Viejo, soldado, hidalgo y pobre o genio, príncipe y conquistador

Domjngo nueve di<a>s del mes de otubre, An<n>o d<e>l sen<n>or de mjll e q<ui>nj<ento>s e quarenta e siete an<n>os fue baptizadomjguel hijo de Rodrigo de cervantes e su muger don<n>a leonor<…>baptizole el R<everendo>sen<n>or b<a>r<tolome> se Rano Cura de n<uest>raSen<n>ora T<estigo>s baltasarvaz q<ue>z sa<cristan> e yo q<ue> le baptice e f<ir>me de mi no<n>bre. Bachiller Serrano. [Partida de bautismo de Miguel de Cervantes, manuscrito del siglo XVI].

Así reza, en el acta de su bautizo, el primer testimonio sobre Cervantes. Esta acta, no exenta de polémica, se conserva en los fondos del Archivo Municipal de Alcalá de Henares y, como cada 9 de octubre, se expone en la Capilla del Oidor para conmemorar el bautismo de Miguel de Cervantes, que tuvo lugar en dicha ciudad, en la parroquia de Santa María la Mayor, un domingo del año 1547.

A este primer testimonio de 1547 le han seguido muchísimos más, tal y como era de esperar, debido a que este Miguel, el cuarto de cinco hermanos, cuyos avatares de la vida le llevarían a sufrir desde una guerra hasta toda una serie de infortunios, resultaría ser uno de los autores referentes no solo de nuestra literatura sino de la literatura universal.

Si se rastrea un poco por los distintos fondos o corpus documentales, se dará con numerosos datos o testimonios sobre la vida y obra de Cervantes. Por eso, en la entrada de TextoR de esta semana, gracias a la consulta de varios de ellos, hemos querido mostrar algunos de los términos que se empleaban, a finales del siglo XVIII y en el XIX, para designar a Cervantes, términos que, como no podía ser de otra manera, conferían matices extraordinarios a su persona.

El primero de ellos, tomado del Correo de los ciegos de Madrid, en el número del martes 13 de marzo de 1787, página 1, señala a Cervantes como héroe de la nación.

Apenas tendríamos las sabias memorias que nos han quedado de Miguel de Cervantes Saavedra, si la protección de los Señores Conde de Lemos, y Arzobispo de Toledo D. Bernardo de Sandoval, no hubieran sostenido á este heroe de la nacion, para que no desmayando al ver el poco fruto que sacaba de su estudio, no desaprovechase este, y nos dexase algunas piezas en que admirar la viveza de su talento.

Otro vocablo con el que se le solía nombrar era genio. Tanto Ángel Ganivet, en su Idearium español, 1897, como Juan Montalvo, en su obra Siete tratados, 1882, parecían sentir gran admiración por Cervantes, y ambos calificaban al autor del Quijote como genio, incluso genio portentoso.

El genio no se enriquece: el genio vive de miseria, muere de hambre, oculto y olvidado, como Cristóbal Colón, como Cervantes: su herencia es incredulidad e ingratitud de los demás, cuando no persecución y muerte [Juan Montalvo, Siete tratados].

Cuando Cervantes comienza a idear su obra, tiene dentro de sí un genio portentoso; pero fuera de él no hay más que figuras que se mueven como divinas intuiciones; después coge esas figuras y las arrea, pudiera decirse, hacia adelante, como un arriero arrea sus borricos, animándolos con frases desaliñadas de amor, mezcladas con palos equitativos y oportunos. [Ángel Ganivet, Idearium español].

Juan Montalvo, además, empleaba expresiones como gloria universal o príncipe de sus ingenios.

Al panteón de los inmortales no suelen traer los escritores sino a Cervantes, de parte de España; Cervantes, su única gloria, dice, particularmente los franceses… No pocos hay en ella de esos pequeños grandes hombres de cuya reputación están henchidos los ámbitos de la patria; mas uno es Cervantes, y otro Lope de Vega. Éste es gloria nacional, ése gloria universal: con el uno se honra un pueblo, con el otro el género humano. [Juan Montalvo, Siete tratados]

 Admíranos, por tanto, hubiese habido entre los sensatos españoles quienes diesen la preferencia a la obra sin mérito del supuesto Alonso Fernández de Avellaneda sobre la fábula inmortal de Miguel de Cervantes, príncipe de sus ingenios. [Juan Montalvo, Siete tratados]

Y parece, por las voces encontradas, que el sustantivo ingenio era uno de los favoritos, tal como hemos visto en Juan Montalvo, y tal y como empleaban otros autores como Eusebio Blasco, en Páginas íntimas, que le designa como príncipe de los ingenios; Fray Francisco Alvarado, en Cartas críticas del Filósofo Rancio, que alude a él como el mayor de nuestros ingenios; o Juan Valera, en su obra Sobre “El Quijote” y sobre las diferentes maneras de comentarlo y juzgarlo, que señala a un ingenio de primer orden.

Un fuego en la casa del Sr. de Saavedra. Este señor de Saavedra era ni más ni menos que Miguel de Cervantes. El sereno había leído desde que empezó á ejercer, la lápida conmemorativa del príncipe de los ingenios, y para él Saavedra era un vecino más. [Eusebio Blasco, Páginas íntimas, 1905]

Soldado fue Garcilaso, que es reputado por el padre de nuestra poesía: soldado Cervantes, el mayor de nuestros ingenios, y acaso comparable con los mayores que ha tenido el mundo: soldado el portugués Camoes, á quien muchos tienen por el príncipe de nuestros poetas… [Fray Francisco Alvarado, Cartas críticas del Filósofo Rancio, II, 1824]

Mas, aunque así sea, todavía no se me ha de negar que podrá ser útil lo que yo dijere, porque presentaré las cosas bajo otro aspecto y las veré a otra luz, sirviendo todo para cuando una inteligencia más alta y más clara venga a dirimir la contienda y a determinar la significación y la importancia del libro extraordinario que coloca a Miguel de Cervantes Saavedra entre los ingenios de primer orden. [Juan Valera, Sobre “El Quijote” y sobre las diferentes maneras de comentarlo y juzgarlo [Discursos académicos], 1864]

Además de estos términos, la admiración por nuestro escritor alcalaíno se señalaba con otros tantos adjetivos o expresiones que manifestaban tanto la grandeza de su obra como de su persona, así encontramos famoso, su admirable agudeza, conquistador, de un escepticismo instintivo y una gracia inimitable, ser privilegiado y un varón extraordinario, tal y como podemos leer en los siguientes fragmentos.

Tratemos ahora de las brujas de que tanto desprecio hacen los señores informantes; de sus vuelos que tienen por increíbles, y de sus demás cosas que reputan ridículas. No juzgó de esta manera el famoso Miguel de Cervantes, á cuyo buen juicio no creo que estos señores se atreverán á preferir el suyo. Muchísimas son las vulgaridades que en esta materia se han creído y se creen; [Fray Francisco Alvarado, Cartas críticas del Filósofo Rancio, II, 1824]

Pues bien: para las cosas que se caen de su peso no es menester consulta, ni pacto, ni cosa que lo valga; asi como para decir lo que yo me sé, no necesito de andar buscando quien lo diga, como con su admirable agudeza dijo Cervantes en su primer prólogo al Quijote. [Fray Francisco Alvarado, Cartas críticas del Filósofo Rancio, I, 1824]

 Y tan conquistadores como Cortés o Pizarro son Cervantes, preso en Argel y comprometiéndose en una rebelión por España, y San Ignacio de Loyola, otro oscuro soldado que con un puñado de hombres acomete la conquista del mundo espiritual [Ángel Ganivet, Idearium español, 1897]

No existe en el arte español nada que sobrepuje al Quijote, y el Quijote no sólo ha sido creado a la manera española, sino que es nuestra obra típica, «la obra» por antonomasia, porque Cervantes no se contentó con ser «independiente»: fue un conquistador, fue el más grande de todos los conquistadores, porque mientras los demás conquistadores conquistaban países para España, él conquistó a España misma, encerrado en una prisión. [Juan Valera, Las Cantigas del Rey Sabio, 1878]

Esta fantasía poética sobre el tiempo fue tan popular, que Cervantes, con su escepticismo instintivo y su gracia inimitable, se burla de ella en la famosa aventura de la Cueva de Montesinos. [Ángel Ganivet, Idearium español, 1897]

Ensalzado Cervantes hasta las nubes en todas las naciones de Europa, y singularmente en Inglaterra y Francia, ya miradas entonces, y no sin motivo, como al frente de la civilización del mundo, se avivó el fervor de nuestros literatos, y no pudieron menos de reconocer en el autor del Quijote a uno de los pocos seres privilegiados que, valiéndonos de un neologismo expresivo y elegante, designamos hoy con el nombre de genios. [Juan Valera, Sobre “El Quijote” y sobre las diferentes maneras de comentarlo y juzgarlo [Discursos académicos], 1864]

en Cervantes estaban compendiadas todas las ciencias, todas las humanidades y toda la filosofía. Por otra parte, la magia del Quijote concurría y conspiraba a que pasase su autor por un varón extraordinario, [Juan Valera, Sobre “El Quijote” y sobre las diferentes maneras de comentarlo y juzgarlo [Discursos académicos], 1864]

No obstante, este reconocimiento que se le profesaba parecía ser recíproco. Fuentes y Fernández, en un estudio sobre la historia del periodismo español, señalan que el autor del Quijote, consciente del poder de la información y de los eruditos de su época, dedicó a Luis Cabrera de Córdoba, historiador madrileño del Siglo de Oro, la siguiente frase «Todo lo alcanza, pues todo lo sabe».

Como podemos observar, estas caracterizaciones proporcionan a Cervantes cierta identidad fabulosa, en palabras de José Manuel Lucía, “un mito con mil caras, incluso mil representaciones”, “un mito que todavía tiene mucho que enseñarnos”. Ahora bien, él tenía muy claro quién era, tal y como se describe en la aprobación a la segunda parte del Quijote, firmada por el licenciado Márquez Torres, un “viejo, soldado, hidalgo y pobre” (Lucía 2016).

Rocío Díaz Moreno.

 

Cómo citar esta entrada:

Díaz Moreno, Rocío (2019): “Viejo, soldado, hidalgo y pobre o genio, príncipe y conquistador”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/10/15/viejo-soldado-hidalgo-y-pobre-o-genio-principe-y-conquistador/.

 

Bibliografía:

Correo de los ciegos de Madrid. Disponible en Hemeroteca Digital http://www.bne.es/es/Catalogos/HemerotecaDigital/

Fuentes, J. F. y Fernández, J. (1998), Historia del periodismo español, Editorial Síntesis, Madrid.

Lucía Megías, J. M. (2016), Prólogo de la exposición Cervantes en la BNE, Biblioteca Nacional de España, Madrid.

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español. http://www.rae.es [10 de octubre de 2019]

Personajes: Lope de Vega

El 25 de noviembre, Google nos recordó con su famoso doodle diario que era el aniversario del nacimiento de Lope de Vega. Un homenaje desde la red a uno de los escritores más prolíficos de nuestra historia literaria. Como buen ciudadano de la España de los Siglos de Oro, Lope se vio envuelto muchas veces en la ya necesaria y abundante burocracia, de manera que dejó su huella en numerosos documentos. Porque, además de ser hijo de su tiempo, Lope tuvo una biografía llena de avatares que le dio ocasión de aparecer en todo tipo de documentos, desde notariales hasta de la justicia criminal, pasando por las actas parroquiales. Todo un paralelismo con su obra, en la que tocó todo tipo de géneros: teatro, su faceta más conocida, más prolífica y que más éxito le aportó, pero también novela, lírica de variados temas y épica.

De su bautismo se menciona su partida, en la que consta que recibió el sacramento el 6 de diciembre de 1562 en la parroquia madrileña de San Miguel de Octoes, demolida en 1800 y ubicada donde actualmente se encuentra el céntrico mercado de San Miguel, junto a la Plaza Mayor. No me ha sido posible establecer dónde se encuentra, a día de hoy, esa partida bautismal, ya que las fuentes consultadas omiten el dato.

En el archivo de la parroquia de San Sebastián se conservan varias partidas relacionadas con Lope de Vega y su familia; entre las actas de bautismo destacan las de tres de sus hijos, Feliciana, Antonia Clara y Carlos. Asimismo, en este archivo están registrada la defunción de sus padres, Félix de Vega y Carpio (1578) y Francisca Fernández Flores (1589), de su esposa Juana de Guardo (1613) y su amante Marta de Nevares (1632), además de las propias honras fúnebres del escritor, que fue enterrado en la iglesia en 1635. Tampoco faltan testimonios de su papel como padrino en dos ocasiones y, después de ser ordenado sacerdote, de que fue quien bautizó a cuatro niños, entre ellos a María, hija de Fernán Sánchez de Vargas, autor teatral y seguramente relacionado con Lope (Fernández García 1995). En la parroquia de San Ginés, hoy todavía en pie, hay constancia por escrito del matrimonio de Lope con Isabel de Urbina.

Más allá de su vida familiar y sacerdotal, se conserva en el Archivo Histórico Nacional una carta autógrafa de Lope de Vega a la Inquisición para que se le devuelva su comedia sobre la conversión de San Agustín antes de pasar por la censura. El documento está editado y accesible en el corpus CODEA  (CODEA 1960). Además de ver la letra del autor, podemos apreciar con claridad su nombre en su firma:

lope2

Otros autógrafos destacados de Lope están también en el Archivo Histórico Nacional, en el fondo “Colección de Autógrafos” y las imágenes están disponibles en el Portal de Archivos Españoles (PARES) si se busca “Lope de Vega autógrafos”. Por suerte, también la Biblioteca Nacional ha conservado autógrafos del Fénix, entre ellos correspondencia. Destacamos una carta dirigida a Antonio Hurtado de Mendoza, que está en imagen digital en su página web pinchando aquí (http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000202179&page=1). En la misiva, Lope habla de asuntos literarios con un claro tono informal, como cuando emplea una expresión en italiano: “dízese, ma non é tropo vero, que ay versos al juego de cañas…”

En el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, por otra parte, hay un total de 27 documentos relacionados con Lope de Vega, publicados en 2015. Entre ellos, su testamento, escrito el 26 de agosto de 1635, y conservado con la signatura nº 6.608 fol. 1175. Se puede ver pinchando aquí.

También está editado por Agustín Amezúa y Mayo en 1950, disponible en la base de datos CORDE.

No solo Madrid tiene documentos del célebre escritor, ya que tenemos ejemplos en otras localidades. En Toledo, ciudad donde residió algún tiempo, ha quedado en el Archivo Histórico Provincial el alquiler de una casa, y en el archivo parroquial de la Magdalena, la partida de bautismo de su hija Marcela según un descubrimiento anotado por el historiador toledano Francisco Sanromán en 1917.

Estos y otros muchos papeles dan fe (nunca mejor dicho) de la vida de Félix Lope de Vega, del que conocemos su biografía, pero quizá algo menos sus documentos. Animamos, pues, a ir a ellos y sacar algo nuevo de sus letras manuscritas.

Delfina Vázquez Balonga

 

Para saber más:

Fernández García, Matías (1995): Parroquia madrileña de San Sebastián: algunos personajes de archivo. Madrid: Caparrós Editores.

CORDE= Corpus Diacrónico del Español. http://corpus.rae.es/cordenet.html

PARES = Portal de Archivos Españoles. http://pares.mcu.es/

Sanrromán, Francisco (1917): “Nuevos documentos sobre Lope de Vega” <http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2013/04/files_toletum_1002_03.pdf&gt;

http://casamuseolopedevega.org/es/

http://www.cervantesvirtual.com/bib/bib_autor/Lope/cronologia.shtml

 

Hombres necios que acusáis…

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.
Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿cómo queréis que obren bien
si las empujáis al mal?

Así dice la más famosa poesía de sor Juana Inés de la Cruz, y por mi parte (y no creo que sea la única) siempre me extrañó cuando era adolescente eso de «solicitar su desdén». ¿Por qué solicitan los hombres, es decir, piden o demandan, el desdén de las mujeres, es decir, su desprecio? No tiene mucho sentido.

Se trata de un caso de los que se pueden llamar «falsos amigos intralingüísticos», palabras que se encuentran en los textos antiguos (y en otros, pero de eso no hablamos ahora) y de las que hoy en día la mayoría de los hablantes no conocen más que un significado, diferente del que se usa en el texto. Como conoce la palabra, el hablante intenta comprender el segmento dando a esa palabra el significado que para él o ella tiene, y, aunque puede sentir cierta incomodidad o extrañeza, es raro que decida que no comprende nada, porque además la palabra, aunque ha variado en su significado, no lo ha hecho tanto que no haya relaciones entre una y otra acepciones.

En el caso citado, el error ocurre porque solicitar más un complemento de persona significaba seguir, perseguir, con frecuencia con propósitos amorosos, como aquí: los hombres solicitan a las mujeres cuando estas están desdeñosas, es decir, no inclinadas amorosamente hacia ellos.

Que solicitar significa esto se comprueba muy bien en estas dos citas de María de Zayas:

Caballero que solicitas la doncella, déxala, no la inquietes, y verás cómo ella, aunque no sea más de por vergüenza y recato, no te buscará a ti.

¡Ay, hombres, y cómo sois causa de tantos males! Porque ya no hallados con las comunes, buscáis y solicitáis las recatadas y recogidas, y si las vencéis, las dais ocasión, o para que sean tan comunes como las demás, o que hagan lo que Octavia hizo.

Y es que la mujer en el Siglo de Oro, solicitada por uno o más galanes, no lo tenía fácil: la preferencia amorosa del hombre generaba en ella (o debía generar, según se pensaba) agradecimiento u obligación.

Obligar, obligada, obligación son así otros falsos amigos intralingüísticos, como puede verse en lo que dice Beatriz en El villano en su rincón. La escena: jornada primera. «Calle, y salen Beatriz, y Jacinta, Labradoras, en hábito de Damas, y detrás Don Gutierre, y Martín, siguiéndolas.» Don Gutierre se disculpa por seguirlas: «mas no me culpéis, culpad / esos divinos luceros» (es decir, los propios ojos de Beatriz son los culpables de que don Gutierra la siga). Ella le ruega: «no intentéis / seguirme»; él insiste en «saber la calle, y no más» en la que ella vive, ella le responde que «El Noble no hace jamás / a la que quiere violencia». Don Gutierre le dice entonces: «Basta que vos lo mandéis: / yo no pasaré de aquí»; ella, al oír esto, dice que ahora sí seguirá andando hasta su casa, una vez segura de que él no la seguirá: «Pues yo de aquí pasaré / si vos me obligáis así» (es decir, si vos me hacéis este favor). Él: «Digo que vais [vayáis] en buen hora.» Ella: «Obligada voy de vos» (es decir, agradecida). Recordemos que obrigado, obrigada siguen siendo fórmula de agradecimiento en portugués.

Una vez obligada la mujer por la preferencia del hombre, su alabanza de su hermosura o algún obsequio, música u otra cosa que este le haya dado, puede mostrar esa obligación o agradecimiento mediante algún pequeño favor (honesto, por supuesto). Así se ve el avance de la relación amorosa: ruego / solicitación > obligación > favor; por tanto quien no pide, busca, ruega, solicita a la mujer mal puede esperar obligar, y, en último término, vencer o rendir. En La amistad castigada, de Juan Ruiz de Alarcón, se expresan así primero Turpín y luego el rey:

TURPÍN: No la has perdido; mas creo
que la vendrás a perder;
que quien no sabe emprender,
nunca logra su deseo.
Callando, ¿quién persuadió?
¿Quién venció sin intentar?
¿Quién obligó sin rogar?
¿Quién sin pedir alcanzó?

REY: […] ¿Qué importa la corona, qué la vida,
no siendo Aurora de mi amor vencida?
Todo lo he de arriesgar por obligalla,
todo lo he de perder por alcanzalla.

Una mujer solicitada por un hombre que no desea corresponder a la inclinación de este hacia ella no lo tiene fácil. María de Zayas afirma que

no porque una mujer sepa que un hombre la ama, si es en menoscabo de su opinión, está obligada a amarle.

Pero advirtamos el «si es en menoscabo de su opinión». ¿Y si no lo es? ¿Está entonces obligada? Veamos:

Desde las clases de literatura en que analizábamos el episodio de Marcela y Grisóstomo en la primera parte del Quijote sabemos que Grisóstomo muere porque Marcela no quiere corresponder a su amor, y que ella se defiende diciendo que no tiene obligación de pagar con amor el amor de Grisóstomo:

Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama.

Sabemos también que don Quijote impide que la molesten los pastores que acuden al entierro de Grisóstomo. Pero la defensa de don Quijote no es tan elocuente y compleja como la queja de un amigo de Grisóstomo a Marcela, que aparece en el entierro:

-¿Vienes a ver, por ventura, ¡oh fiero basilisco destas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida? ¿O vienes a ufanarte en las crueles hazañas de tu condición? ¿O a ver desde esa altura, como otro despiadado Nero, el incendio de su abrasada Roma?

Y después de la intervención de don Quijote, los amigos de Grisóstomo, nada convencidos por las razones de este, proponen para él el siguiente epitafio.

Yace aquí de un amador
el mísero cuerpo helado,
que fue pastor de ganado,
perdido por desamor.
Murió a manos del rigor
de una esquiva hermosa ingrata,
con quien su imperio dilata
la tiranía de amor.

También Gelasia, en La Galatea, afirma que

Del campo son y han sido mis amores;
rosas son y jazmines mis cadenas;
libre nascí, y en libertad me fundo.

Preciosos versos, apenas pronunciados los cuales «se levantó con una extraña ligereza, y como si de alguna cosa espantable huyera, así comenzó a correr por la peña abajo, dejando a los pastores admirados de su condición» (esto es, de que rechace de esa manera el amor). ¿Por qué esta huida? «Era la causa della […] ver al enamorado Lenio, que con tirante paso por la mesma peña subía con intención de llegar adonde Gelasia estaba, pero no quiso ella aguardarle, por no faltar de corresponder en un solo punto a la crueldad de su propósito».

Así pues, se considera que una mujer es «cruel» si se niega a corresponder a un hombre que la solicita, que muestra inclinación por ella, si niega su obligación. Pero tampoco corresponderle es la solución, pues se arriesga a una caída fatal, como la que planea don Alonso en una novela de María de Zayas:

Con estos y otros engaños (que así los quiero llamar) andaba don Alonso solicitando la tierna y descuidada corderilla, hasta cogerla para llevarla al matadero

¡Qué duro paso! ¿Qué hacer entonces, como mujer, si un hombre nos solicita, nos muestra inclinación? Reflexionan sobre ello Cintia, dama de Diana, y esta, que es hija del conde de Barcelona, en El desdén, con el desdén, de Agustín Moreto:

CINTIA: El ser desagradecida
es delito descortés.
DIANA: Pero el agradecer es
peligro de la caída.

Y es que, como dice Carlos, enamorado de Diana en la comedia y que (obviamente) se acaba llevando el gato al agua,

a las damas de tal nombre
puso el respeto dos líneas:
una es la desatención,
y otra, el favor; mas la avisa
que ponga entre ellas la planta
tan ajustada y medida,
que en una ni en otra toque:
porque si, de agradecida,
adelanta mucho el pie,
la raya del favor pisa,
y es ligereza; y si, entera,
mucho la planta retira,
por no tocar el favor
pisa en la descortesía.

 

Belén Almeida Cabrejas

Foto: Belén Almeida

 

Para saber más:

He obtenido la mayoría de las citas del corpus CORDE, de la Real Academia Española (en línea).

 

 

Español medieval del siglo XVII: Los jueces de Castilla

En algunas obras del siglo XVII ambientadas en la Edad Media, se da un intento de imitar el castellano medieval. Es la «fabla antigua». La «fabla antigua» es una más de las recreaciones de modos de hablar que se dan en textos de ficción de los siglos XV al XVIII, aproximadamente, junto al sayagués o la lengua de moriscos, de gitanos, de vizcainos, etc., que ya vimos hace un tiempo en la entrada Villancicos cantados por… Es distinta de otras recreaciones porque no solamente afecta a la manera de hablar de personajes secundarios, sobre todo graciosos, como sucede con el sayagués, el habla de moriscos o de vizcainos, sino que afecta al modo de hablar de todos los personajes de una obra, lo cual es lógico, puesto que pretende ayudar a situar la acción en una época medieval en la que se mueven tanto héroes como antihéroes o graciosos, tanto nobles como villanos.

Pueden entenderse como un uso de la fabla antigua también los pasajes en que don Quijote habla al modo antiguo, imitando los libros de caballerías que tanto admira. Por eso en los exámenes de oposición a profesorado de Secundaria (de Lengua y literatura, claro), cuando cae un segmento del Quijote en que el protagonista utiliza esta manera de expresión, es tan difícil adscribir la lengua a una época. Los propios libros de caballerías, publicados en el siglo XVI, utilizan una lengua conscientemente anticuada o arcaizante que también tiene muchos puntos en común con la conocida como «fabla antigua».

Pero ¿hasta qué punto constituye esta recreación una imitación más o menos creíble de la lengua antigua, qué características de esta reproduce y cuáles deja de lado? O incluso ¿se cometen equivocaciones?

Las principales características de la «fabla antigua» podemos encontrarlas ya expuestas por Menéndez Pidal (1968, cit. en Plans 2004): conservación de la f- inicial procedente de la F- inicial latina, uso de palabras como non, ca, ende, otrosí, maguer, aína, uso de formas pronominales arcaicas, uso de las antiguas formas paroxítonas de los verbos (ayades, fagades), uso de futuro de subjuntivo, derivados en -ura o -anza, formas antiguas de ciertas palabras (home, nome, etc.), asimilación -rl- > -ll- en los infinitivos más pronombre átono, ocasionalmente -e paragógica (amare, pane por ‘amar’, ‘pan’) y otros arcaísmos morfosintácticos y léxicos.

Para esta entrada analizaremos la comedia Los jueces de Castilla, atribuida a Moreto. O mejor dicho, la lectura de esta comedia fue la que inspiró esta entrada, en la que queremos presentar cómo funciona esta recreación de la lengua medieval y fijarnos en sus principales características y algunas características del español medieval que no suele recoger.

  • Conservación de F- inicial latina: en Los jueces aparecen regularmente formas como fermosura, fables, farta, facerte, fembra. Es general. No suele haber errores por ejemplo que conviertan en f- las h- procedentes de H- latina, como la de hombre o haber. Hay a veces variaciones, por ejemplo encontramos tanto fallar como hallar.
  • Uso de e por y en la conjunción copulativa: es general, aunque en ocasiones se encuentra y: «Sol le tiene, y él por ella / me desprecia».
  • Cambio de timbre de vocales átonas u / i en o / e: soceden ‘suceden’, roin ‘ruin’, escorrir ‘escurrir’, sacodir ‘sacudir’. Este recurso es también muy frecuente en el sayagués y en general en el habla de personajes populares o rurales, por lo que cuando lo encontramos en Los jueces en «Válame santa Locía» o «sacodirnos», dicho por el criado Sancho, no sabemos si atribuirlo a la fabla antigua o a una marca especial de lengua popular.
  • Uso de pr- por pl-, como en «me praz» por ‘me place’, praza por ‘plaza’. Este rasgo es uno de los más característicos del sayagués. Sin embargo, en Los jueces es utilizada por los protagonistas, como Ramiro («Fembra que mi asombro eres / ¿verter lágrimas te praz?»), por lo que debemos pensar que no es un rasgo marcado como popular, al contrario que el sayagués, que en los textos en que aparece se da en boca de rústicos, pastores o labradores.
  • Adverbio de negación non: «Yo non fuyo». Sin embargo, en Los jueces alterna non con no. En realidad, la mayoría de los rasgos, hasta los más generales (con la posible excepción de la f-, que es el más regular), se encuentran unas veces y otras se olvidan.
  • Morfología verbal arcaizante: avedes fecho, quisiéredes, hiciérades, tenedes. Pero encontramos también fuyais, fareis, es decir, verbos en la forma moderna (de la desinencia).
  • Uso del sufijo -iello, en forma no reducida: Castiella. Sin embargo, también encontramos en el texto fablilla, y otras formas en –illa, mientras que por el lado del uso de –iella/o está el inexistente viella ‘villa’ («Yo de Castiella / tengo todas las llaves; non hay viella / que a mi mando non sea»).
  • Pronombres: «Ramiro vos irà en zaga», prázcavos, obedecervos
  • -rl- > -ll- en los infinitivos más pronombre y -dl- > -ld- en imperativos más pronombre: envidiallos, finallos ‘matarlos’, detenelde.

  • Uso de la construcción artículo más posesivo y de formas antiguas de posesivo: vuesos o vuessos.

  • Uso de haber con valor de ‘tener’: he pavor.

  • Léxico desusado: arredres, home ‘hombre’, «fin harán tus juglerias», guarir, válame ‘válgame’, vegadas ‘veces’, asechanzas, maravedis, alafe, acuitarse, resollar, fincar ‘quedar(se)’, abajar, cedo ‘rápido’, plañir, ansí, conhortar ‘consolar’, paso ‘despacio’, sandia ‘tonta’…
  • Construcciones o colocaciones inhabituales, como faz embidia (hace envidia).

 

Y ¿qué rasgos del español medieval no aparecen en esta comedia escrita en fabla antigua, y en general en la fabla antigua?

  • No aparece ç: en palabras como corazon, zaga o caza en la escritura medieval se encuentra regularmente ç; esto no se ve en la recreación de la «fabla antigua».
  • No aparece z en palabras como dezir, fazer, como era usual en la Edad Media, sino que encontramos face, dice.
  • No aparecen las formas só, dó, estó sino soy, doy, estoy.
  • No aparece la típica falta de h- inicial de la escritura medieval: haver, home se presentan con h-, aunque lo más habitual en la Edad Media era no escribir esa h-.

Resultan sorprendentes en Los jueces elementos como yan por ‘ya’: «Yan a los dos venir siento», «que de vos yan he sabido», y combinaciones de elementos de sabor antiguo y moderno como «faced una acción».

¿Qué rasgos de los señalados se aprecian en el siguiente segmento del Quijote?

[…] don Quijote, coligiendo por su huida su miedo, alzándose la visera de papelón y descubriendo su seco y polvoroso rostro, con gentil talante y voz reposada les dijo:

– Non fuyan las vuestras mercedes, ni teman desaguisado alguno, ca a la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto más a tan altas doncellas como vuestras presencias demuestran.

Mirábanle las mozas y andaban con los ojos buscándole el rostro, que la mala visera le encubría; mas como se oyeron llamar doncellas, cosa tan fuera de su profesión, no pudieron tener la risa, y fue de manera que don Quijote vino a correrse y a decirles:

– Bien parece la mesura en las fermosas, y es mucha sandez además la risa que de leve causa procede; pero non vos lo digo porque os acuitedes ni mostredes mal talante, que el mío non es de ál que de serviros.

El lenguaje, no entendido de las señoras, y el mal talle de nuestro caballero acrecentaba en ellas la risa y en él el enojo, y pasara muy adelante si a aquel punto no saliera el ventero, hombre que, por ser muy gordo, era muy pacífico, el cual, viendo aquella figura contrahecha, armada de armas tan desiguales como eran la brida, lanza, adarga y coselete, no estuvo en nada en acompañar a las doncellas en las muestras de su contento. Mas, en efeto, temiendo la máquina de tantos pertrechos, determinó de hablarle comedidamente y, así, le dijo:

– Si vuestra merced, señor caballero, busca posada, amén del lecho, porque en esta venta no hay ninguno, todo lo demás se hallará en ella en mucha abundancia.

Viendo don Quijote la humildad del alcaide de la fortaleza, que tal le pareció a él el ventero y la venta, respondió […].

 

Belén Almeida

Imagen: palacete Laredo, construido en el siglo XIX en estilo neomudéjar, en Alcalá de Henares. Foto tomada del artículo de wikipedia «Palacete Laredo».

 

Para saber más:

Antonio Salvador Plans, “Los lenguajes especiales y de las minorías en el Siglo de Oro”, R. Cano (coord.), Historia de la lengua española, Ariel, 2004, págs. 771-797.

Los jueces de Castilla, atribuida a Agustín Moreto

Ejemplar impreso, sin año (¿entre 1651 y 1750?), conservado en la Biblioteca Nacional de España
http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000097027&page=1

Edición crítica, regularizada (se eliminan aquellos elementos que no tienen relevancia fónica; para más detalles sobre esto consultar posts con el tag «comentario filológico») en la estupenda página

http://www.moretianos.com > (concretamente) http://www.moretianos.com/pormoreto.php > http://www3.ubu.es/proteo/docs/Comedias/JuecesCastilla.pdf

En esta página, pueden leerse todas las comedias de Moreto. Recomiendo El desdén, con el desdén, que me encanta desde que la leí por vez primera, hace ya…

El texto de Los jueces de Castilla con prólogo, notas filológicas y variantes en:

Comedias de Agustín Moreto. Primera parte de comedias, dir. María Luisa Lobato, coord. Javier Rubiera; Los jueces de Castilla, ed. Abraham Madroñal y Francisco Sáez Raposo; El lego del Carmen, San Franco de Sena, ed. Marco Pannarale; Lo que puede la aprehensión, ed. Francisco Domínguez Matito. Vol. IV, Kassel, Reichenberger, Colección Ediciones Críticas 171, 2010.

Un nombre es para toda la vida (II). Los siglos XVI y XVII

El otro día publicamos una entrada sobre los nombres de pila en los documentos medievales de CODEA. En este nuevo post dejamos la Edad Media, avanzamos algo más en el tiempo y llegamos a la época de los Siglos de Oro. A la luz de los documentos archivísticos de CODEA, se puede ver cómo el siglo XVI comienza con nombres de la tradición medieval:  Juan, Juana, Diego, Fernando (Hernando, Hernán), Beatriz, Sancho, Alonso, María, Gonzalo, Aldonza, entre otros. Hay que detenerse en un nombre muy particular que llevó una célebre dama que vivió a caballo entre los siglos XV y XVI: Brianda de Mendoza, hija del duque del Infantado, que aparece en un documento del corpus CODEA (24), con motivo de la posesión de la mezquita de Guadalajara, la ciudad donde vivía y que conserva a día de hoy un instituto de secundaria en su honor. Este nombre, resucitado en los últimos años, parece venir del bretón Brjian ‘colina’ (García Gallarín, 1998). Años después hubo otra Brianda conocida: la religiosa Brianda de Acuña, nacida en 1546 (Valero Collantes 2011).

Lo cierto es que, en general, las tendencias onomásticas en la España de este siglo fueron cambiando hacia el alejamiento definitivo del modelo anterior. A mediados del quinientos prevalecen los nombres de pila frecuentes en la Edad Media y en épocas posteriores como Juan, Diego, Fernando, María, pero otros muchos del período medieval como Urraca, Munio, Perla o Luna no se encuentran más, mientras que encontramos cierta tendencia a la uniformidad. Entre otros motivos estaría que a partir del Concilio de Trento (1545-1563) se imponen nombres procedentes exclusivamente del santoral (García Gallarín 2007).

La costumbre de poner el nombre del santo del día cobra importancia y en este siglo conocemos algunos ejemplos ilustres, como Miguel de Cervantes (1547-1616). Su nombre de pila aparece en CODEA ya en el siglo XIII, por lo que el arraigo era indudable, pero su bautismo el día 9 de octubre ha hecho pensar que posiblemente naciera el 29 de septiembre, festividad del arcángel San Miguel.

Ya en el siglo siguiente, los cambios que hemos citado parecen haberse asentado definitivamente. Podemos citar como muestra los libros de expósitos del Hospital de Santa Cruz, en Toledo, fundado en 1499. En estos libros se escribe el nombre que se da a los niños y niñas abandonados (expósitos) que son acogidos por esta institución. Conservamos varios de estos libros de los años 1609, 1617 y 1634. En ellos, se puede observar que los nombres masculinos más frecuentes son Juan, Francisco y Pedro, mientras que los preferidos femeninos son María, Catalina, Francisca y Ana. En el caso de María, el dominio es evidente, ya que más del 20% lo lleva frente al 5% de Catalina, el siguiente más puesto. Si bien este nombre había sido normal en siglos anteriores, los cambios del Concilio fomentaron el culto a la Virgen María, lo que explica su gran auge. Para evitar la repetición, formaban compuestos como María Lucía o María Pascuala. No faltaban creaciones de otro tipo, por ejemplo, Catalina Lucía o Gregoria Eugenia. Es curioso que algunos niños recibían como nombre y apellido la denominación de un santo católico, como Teresa de Jesús, Pedro Nolasco o Nicolás Tolentino. Este último quizá fue elegido porque se le consideraba el protector de los niños recién nacidos, algo comprensible si pensamos en la altísima mortandad infantil de la época, mayor aún en el caso de los expósitos. Un caso también llamativo es el de un niño bautizado como Juan Boca de Oro, una adaptación al castellano del sobrenombre griego de San Juan Crisóstomo.

Desde luego, hay que contar con que los niños alojados en esta institución caritativa no tenían una situación normal, llegaban continuamente, necesitaban un nombre y la imaginación de los responsables del Hospital se agotaba… Esto hizo que se les bautizara a menudo con antropónimos que extraían del santoral, el del día de su bautismo o su nacimiento. De todas formas, si contrastamos los nombres de estos niños expósitos recogidos en los libros del Hospital de Santa Cruz con los del estudio que hizo C. García Gallarín (2007) sobre las partidas de bautismo en la madrileña parroquia de San Sebastián, en el siglo XVII, muchos datos concuerdan. En primer lugar, el dominio de los nombres Juan y Francisco para niños, y María y Catalina para niñas. También se observan adiciones al nombre María del tipo María de la Encarnación, seguramente debida a un deseo de diferenciación entre tantos casos iguales. Es el comienzo de la antroponimia basada en advocaciones marianas (Carmen, Dolores, Remedios, Amparo, Rocío, Milagros y otros tantos), tan característica de la cultura hispana.

En otro post hablaremos de los nombres de pila que se ven en la documentación del siglo XVIII, y ya adelantamos que las tendencias volverán a dar un giro.

D.V.

 

 

Para saber más

García Gallarín, Consuelo et allii, (1997), Antroponimia madrileña del siglo XVII. Historia y documentación. Madrid, Universidad Complutense.

García Gallarín, Consuelo (1998), Los nombres de pila españoles. Madrid, Ediciones del Prado.

Valero Collantes, Ana Cristina (2011), “Brianda de Acuña Vela, una nueva Santa Teresa en el Valladolid del siglo XVII”, en Francisco Javier Campos (coord.): La clausura femenina en el mundo hispánico: una fidelidad secular, pp. 177-192.