Cítara sin tilde

A lo largo de la investigación de nuestro equipo con documentos de archivo madrileños, la variedad de temas ha sido constante. Un asunto más que habitual han sido los documentos relativos a albañilería, ya que, al igual que en la actualidad, las reformas han sido siempre necesarias en la vida cotidiana. En concreto, las instituciones benéficas tenían esta demanda de manera constante, ya que se ocupaban de edificios que albergaban un considerable número de personas. Por no hablar de la antigüedad de de muchos de ellos, un factor que agravaba su mal estado. Este sería el caso del conocido colegio de San Ildefonso, a quien dedicaremos algunas entradas en este blog.

Esta institución es famosa hoy en día porque sus alumnos cantan los números en la Lotería de Navidad, pero en realidad tiene una larguísima tradición, ya que proviene del antiguo colegio de Niños de la Doctrina Cristiana, fundado en el siglo XVI. Generación tras generación, este centro estaba destinado a niños varones huérfanos (de padre) naturales de Madrid, que recibían formación cristiana (de ahí la «Doctrina»), lectoescritura y un oficio del que vivir. En la actualidad, mucha de su documentación histórica está en el Archivo de Villa de Madrid, donde hemos podido acceder a ella (Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga 2019).

Ya con una larga historia atrás, en el siglo XVIII se debieron hacer varias reformas al colegio por sus múltiples problemas estructurales y, por ello, conservamos los correspondientes informes. Uno de ellos es el que hizo y firmó Teodoro Ardemans[1], arquitecto del ayuntamiento de Madrid, el 28 de julio de 1705[2], con el fin de establecer las reformas necesarias para las cuevas de San Ildefonso. Como otros documentos de obras, la pieza es una espléndida muestra de vocabulario de la construcción, como arcos, bóveda, engarces, escalera, apeldañado, macho, nave, pared, testero, tiro ‘tramo de escalera’. Destaca la formación de voces técnicas derivadas de sustantivos con el sufijo -ado/a, como apeldañado, tavicado y azitarado. Mientras que las primeras provienen de peldaño y tabique (así como del verbo tabicar, ‘poner tabiques’), la última proviene de una voz árabe, acitara o citara. En el DLE se recoge con la forma acitara, con la definición primera de «Pared cuyo grueso es solo el de la anchura del ladrillo común». Las acepciones siguientes, ‘conjunto de tropas’ y ‘cojín o almohada’ se alejan del sentido que tiene en el informe de San Ildefonso, como se puede ver en este fragmento:

Como entramos por mano diestra se á de hacer una pared de alvañilería a todo su largo por dos pies de gruesso y alto ocho pies, dejando sus engarzes para cuatro arcos de dos pies por uno de rosca y los intermedios tavicados y el testero y toda la bajada desde el segundo tiro de la escalera azitarado y tavicado de calidad que desde dicho segundo tiro avajo todo á de quedar bestido de fábrica de alvañilería y recorrido todo el apeldañado de la escalera.

La palabra citara o acitara proviene del árabe sitâra (DCECH) y, pese a la semejanza, no tiene relación alguna con el instrumento musical, la cítara, ya que este es un término latino de origen griego, κιθάρα, que ha quedado como cultismo para designar una especie de lira que se toca con púa, tanto en la Antigüedad como en la actualidad en algunos países de Europa. En cambio, del mismo étimo latino adaptado del griego tenemos una voz plenamente integrada en el castellano, guitarra, que llegó a través del árabe, según Corominas y Pascual (DCECH), que también indican que cítara tuvo un resultado patrimonial menos conocido, ya que del latín vulgar CĬTĔRA se formó cedra, documentada en Berceo (s. XIII), junto a una forma semiculta, cítola, igualmente empleada en textos medievales.

Por lo tanto, el acitarado del informe de Ardemans no es sino un derivado de citara, uno de los numerosos arabismos que se han heredado en castellano en el ámbito de la construcción, algunos plenamente vigentes en la lengua actual (adobe, albañil, tabique) y otros menos usados (alarife ‘maestro de obras’, jaharrar ‘cubrir con cal’). Una prueba más de que los documentos de obras nos muestran a menudo pequeñas joyas léxicas.

Firma de Teodoro Ardemans al final del informe (Archivo de Villa de Madrid, Secc. 2, 296, 44, 4-5)

Delfina Vázquez Balonga

Imagen: Pixabay

Para saber más:

DCECH = Corominas, J. y Pascual, J. A. (1980): Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico. Madrid: Gredos.

DLE= Diccionario de la Lengua Española. Disponible en < http://dle.rae.es/?id=DgIqVCc&gt;

Sánchez-Prieto Borja, P. y D. Vázquez Balonga (2019): La beneficencia madrileña. Lengua y discurso en los documentos de los siglos XVI al XIX. Madrid: Ediciones Complutense.


[1] Teodoro Ardemans (1661-1726) fue uno de los más destacados arquitectos del barroco tardío español, maestro mayor de las catedrales de Granada y Toledo, además de los Reales Sitios de la Granja. Fue importante asimismo su labor como pintor.  

[2] Archivo de Villa, Secc. 2, 296, 44, 4-5

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