La muñequilla para los ojos

A veces, la providencia favorece a los documentos y estos se conservan, no solo los más solemnes, sino también aquellos que deberían haber perecido antes que cualquier otro. Nos referimos a las notas, apuntes, recetas, esos papeles hechos para un uso breve y práctico, a menudo de presentación descuidada. Por diferentes motivos, algunos aparecen en carpetas de los fondos archivísticos y gracias a a ellos conseguimos información sobre la época y la lengua de uso. Uno de estos casos es el de la testamentaría de la condesa de Lemos, que se conserva en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid[1]. Estos papeles nos invitan a conocer la vida cotidiana de Rosa María de Castro y Centurión (1691-1770), condesa de Lemos y marquesa consorte de Aitona, a través de su correspondencia personal, donativos, cuentas y, como dato más curioso, recetas de remedios para sus problemas de salud. Incluso hemos podido fotografiar y transcribir una receta para elaborar chocolate “a la taza”, una pequeña joya de la que hablamos en esta entrada (Chocolate y chocolateros) y en este breve artículo titulado “Chocolate con la condesa”.

Una de las recetas que conservamos en el corpus ALDICAM (0453)[2] lleva como título “Modo de hazer la muñequilla para los ojos”. Ya la primera palabra principal llama la atención del lector. Según el DLE, muñequilla es “Pieza de trapo para barnizar y estarcir”. Si bien la receta nos habla de un trapo, no es este el uso que se da. Si descartamos la forma en diminutivo lexicalizada (muñequilla) y acudimos de nuevo al DLE a la voz muñeca, se encuentra el significado adecuado: “Pieza pequeña de trapo que, atada con un hilo por las puntas, encierra algún ingrediente o una sustancia medicinal que no se debe mezclar con el líquido en que se cuece o empapa”. En Autoridades (1734) hallamos una acepción aproximada: “Se llama tambien un envoltorio de trapo, con algún ingrediente o medicina, que se mete en los cocimientos para que les dé virtúd”. Por lo tanto, esta especie de compresa o paño se aplicaría con un uso medicinal.

¿Qué ingredientes son los empleados para esta muñequilla? En el texto se explica de esta manera: “Se coge una poca de zabila gorda”. Tras un proceso complejo para lo que llaman “desflemar”, se añaden otros componentes: “Se coge una parte de cardenillo y dos de azúcar candi, y molido muy bien cada cosa separada, se cierte por un lienzo delgado”. Todos estos elementos formarán parte del remedio: “Luego se toma otro lienzo que haya serbido a hombre, y se pone en él un pedazito de zabila y se le echa un polbo de azúcar y otro de cardenillo, y sobre esto se ban poniendo otras capas de zabila y polbos, cuantas sean necesarias ha que salgan algunas muñequillas del tamaño de una nuez, las cuales se echan en un vidrio con agua de la tinaxa para que se mantegan frescas”. Finalmente se anota: “El modo de  usarlas es darse con la muñequilla mojada en los ojos sin calentar el agua”.

Los componentes principales de la muñeca son, por lo tanto, la zabila, el cardenillo y el azúcar candi. La primera de la que se habla, la zabila o zábila, es el nombre del también conocido por áloe, algo reconocido ya en el último volumen de Autoridades (1739): “Hierba especie de siempreviva, cuyo zumo es muy crasso, y amargo, llamado en Castilla Acibar, y en las Boticas Aloe: echa las hojas gruessas, anchas, y algo encarovadas, y à los lados ciertas espinas cortas. La raíz es larga, gruessa, y sola. Toda la planta echa de si un olor fuerte, y fastidioso. Suelen tenerla en los jardines, y casas en tiestos, porque es mui medicinal”. Del sabor del acíbar se hace eco también: “El zumo que se saca de las pencas de la hierba llamada Zábila (…)”; “Metafóricamente y por comparación se dice lo que es mui amargo, y assí de ordinario decimos para expressar que una cosa es mui amarga, que es como un acíbar”. Incluso se refiere a la amargura psiciológica: “vale también sinsabór, disgusto y desazón, que vuelve los gustos en amargúras”. El nombre de la planta, zabila / zábila, proviene según el DCECH del árabe occidental şabbâra, pronunciado vulgarmente şábbira en España, derivado de şábir ‘acíbar’, documentado ya en el glosario de Palencia (1490).  Por cierto, Esteban de Terreros (1788), además de reconocer que la zabila tiene por otro nombre áloe, añade el de babosa. Según el Dioscórides (1555), el áloe tenía propiedades curativas para los ojos:  “cicatriza las membranas del lacrimal”.

Por su parte, otro de los ingredientes, el cardenillo, se trata de un compuesto derivado del cobre: “El hollín del cobre, que se cría en las minas y se llama natural, y otro se hace con artificio, echando el cobre en vinagre ò la casca medio acéda” (Autoridades 1729). Como el áloe, el Dioscórides (1555) dice que se puede emplear para los males oculares ya que, entre otros fines, “aprieta, calienta, corrige y adelgaza las señales que deforman los ojos, mueve lágrimas, ataja las llagas que van paciendo la carne”. Algo seguramente deseado para la aplicación en los ojos de la receta. El nombre le proviene del color cárdeno, aplicado normalmente al morado, pero en este caso, un verde azulado que se produce por la reacción química del cobre. El adjetivo cárdeno, además, viene del latín CARDINUS, ‘azulado’, derivado de CARDUS ‘cardo’ (DCECH).

Para terminar, citamos otro de los componentes del remedio, el azúcar candi. Este llamativo nombre aparece en los diccionarios del siglo XVIII como cande y se aplica al azúcar blanco. Por ejemplo, Terreros (1788): “Cande. adj. de una term. Es lo mismo que blanco, y especialmente se aplica á el azúcar. Viene del latín Candens.”. Hoy en día se ha apuntado origen árabe, el clásico qándi (DCECH). Al contrario que otros arabismos solo conservados en castellano y portugués, candi está presente en otras lenguas europeas, como el catalán (candi), el italiano (zucchero di candia, candi) y el francés (candi). Precisamente esta lengua viene la conocida voz inglesa candy ‘caramelo, golosina’ (Online Etymology Dictionary).

No sabemos si las muñequillas fueron muy efectivas para los ojos de la condesa de Lemos. La receta, aunque breve, nos muestra con claridad los conocimientos farmacéuticos de la época, a la vez que confirma la variedad etimológica de las voces de la farmacopea en castellano, de origen árabe, latino y procesos derivativos como el diminutivo, entre otros.

Para saber más del vocabulario de la farmacia, puedes leer la entrada “Cuando en las farmacias había sangre de dragón” de este mismo blog.

Delfina Vázquez.

Imagen: Pixabay

Cómo citar esta entrada:

Vázquez Balonga, Delfina (2019): “La muñequilla para los ojos”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/02/26/la-munequilla-para-los-ojos/.

 

Referencias bibliográficas:

– Autoridades = Real Academia de la Lengua Española (1726-1739): Diccionario de Autoridades. Disponible en Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español: <http://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1996 >

– DCECH = Corominas, Joan y Juan Antonio Pascual (1980): Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico. Madrid: Gredos.

– Dioscórides Interactivo. http://dioscorides.usal.es/

– DLE= Diccionario de la Lengua Española.

Disponible en < http://dle.rae.es/?id=DgIqVCc

– Online Etymology Dictionary < https://www.etymonline.com&gt;

– Terreros y Pando, Esteban de (1786-1788): Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes. Disponible en Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español (NTLLE): <http://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1996 >

[1] http://www.madrid.org/archivos/index.php/quienes-somos/conocenos/archivo-regional

[2] Más información sobre el proyecto «ALDICAM-CM» de la Comunidad de Madrid en <https://aldicam.blogspot.com/&gt;

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