Dos historias de Libradas

Hace unos días, estaba transcribiendo documentos escritos por mujeres para el proyecto CODEA. Entre la “Correspondencia particular remitida o dirigida a personas cuyo apellido empieza por la letra «c»” (curioso nombre dado a esta unidad documental compuesta por cartas interceptadas durante la Guerra de la Independencia) conservada en el Archivo Histórico Nacional con signatura ESTADO, 3091, Exp. 3, se encuentran dos escritas por una tal “Librada” a su marido. Este marido, “Pepe” para su mujer, está, por suerte, identificado gracias a las anotaciones de una segunda mano en las cartas: en la primera se lee “La muger de Cervera”, y en la segunda “La digna Esposa de Cervera a su marido, que es el Prefecto de Malaga”. Librada, por tanto, está casada con José Cervera, prefecto de Málaga, un cargo de la administración de José I Bonaparte. Las cartas pueden verse aquí, en las imágenes 171-173 y 179-183.

Como era frecuente en las cartas familiares, la escriptora solo indica el lugar y el día de la carta, pero no el año: “Sebilla 29 de Julio” en la primera y “Sebilla 2 de Agosto” en la segunda. Sin embargo, sin necesidad de indagar demasiado podemos saber el año aproximado, ya que no solamente la Guerra de la Independencia es algo bien delimitado en el tiempo, sino que José Cervera fue sustituido en el cargo el 3 de febrero de 1811, acusado de debilidad, por Pedro Felipe de Valencia y Codallos (v. referencia aquí). Parece que esta Librada debió ser la Librada Román que se casó en Segura de la Sierra con José Antonio Cervera Aguilar según esta página web sobre hijos de la localidad de Beniarbeig (Alicante).

En estas cartas, Librada se muestra enfadada con su marido por su deseo de renunciar a su cargo de prefecto de Málaga y obtener una administración de correos. La primera empieza así: “Querido Pepe, he recivido tu carta en la que me encargas que bea al Mariscal y le pida que te quiten el destino y en su lugar te den una Administración de Correos”. A partir de aquí, horrorizada, Librada expone a su marido en las dos cartas las razones que hay para que cambie de opinión, le pide una y otra vez que no renuncie a su puesto, y expresa su disgusto y enfado.

Si Pepe hubiera querido el cargo de administrador de correos antes de su puesto actual, le dice, le hubiera parecido bien, “pero aora ya no te es decoroso un destino como el que quieres”. Sería un descenso. “Todos aspiran a lograr siempre mejor empleo que el que tienen, pero tú en lugar de subir quieres bajar”. Las consecuencias de dejar su cargo serían malas: “el que toma un destino por este govierno y después quiere degarlo se desacredita, porque unos pensarán que se cre todavía que los españoles han de ganar, o que se tiene poco interés con el rey [José I]”.

Pero ¿por qué quiere Pepe dejar el empleo? ¿Porque tiene mucho trabajo? “Que le pregunten al intendente de aquí si quiere dejar su empleo por muchas fatigas que tiene”, pues “por lo que ace a trabajo todos tienen tanto y más que tú, pero por eso no piensan acer ninguna locura”. ¿O quizás prefiere dejar el cargo porque no quiere aplicar medidas impopulares? “[B]eo aquí cómo se manegan todos los que tienen un empleo, porque tratan de cubrirse con el Gobierno. Tú quando te piden dinero aces al pueblo darlo; aunque a ti no te quieren no te se dé nada, pues a ti y a otro cualesquiera empleado lo que debe interesarle es obedecer al que le manda”. ¿Tiene Pepe quizás quienes le aconsejan en sentido contrario al de su mujer Librada? “Si te dicen que los españoles han de salir todabía con sus necias ideas, no lo creas, porque está en lo imposible. Todo quanto te dicen es porque no tienes ninguno que se interese por tu bien, y tú cres quanto te dicen”. O, realmente, ¿quiere Pepe renunciar a su cargo de nada menos que prefecto de Málaga porque se quiere ir a la sierra? “Yo sé que tú quieres ese despreciable empleo por ber si tarde o temprano puedes meterte en la maldita sierra”, “Pepe, yo sé todo tu deseo quál es y no me engaño, que es meterte en la sierra. Llébela el diablo, y de tantos países como an arrasado los franceses ojalá y le ubiera tocado [a] aquel, siempre que hubiera salido mi familia, para que nunca ubiera la contingencia de ir nosotros a allí”. “Pepe” (concluye Librada), “es increíble el odio que le tengo a todo aquello, porque ni el nombre quisiera oír”. Y cierra la segunda carta diciéndole: “si tú a pesar de todo sigues con tus ideas tienes poco amor a tu familia y a tu onor propio”.

En este contexto de angustia que sin duda atenaza a Librada ante la idea de que su marido, sin consultarlo con ella, tome una decisión tan relevante para toda la familia, y después de dos cartas con un tono tan tenso como se ha visto, es simpático leer la posdata de la segunda misiva: “yo te remito una carta recomendándote a uno de un pleito, pero tú no hagas más que lo que icieras sin que yo te dijera nada” (aquí no me hagas caso, porque no me importa el resultado; escribo por compromiso).

Pensando en de dónde podría ser esta Librada, recordé que en la Cuarta serie de los Episodios Nacionales la madre del narrador de muchas de las novelas se llama Librada, nombre que también le ponen a su hija por su abuela y por ser la patrona de Sigüenza. Pero al buscar información sobre qué más lugares tienen a santa Librada por patrona, descubrí, entre otras cosas, que esta santa probablemente nunca existió (fue eliminada por ello del santoral en 1969), que su leyenda “está salpicada de elementos folklóricos”, como el parto múltiple o el bebé lanzado al río (Lorenzo, 2020a), y que se la venera con diferentes nombres en distintas zonas de Europa.

La leyenda de santa Librada, Liberata o Wilgefortis (pues con estos tres nombres, entre otros, se la venera) presenta también detalles diferentes en otras zonas, aunque es general el motivo de su muerte en la cruz. En Europa central, se la encuentra representada como una mujer barbuda, pues según elementos de la leyenda pidió perder su belleza para escapar de un matrimonio no deseado. Se encuentran representaciones que la muestran con barba y con ropa de mujer, a veces con un violinista a sus pies (pues, según un elemento más de su leyenda, la imagen dio un zapato de oro a un violinista pobre para que lo vendiera). Por el intento de escapar de ese matrimonio, santa Librada fue venerada como patrona de las mujeres “mal casadas”, en épocas en las que resultaba muy difícil escapar de un matrimonio infeliz o incluso de un marido violento.

Con estas dos historias de Libradas deseamos a nuestros lectores y lectoras un feliz 2022.

Belén Almeida

Imagen:

Santa Wilgefortis, Museo diocesano de Graz (Austria) (detalle), by Gugganij – Own work, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=27324725

Para saber más:

Cartas en PARES: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/5661611?nm, imágenes 171-173 y 179-183.

Detalles sobre la leyenda de santa Librada en:

Lorenzo, Antonio, 2020b, La controvertida leyenda de santa Librada como santa barbuda [II], en Almanaque. Pliegos de cordel, tradición oral, romancero… https://adarve5.blogspot.com/2020/01/la-controvertida-leyenda-de-la-santa.html

Lorenzo, Antonio, 2020a, La controvertida leyenda de santa Librada [I], en Almanaque. Pliegos de cordel, tradición oral, romancero… https://adarve5.blogspot.com/2020/01/la-controvertida-leyenda-de-santa.html

Colaboradores de Wikipedia. Librada [en línea]. Wikipedia, La enciclopedia libre, 2021 [fecha de consulta: enero de 2022]. Disponible en <https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Librada&oldid=140459390>, <https://es.wikipedia.org/wiki/Librada#Leyenda_reinventada&gt;

Colaboradores de Wikipedia. Wilgefortis. Wikipedia, The Free Encyclopedia. [fecha de consulta: enero de 2022]. Disponible en <https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Wilgefortis&oldid=1054776868>, <https://en.wikipedia.org/wiki/Wilgefortis&gt;

La escribiente simplecilla

En el fondo de Nobleza del Archivo Histórico Nacional, familia Baena[1], se encuentra una pieza datada en 1714 que tiene un gran interés no solo histórico, sino lingüístico. Es un papel sencillo que es presentado como un listado de las religiosas que, en ese momento, habitaban el famoso convento de San José de Ávila, de carmelitas descalzas, fundado por Santa Teresa de Jesús en 1562. Este documento es de mano femenina, pero a primera vista no se puede saber; como en otros casos, no hay firma que lo identifique. Sin embargo, la lectura de una anotación final menciona a “la escribiente”: “Porque no se quede tanto papel en blanco, dice la escribiente…” y, más adelante, “que la escribiente es una simplecilla”.

No sabemos el motivo por el que un miembro de la familia de los marqueses de Baena deseaba saber cuántas monjas ocupaban el convento, pero por las últimas líneas de la autodenominada “escribiente”, el papel iba dirigido a su “patrón”, es decir, su benefactor financiero, al que llama “consuelo d´esta santa comunidad, querido y muy amado de todas las madres, las ijas y hermanas, recreación de las carmelitas descalzas de San José de Ávila y mucho más”.

Lo cierto es que la autora, otra religiosa, apunta los nombres, rangos y oficios de sus compañeras: “La madre Francisca María de la Concepción, la priora”, “Juana Ángel de la Cruz, supriora”, “La madre Isabel de Jesús, la priora antigua”, “La hermana María de Jesús, enfermera, sacristana pasada”. Quizá por afán de ser lo más precisa posible al citar a las hermanas, hace observaciones sobre su procedencia (“La madre María de Cristo, tornera primera, la portuguesa”), pero también de su carácter (“La hermana María de Jesús, enfermera, sacristana pasada, la del buen corazón”; “La hermana Inés del Santísimo Sacramento, la alegre”). Otras veces es más difícil de encontrar el motivo por el que escribió observaciones como “La madre Teresa (…), la mal acondicionada”. Además de la personalidad, hay menciones al físico (“La hermana Estefanía de San Josep, la alta”), la vecindad (“la vecina de vuecencia”) y otros datos (“a quien dio vuecencia el raso”).

Más abajo, con otra letra, hay una anotación algo misteriosa, que quizá sea una identificación de la monja que escribe: “Esta es la supriora, la que está sorda”. Aunque la lista esté sin firmar, podría ser un comentario hecho por el destinatario – o el intermediario – para aclarar de quién es la letra de quien se presenta como “la escribiente”. ¿Fue, entonces, Juana Ángel de la Cruz, que aparece con ese cargo? Sea como fuere, el documento tiene algunos aspectos lingüísticos destacados.

En primer lugar debemos mencionar el nivel de escritura. El listado y las palabras posteriores dedicadas al patrón son de una misma mano, con una considerable pericia en la escritura, lejos de otros testimonios de letra de mujer de principios del siglo XVIII (véase en esta entrada). De nuevo, el convento es un lugar donde se pueden encontrar con facilidad mujeres con una adquisición de la lectoescritura superior a la media, aunque se den, por supuesto, algunos fenómenos que transparenten sus usos orales, algo habitual en la época.

En este texto se puede observar una serie de voces relativas a los oficios típicos de los conventos, como clabaria, maestra, ropera, enfermera, sacristana, así como cargos dentro de la jerarquía monástica: priora, supriora, novizia, de belo blanco. Llamamos la atención también sobre el uso de ayudanta en vez de ayudante. El femenino en estos adjetivos y sustantivos acabados en -nte eran habituales en el castellano del siglo XVIII incluso en documentos administrativos. Destacamos también el uso de escribiente, que prefiere emplear invariable, seguramente influido por el poco uso de este sustantivo en femenino frente a voces como ayudanta, que era frecuente en el mundo conventual pero también en el trabajo cotidiano. Por ejemplo, si buscamos en CORDE, hay 10 testimonios de ayudanta, como “le destinaron por de pronto de ayudanta a la cocina”, en Braulio Foz (1844). En cambio, no hay ninguno para una posible forma femenina de escribiente.

Por otra parte, la autora se dirige al destinatario de la carta con vuecencia, forma evolucionada de vuecelencia documentada ya en el siglo XVII en autores como Góngora. Según indica Sáez Rivera (2013:118), en el siglo XVIII se empleaba para nobles, lo que coincide con nuestro documento. Como forma de tratamiento de respeto se encuentra en el siglo XIX, y en la actualidad pervive como fórmula de tratamiento para “altos grados militares” (op. cit. 108).

Resulta llamativa la forma simplecilla que tiene la autora del texto para referirse a sí misma. Aparte de ser un recurso para aparentar humildad y por tanto, conseguir la deseada captatio benevolentiae, encontramos simplecilla en textos de época áurea, como Súarez de Figueroa en La constante Amarilis (1609): “Muda, simplecilla de ti”. Según el Tesoro de Covarrubias (1611), simple ya tenía en castellano una connotación negativa: “Simple, algunas veces sinifica el mentecato”. Esto podría justificar que se usara el diminutivo de manera habitual con un fin atenuador. De hecho, en Autoridades, simplecillo está recogido en una entrada aparte: “se aplica a las cosas simples y pequeñas”. No obstante, el ejemplo que lo ilustra está, precisamente, referido a una persona: “Y del necio simplecillo, abobado al parecer” (Fray Luis de Escobar, s. XVI).

En el nivel discursivo, merece nuestra atención la forma de referirse a las religiosas, con el artículo la y su atributo correspondiente, como “la portuguesa”, “la priora” o “la del buen corazón”. Sin duda, es una manera de hacer una distinción precisa entre una y otra; no obstante, sobre todo en los casos de atributos morales, se ve un paralelismo con algunos epitafios de religiosas, como este hallado y transcrito por María José Rubio en una lápida del convento de Agustinos Recoletos de Alcalá de Henares en 1695 (Rubio Fuentes 1994: 207):

“Aquí yace la v<enerable> hermana Gabriela de Jesús, la prudente y silenciosa”[2].

Vista esta manera de referirse a la religiosa fallecida, quizá estamos ante una tradición que se dejaba ver en la escritura de epitafios, pero también en otros contextos, como las cartas y papeles de uso interno.

Por último, la antroponimia es una muestra muy rica del tipo de nombres elegidos por las religiosas en esta época, con un compuesto de un nombre de pila y un santo o advocación. En este caso, es determinante el hecho de que se trate de un convento de carmelitas descalzas, y, más aún, el convento fundacional de Teresa de Jesús, ya que la santa de Ávila está presente en muchos nombres de las religiosas: “Teresa de Jesús”, “Teresa de San Josep”, “Teresa del Espíritu Santo” “Francisca de Santa Teresa”. Por otro lado, hay varios casos de dedicación a San José, el patrono del convento, y a carmelitas destacadas, como Ana de San Bartolomé (1549-1626), de quien toma el nombre una de las monjas de 1714.

Cómo citar esta entrada:

Vázquez Balonga Delfina (2020): “La escribiente simplecilla”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: [link].Referencias bibliográficas.

Imagen: Portal de Archivos Españoles (PARES). Archivo Histórico de Nobleza, Baena, C.396,D.16.

Autoridades = Real Academia Española de la Lengua (1726-1739): Diccionario de Autoridades. Disponible en el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Españolahttps://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico

CORDE = Real Academia Española de la Lengua: Corpus Diacrónico del Español. Disponible en https://www.rae.es/recursos/banco-de-datos/corde

Covarrubias = Covarrubias, Alonso de (1611), Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid: Visor.

Rubio Fuentes, María José (1994): Catálogo epigráfico de Alcalá de Henares. Alcalá de Henares: Fundación Colegio del Rey.

Saéz Rivera, Daniel (2013): “Formación e historia de vuecencia en español como proceso de rutinización lingüística”, en Iberorromania, 77, pp. 108-129.


[1] Archivo Histórico de la Nobleza, BAENA,C.396,D.16. Disponible en PARES (http://pares.culturaydeporte.gob.es/inicio.html)

[2] Este convento, dedicado a San Nicolás Tolentino, se encuentra en la actualidad en la C/ Santiago de la citada localidad madrileña.

Hechiceras dieciochescas (II): Isabel Sala

Isabel Sala, “la capitana borracha”, es una de las mujeres de más alto estatus social que hemos encontrado que fue acusada de “brujería” ante la Inquisición en el siglo XVIII. Hablamos de brujería en sentido amplio, porque la acusación no se hizo por brujería, sino por “sortilegios”.

En la Mallorca del siglo XVIII, esta mujer, viuda de un capitán, “don Jorge Berri”, y ella misma presentada con “doña”, dio que hablar a sus vecinas y vecinos y fue denunciada a la Inquisición por prácticas sospechosas. ¿Qué había hecho?

Varias cosas. Estas se leen en la alegación fiscal de su proceso de fe, un documento que resumía los principales detalles del proceso, documento que se puede leer completo al final de esta entrada. La alegación fiscal va presentando qué cargos o acusaciones contra Isabel Sala depusieron los diferentes testigos que, llamados por el tribunal o acudiendo espontáneamente, declararon ante los inquisidores.

Isabel Sala era natural de la ciudad de Palma y viuda de un capitán del regimiento de Brabante. Su nivel económico parece haber sido más o menos bueno: no trabajaba y tenía criadas a su servicio, pues percibía el sueldo “de viuda de capitán”. Su hijo, un cadete, vive en la península, y el escrito se preocupa, algo inhabitual en los procesos a personas de clase baja, de la “infamia” que sería para él que su madre fuera condenada por la inquisición.

Esta mujer de clase media o media-alta, “bastante dada al vino y aguardiente” (le dan el sobrenombre de “capitana borracha”), escandaliza “toda la vecindad” con sus costumbres: las diferentes testigos, vecinas y criadas de la acusada, declaran que no la han visto nunca ir a misa, que le molesta que acudan sus criadas y que llega a mudarse de casa para evitar la confesión anual obligatoria, incluso paga a una mujer para que encale su casa el día de la Candelaria, y cuando una vecina le comenta que es fiesta, dice, blasfemando, en catalán: “Yo emfot de las Festas”. Cuando sus rezos para recuperarse de un dolor de vientre no dan resultado, exclama: “¡Mala peste en mi vientre y en las almas del purgatorio!”.

Isabel Sala vive también, según varias testigos, “amancebada” (otra testigo habla de “íntima amistad”) “con un hombre conducido á Barcelona por vago en la ultima leva”, un hombre al parecer llamado “Francisco N.”

Todo esto es un marco para usos verdaderamente opuestos a la ortodoxia católica: las prácticas mágicas de Isabel Sala. Estas prácticas parecen haber consistido sobre todo en poseer una baraja “en que estaban pintados hombres y mujeres”, con la que es capaz de hacer distintas predicciones. Las testigos afirman que Isabel Sala habla con los hombres y mujeres representados en las cartas; manifiestan que las ha llamado para que vean “tener actos carnales hombres con mugeres”, para lo que “sobre una carta en que se hallaba pintada una muger [ponía] otra d ela figura de un hombre, y en medio mezclaba otra en que estaba la pintura de un dado”, y entonces anunciaba “que un hijo suio ausente en Barcelona tenía entonces trato ilícito con una muger”. No queda claro si la actividad de Isabel con las cartas adivina o si causa (según ella, claro está) este “trato ilícito”.

Sin que se explicite que recurre para ello a la baraja, Isabel Sala hace también predicciones a las testigos, que resultan ciertas: “hablando un día del correo, dixo no llegaría en la semana que estaba sino en la siguiente, y que traería un hombre muerto, y lloraría la declarante [es decir, la testigo que declara], lo que assí sucedió”. Cuando manda a una criada a algún recado “a su regreso la solía decir que sabía havía hablado con algún sujeto, expresándole por su nombre, y acertaba siempre”. Fascinada, una de sus oyentes comentaba: “Vm. es bruja, o tiene espíritu de profecía, o santa o gitana”, y “ella se reía”.

¿Por qué hacía esto Isabel Sala? Como no ofrecía servicios “mágicos” ni pedía ni recibía dinero por sus predicciones o adivinaciones, parece evidente que lo hacía para excitar la admiración hacia ella de las personas con las que trataba. Quizá era consciente del riesgo que corría, pero se jactaba en presencia de una de las testigos “que en caso de querer tomar algún juez providencia contra ella, lo sabría antes por sus cartas».

¿Cómo continúa el caso? La formulación de la acusación final se deja a los calificadores, que, tras observar un documento que recoge lo que Isabel Sala ha hecho y dicho, la acusan de la manera que sigue:

Formado extracto de los dichos y hechos referidos, y dados á calificar á 5. Calificadores, conformes los tienen por maleficios y sortilegios simples, divinatorios, amatorios, intentados, blasfemos, y escandalosos respectivamente y á esta reo por sortilega, embustera, inobediente á los preceptos ecclesiasticos y sospechosa de levi.

No sabemos, pues no está contenido en este documento, qué sucedió por fin en esta causa, si la reo fue condenada y a qué pena o no lo fue, pero ya la acusación, con los meses de cárcel que conllevaba, habrá supuesto un fuerte golpe para Isabel Sala. Su salud, su economía y su prestigio social habrán sufrido, incluso si no fue por fin condenada. Es una historia más de las muchas que encontramos en los documentos inquisitoriales, en que el control social y el aparato de la inquisición se dieron la mano para salvaguardar la ortodoxia no solo religiosa, sino también social, con consecuencias para personas que iban desde quienes hoy consideraríamos verdaderos delincuentes hasta otras, como Isabel Sala, raras, incapaces de acomodarse a las costumbres sociales, no pocas probablemente con problemas mentales.

Belén Almeida

Imagen: Goya, Vuelo de brujas.

 

Cómo citar esta entrada:

Almeida, Belén (2020): “Hechiceras dieciochescas (II): Isabel Sala”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2020/02/01/hechiceras-dieciochescas-ii-isabel-sala/.

 

Para saber más:

El documento se conserva en Archivo Histórico Nacional, Inquisición, 3725, exp. 95, alegación fiscal, y puede consultarse en el Portal de Archivos Españoles (PARES). El proceso se desarrolló en el tribunal inquisitorial de Mallorca en 1772.

Belén Almeida y Delfina Vázquez, «El vocabulario de las prácticas mágicas realizadas por mujeres en documentos inquisitoriales del siglo XVIII» (en prensa).

 

Transcripción del documento:

El Ynquisidor Fiscal interino de Mallorca contra d oña Ysabel Sala natural de la Ciudad de Palma viuda de don Jorge Berri Capitan del Regimiento de Bravante, por Sortilegios: Formalizada Sumaria; y calificados los dichos y hechos de esta reo de sortilegos y blasfemos que la constituien sospechosa de levi, viene votada á prision en carceles medias con embargo. Tuvo principio por declaracion espontanea que hizo ante el Padre Fray Guillermo Reynes Dominico Calificador y Comissionado del Tribunal á este efecto Angela Gomila, de edad de 17. años, hallandose presa en Carceles Reales en 22. de Diciembre de 1772. La que preguntada para que havia solicitado audiencia ante Ministros del Santo Oficio Dixo …. folio 4. Buelto

En 4. de Febrero de 774. se presentó voluntariamente en el Tribunal Ygnacia Espada de edad de 45 años vecina de dicha Ciudad ; y baxo juramento en forma declaro por descargo de su conciencia: que su vecina Ysabel Sala viuda del Capitan Berri, la parece es bastante dada al vino y aguardiente, y escandaliza con sus palabras toda la vecindad: Que en seis meses que havria vivia alli, no se le havia visto en la Yglesia de lo que ya estaba notada antes de mudarse, pues un vecino de donde antes vivia previno á otro de la Calle de la Merced donde se mudaba, que observassen á dicha Ysabel que nunca salia de casa ni aun los dias de fiesta: y la vispera de la Candelaria de dicho año dixo á la declarante la misma reo, que la comprase cal para blanquearle la casa; á que respondió la testigo que siendo dia de fiesta no queria trabajar; Y la dicha reo prorrumpió en estas palabras: Yo emfot de las Festas, que escandalizó á la declarante y mas quando vió que en el dia de la Purificacion estaba blanqueando dicha casa otra Muger que no conoció: lo qual observaron tambien Margarita Pelegrina, y Lorenzo Casteyó terciopelero; que no han sido examinados.

En 29. de Octubre de 1778 compareció voluntariamente en el Tribunal Cathalina Guasp natural y vecina de Palma de edad de 60. años; y baxo Juramento declaró que en descargo de su conciencia delataba á Ysabel Salas viuda de un capitan: Que durante el tiempo de tres meses que vivió con la que declara, observó esta, que dicha Ysabel vivia amancebada con un hombre conducido á Barcelona por vago en la ultima leva; y decia dicha Ysabel que sabia desde Palma, si el tenia trato con otras mugeres: Que no oia missa aun los dias de fiesta, ni la agradaba que la declarante cumpliesse con esta obligacion: Que tampoco rezaba el rosario, ni otra oracion; Y haviendo enfermado del vientre, prometió y mandó decir una Missa á las almas, del Purgatorio, y experimentando la continuaba el dolor, dixo: Mala peste en mi vientre, y en las Almas del Purgatorio; yá no quiero Santos, ni Almas. Que vive entregada al vino y aguard iente ; y la dicen vulgarmente la Capitana borracha; y ha dicho á la declarante que tenia un Demonio para cada dia de la semana: Y que hablando un dia del correo, dixo no llegaria en la semana que estaba sino en la siguiente y que traheria un hombre muerto, y lloraria la declarante; lo que assi sucedio haviendo llegado muerto Miguel Palou Marinero del mismo XavequeCorreo. Que la declarante oió á Barbara Corteia criada que ha sido de dicha reo, que esta tenia muy oculta una baraxa en que estaban pintados hombres y mujeres, y que hacia de ella tanta estimacion como si fuera una reliquia, y acostumbraba encerrarse en un Quarto para conversar con dichas figuras: Que no cumple con la comunion anual, mudando de casa y Parroquia quando la siguen los vicarios: y que haviendo dicho la declarante muchas veces á esta reo quando hablaba de cosas que havian de sobrevenir: Vm es bruja, ó tiene espiritu de profecia, o santa ó gitana, ella se reia respondiendo no era bruja. Examinada Barba Crispina por apodo Corteia vecina de Palma de edad de 20. años citada por la testigo anterior, á la tercera de oficio sobre si sabe ó ha oido decir que alguna persona tenga en su poder cartas ó barajas en que estén pintadas figuras de hombres y mugeres con quienes acostumbre conversar, y hacer varios usos de ellas, cerrandose en un Quarto para dicho fin; Dixo que hallandose sirviendo havria ocho años á una Capitana llamada Ysabel, la vió diferentes veces que se encerraba en un Quarto, donde barajaba unas cartas en que se hallaban pinturas de hombres y mugeres, sin que la declarante huviesse observado lo que executaba dentro porq procedia con tal reserva dicha reo, que no solo cerraba la puerta de el quarto sino tambien la del anterior; y despues de algun rato llamaba á la declarante y otra criada nombrada Angela N. y á otra llamada N. que actualmente frecuenta la casa de dicha reo; á las que decia que verian tener actos carnales hombres con mugeres, para lo que ponia 4 filas de cartas, y despues hablaba con voz baja, y sobre una carta en que se hallaba pintada una Muger, otra de la figura de un hombre, y en medio mezclaba otra en que estaba la pintura de un dado segun parecia á la declarante ; en cuias ocasiones decia dicha reo, que un hijo suio ausente en Barcelona tenia entonces trato ilicito con una Muger, y que otro hombre llamado Francisco N. que tenia intima amistad con la reo, y al presente se hallaba desterrado de la Ysla trataba con una Muger en la forma que ella representaba con las cartas sobredichas Que en casa de esta reo no entraba persona alguna y con todo quando embiaba á la declarante á algun recado, á su regreso la solia decir que sabia havia hablado con algun sugeto expresandole por su nombre, y acertaba siem pre; y la oió decir la declarante que mirando ella sus cartas sabia bien lo que otros hacian; y hace presente que havria tres semanas concurrió á su casa, y la dixo el reo que sabia havia hablado con un sugeto, y haviendola confesado, que era verdad, la previno que viviesse con cuidado, porque las mugeres, primero son putas, despues Alcahuetas, y al fin brujas, lo que aseguró avia sabido por sus cartas, y la declarante vió que aun las conservaba. En otra ocasion dixo dicha reo que antes de salir el correo de aquella isla, sabia que su arribo á ella havia de traher un Marinero muerto, y sucedió assi; cuia conversacion tuvo con la Maestra Avellá, que tambien la ha servido; y que fué de resultas de haver salido del quarto donde tenia las cartas ó baraja, y antes se havia encerrado: Que á mas de las tres personas que ha referido ignora la declarante que haya manifestado á otros dichas cartas, pues las reservaba mucho de la Maestra Avellá que pareció á la testigo muy buena muger; y dicha reo se ha jactado en presencia de la declarante que en el caso de querer tomar algun juez providencia contra ella, lo sabria antes por sus cartas, y no las encontraria: Que ha observado la testigo que en el tiempo que trata á dicha doña Ysabel bebia mucho vino y aguardiente: que no oia Missa los dias de fiesta, ni rezaba el rosario, ni cumplia con la Parroquia y se cerraba en casa quando veia al Vicario de ella; y respecto de las criadas, no queria fuessen á Missa, cuia obligacion cumplian secretam ente por que las regañaba quando sabia venian de la Yglesia Angela Gomila citada por la testigo anteced ente y primera delatora de esta causa, examinada ahora con motivo de la cita se refiere á la declaracion que hizo entonces, cuia substancia repite; y añade al pres ente que mientras servia á dicha doña Ysabel…. folio 15. B uelta (hasta el fin de la declar acion En 20. de Marzo de este año compareció voluntariam ente en el Tribunal Juan Perez natural de Gravalos en Castilla la vieja vecino de Palma de edad de 65. años; y preguntado para que pidió audiencia responde baxo juramento ….. fol io 17. [tachado: Assi mismo en 31. de Mayo ultimo se presentó pidiendo audiencia en el Tribunal Francisca Oliver vecina de dicha Ciud ad de edad de 33. años; y preguntada en forma para que pedia la aud iencia hace su declaracion contra una Muger, y sacado lo que hace á dicha d oña Ysabel Sala; dice que con motivo …. folio 19. Angela Montserrat citada por su Marido el testigo antecedente éxaminada baxo juramento a la 1ª de oficio responde que presume será llamada para declarar lo que supiere de d oña Ysabel Sala; de quien puede decir …. folio 22. Finalmente en 31. de Mayo ultimo se presentó en el Tribunal pidiendo audiencia Francisca Oliver vecina de dicha Ciudad de edad de 33. años; y preguntada para que pide la audiencia hace su declaracion contra otra Muger; y sacado lo que hace contra dicha doña Ysabel Sala, dice, que con motivo …… folio 19. El Tribunal pidió informes sobre la vida, conducta, y fama de esta reo al Vicario de la Parroquia de Santa Cruz de Palma en cuio distrito vivia; y respondió: Que haviendo reconocido los libros de dicha Parroquia por lo correspondiente diferentes años; y preguntado al Parroco de ella; no resulta noticia, ni conocimiento de dicha Muger, ni constaba huviesse vivido alg un t iem po en el territ orio de dicha parroquia. Formado extracto de los dichos y hechos referidos, y dados á calificar á 5. Calificadores, conformes los tienen por maleficios y sortilegios simples, divinatorios, amatorios, intentados, blasfemos, y escandalosos respectivam ente y á esta reo por sortilega, embustera, inobediente á los preceptos ecc lesiasticos y sospechosa de levi. Visto todo por el Tribun al en 28. de Julio ultimo dixo, que dicha reo sea presa en carceles medias con embargo de bienes; encargando á los Ministros que al tiempo de la prision reconozcan cuidadosamente la casa por si se encontrasse en ella alg una cosa que pueda ser conducente para maleficios ó sortilegios: Que se siga con ella su causa hasta difinitiva; Y que  antes de executarse se remitan al Consejo originales los autos, como lo hace; y hace presente el Tribunal en la Carta con que los remite: que esta reo percibe el sueldo de viuda de capitan, pero lo pasa miserablemente, y si se la lleva á las carceles es regular que no se la quiera dar mas dicho sueldo, quedando una infeliz para toda su vida; y que el Tribunal no sabe si vive ó no su hijo cadete, á quien tocaria mas la infamia.

 

Hechiceras dieciochescas (I): Andrea Crespo

Comenzamos con esta entrada una nueva serie dedicada a unos procesos inquisitoriales de gran interés lingüístico, histórico y antropológico. Se trata de los juicios a mujeres custodiados en el Archivo Histórico Nacional, fondo Consejo de Inquisición, accesibles actualmente en línea por el portal PARES[1]. Tenemos una muestra publicada en  un volumen de la serie Textos para la Historia del Español (Almeida Cabrejas, Serrano Marín y Vázquez Balonga 2018), además de un artículo en prensa a partir del corpus documental del que hablaremos entrega por entrega en este blog (Almeida Cabrejas y Vázquez Balonga).

La acusación común para estos expedientes es, como se ha dicho, la brujería; sin embargo, para este concepto deberíamos detenernos en una explicación, pues el Santo Oficio distinguió diversos delitos con denominaciones diferenciadas. Así, contamos con procesos en los que hay sortilegios, fenómenos como hallar la suerte con un ritual o encontrar un tesoro por arte de magia, pero también el pacto (con el Diablo) y, más lejos de estas prácticas que consideraríamos esotéricas o más propias de la brujería, nos encontramos a las curanderas, a las que se acusaba de curación supersticiosa. Tal y como se ve en la abundante documentación dedicada a este tipo de acusaciones, en el siglo XVIII era muy frecuente recurrir a curanderos y hechiceros.

Pese a todo, el trato de las supersticiones y la brujería en la Inquisición española ha sido considerado poco severo (Lea 1982), sobre todo en comparación con otras regiones de Europa. La Inquisición española, además, convoca a “descreer” los asuntos sobrenaturales (Cavallero 2011).

Uno de los motivos por los que se hace apasionante acceder a estos procesos es que se puede conocer de primera mano la historia personal de las acusadas y su entorno. Domina el perfil de mujeres de origen modesto, aunque no por ello desocupadas; por ejemplo, Joaquina Molla y María Medel eran criadas y Dominga Panera se dedicaba al hilado. Había igualmente solteras, viudas y casadas, que podían ser jóvenes, de mediana edad e incluso ancianas, como Dominga Panera, de 80 años. Algunas provenían de zonas rurales, otras de ciudades como Madrid o Toledo. Destaca la presencia de las gitanas, acusadas a menudo de delitos de brujería y superstición. Hay acusadas procedentes de todos los puntos de España, incluidas las Baleares y Canarias. En este corpus nos hemos centrado solo en nuestro país, y no hemos trabajado con documentación de la América hispana de esta época, que fue muy rica precisamente en asuntos de brujería[2].

Nuestra primera protagonista es Andrea Crespo, detenida e investigada por el Tribunal del Santo Oficio de Madrid (llamado en el original “Inquisición de Corte”) en los años 1756-1757. En el documento se dice que tiene 32 años y que es natural de un lugar llamado “Guada”, del obispado de León. Seguramente se refiere a Guardo, localidad palentina cercana a la frontera leonesa[3]. En su declaración de 1757 contó que había vivido en Valladolid, pues sus padres tenían “tienda de aceite y vinagre”; de sus ancestros, aseguraba que eran cristianos viejos y arrieros. Sin embargo, la mujer, a la que se atribuye el oficio de calcetera, vivía desde hacía unos 20 años en Madrid, donde estaba también su particular grupo de cómplices acusados de brujería, entre ellos un hombre llamado Miguel López, “El herrador”, una tal Nicolasa, otra apodada “la andaluza” o “la mulata” y María González, así como una mujer investigada previamente, Catalina Sandoval, “la Catuja”.

El delito imputado a Andrea Crespo era “sortilegio” y “pacto”. Del primero dice el diccionario de Autoridades (1739) que es “la adivinación que se hace por fuentes supersticiosas”. El proceso se abrió con la acusación de un tal José del Castillo, que aseguró conocer a la acusada porque coincidió con el marido de esta en el presidio en Orán. Según su testimonio, Andrea Crespo sabía de su deseo por obtener una plaza de guarda y le ofreció un hechizo y pacto con el Demonio para conseguirla.

Más adelante, la alegación fiscal recoge la declaración que hizo la acusada voluntariamente en el año 1757. Como pruebas contra ella había “una estampa y una piedra” que había entregado a su confesor. En su declaración también contó que había conocido hacía unos 5 años a “la andaluza” y a Miguel “el herrador”, con quien hizo algunos rituales mágicos con huevo, harina, cera virgen, con el fin de “mezclar la semilla de ambos, conociéndola antes torpemente, como hizo esta reo”.

Por su parte, Miguel López, “el herrador”, declaró que Andrea Crespo “vivía en una guardilla amancevada con Josef del Castillo”, y que este, para conseguir su propósito de obtener la plaza de guarda, había realizado un rito mágico con una estampa, unos polvos de acero y una piedra imán. Además, contó que convenció al citado José para hacer otro hechizo que lograría sacar un tesoro enterrado cerca de la ermita del Ángel, un curioso rito con avellanas y otros elementos, que se describe de esta manera:

“3 avellanas un poco de azogue, tapasse después el ahugero con cera del cirio  pascual, y echándolas juntas en el sitio que se sospechaba huviesse tesoro, y si se paraban todas en línea, allí donde paraban, estaba oculto, porque de lo contrario, cada avellana tiraría por distinto lado”.

La creencia del tesoro oculto, con un ritual especial para poder localizarlo gracias a hechiceras, es recurrente en los procesos de brujería del siglo XVIII, como se puede ver en otros casos de nuestro subcorpus[4].

Además de la historia del tesoro junto a la ermita, Miguel López contó al Santo Oficio que una cómplice llamada María le mostró una manera de conseguir la voluntad de los demás: “cogiendo una vívora viva, y pasándola por los ojos una ebra de seda con abuja esta misma, que después se pasasse por la ropa de cualquiera persona, se lograría que no negasse lo que se le pidiesse”.

Al parecer, Andrea Crespo tenía mucho trato, íntimo incluso, con Miguel López, “el herrador”, al que una declarante presa, María González, consideraba un “mágico” (es decir, ‘mago’), además de sanador. Pese a la gran variedad de las declaraciones, la acusada fue considerada “supersticiosa, con invocación expresa al Demonio, engañadora y embustera, y en lo suspenso de vehementi”, con la pena de “cárceles secretas” y embargo de bienes.

Además de los muchos datos sobre las supersticiones de la época, el proceso tiene algunos datos llamativos sobre la historia topográfica madrileña; por ejemplo, se menciona que la acusada iba a confesarse al convento de Santa Bárbara, conocido también como las Salesas Reales, que hoy está ocupado por el Tribunal Supremo y conserva todavía una iglesia para el culto. En ese mismo año 1757 había sido fundado por la reina Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI. Otro convento al que se hace referencia es “las Baronesas”, ya que uno de los declarantes dice que “le dio un chico de las varonesas un poco de cera”. Se refiere a un edificio desaparecido que ocupaba el terreno donde hoy en día está el Círculo de Bellas Artes. En el mismo proceso leemos la referencia a la ermita del Ángel, que se encontraba ubicada cerca del Puente de Segovia, y que fue demolida en 1772. Por último, se mencionan calles como la de Majaderitos (actualmente, Barcelona y Cádiz[5]) y la de Alcalá.

No podemos terminar esta entrada sin referirnos a las características lingüísticas. Pese a la formalidad del documento, hay algunos reflejos de la oralidad, como la velarización de la secuencia fónica /bwa/ en guardillas ‘buhardillas’, habitual en los escritos de la época, así como las formas vulgares abuja ‘aguja’ y ahujero ‘agujero’. Otro fenómeno fónico destacado es la confusión de palatales /y/ – /ɲ/ (engayó ‘engañó’).  Por otra parte, hay un generalizado laísmo: “la digeron [a la declarante] que era mágico”; “sacándolas [a María y la reo] el dinero”, “y su cómplice la huviesse hecho mal en un brazo [a la reo]”. En la reproducción del discurso directo hay expresiones coloquiales como “Ay, mi Josef” o “hace 3 días que no pego ojos”.

En el léxico, hay términos propios de la brujería habituales, como los citados sortilegio y pacto, pero también hechicero, hechicería, invocación, además de vocabulario propio de la Inquisición, como la fórmula de vehementi, aplicada a los reos con serias sospechas. Entre otros ámbitos léxicos, destacamos las referencias a dinero como el doblón (moneda de oro) y el peso (moneda castellana de plata).

Sin duda, son numerosos los datos que se encuentran en estos textos. En sucesivas entregas, hablaremos de otros casos de supersticiones a través de los procesos de sus protagonistas. Nuevas y sorprendentes historias nos esperan.

Delfina Vázquez.

 

Cómo citar esta entrada:

Vázquez Balonga, Delfina (2019): “Hechiceras dieciochescas (I): Andrea Crespo”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/12/07/hechiceras-dieciochescas-i-andrea-crespo/.

 

Para saber más:

Almeida Cabrejas, Belén y Delfina Vázquez Balonga (en prensa): “El vocabulario de las prácticas mágicas realizadas por mujeres en documentos inquisitoriales del siglo XVIII”.

Almeida Cabrejas, Belén, Marina Serrano Marín y Delfina Vázquez Balonga (2018): Textos para la Historia del Español XI. Consejo de Inquisición. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá.

Cavallero, Constanza (2011): “Brujería, superstición y ‘cuestión conversa’: historias de construcción de ‘otros-cristianos’”, Anuario de Estudios Medievales, 41 (2011) pp. 343-373.

Gea Ortigas, Mª Isabel (2012): Calles de Madrid. Madrid: La Librería.

Lea, Henry Charles  ([1906] 1982): Historia de la Inquisición Española, 3 vols., trad. y ed. Jesús Tobío y Ángel Alcalá. Madrid: Fundación Universitaria Española.

Martínez, Mateo (1994): “La organización del espacio diocesano en la historia de Castilla y León”, en Investigaciones históricas. Época moderna y contemporánea, nº14, pp. 119-136.

Sánchez del Olmo, Sara (2016): “Marginalidad, brujería y etnicidad en Nueva España: Mariana de la Candelaria, una maléfica mulata del siglo XVIII”, en Letras Históricas, nº 13, pp. 15-33.

Madrid Histórico: http://www.madridhistorico.com/seccion5_historia/nivel2_informacion.php?idmapa=9&idinformacion=69&pag=1

 

Notas al texto:

[1] Estos procesos suelen encontrarse en PARES en la forma de “alegación fiscal”.

[2] De la numerosa bibliografía disponible sobre estos juicios en América, podemos citar como ejemplo a Sánchez del Olmo (2016).

[3] Como se puede ver en el mapa de distribución territorial de las diócesis españolas a finales del siglo XVIII, el obispado de León se extendía hacia diversos puntos de los cuatro puntos cardinales (Zamora, Valladolid, Santander, Palencia), mientras que otras partes de la actual provincia eran dominadas por el de Astorga (Martínez 1994: 119).

[4] Por ejemplo, Beatriz Montoya y Sebastiana Fernández (Almeida Cabrejas y Vázquez Balonga, en prensa).

[5] La calle Ancha de Majaderitos es hoy en día la calle Barcelona, mientras que la Angosta es la de Cádiz y una parte de Espoz y Mina  (Gea Ortigas 2012).

Con la música a otra parte

Como todos los años, el 22 de noviembre se celebra Santa Cecilia, a quien la Iglesia católica considera patrona de la música desde 1594. En TextoR hemos decidido aprovechar la ocasión para reunir y recordar algunas entradas que trataron el uso de la lengua en piezas musicales de diversas épocas.

Entre los compositores, quien más ha ocupado nuestro blog ha sido Juan del Encina, autor prolífico de finales del siglo XV y principios del XVI. A él debemos piezas como “Antonilla es desposada”, “Pedro, bien te quiero” y “Quién te traxo, cavallero”, todas tratadas en entradas del blog. Otras canciones profanas de tema amoroso a las que les hemos dedicado uno de nuestros textos semanales son “Marizápalos” y “A Pascual no le puede”.

Todas ellas tienen algo curioso que mostrar. Por ejemplo, gracias a la citada canción sobre Pascual, hemos visto que el adjetivo borde era muy corriente para designar a las plantas silvestres (pino borde). En la canción dedicada a las bodas de Antonilla (y la sorpresa y disgusto que enterarse de ellas le da a un tal “Juan”, que sospechamos que debe ser un ex suyo), se comprueba que a los muchachos los llamaban garzones. Y no olvidemos la de Marizápalos, muy versionada, que daría para muchas entradas por su empleo del lenguaje y sus dobles sentidos.

La Navidad es una fecha más que apropiada para investigar algo más sobre el rico material que aportan los villancicos a lo largo de la historia. Por ello, dedicamos una entrada a la moda que presentaba estas canciones en boca de determinados grupos sociales y étnicos, a los que se hacía hablar de un modo especial, como los negros o los moriscos (“Villancicos cantados por…”). De este tipo y otros diferentes encontramos una serie de canciones navideñas en la entrada “Felicitar las pascuas”. Un autor que cultivó el villancico, cantado por negros, moriscos y gitanos, e incluso, en otras lenguas, portugueses, gallegos y catalanes, fue Manuel de León Merchante, poeta y empleado del Santo Oficio. Su historia y sus interesantes creaciones se pueden leer en este post.

También utiliza la lengua para retratar a dos personas de diferentes grupos sociales la canción de ¿Quién te traxo, cavallero?, donde el pastor se apiada del caballero que vaga por las sierras herido de amor y le da una compañía y unos robustos consejos que parecen ayudar (aunque no mucho) al afligido cortesano.

Por último, el año pasado presentamos un comentario sobre un hermoso villancico dieciochesco creado en la Cuba colonial, “Un musiquito nuevo”. Esta pieza musical tiene como peculiaridad que emplea el léxico especializado del solfeo para describir una escena del portal de Belén, gracias a términos como bemol, solfa, longa o calderón.

Además de esto, hicimos una entrada sobre cómo la crítica textual y el conocimiento de la lengua antigua puede ayudarnos a detectar errores en los textos de las canciones, a saber que algo que parece raro no es un error, y en definitiva a disfrutar más de una música en la que el texto es, con frecuencia, tan hermoso como la melodía.

Y aunque no sea el tema fundamental, sí nos fijamos en el curioso (e incomprensible) uso de azul en el español general, pero también en la letra del éxito de Roberto Carlos (“Triste y azul”). En resumen, el gato no había cambiado de color.

Belén Almeida y Delfina Vázquez Balonga

Imagen: Hendrik van Balen, Diana entre las musas (1620) (detalle). Tomada del artículo «música» de Wikipedia. Dominio público.

 

Cómo citar esta entrada:

Almeida, Belén y Delfina Vázquez Balonga (2019): “Con la música a otra parte”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/11/21/con-la-musica-a-otra-parte/.

1 de noviembre en Textorblog

Este año, recordamos en una minientrada de Textorblog las entradas que hemos publicado en ocasiones anteriores por la fiesta de Todos los santos.

1cera

En nuestro primer año, hablamos en «Cera sobre mi sepultura» de una costumbre funeraria recogida en numerosos testamentos.

1panecillos

El año siguiente, nos fijamos en los dulces típicos de esta época, tanto los más conocidos actualmente como otros ya olvidados, en la entrada «Unos panecillos muy santos«.

1escritura

Y por fin, el tercer año del blog nos fijamos en las escrituras de los cementerios, tan visitados este fin de semana. En estas escrituras, se recuerda a las personas fallecidas y se resalta de ellas lo que cada época ha considerado más relevante. Y eso nos interesa mucho.

Este año, hacemos esta entrada recopilatoria con una foto muy Halloween que hicimos el otro día en el bar La estación, de Alcalá de Henares.

Belén Almeida

 

Cómo citar esta entrada:

GITHE (2019): “1 de noviembre en Textorblog”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/11/01/1-de-noviembre-en-textorblog/.

 

 

¡Feliz verano!

Un año más nos vamos de vacaciones en agosto. Dejamos a nuestras lectoras y lectores algunas sugerencias fresquitas de entradas pasadas:

El verano es la época de leer a pierna suelta. En el sofá o en la cama, sobre todo durante la siesta… Aquí recomendábamos libros de viajes y aquí reflexionábamos sobre cuántos libros nos gusta tener en casa.

Para beber, qué mejor que una horchata fresquita de cuando en cuando, o, por qué no, el clásico vermú. En este post hablábamos sobre la horchata y otras bebidas y su origen, y en este sobre ese vermú del aperitivo (insuperable con patatas y mejillones).

No se puede estar de vacaciones todo el tiempo que dura el calor… Pero casi parecen vacaciones irse a bañar al río como contamos aquí que se hacía en Alcalá de Henares en el siglo XIX, o irse de ¿picnic? con el novio como hace Marizápalos en la famosa canción, de la que también publicamos este post.

Volvemos en septiembre con nuevas historias. Hasta entonces ¡feliz verano!

Cómo citar esta entrada:

GITHE (2019): “¡Feliz verano!”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/07/30/feliz-verano/.

Una escritora medieval: Teresa de Cartagena

Hace unas semanas estuve en Hita en la X Lectura pública del Libro de buen amor. Luego, unas compañeras de la Universidad de Alcalá (Soraya García Esteban y Nieves Hernández Romero) y yo dimos una breve charla cada una acerca de diferentes aspectos de la experiencia femenina y de las mujeres en la literatura en la Edad Media. Para finalizar, debatimos con las personas que habían acudido al acto. Fue una tarde agradable y una experiencia muy interesante en Hita, que es además un pueblo precioso.

Una de las cuestiones de las que se habló en el debate fue sobre si había escritoras en la Edad Media. Enseguida me acordé de Teresa de Cartagena. Esta mujer era nieta de Pablo de Santa María, obispo de Burgos tras su conversión del judaísmo, y por tanto creció en una familia enormemente poderosa y cultivada. No se sabe mucho sobre su vida. Debió nacer entre 1420 y 1435, y parece que fue monja. Se conservan dos obras suyas, probablemente las únicas que escribió.

En la Arboleda de los enfermos, Teresa de Cartagena explora las consecuencias de su sordera y cómo sufre con ella; sin embargo, manifiesta que ha llegado a considerarla un don de Dios que le permite profundizar en la fe y huir de la soberbia. En la obra, la autora muestra un profundo conocimiento de los textos sagrados y una expresión muy rica, con periodos amplios y complejos pero también alusiones a sus experiencias y preciosas personificaciones y metáforas.

Dice, por ejemplo, que la ociosidad, en «casamiento con la soledat», sería «un peligroso matrimonio»; o que «su querer» (su deseo) y «su padecer» eran enemigos, pero «ya son abenidos los dos enemigos, que son mi querer y mi padecer»; habla de inclinar a Dios «la oreja del mi entendimiento, pues la del cuerpo mal me ayuda»; o habla de la dieta que viene bien a los enfermos (las «viandas [que] me paresçe que devemos y podemos usar seguramente todos los que dolençias padeçemos»):

tribulada tristeza, paciencia durable, contrición amarga, confesión verdadera y frecuentada, oración devota, perseveración en obras virtuosas. E destas seis viandas […] podemos comer sin temor, y aunque parescan al gusto algún tanto amargas, necesario es que así sea, ca la dieta a pocos enfermos sabe bien, pero es provechosa y es fortificativa. Por ende queramos lo  amargo, pues lo dulce no nos quiere.

También presenta con viveza diferentes escenas para ilustrar lo que quiere decir. Cuando ella no quería escuchar asuntos espirituales, sino «temporales negocios», era, dice, como

quando fablan muchos en un tropel y les paresçe que en otra parte oyen bozes, ca fazen señal con la mano porque callen y escuchen […]. Y algunos ay que […] no dexan por eso de palabrear. Pero si entre’ellos está algund onbre discreto y conosçe que aquellas bozes trahen algund prouecho en las oír, faze señal con el dedo en la boca

O esta escena, el día a día de un/a profesor/a:

segunt vehemos acaecer algunas vezes en las fablas que hazen unos a otros, que aunque el hablador o proponedor de la habla sea diligente o atento en lo que dize, y los que escuchan estén callando, pero si el pensamiento e cuidado del que escucha están ocupados en otras cosas desviadas de la habla que le hazen, por mucho qu’el razonador baladre, este non entenderá cosa de cuanto le dixeren.

Hablando del mandamiento «Honrarás a tu padre», comenta que

aunque algunas honrras y reverencias se hazen en este mundo, por las quales deziemos: «Manos besa el onbre, etc.» [la continuación del refrán es: «que las querría ver cortadas»]

El texto muestra reflexiones como la que presenta su pena por el aislamiento de la sordera:

Quando estoy sola, soy acompañada de mí mesma y de ese pobre sentido que tengo, pero quando en compañía de otrie me veo, yo soy desamparada del todo, ca nin gozo del consorçio o fabla de aquellos, nin de mí mesma me puedo aprovechar.

La Admiración operum Dei, la segunda obra, es una reivindicación de su autoría de la primera, la Arboleda de los enfermos. Al parecer, hubo quienes no creyeron que ella había sido la autora de la Arboleda, sorprendidos ante una obra de estas características escrita por mano de una mujer:

Muchas vezes me es hecho entender […] que algunos de los prudentes varones e asimesmo hembras discretas se maravillan o han maravillado de un tratado que, la gracia divina administrando mi flaco mugeril entendimiento, mi mano escrivió.

O

maravíllanse o anse maravillado algunas personas, e aun lo tienen por dubdoso e como imposible, que muger haga tratados ni entienda en hazer alguna obra.

La autora reconoce que «aquello es mirado non porque mayor sea, mas porque pocas vezes o raramente acaesca»:

Así que […] creo yo […] que la causa porque los varones se maravillan que muger aya hecho tractado es por no ser acostumbrado en el estado fimíneo, mas solamente en el varonil. Ca los varones hacer libros y aprender ciencias y usar dellas tiénenlo así en uso de antiguo tiempo que parece ser avido por natural curso e por esto ninguno se maravilla.

Teresa de Cartagena se debate entre el reconocimiento de la inferioridad de las mujeres (a las que sin embargo en cualquier momento Dios puede insuflar la fuerza y sabiduría necesarias para cualquier empeño) y reflexiones levantiscas como estas:

de ser la hembra ayudadora del varón leémoslo en el Génesi […]. E bien se podría aquí arguir cuál es de mayor vigor, el ayudado o el ayudador: ya vedes lo que a esto responde la razón

Dezidme […] ¿cuál varón de tan fuerte e valiente persona ni tan esforçado de coraçón se pudiera hallar en el tiempo pasado, ni creo que en este que nuestro llamamos, que osara llevar armas contra tan grande e fuerte príncipe como fue Olinfernes, cuyo exército cobría toda la haz y término de la tierra, y no ovo pavor de lo fazer una muger?

Sobre esto dice: pues si Judit (que mató a Holofernes u Olinfernes) pudo llevar la espada, ¿por qué no ella, Teresa, la pluma?

Que manifiesto es que más a mano viene a la hembra ser elocuente que no ser fuerte, e más onesto la es ser entendida que no osada, e más ligera cosa le será usar de la péñola [‘pluma’] que del espada.

Por desgracia, no se conserva el texto de las obras en la letra de Teresa de Cartagena, sino en una copia posterior (como por otra parte pasa con prácticamente todas las obras medievales), el manuscrito h-III-24 de la Real Biblioteca de El Escorial. El manuscrito no está en línea (una lástima), pero puede leerse el texto en una edición de Lewis Joseph Hutton en los Anejos del Boletín de la Real Academia Española de 1967, donde se ha consultado el texto.

Belén Almeida

Imagen: ventana de la Seu vella de Lleida, con plancha de alabastro en lugar de vidrios.

 

Cómo citar esta entrada: Almeida, Belén (2019): “Una escritora medieval: Teresa de Cartagena”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/07/09/una-escritora-medieval-teresa-de-cartagena/.

Un pirata holandés en aguas de ultramar

Nos situamos en el año 1655. En el Tribunal de Inquisición de Cartagena de Indias, actual Colombia, se está llevando a cabo un proceso de fe contra Juan Grave, un pirata holandés. Ello es posible porque en los tiempos de la dominación hispánica en territorios americanos se establecieron administraciones y enjuiciamientos propios de la Península.

Los Tribunales de Inquisición que se establecieron en el Nuevo Mundo emitían sus veredictos ante los casos de herejía o perjuicio contra la fe católica que se les presentaban a través de denuncias. Se desarrollaban así los procesos de fe, espacios en los que los denunciantes exponían diversos motivos de imputación hacia un tercero. En el caso de las regiones situadas en el continente americano, generalmente se referían a las mismas faltas, como podían ser los procesos que se les realizaban a “extranjeros, a piratas ingleses, a comerciantes portugueses con caudales acusados de judaizantes, a bígamos, blasfemos, hechiceras, fornicadores, encubridores de herejes, sodomitas, etc”[1]. Los procesos de fe, como este que tenemos entre manos, alcanzaban su punto culminante en los autos de fe, acontecimientos de carácter público que gozaron en su momento de una enorme popularidad.

Incluido en el proceso de fe contra el holandés Juan Grave encontramos la denuncia de Sebastián de Zésar[2]. Es este un “vecino de la Havana de hedad que dijo ser de veintiquatro años”. El proceso muestra el dictado de un analfabeto a un miembro del tribunal o funcionario designado al efecto. Sabemos esto por la fórmula con la que tradicionalmente cerraban sus participaciones todos aquellos que no habían sido iniciados en la escritura, ya que se indica en el documento que, al denunciante, “siéndole leído lo que a dicho dijo estava vien y no firmó porque dijo no saber”.

Sus declaraciones, expresadas “para el descargo de su conciencia y la verdad por el juramento que tiene fecho”, fueron por lo tanto dictadas. Se trataba de respetar, en la medida de lo posible, sus palabras exactas, ya que está declarando contra el pirata por un delito de blasfemias. La veracidad en este caso tenía importancia jurídica, ya que de ello dependía la presunción de inocencia de un hombre.

Pero esta fidelidad no solo tiene relevancia en relación con este hecho judicial. Actualmente, documentos como estos permiten al historiador de la lengua advertir rasgos de lo que ya es imposible percibir directamente; es decir, de la lengua oral de la época. Y, en este sentido, la denuncia de este vecino de La Habana presenta características que lo convierten en un testimonio extraordinario.

El joven cubano era posiblemente mulato, ya que lo presentan como “de color pardo”. Su narración resulta, como venimos comentando, enormemente descriptiva. De este modo, asistimos a través de sus palabras a un sabotaje y a un intento de asesinato. Y es que el tal Juan Grave, acompañado de ocho hombres “de nación franceses”, saboteó el barco en el que viajaba el denunciante en dirección a Tolú, también en la actual costa colombiana.

Atendiendo a la acusación particular, el pirata les robó sus pertenencias y, posteriormente, “los metió devajo de escotilla […] para quemarlos y quitarles la vida”. Sin embargo, sus instintos asesinos no se vieron consumados, ya que, en medio del mar, “por haverse apagado la candela no lo ejecutó”. Pero lo peor del caso, a ojos de una acusación por blasfemia y calvinismo, no son estos hechos delictivos. El grueso de la denuncia, y las expresiones que probablemente se copiaron con un mayor nivel de exactitud, todavía estaba por llegar.

Y es que el pirata, viendo que no podía quemar vivos a los miembros de la tripulación y olvidarse del asunto, tuvo a bien subirlos a cubierta y agarrar una bandera que traían consigo (¡en qué momento!, quizá pensó el marino después, vistas las consecuencias). Dicho objeto fue blanco de sus amenazas e imprecaciones, que empezaron “por la parte donde estava pintado San Juan Bautista”.

Por lo visto, atendiendo a la declaración, no se le ocurrió otra cosa que preguntar “qué santo es este” y, una vez respondido, dijo una blasfemia que era a la vez una amenaza, para más inri: “pues a este santo le tengo de quitar la caveça, y después a vosotros ya que no se a efectuado el quemaros”. No contento con esto, se percata de que la bandera tiene pintada una imagen femenina en la otra parte. Dada su ignorancia, trata de averiguar de quién se trata como buenamente puede.

No debía hablar un español muy fluido, ya que lo que Sebastián de Zésar nos dice es que exclamó “quien estar esto suio”. Por contexto quizá comprendieron en su momento, pero en aras de la transparencia el cubano nos lo traduce: “como quien dice qué cuio era aquella imagen”. Para desgracia del malhablado holandés se trataba de una imagen de Nuestra Señora del Rosario, a quien le dedica las siguientes palabras: “este es vuestra madre linda puta alcagüeta ojos de garañona”.

De significado transparente en su conjunto, consultamos en el Diccionario de Autoridades (1726)[3] la palabra garañón, por la que ‘Se llama translaticiamente al hombre desenfrenado en el vicio de la luxúria, y que trata con muchas mugeres’. No parecía un halago para la imagen de la Virgen del Rosario, desde luego. Y no pintaba bien la cosa para Juan Grave, a la vista de las acusaciones.

La declaración de Sebastián de Zésar entra dentro de lo que se entiende por textos cercanos a la inmediatez de la lengua oral, indispensables para el historiador de la lengua. Se trata de documentos que se encuentran, por su formación y el contexto que los rodea, en la frontera entre la lengua oral y escrita.

Además de declaraciones dictadas por analfabetos, como la participación del cubano en el proceso de fe a Juan Grave, encontramos otros como cartas privadas, algunas de ellas igualmente dictadas. Aunque, obviamente, nunca van a plasmar de manera inequívoca la lengua oral, sí que es cierto que su estudio nos permite obtener una idea más aproximada de la variación inherente a todo estadio de lengua, tanto en el presente como en el pasado.

Este documento en concreto resulta de especial interés, ya que nos regala una suerte de traducción por parte de una persona no letrada. Se trata de una fuente de primera mano para observar la conciencia lingüística de un analfabeto en una zona en la que confluían diversas lenguas. Una auténtica “grabadora” escrita que no nos pasa desapercibida. Los improperios dedicados a la imagen de la Virgen y las amenazas a San Juan Bautista son igualmente muestras de gran importancia, ya que reflejan una lengua viva, inmediata y alejada de la corrección característica de la lengua escrita.

En definitiva, los documentos que se encuentran entre lo hablado y lo escrito nos permiten vislumbrar la inmediatez de la lengua oral de épocas muy alejadas, por lo que su estudio es especialmente relevante. Tomados siempre con moderación, pues pertenecen al medio escrito y también se encuentran sujetos en alguna medida a sus restricciones, su lectura crítica nos permite acercarnos a realidades lingüísticas muy alejadas en el tiempo.

PD: ¿Qué pasó con Sebastián de Zésar y sus compañeros? Él mismo nos lo explica, ya que, por casualidades del destino (suponemos), “llegaron otros dos barcos con jente de su nación [holandeses] que estorbaron quitarles a este y a sus compañeros la vida”. ¡Menos mal!

Raquel M. López López

Cómo citar esta entrada:

López López, Raquel María (2019): “Un pirata holandés en aguas de ultramar”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/02/19/un-pirata-holandes-en-aguas-de-ultramar/.

 

[1] Gojman Goldberg, A. (1988). “El auto de fe en el proceso inquisitorial”, en Serie c. Estudios históricos – Instituto de Investigaciones Jurídicas. UNAM, 25, 399-412.

[2] “Proceso de fe de Juan Grave”, Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN,1621, Exp. 4.

[3]  Diccionario de Autoridades <http://web.frl.es/DA.html&gt

Escritura en los cementerios

Cuando estuve de Erasmus en Alemania, me sorprendió ver que no era raro pasear por cementerios, especialmente los que están en el centro de las ciudades, llenos de árboles, que a veces mis amigos cruzaban para ir a su destino, como si atravesasen una plaza o un parque. Desde entonces, me he aficionado a visitar cementerios antiguos cuando visito una ciudad. Son lugares de reflexión y respeto, no me iría allí a comer un bocadillo, pero pueden ser hermosos y en cualquier caso son muy interesantes.

Cuando estoy allí, mirando las lápidas o los motivos escultóricos, no puedo evitar fijarme también en la escritura. Y los cementerios están llenos de escrituras que nos dan casi todos los datos que podemos obtener sobre la vida y la muerte de las personas que allí descansan. En las fórmulas muchas veces manidas se advierte algo de lo que piensa una sociedad sobre la muerte y la vida, y quien dedicó a su padre o su esposa unas palabras que pueden sonar huecas o acartonadas no por eso dejó de sentirlas.

En esta entrada de la semana de una fiesta tradicionalmente unida a las visitas a cementerios, Todos los fieles difuntos (y Todos los santos), hablaré, por tanto, de escrituras en los cementerios.

En las sepulturas, encontramos los datos que la sociedad, en un momento dado, considera relevante consignar sobre una persona fallecida: su nombre y apellidos, por supuesto; el momento de su muerte; cuándo nació o a qué edad murió; en algunos casos su profesión, en otros su estado civil… Qué aparece en la lápida depende del estatus, del sexo y de la edad; del estatus depende también si existió o no lápida, una tumba pensada para perdurar.

En las tumbas del siglo XIX y primeros años del XX, era frecuente consignar el “don” o “doña” que aún marcaba una distinción social frente a quien no disfrutaba de ellos. La profesión se recogía a veces, como vemos en estas escrituras: general, cura, exministro o ayudante segundo de obras públicas. Las mujeres aparecen con la distinción de “doña”, “señora” frente a “joven” o “señorita”, como se ve en una imagen. De los niños, en el cementerio de Alcalá suele decirse que “subieron al cielo”, y casi siempre precede a su nombre un “la niña” o “el niño”. En una tierna e impresionante tumba en el cementerio de los Dolores, en Lisboa, una niña es representada por elementos escolares, como un globo, un tintero, libros o tijeras.

Las tumbas más pobres son, ayer y hoy, bien diferentes. En estas dos se ha usado una placa metálica; en una, preimpresa, se han incluido, como en un formulario, los datos de la difunta. En otra, se ha escrito el nombre con pintura blanca.

Cómo hablamos de la muerte es algo que está bastante institucionalizado. Las fórmulas, entre otras las lingüísticas, nos ayudan a enfrentarnos a una situación difícil. “Te acompaño en el sentimiento” o “Descanse en paz” nos permiten decir algo ante situaciones en las que, si no, no sabríamos qué decir. Pero estas fórmulas, como otras muchas, se abrevian cuando se ponen por escrito. En las sepulturas, encontramos, aparte, por supuesto, de R.I.P. y su equivalente castellano D.E.P., D. y Dª., Sr. y Srta., Vda. e incluso una abreviatura que yo no había visto nunca, NTO para “no te olvidan”.

Entre tanta escritura, no es de extrañar que se deslicen errores. En 1898, aparecía en el periódico El Globo un artículo en que el periodista se escandalizaba de que en los cementerios, junto a las tumbas de favorecedores de “la educación popular”, se encuentren cosas como “capellan de onor”, “Doña Ageda de Belasco” o “Vienabenturados los que mueren en el Señor”. Por mi parte, he encontrado en varias ocasiones en un pequeño poema la forma “fuistes” por «fuiste»; también, en Portugal, «nomembro» por «novembro» (quizá debido a la pronunciación del marmolista), así como «Madaglena», probablemente un intento de restituir la grafía con -g de una persona que no la pronunciaba. Puede compararse esta grafía con las de «Madalena» y «Magdalena».

Evidentemente, copiar un texto en lengua extranjera o con palabras desconocidas hace menudear los errores: así encontramos «Martinek» por «Martínez» y «Jo the memory» por «To the memory» en el cementerio portugués, probablemente debidas a copiar el marmolista un papel manuscrito con letra que no comprendió bien.

Y esto, por supuesto, como señalaba el periódico El Globo, junto a las tumbas de los defensores de la instrucción popular, en Lisboa. O junto a las de una maestra, de las poquísimas mujeres cuya profesión se recoge en su tumba, que encontramos en el cementerio de Alcalá.

 

Belén Almeida

Fotografías: Belén Almeida

 

Para saber más:

Se ha consultado el periódico El Globo en Hemeroteca Digital (www.bne.es).