En la editorial de la Universidad de Alcalá se sigue apostando por publicaciones de rigor dedicadas a la historia del español. En esta línea ha salido a la luz, recientemente, Lengua de la administración y habla popular. Edición y estudio del libro de villazgo de Torrejón del Rey (1579), de nuestros compañeros Pedro Sánchez-Prieto y María Agujetas. El próximo martes 27 a las 18:00 horas tendrá lugar la presentación del libro, en un evento al que se puede asistir de manera virtual en este enlace.
Para saber un poco más sobre este trabajo de investigación, hemos hecho una breve entrevista a sus autores.
- La publicación está centrada en la edición y estudio del Libro de villazgo de Torrejón del Rey, datado en 1579. ¿De qué trata dicho libro? ¿Cuál fue el motivo de su creación?
El libro es una muestra de la complejidad del proceso por el que un lugar adquiría el rango de villa con jurisdicción plena. Este desvela cómo interactúan las diversas instituciones implicadas en el cambio de estatus. La corona se mueve dentro del objetivo de captar recursos, siempre insuficientes, para su política europea y aumentar su patrimonio. Esta doble voluntad se manifiesta en el documento más solemne de la tradición diplomática, el privilegio.
Los procesos de concesión del título de villazgo fueron frecuentes en época de Felipe II. El motivo fundamental era la obtención de fondos para financiar las campañas contra “los enemigos de nuestra santa fee católica” (p. 196). La rebelión de los Países Bajos (1568-1648) trajo consecuencias negativas para el Imperio Hispánico. La monarquía de Felipe II sufrió una gran crisis económica, dado que sustentar el ejército de Flandes durante tanto tiempo, junto a otros frentes que también tenía abiertos, no fue fácil.
Los vecinos de los lugares obtenían su independencia respecto de la villa matriz, en este caso, Alcolea, a cambio de un monto económico (alrededor de 16.000 maravedís cada uno). Este nuevo régimen legal de la villa significaba la obtención de “su juridición cevil y criminal, alta y baja, mero, misto imperio” (p. 148), de manera que gozaba de autonomía judicial en los procesos que atañían a los vecinos. Las insignias que probaban su independencia eran la horca, picota, cuchillo, cárcel y cepo: se colocó la “picota en señal de ser villa sobre sí y en señal de señorío y jurisdición civil y criminal, alta, baja, mero, misto imperio en ella y en sus términos y dezmerías distinta y apartada de la villa de Alcolea” (p. 208).
- ¿Cómo surgió la idea de estudiar este Libro de villazgo?
En ocasiones, los archivos nos sorprenden, pues no solo custodian fondos desconocidos, sino también inesperados. Es habitual encontrar piezas con una descripción incompleta o que no consten en publicaciones de amplia circulación. Por ello, muchas veces el investigador no puede acceder fácilmente a algunos fondos de notable interés.
Fue el director del archivo Municipal de Alcalá de Henares, José María Nogales, quien nos mencionó la existencia de algunos documentos de interés histórico y filológico, entre los que destacaba la copia de un libro de privilegios de Felipe II concedido a la villa de Torrejón del Rey en 1579. Entre las numerosas páginas convencionales que presenta este tipo de escritos, incluso una bula en latín, se ocultaban otras de gran valor para la historia local y la reconstrucción de la lengua del centro peninsular en el siglo XVI – XVII.
- Gracias a este libro se puede saber mucho sobre la vida del pueblo. De manera muy breve, ¿cómo era Torrejón del Rey en aquella época?
En lo que concierne a los vecinos, fue necesario realizar un censo para conocer el número de personas que debían pagar para conseguir la jurisdicción plena: “Y vista la dicha aberiguación por los del dicho nuestro consejo, pareció que havía en la dicha villa y sus términos doscientos y veinte y cinco vecinos, por lo que toca a la juridición y bassallage” (p. 195).
La mayoría se dedicaba al cuidado del campo o del ganado, tal y como se señala en el libro. Destaca la referencia al cultivo de la viña y el olivo, y el pago del tributo de trigo, cebada y centeno. Se advierte también la existencia de mimbreras, dado que el mimbre era necesario para elaborar cestas y otros objetos útiles en la vida doméstica y en el campo. Se menciona la presencia de ganado sin precisar qué animales lo componían. Los vecinos que comparecen como testigos para el amojonamiento, agricultores y pastores, no sabían ni leer ni escribir, por lo que la forma en la que mostraban su aceptación y conformidad con lo estipulado en el privilegio era besando la carta.
Aparte de las labores del campo y ganado, en el sector terciario no faltaban las panaderías y “tiendas del aceite y pescado y otras mercadurías” (p. 210). Se advierte, dentro del sector servicios, la presencia de una taberna; y puede conjeturarse que parte de los torrejoneros pasarían allí sus ratos de ocio.
Además, gracias al acceso de Torrejón del Rey a la jurisdicción plena, se crearon nuevas profesiones vinculadas a la administración y la justicia, tal que regidores, alcaldes ordinarios y de la hermandad, diputados, procuradores, alguaciles, escribanos, almotacenes, guardas, entre otros. Como curiosidad, se observa cómo los guardas fueron nombrados tal que un martes de Semana Santa.
- De manera más técnica, ¿cuáles han sido vuestros criterios de edición?
La edición del Libro de privilegio consta de varias partes. En primer lugar, se ha realizado una transcripción paleográfica que respeta las grafías originales y desarrolla las abreviaturas entre llaves angulares que desvelan su reconstrucción. Este primer acceso al texto ha permitido estudiar los rasgos fonéticos o del habla de la época del códice. En segundo lugar, se ha elaborado la presentación crítica, cuya función es facilitar la lectura y comprensión, puesto que se han unificado las grafías que no establecen una distinción fonética y se han marcado mediante los signos de puntación las pausas ortográficas, respetando la sintaxis del siglo XVI.
Los criterios establecidos por la Red CHARTA han sido claves para obtener una edición uniforme. Atendiendo a estas normas, en la edición se precisa el folio que corresponde al original, el recto o vuelto de este y la línea. Asimismo, entre corchetes, se incorporan las notas marginales, que suelen ser de manos distintas a las del copista, puesto que se han identificado, al menos, cuatro diferentes, incluyendo la del encargado de realizar la copia, Lucas Gómez de Barrientos. No obstante, cabe la posibilidad de que alguna de las manos sin identificar pertenezca a otra persona, ya que el códice ha sido un instrumento de gran valor en la historia, cultura y administración de Torrejón del Rey. Con seguridad, se recurriría a él en varias ocasiones para cerciorarse de que la realidad se ajustaba a lo estipulado en el privilegio, como sería la delimitación del término del pueblo.
- También se presenta un detallado estudio lingüístico. ¿Qué elementos del español de finales del siglo XVI se pueden encontrar en el texto?
El estudio parte de la copia conservada de 1658, encargada por Gabriel de Barrio Nuevo Peralta, marido de la sobrina de Alonso Muriel de Valdivieso, quien compró la villa a Felipe III en 1606. El libro original dataría de 1578, aunque este no se ha conservado. Se observa que la copia refleja mejor la sincronía de la época de Felipe II que la de 1658, por lo que se deduce que el copista fue bastante fiel en su trabajo.
El plano gráfico-fonético es, probablemente, el más susceptible de ser modificado en la copia de 1658; no muestra diptongación dezmado ‘diezmado’. Docientos (22) en la documentación del siglo XVI predomina frente a ducietos (2), pero esta es la forma que reporta el libro en la versión hoy conservada. Tiene continuidad cevil, pues es mayoritaria en la cancillería de Felipe II y se ha de notar la preferencia por esta forma en el ámbito del castellano occidental, frente a civil, más frecuente en la oriental, según datos de CODEA. Respecto a monesterio, se contabilizan 59 en oposición a 24 de monasterio en las piezas de la cancillería, mientras que en la copia se favorece la forma que ha triunfado con 24 apariciones por 4 de monesterio.
En el consonantismo, destacamos el menor empleo de h- antietimológica bajo Felipe II, al menos, en el verbo aver (24 frente a 10 ha(v)er); en la copia, en cambio, hay 46 empleos de haver por ninguno de aver. Resulta curioso, en cambio, que fecha y fasta sean más frecuentes que en la documentación del segundo Austria. También difiere la secuencia nv en la palabra convento, en contraste con combento, pues se observan 35 de la primera y 1 de la segunda, bajo Felipe II; en el manuscrito conservado, por el contrario, todos los casos (27) son de combento. Otra diferencia entre el Libro y la documentación de Felipe II afecta a las prepalatales; si para esta encontramos en CODEA 9 veces dixo y niguna dijo, en el Libro todas las veces (109) se cuenta la variante con j.
En el plano morfosintáctico, un rasgo que parece no desdecir las características de la lengua de Felipe II es el empleo del artículo femenino el ante a- átona y no solo tónica (el arroyada, 7 veces). La gramaticalización de los tiempos compuestos es un fenómeno que se considera cumplido ya en la época en la que se hizo la copia (1658); sin embargo, esto no significa que la frecuencia de estas formas aumentara significativamente, no, al menos, de manera uniforme. En la copia, dio se muestra 252 veces por solo una ha dado; hizo, 100, por 4 ha hecho, y fue fecho 4.
- ¿Se documenta algún testimonio de la lengua propia de la zona?
El grado de inmediatez con el que está escrito el texto permite localizar rasgos propios de la oralidad, sobre todo en la parte dedicada a la colocación de los mojones. Esta parte recoge las declaraciones de los lugareños que intervienen como testigos.
En la formación de las palabras, cabe destacar el sufijo –ejo en palabras propias de la lengua rústica, como tomillarejo (<tomillo). En el diminutivo todavía es frecuente –illo, que era la forma general del castellano antiguo antes de la extensión de –ito, a la que, seguramente, contribuyó el habla de la ciudad de Madrid. La misma realidad puede ser referenciada con distintas formas: cerrillo, cerrito, cerrico. Asimismo, parece un rasgo marcado geográficamente y, por tanto, caracterizador del habla local, la preferencia por encino (13) frente a encina (2).
El leísmo de persona está generalizado en el texto, lo que interpretamos como rasgo del centro y norte peninsular y, por tanto, común al escribano madrileño y a los testigos de Torrejón del Rey.
El modismo o la estructura fija que más ha llamado la atención es “desde la piedra del río hasta la oja del monte”(p. 203), cuyo significado es ‘de un extremo a otro’ y no el que transmite sus palabras de forma literal. Hay expresiones fijas que se han relegado al ámbito popular e incluso podría afirmarse que están cayendo en desuso, sobre todo, cuando se especifica el número de años, como “de más de cincuenta años a esta parte” (p. 211), que se sustituye por de un tiempo a esta parte o desde hace más de cincuenta años. Es habitual el uso de expresiones redundantes que, quizá, pueda explicarse por la necesidad de precisar el alcance legal de la acción de ver, puesto que también podría ir referida a la percepción intelectual: “veréis por vista de ojos los términos” (p. 199). No faltan expresiones de la lengua popular o incluso rústica, como orilla de y, sobre todo, a rostro de.
En el plano léxico, se localiza alguna particularidad, como el caso de cerca con el sentido de ‘parcela cercada’; esta voz se encuentra en localidades madrileñas como Hoyo de Manzanares. En términos generales, se recogen vocablos relativos a la delimitación de terrenos, como linde, raya, mojón, lindazo y cendajo; estos dos últimos, menos corrientes, están más marcados geográficamente. Se emplean otros para marcar el límite entre tierras: conjunta, cornijal, pico, teso, romper y descabezar.
Fragmento del libro de villazgo (M.A.).
- Seguro que muchos posibles lectores se preguntarán por los topónimos menores, es decir, nombres de parajes de Torrejón del Rey y alrededores ¿Qué se puede destacar de este aspecto?
El Libro va señalando los mojones que se ponen de nuevo o se rehacen encima de los hitos antiguos, según el testimonio señalado de los labradores. Para mayor seguridad, se recurre a cuatro testigos y, más tarde, el juez señala en el campo dónde se han de poner los hitos o mojones.
En esta recuperación de la historia de la villa de Torrejón del Rey, cobran especial presencia los topónimos menores, reflejo de la organización del espacio geográfico para la explotación agrícola y ganadera del término municipal: La Horca se sitúa en los alrededores de Valdeperominio, donde se puso el instrumento de la justicia. Muchas de estas voces se han modificado. Carrausanos de la preposición carria o carra, reducción de carrera ‘camino ancho’ y Usanos, se deforma en el habla popular en Cantusanos; Valdeperomino, es decir, valle de Pero Mingo o Domingo, es deformado en Valdepalominos a partir de una alteración fonética. Tordecabrón puede ser una deformación de cambrón, planta arbustiva. Otros topónimos son opacos, como Los Lirios y las viñas de La Perla, pues es probable que estas formas sean alteraciones de formas genuinas desconocidas. Para la historia léxica importan voces como cirate (Cirates Altos), voz que ponemos en relación semántica con cerviajo, documentada en la Comunidad de Madrid para ‘loma que se hace en las heredades y sirve de lindero’. Por último, como reflejo de la mentalidad popular cabe citar Fuente de la Piojosa, hidrónimo que se da en otras zonas, puede ser alteración de Ojosa, adjetivo derivado de ojo, calco esta última del árabe ain ‘ojo’ y ‘fuente’.
Agradecemos sinceramente a María y Pedro que nos hayan dedicado parte de su tiempo para hacernos estas explicaciones tan interesantes. Esperemos que sigan publicándose trabajos para dar a conocer la documentación municipal que tantas historias nos pueden contar.
Para más información sobre este libro, puedes pinchar en este enlace de la Editorial Universidad de Alcalá.
Belén Almeida Cabrejas y Delfina Vázquez Balonga.
Imagen: Portada del libro de villazgo de Torrejón del Rey. Realizada por María Agujetas Ortiz.
Cómo citar esta entrada:
Almeida, Belén y Delfina Vázquez Balonga (2021): “El libro de villazgo de Torrejón del Rey», TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: [https://textorblog.wordpress.com/2021/04/26/el-libro-de-villazgo-de-torrejon-del-rey/].