El 9 de noviembre es fiesta en Madrid debido a que es el día dedicado a su patrona, la Virgen de la Almudena, cuya devoción se puede ver en numerosos testimonios escritos; sin ir más lejos, en nuestro corpus CODEA tenemos el testamento del tratante de fruta Pedro Martín (1652, CODEA 1509), que manda que a su entierro acudan cofradías, entre ellas, «las de Nuestra Señora de la Almudena».
Pero en esta entrada nos interesa especialmente el origen y recorrido de la denominación Almudena, de la que bastante se ha escrito. Casi todos los investigadores tienen claro que la voz proviene del árabe al-mudáyyina, ‘la ciudadela’, diminutivo de madina ‘ciudad’ (DCECH), que ha dado lugar, igualmente, al topónimo Almudaina (Alicante) y algunas denominaciones como el conocido palacio de la Almudaina en Palma de Mallorca o la Torre de la Almudaina de Alicante. La leyenda que sitúa el hallazgo de la imagen primitiva de la Virgen en la fortaleza árabe de la villa, cerca de donde estaba una de las puertas de acceso, explica que se denominara así a la advocación. Precisamente, la calle Mayor de Madrid, correspondiente a esta zona, se llamó hasta finales del siglo XIX «Real de la Almudena» (Ramos y Revilla 2007: 23). Hay que señalar que el historiador Jerónimo Zurita (1512-1580) mencionó la «almudena» como el «alcázar de la ciudad» (DCECH).
Curiosamente, el étimo al-mudáyyina no ha prosperado como sustantivo común en español, aunque durante años se creyera que sí y fuera incluido en los diccionarios debido a una falsa creencia. Como indica Jaime Oliver Ansín, en su Historia del nombre Madrid (1958), se creía que almudena provenía de almudín, ‘alhóndiga’. Como recoge este autor, Paravicino (1580-1633) dice que almudena y alhóndiga «son ambos nombres». De acuerdo con Corominas y Pascual, no es posible que a partir de un sufijo una voz como almudí pudiera derivar en almudena (DCECH); sin embargo, la existencia de la voz almud (del árabe clásico al-múdd), una medida de capacidad de áridos, hacía más sólida la relación de la voz con un pósito de trigo. Así, por ejemplo, en Autoridades (1726), se recoge almudena como «Nombre próprio de las casas públicas donde se guardaba el trigo». También, de manera incorrecta, asocia el nombre al mismo origen que almunia, ‘huerto, granja’, del árabe almúnya, ‘quinta’, además de almuña y almona. Este fenómeno no solo se da en la obra académica, ya que Terreros (1786) también recoge almudena como «pósito de trigo». Todavía el diccionario académico de 1947 publicó esta vinculación: almudena aparece como ‘alhóndiga’ y procedente de almudín.
Por cierto, la voz almud aparece en varias ocasiones en el corpus CODEA; el primer testimonio es de Toledo en 1213 (CODEA 2169), pero se pueden encontrar incluso bien entrado el siglo XVII. Además, encontramos la variante almude: «una cuartilla y un medio almude» (CODEA 2231, La Nava de Santiago, Badajoz). Esta forma se encuentra en otros documentos de la época en Extremadura (Sánchez Sierra, 2019), así como en el corpus CorLexIn.
Por lo tanto, nuestra Almudena sería el resultado esperado de esta al-muddáyina, pero en forma de nombre propio que, a su vez, ha pasado como antropónimo femenino. Eso sí, muy reducido a su uso en España y, en concreto, entre madrileñas: podemos citar, cómo no, a la escritora Almudena Grandes (1960-2021) como una de sus portadoras más célebres. La terminación en -a, asociada a los nombres de género femenino, ha podido ayudar a la extensión del nombre. Este, sin embargo, no tuvo demasiado empuje, al contrario que otras advocaciones marianas. En la base CORDE no se encuentra apenas rastro y una de las presencias más destacadas es la del ciego marroquí Almudena en la novela Misericordia (1898) de Benito Pérez Galdós. Precisamente, la elección de este apodo para este personaje, llamado realmente Mordejai, parece demostrar que en esta época aún no se asociaba demasiado al repertorio onomástico femenino [1].
Como uno de los testimonios más antiguos se puede citar un texto de Julio Casares, publicado en 1916 en La Nación (Madrid) y también disponible en CORDE, aparece un personaje ficticio de nombre Almudenita, hija de un matrimonio madrileño. Según el INE, en la actualidad el nombre es portado por 30 517 mujeres, con más presencia en Madrid y provincias cercanas como Ávila, Toledo y Guadalajara. Mientras que en las nacidas en las décadas de 1930-1940 la presencia del nombre es prácticamente nula, en el período 1960-1990 se produjo la mayor frecuencia, para luego decaer, de manera que la media de edad es de algo más de 37 años. Por lo tanto, parece que es un antropónimo de extensión reciente, al menos fuera de la tradición local.
Delfina Vázquez Balonga.
Imagen: Joaquín Vázquez de Castro / Delfina Vázquez Balonga.
[1] Hay que decir que el nombre se impuso a partir de 1884 al cementerio de epidemias, que acabó siendo la necrópolis más importante de la ciudad.
Para saber más:
Autoridades = Real Academia Española de la Lengua (1726-1739): Diccionario de Autoridades. Disponible en el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española. https://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico
CorLexIn= Corpus Léxico de Inventarios. https://corlexin.unileon.es/
DCECH = Corominas, J. y Pascual, J. A. (1980): Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico. Madrid: Gredos.
Oliver Asín, Jaime (1958): «Historia del nombre Madrid», Agencia española de Cooperación Internacional, 1991.
Ramos, Rosalía y Fidel Revilla (2007): Historia de Madrid. Madrid: La Librería.
Sánchez Sierra, Diego (2019): Edición y estudio léxico de fuentes documentales extremeñas de los siglos XVI y XVII. Tesis doctoral. Universidad de Alcalá.