos-parecen-indescifrables-pueden-dejar-de-serlo-en-el-futuro/

 

Sobre los inventarios citados, publiqué con Rocío Díaz un artículo sobre ellos:

Belén Almeida y Rocío Díaz (2012), “Estudio lingüístico de inventarios de conventos de Guadalajara en la época de la desamortización”, Revista de Historia de la Lengua Española, 7, 39-70.

 

Belén Almeida

 

 

Topónimos menores citados en el documento (de 1836)

Brihuega (pueblo):

Calle de la Estrella

calle de las monjas Geronimas / Calle de las Monjas

Calle del Sauco

Calle llamada de los frayles

Calle Sinagoga

Carraita

Plazuela de San Felipe

 

Brihuega (tierras):

Alberca, la / Arberca, la

Atalaya, la

Batanes, los

Cabezada, la

camino de Albendiego

Camino de Carra Guadalajara

Camino de Carrayta

Camino de Fuencaliente

Camino de Juan Barbero

Camino de la Naba cuadrada

Camino de la Ranera

Camino de las cinco Nogueras

Camino de los Olmos de Llano

Camino de los Yesares / Senda de los Yesares, los

Camino de san Roque

Camino del Cascajal

Camino real

Camino viejo que vaja al Cascajar

Canaleja, la

Carra Guadalajara

Carra muduex

Carralasmuelas

Carrapajares

Carrayta

Cascajár

Castillejo, el

cinco Nogueras de Quiñoneros, las

Coronilla, la

Cuarto de Garrido, el

Cubo del Molino de Fuencaliente

Fuente de Fuencaliente

Fuente del piojo, la

Gotillas, las

heras altas

Heras del agua, las

heras del Barrionuebo

Huerta de Juan Barbero

Huerta de la Eruela

huerto de Bacarizo

Majano Baratero, el

Membrilleras, las

Molino de Ribas, el

moralejo, el

Nabas, las

Negrillo, el («donde llaman el Negrillo»)

Nomon, el

Olibár de Trillico

Ollera, la

Olmos de llano, los

oyuelo, el

Pastrana, la

Peña del Gallo, la

Peña, la

pozo de los Capirotes, el

presa del Molino, la

puerta del Barrionuevo, la

Quiñoneras

reguera de la Fuente, la

Reguera, la

Renera, la / Ranera, la

Riberas de los Batanes de Fuencaliente, las

San Lázaro

Santa Ana

Santa Ana

Senda de Fuencaliente

senda de la Solana

senda de la Trabiesa

Senda de la Yguera

Senda de los Batanes

Senda de los Batanes de Fuencaliente

Senda de los frailes

senda de los ladrones

Senda del Caballo

Senda del Caballo

Solana de fuencaliente / Solana de Fuencaliente

Solana de Valdebruscos

Terrerías, las

Tobares, los

Torre cuadrada, la

Valdeatienza

Valdebecerros

Valdelogroño

Valdeperales

Vega, la

Veguilla, la («en termino de la Veguilla» y «en dicho pago de la Veguilla»)

Veguillas de Valdelogroño

Vera Cruz, la

Zarza, la (donde llaman la Zarza)

 

Malacuera (tierras):

allagares, los

almendros, los

Arrabal, el

Avarienta, la (Abarienta, la)

Ballejo, el

Barranco de la Fuente, el

Barranco de Malacuera, el

Barranquera, la

boca del Prado Redondo, la

Calzadizos, los

Camino de la Ranera, el

Camino de las Desillas

Camino del Ontanar

Camino del oyo, el

Cañada del Pedazuelo, la

Cañamares, los

Cerrada, la

Cerro de las Laberas, el

Coronilla, la

Corral de la Abuela

Cruces, las

Degollada, la

fuente de las Llanadas

Fuente de las Quebradas, la

Fuente del ojo, la

Fuente llamada las llanadas, la

Fuentecilla, la

hera de Roman, la

heras, las

juego de Bolos, el

Laguna, la

Llanadas, las

majadillas, las

muñeca de Valencoso, la

Noguerillas, las

Olibilla, la

Orcajada, la

Oya de la arena, la

oyo del Camino, el

Peña de la Grillera, la

Peña, la

Piedra Llana, la (piedra llana, la)

piedras de Andrés, las

Pontón, el

Postigo, el

Prado del Olmo, el

Prado Redondo, el

Presa, la

Quebrada de Valdehuetes, la

Quebrada, la

Quemado, el

robles, los

Senda de la Casa, la

senda de la Ombría

senda de los yesares, la

torrequemada

Torrequemada

Valdelacerrada

Valdeparedes

Valermoso

Vallejuelos, los

Vega, la

Velasco

Verdeja, la

Yesares, los

Zarza, la

 

Valdesaz (tierras)

arrastraderos, los

Baldebrieba

Bodega, la

Calera, la

Camino de la Deesa

Camino de Romancos

Camino de San Pedro

Cañada de la Casilla, la

Carralanaba

Casillas, las

Cequia, la

Cerrillo de la muela, el / Carrillo de la muela, el

Cerrillo de la peña gorda, el

Chorrera, la / Chorrea, la

Cubillo, el (también la fuente del Cubillo)

Cuesta de la Labera, la

Cuesta del Rebollar, la

fuenpodrida, la

Fuente de la Barca, la

Fuente de la Zarza, la

Heras de la Vodega, las

hombrillo, el

Ladera, la

Larguillas, las

Lobera, la

Mojón blanco

moledores de Trijueque, los

Molinillos, los

Moraleja, la

Oracillas, las

Parrillas, las

pedrajal, el

Presa, la

Puentecilla, la

Robles altos, los

San Roque

Sarbalejo, el

Valde Archilla

 

Torija (tierras, olibares y viñas):

anijunto, el

Arroyo Mingalbaro, el

Boquilla de Mingo Sancho, la

Camino de Valdegrudas

Carra Guadalajara

Carrascalejos, los

Ciruelas (término de)

Empedrado, el

Obejas, las

rebajo mioro, el

rebajuelos, los

Rebollosa (término de)

Rical, ondo del

Vallejo San Yuste

Valles de Mingo Sancho, los

 

Muduex (tierras):

Barranco, el

Cerecillos, los

majada, la

Maquero, el

Olibos de las ánimas, los

Prados de abajo, los

Quintanar, el

 

Fuentes (tierras):

alto de San Fabián, el

Carramuduex

Carratorija

Carratrijueque

Cornijal, el

Corral grande, el

Corrales de Pedro Vela, los

Fuente Pedro Miguel, la

mata de la Berruga, la

mata judíos

Matilla, la

Molino, el

muela piedra, la

Nabaquemada, la

paderejas, las

Peña Vajar

Pradillos, los

Puente del Val, la

requejada, la

senda de Valdearenas, la

Valdebriega

Vega, la

 

Trijueque (tierras)

Alcarria, la

Cabezuelo, el

Calerón, el

Carra Brihuega

Carril de las animas, el

Lagunilla, la

Olmo grande, el

Paderejas, las

Peralejos, los

Trillas, las

Vallejo Marin*, el

Viña del Val, la

 

La Olmeda (tierras):

Balquedar, el

Bega de Romera, la

Berdinal, el

Canal, el

Chorrea, la

Chorrera, la

Cobachuela, la

Cruz, la

Fuente del Oyuelo, la

Fuentecillas, las

Huertos, los

Llantas, las

Llorentes, los

majuelo del moral, el

Molinillo, el

Noguera Seca, la

Olmos, los

Oya de Basilio, la

Oya de las Heras, la

Oya redonda, la

oyas de las Casas, las

pasadero, el

Peña larga, la

Peña, la

Pozo, el

rayces Saladas, las

Sal Varbanjas, el

Sanquilbo, el

Santa Ana

Tejar, el

Valdecasas

Vallejuelo (término de)

Vega, la

 

 

Valfermoso de Tajuña

ánimas, las

Caz, el

Molino, el

Nabas, las

San Roque

Virgen de la Vega, la

Ylada de la Camprea, la

 

Aldeanueba

Casilla, la

Coloma, la

Cozagón

Cuesta de Caspueñas, la

Fuente Francisco Lopez, la

Heras de pan trillar, las

Madilacho, el

Molino, el

muela, la

Peña del Abejar, la

Sendilla, la

 

Pajares

Barrancos, los

Carrueles, los

Cerro del medio, el

Cozagón

Molera, la

Sendilla, la

 

Barriopedro:

Camino de Valdepedro

camino de Valderrebollo

camino del Castillo

olmeda, la

oya de los majuelos, la

oyas, las

pruebas, las (termino de las pruebas)

Senda del Aberjal, la (luego dice: otra en dicho Albergal)

soto, el

Valderrueña

 

Taragudo:

Cañadas, las

Chorro, el

Requera, la

Valdeperez