¿Qué comemos hoy? Alimentación y cocina en Textorblog

Llega el buen tiempo. Hay quienes se lanzan a la operación bikini y quienes hacen más caso de los especialistas en nutrición y prefieren (intentar) modificar sus hábitos de alimentación y hacerlos más saludables.

¿Qué se hacía en épocas pasadas en esto de la comida? Pues depende mucho de la época, de la zona y más aún de las posibilidades económicas de la persona, pero lo que se comía podía estar también relacionado con otras circunstancias, como la religión.

Sobre alimentación y cocina hemos publicado ya en Textorblog un buen número de entradas que nos gustaría recordar aquí, empezando, como si de un banquete se tratase, por los platos salados y terminando por los dulces. No olvidamos, por supuesto, mencionar algunas bebidas.

Hemos hablado de las berenjenas, una verdura deliciosa que los toledanos, según la fama, consumían con fervor. Y los judíos.

También hicimos un post sobre el cilantro, que alegraba cientos de platos en la España de los siglos XV y XVI (a pesar de que los médicos pensaban que su consumo excesivo causaba locura), pero que también se acabó asociando a los judíos y conversos.

Y es que la atención por qué comían los «cristianos nuevos» era continua, pues se consideraba el consumo de determinados alimentos un signo de que su conversión no era real. Esto abarcaba tanto no comer cerdo o preparar la carne de determinadas maneras como guisar, por ejemplo, un plato con ciruelas pasas. Explicamos esto en este panel sobre «Alimentación» de la exposición virtual sobre Minorías en los documentos que hicimos en el blog.

Pasando a especias, hablamos, en otro panel de la exposición sobre Minorías en los documentos, de una mujer acusada de haber escrito en la cárcel una nota en un papel de especias (el único papel de que disponía) para comunicarse con otro preso. En el proceso inquisitorial de esta mujer, se incluye este papel, parecido al que hoy se usa para envolver azafrán, del que pusimos la imagen en el panel.

En Mi despensa en catalán hablamos de platos y nombres como el turrón, conocido ya como dulce navideño en el siglo XVII, la butifarra, palabra que pasó al español en el siglo XIX, y la ensaimada, en cuya difusión en Madrid tuvo protagonismo la célebre pastelería La Mallorquina.

El manjar blanco es hoy un postre, pero en otras épocas, aunque siempre un plato dulce, era una delicatesse que se daba con frecuencia a personas enfermas o inapetentes. Se hacía con leche, azúcar (entonces muy cara) y carne de gallina. En esta entrada hablamos sobre este plato.

Más dulces hay en una entrada sobre dulces de Navidad de los siglos XV al XIX y en otra sobre unos «panecillos» que se comían por Todos los santos en el siglo XIX. Dulces navideños como leche de almendras (¿parecido a la sopa de almendras actual?), el turrón o la perada (y otros muchos dulces hechos con frutas) hacen que se nos haga la boca agua. Y tampoco están mal los panecillos de Todos los santos del Madrid del siglo XIX, abrillantados con yema o bañados en mazapán, y rellenos fantasiosamente con cabello de ángel, huevo mol, batata o incluso coco, limón o fresa (¡en noviembre!). Estos dulces eran algo aún más especial en épocas pasadas, cuando el postre habitual eran unos modestos frutos secos y pasas, como puede verse en autores como Galdós (haremos una entrada).

Pasando a bebidas, pocas tuvieron en España el éxito del chocolate. Era una verdadera fiebre: monjas y reyes, casadas y solteros, curas y libertinos consumían ansiosamente este delicioso brebaje traído de América, como puede leerse en este post. Otros se quedarían con las ganas, porque el chocolate no era precisamente barato: Agustina de Sosa, la mujer acusada de escribir una nota en un papel de especias de la que hablábamos arriba, fue también acusada de comprar cacao en una tienda (es una larga historia que puede leerse en esta otra entrada), pero sus vecinas declararon que era imposible que lo hubiera hecho, porque no tenía dinero suficiente.

El ordiate y el avenate, antepasados de la horchata, eran bebidos como refresco en verano. En cambio otras preparaciones con nombres terminados en -ate, como el guayabate, el codoñate o el uvate, eran jaleas o conservas de fruta, y el calabacinate o el bruscate eran guisos. Se puede ver todo aquí.

El vino aparece también en muchos documentos, donde se aprecia que se consideraba un producto alimentario básico. Lo contamos aquí.

Por último, y acabando, como dice el proverbio latino, en las manzanas (ab ovo usque ad mala, ‘del huevo a las manzanas’, se decía por contar algo del principio al final, pues se empezaban las comidas por huevos y se acababan por manzanas…), recordamos una historia muy parecida a la de Blancanieves. En un proceso inquisitorial del siglo XVIII, una mujer se acusa de haber hechizado a una jovencita dándole una legión de demonios en una manzana. Contamos la historia en español en esta entrada y en inglés en esta (con detalles diferentes).

Belén Almeida

Ilustración: Bodegón con queso y almendras, de Clara Peeters.

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