Tan fina para robar

El hospital  de Santa Cruz es conocido por muchos visitantes como un bello edificio plateresco situado en pleno centro de Toledo, que a día de hoy acoge un importante museo. Esta fundación benéfica que instituyó en el testamento el cardenal Pedro González de Mendoza (1428-1495) tuvo un papel muy relevante como hospicio para niños expósitos hasta el siglo XIX. Una vez que las competencias de protección social fueron asumidas por la diputación provincial de Toledo, su documentación pasó a esta y en la actualidad se custodia en el Archivo Provincial de Toledo. Entre los documentos relativos a expósitos que tenemos en CODEA+ 2022, podemos destacar esta interesante carta autógrafa de una mujer, Juana del Pozo, de la que hablaremos a continuación. Está disponible en dicho corpus con la referencia 2962 (enlace aquí).

La misiva está dirigida a “Juaquino (Joaquina) Ruano, ama mallor” del Hospital de Santa Cruz. Con fecha en Torrijos, en la misma provincia, de 1836. Por lo tanto, la mujer que escribe parece ser la encargada de mantener informada a esa otra mujer, Joaquina, que recibe el nombre de “ama mayor”. ¿Qué cargo era este? Lo cierto es en los hospicios se conocía así a las encargadas de recibir y distribuir a los niños para su crianza en diversos puntos donde estaban las nodrizas asalariadas (Rey Castelao, 2010). Debido a que no era posible el contacto fluido con las familias que criaban a los expósitos, es de suponer que hubiera personas de confianza de los hospicios para controlar cómo era la crianza en aquellos lugares, aunque ignoramos cuáles serían los criterios de selección. En cualquier caso, parece que Juana del Pozo, la autora de la carta, se ocupaba de informar al ama mayor; ambas debían saber leer y escribir, a la vista de cómo se comunicaban.

En su misiva, Juana del Pozo no parece estar contenta con la crianza de Rafaela, una niña del hospital, ya que el dinero destinado a ella no es suficiente. Acusa a la niña, de la que no sabemos su edad, de robar o sisar lo que gana por sí misma y de destrozar la ropa y el calzado: “si á de seguir conmigo á de ser sin ningún salario, pues á salido tan fina para robar que sobrepuja lo que á robado a lo que puede ganar (…) Y es tan cretina y estruidora que no tiene nada”. Pide, por ello, ayuda del ama para que el administrador de la institución tome medidas.

Aparte del contenido, la carta es llamativa porque, al estar realizada por la mano de una escriptora con cierta experiencia, pero no con alto nivel, se transparentan fenómenos muy claros del habla del área toledana. Por ejemplo, es patente la indistinción entre las palatales /y/ y /λ/ por efecto del yeísmo; así, escribe lla ‘ya’, mallor ‘mayor’, llo ‘yo’ y llerbas ‘yerbas’. En la parte de la carta en la que indica la destinataria, se ve una duda, ya que sobreescribe ll sobre y en «mallor». Por otra parte, se aprecia en alguna secuencia el debilitamiento de -s implosiva (final de sílaba), en casos como do ‘dos’ y modo ‘modos’ (“con do pesetas mensualmente”, “de todos modo”) que, si bien es excepcional, es una muestra de la pronunciación de la comarca de Torrijos (García Mouton y Moreno Fernández, 2003).

La omisión de las consonantes finales de sílaba se encuentra también en aministrador ‘administrador’, además de la frecuente simplificación de /ks/ en espresiones ‘expresiones’, algo muy común en la escritura manuscrita del siglo XIX. La escriptora también neutraliza las líquidas (delantar ‘delantal’), omite la r en contexto de sinfones (estagos ‘estragos’), todo muy frecuente en escritura de manos menos hábiles. La omisión de -d- en la secuencia -ado (vidriao ‘vidriado’), la d- inicial (estruidora por ‘destruidora’) y el cierre de la vocal átona (Juaquina ‘Joaquina’) son fenómenos igualmente extendidos en todo el ámbito hispánico. Prueba de la falta de pericia es también alguna confusión de concordancia de género (otrro cosa) También hay errores muy habituales en los usos gráficos básicos (Almeida Cabrejas, 2014), como repetir elementos (aminiistrador, otrro) u omitirlos (made ‘mande’), además de algunos usos como q en lugar c (inqlusa) o gi por gui (segir).

En el nivel morfosintáctico, la escritura de Juana del Pozo refleja usos laístas, de acuerdo con lo generalizado en el área central peninsular (“la escribo” [a Joaquina Ruano]”; “y otro nuevo que llo la di” [a Rafaela]), pero también se produce el uso de le después del pronombre se (“se le á hecho un vestido de percal” [a Rafaela]). El único diminutivo empleado es -ito, el general en esta época en el área (Fernandita). La forma de tratamiento elegida es usted, que aparece explícita en la forma de imperativo («Ágame usted el favor», «Dé usted espresiones»).

El vocabulario empleado por Juana es fácilmente identificable. Encontramos léxico relativo a la indumentaria comprada para la expósita (çapatos, camisa, vestido, medias, pañuelo, delantar), así como los tejidos (percal, indiana). Hay que apuntar que el pañuelo de yerbas mencionado es, según el DLE, «pañuelo de tela basta, tamaño algo mayor que el ordinario y con dibujos estampados en colores comúnmente oscuros».

Vale la pena, asimismo, detenerse en los adjetivos calificativos aplicados a Rafaela. En primer lugar, en la expresión «tan fina para robar» detectamos el significado de fino como «sagaz, astuto», que recoge Academia 1803. Este mismo diccionario recoge «destruidor» («tan cretina y estruidora«) como «que destruye», hoy en día menos frecuente que destructor. En cuanto a cretina, otro adjetivo con el que Juana califica a la niña, proviene del antiguo francés crétin y, curiosamente, no está hasta 1853 en el diccionario de Domínguez, como «sujeto afectado de cretinismo», es decir, una enfermedad que afecta al desarrollo intelectual y orgánico. También es más tardío en la base CORDE (1861, Pedro Antonio de Alarcón). Sin embargo, por la carta podemos concluir que el uso era más temprano y, además, se aplicaba habitualmente como sinónimo de ‘necio’, y no solo por las personas afectadas de esta enfermedad específica.

En resumen, la carta de Juana del Pozo es una verdadera joya que atestigua no solo la escritura femenina, sino también aquellos textos de mano no profesional, de formación intermedia o baja, que se comunicaba por carta y reflejaba su manera de hablar habitual. Gracias a este tipo de testimonios, podemos ver cómo era la lengua de diferentes estamentos sociales, así como de las variedades del español que se podían distinguir en los escriptores. La ampliación del corpus CODEA hasta 1900 ha permitido que encontremos con más facilidad esta escritura, en la que, además, tuvieron un papel ascendente las mujeres alfabetizadas.

Delfina Vázquez Balonga.

Para saber más:

Almeida Cabrejas, Belén (2014): «Scriptores con bajo y medio nivel socioeducacional en documentos del siglo xix del Archivo Municipal de Alcalá de Henares», en Díaz Moreno, R. y B. Almeida Cabrejas (2014): Estudios sobre la historia de los usos gráficos en español. Lugo: Axac, pp. 167-210.

CODEA+ 2022 = Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1900 (CODEA+ 2022). https://www.corpuscodea.es/

García Mouton, Pilar y Moreno Fernández, Francisco (2003): Atlas Lingüístico y Etnográfico de Castilla-La Mancha (ALECMAN). https://alecman.web.uah.es/

Rey Castelao, Ofelia (2010): «Trabajando a cubierto. Las empleadas institucionales a finales del Antiguo Régimen».

Viernes Santo, 1803

En la anterior entrada habíamos explicado la importancia de la documentación del Colegio de San Ildefonso, conocido también en otros tiempos como Colegio de los Niños de la Doctrina, institución educativa que sigue activa a día de hoy en el corazón de Madrid. De los muchos asuntos que se trata en sus documentos conservados en el Archivo de Villa, uno es el relacionado con las actividades que solían desempeñar los internos para costear sus numerosos de mantenimiento. Muchos colegiales huérfanos o «de la doctrina» de la corte y otros lugares eran llamados para desfilar en los funerales a cambio de una limosna, y su presencia era requerida por muchos fieles, como el mismo Pedro Calderón de la Barca, que en su testamento (1681) indica lo siguiente para sus exequias en Madrid:

«Y asimismo les suplico que para mi entierro no conviden más acompañamiento que doce religiosos de San Francisco, y a su Tercera Orden de hábito descubierto, doce sacerdotes que acompañen la cruz, doce niños de la Doctrina y doce de los Desamparados» (Edición de Antonio Matilla Tascón, 1983, CORDE)

Además de su actividad en los entierros y su aún vigente presencia en la lotería, otra de sus funciones era participar en las procesiones de Semana Santa, como indica Mesonero Romanos en su Manual de Madrid, publicado 28 años más tarde: «asisten a las procesiones y entierros, y sacan los números de la lotería».

Esta última actividad aparece precisamente en el documento que hemos elegido para comentar. Se trata de una carta escrita por Ángel González Barreiro, seguramente un cargo del ayuntamiento de la capital, al rector de San Ildefonso, Cándido Pérez Medel, el 21 de marzo de 1803 (Archivo de Villa de Madrid, Secc. 2, 298, 11, 4 ). En el corpus ALDICAM es el número 569. En la misiva, González Barreiro comunica que se ha requerido desde la Congregación del Santísimo Cristo de la Fe, ubicada en la parroquia de San Sebastián, un coro de 18 niños del colegio, por lo que su presencia requeriría seguramente de algún tipo de interpretación musical. Por otra parte, señala que se ha aceptado que los niños del colegio tomen un almuerzo durante el transcurso de la procesión del Viernes Santo, ya que emplean mucho tiempo, «desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde», además del «quebranto que sufren». Para pagar la asistencia de los niños en la procesión y su correspondiente tentempié, se ha acordado un gasto de 160 reales de vellón.

En el nivel gráfico, este documento muestra las clásicas abreviaturas de la época: S<eñor>, S<antisi>mo, Mad<rid>, Ygl<esia>, entre otras. Igualmente se encuentra un uso gráfico habitual en las primeras décadas de 1800, la h antietimológica («haya disposición de que puedan hir«). En los usos de v/b, se destaca la preferencia del escriptor por formas del verbo haber con v havia convenido»), aunque la Academia ya impuso en su Diccionario de Autoridades (1734) la grafía con b, pero sin aplicación inmediata ni obligatoria en la escritura habitual. Lo mismo sucedió con deberdeve contribuir»), que ya en el diccionario académico se prefería con la forma actual, sin reflejo en la mano de González Barreiro. Por otro lado, el uso de mayúsculas se ajusta a lo convenido en la norma actual, ya que se ve en nombres propios («Perales», «Madrid», «Portago», «Angel», «Viernes S<anto>», «R<eal> Congregacion»), pero también en elementos en los que se debería poner minúscula, al ser verbos o sustantivos sin ninguna denominación especial («Comisario», «Niños», «Almorzar», «Procesion»).

Como en otras cartas de nivel formal de la época, en este texto se encuentra un considerable uso del adjetivo antepuesto con valor anafórico («referido excelentísimo señor», «expresados señores», «dichos niños»), aunque también con otros contextos («tan dilatado tiempo»). En el vocabulario, primero hay que llamar la atención sobre los términos inteligencia y quebranto. La primera de ellas es asociada en la lengua actual a la capacidad de entender; sin embargo, en nuestra carta forma parte de una locución dentro del siguiente fragmento: «

«havía combenido con el referido excelentísimo señor en que contribuya la citada congregazión con 160 reales vellón por los 18 niños en consideración a que se les ha de dar también de almorzar para que puedan resistir, cuyo estipendio se deverá pagar siempre que se pidan y haya disposición de que puedan ir. Y en su inteligencia acordó aprobarlo y que se noticiase a V.M.».

En este caso, el diccionario de la Academia de 1803 registra «En inteligencia» como «En concepto, en el supuesto, en la suposición», por lo que se aleja del sentido más usado hoy en día. Por otra parte, quebranto es empleado en esta ocasión como ‘cansancio, agotamiento’, por lo que se infiere de la carta. No obstante, el término ha decaído, y la acepción quizá más conocida es ‘dolor, aflicción’.

No podemos olvidar el vocabulario relacionado con las instituciones benéficas, en concreto, los cargos de comisario y rector que correspondían al colegio de San Ildefonso. Según el citado diccionario de 1803, la voz comisario sería «el que tiene poder y facultad de otro para para executar alguna orden o entender algún negocio», si bien en este caso, estaría ceñido a las ordenanzas de San Ildefonso. Asimismo, rector puede ser «el que rige o gobierna», pero, en este caso, lo más adecuado es «el superior a cuyo cargo está el gobierno y mando de alguna comunidad o colegio». En cuanto al vocabulario de la Semana Santa, encontramos el conocido hermano mayor, además de carrera, referida al recorrido de la procesión, que en la edición de 1803 no está, aunque sí como «calles destinadas para alguna función pública o solemne».

Delfina Vázquez Balonga

Imagen: Pexels

Para saber más:

  • Mesonero Romanos, Ramón (1831): Manual de Madrid. Descripción de la corte y de la villa. Madrid: Imprenta de D.M. de Burgos.
  • Sánchez-Prieto Borja, Pedro y Delfina Vázquez Balonga (2019): La beneficencia madrileña. Lengua y discurso en los documentos de los siglos XVI al XIX. Madrid: Ediciones Complutense.

Cítara sin tilde

A lo largo de la investigación de nuestro equipo con documentos de archivo madrileños, la variedad de temas ha sido constante. Un asunto más que habitual han sido los documentos relativos a albañilería, ya que, al igual que en la actualidad, las reformas han sido siempre necesarias en la vida cotidiana. En concreto, las instituciones benéficas tenían esta demanda de manera constante, ya que se ocupaban de edificios que albergaban un considerable número de personas. Por no hablar de la antigüedad de de muchos de ellos, un factor que agravaba su mal estado. Este sería el caso del conocido colegio de San Ildefonso, a quien dedicaremos algunas entradas en este blog.

Esta institución es famosa hoy en día porque sus alumnos cantan los números en la Lotería de Navidad, pero en realidad tiene una larguísima tradición, ya que proviene del antiguo colegio de Niños de la Doctrina Cristiana, fundado en el siglo XVI. Generación tras generación, este centro estaba destinado a niños varones huérfanos (de padre) naturales de Madrid, que recibían formación cristiana (de ahí la «Doctrina»), lectoescritura y un oficio del que vivir. En la actualidad, mucha de su documentación histórica está en el Archivo de Villa de Madrid, donde hemos podido acceder a ella (Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga 2019).

Ya con una larga historia atrás, en el siglo XVIII se debieron hacer varias reformas al colegio por sus múltiples problemas estructurales y, por ello, conservamos los correspondientes informes. Uno de ellos es el que hizo y firmó Teodoro Ardemans[1], arquitecto del ayuntamiento de Madrid, el 28 de julio de 1705[2], con el fin de establecer las reformas necesarias para las cuevas de San Ildefonso. Como otros documentos de obras, la pieza es una espléndida muestra de vocabulario de la construcción, como arcos, bóveda, engarces, escalera, apeldañado, macho, nave, pared, testero, tiro ‘tramo de escalera’. Destaca la formación de voces técnicas derivadas de sustantivos con el sufijo -ado/a, como apeldañado, tavicado y azitarado. Mientras que las primeras provienen de peldaño y tabique (así como del verbo tabicar, ‘poner tabiques’), la última proviene de una voz árabe, acitara o citara. En el DLE se recoge con la forma acitara, con la definición primera de «Pared cuyo grueso es solo el de la anchura del ladrillo común». Las acepciones siguientes, ‘conjunto de tropas’ y ‘cojín o almohada’ se alejan del sentido que tiene en el informe de San Ildefonso, como se puede ver en este fragmento:

Como entramos por mano diestra se á de hacer una pared de alvañilería a todo su largo por dos pies de gruesso y alto ocho pies, dejando sus engarzes para cuatro arcos de dos pies por uno de rosca y los intermedios tavicados y el testero y toda la bajada desde el segundo tiro de la escalera azitarado y tavicado de calidad que desde dicho segundo tiro avajo todo á de quedar bestido de fábrica de alvañilería y recorrido todo el apeldañado de la escalera.

La palabra citara o acitara proviene del árabe sitâra (DCECH) y, pese a la semejanza, no tiene relación alguna con el instrumento musical, la cítara, ya que este es un término latino de origen griego, κιθάρα, que ha quedado como cultismo para designar una especie de lira que se toca con púa, tanto en la Antigüedad como en la actualidad en algunos países de Europa. En cambio, del mismo étimo latino adaptado del griego tenemos una voz plenamente integrada en el castellano, guitarra, que llegó a través del árabe, según Corominas y Pascual (DCECH), que también indican que cítara tuvo un resultado patrimonial menos conocido, ya que del latín vulgar CĬTĔRA se formó cedra, documentada en Berceo (s. XIII), junto a una forma semiculta, cítola, igualmente empleada en textos medievales.

Por lo tanto, el acitarado del informe de Ardemans no es sino un derivado de citara, uno de los numerosos arabismos que se han heredado en castellano en el ámbito de la construcción, algunos plenamente vigentes en la lengua actual (adobe, albañil, tabique) y otros menos usados (alarife ‘maestro de obras’, jaharrar ‘cubrir con cal’). Una prueba más de que los documentos de obras nos muestran a menudo pequeñas joyas léxicas.

Firma de Teodoro Ardemans al final del informe (Archivo de Villa de Madrid, Secc. 2, 296, 44, 4-5)

Delfina Vázquez Balonga

Imagen: Pixabay

Para saber más:

DCECH = Corominas, J. y Pascual, J. A. (1980): Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico. Madrid: Gredos.

DLE= Diccionario de la Lengua Española. Disponible en < http://dle.rae.es/?id=DgIqVCc&gt;

Sánchez-Prieto Borja, P. y D. Vázquez Balonga (2019): La beneficencia madrileña. Lengua y discurso en los documentos de los siglos XVI al XIX. Madrid: Ediciones Complutense.


[1] Teodoro Ardemans (1661-1726) fue uno de los más destacados arquitectos del barroco tardío español, maestro mayor de las catedrales de Granada y Toledo, además de los Reales Sitios de la Granja. Fue importante asimismo su labor como pintor.  

[2] Archivo de Villa, Secc. 2, 296, 44, 4-5