Las tres firmas de Ana Francisca de Borja

  • 1662: Universidad de Kentucky, Margaret I. King Library, Manuscript Documents from Spain, caja 2/155
  • 1684: Hispanic Society of America, colección Altamira, 12-IV-4
  • Fernández de Béthencourt, Francisco (1902). Historia genealógica y heráldica de la monarquía española: casa real y grandes de España, volumen 4, pp. 167.
  • Fundació Francisco de Borja Moll / Instituti d´Estudis Catalans (en línea), Diccionari Català-Valencià-Balear.
  • García-Fernández, Miguel (2012): «La huella de la casa condal de Lemos: del Consejo de Indias al Virreinato del Perú», en Luces olvidadas en el Nuevo Mundo. Nobles y gallegos en el Gobierno de la América Virreinal. Madrid: Colectivo.
  • Márquez de la Plata, Vicenta (2022): Viajeras a través del mar tenebroso en los siglos XV-XVI. Madrid: Casiopea.
  • Sáez González, Manuela (2017): «Los condes de Lemos y Perú: el virrey don Pedro Antonio Fernández de Castro, X conde de Lemos», en Anales del Museo de América, XXV, pp. 137-148.

«Mujer, Nobleza y Poder»: una exposición imprescindible

Carta de Isabel II para la marquesa de Novaliches (María del Carmen Álvarez de las Asturias), aya de su hija mayor, Isabel, a mediados del s. XIX. Foto: Belén Almeida.

La condesa de Superunda (1816)

Los briganes

Como ya dijimos en una entrada reciente, con el nuevo proyecto de CODEA[1] tenemos como objetivo añadir documentación del siglo XIX. Esto nos facilita el acceso a todo tipo de papeles de gran interés producidos durante la Guerra de la Independencia y, por otro lado, se amplían las posibilidades de acceso a la escritura femenina. Una de las piezas que hemos transcrito últimamente tiene precisamente estas dos características: fue escrita en plena invasión napoleónica por una mujer, aunque ignoramos si hubo delegación gráfica. En concreto, es una carta enviada por una mujer llamada María Luisa Íñiguez de Betolaza desde San Asensio, La Rioja, en 1811. Pertenece a un fondo nobiliario, el del ducado de Baena, y está disponible en PARES[2].   

En ella, la mujer se dirige a don Manuel de la Hera, “por indisposición de mi marido”, para tratar el envío de doce mil reales, seguramente pagos de rentas, pero se detiene en las causas por las que no quiere entregar en persona el dinero, después de haberlo hecho la última vez en compañía de un sacerdote vecino de su pueblo, una hija y unos mozos “de escolta”. Al parecer, en la zona había asaltantes de caminos, y así lo explica: 

“Viva usted persuadido, a que una vez lo é echo solo por servir a usted, pero que que no lo bolveré a hacer en lo sucesibo, pues no estando uno seguro en su casa por los continuados robos que experimentamos todos los días, ¿qué seguridad hallaremos en un camino, cuando a cada paso es un tropiezo? Yo por mi indisposición no pude acompañar al sacerdote y demás conductores, pero me acaban de informar que en el camino les asaltaron una cuadrilla de briganes y que, a no haber sido el respeto que causa una señora en un camino seguramente hubiera caído en poder de ellos el caudal”.

Más adelante, María Luisa insiste en la peligrosidad de los caminos: “pues cada paso que se da en estos tiempos es un peligro, y para comprobación de esto son los robos frecuentes que se hacen ya en Nájera, Briones y estas últimas noches en este pueblo, sin que haya resistencia para ellos”. Hay que recordar que, en plena Guerra de la Independencia, la inseguridad ya habitual en los caminos se multiplicó. Pese a todo, parece que la noticia del asalto no fue demasiado trágica, ya que, al parecer, el “respeto que causa una señora” evitó que se quedaran con el dinero. Muy optimista nos parece María Luisa, ya que los asaltantes no solían detenerse ante la presencia de ningún viajero, hombre o mujer.

En el aspecto lingüístico, hay que llamar la atención, en esta parte de la carta, sobre el uso de la palabra para los bandoleros, briganes. Su presencia no está en el DLE aunque, eso sí, tenemos la variante brigante, que está también en el NTLLE en la edición de 1936. En ella, además, se da una información de gran interés: “Bandolero, vergante. Dictado aplicado por los franceses a los guerrilleros españoles de la Guerra de la Independencia”. Después no se ve más brigante hasta la versión actual en línea.

Si buscamos en el NTLLE el ítem brigán, el mismo que aparece en nuestra carta,se nos remite a la edición académica de 1927 como voz propia del español de Venezuela: “Venez. Galicismo por bandolero, bandido”. En cambio, estamos cerca de afirmar era una voz en uso en el castellano de la primera mitad del siglo XIX. Casi a la vez que María Luisa escribe su carta, encontramos en la prensa absolutista el empleo de la palabra. En primer lugar, en un número de El tío Tremenda (1813), que recrea el habla popular en una arenga contra los liberales: “Entonces celebramos a los que nos libertaban del yugo infame; pero ahora es la primera vez que han visto nuestros ojos soldaos a manta, y no briganes, ni cuadrillas”. En otra publicación hermana, La tía Norica (1815),volvemos a ver otro ejemplo de la voz brigán: “Nosotros no vamos a representar aquel papel antiguo; ahora vamos a ser trataos como unos arrastraos, ladrones, salteadores, briganes y malhechores”. Curiosamente, en el mismo ejemplar, se hace uso de la palabra, esta vez con grafía francesa: “Los Soberanos reunidos en Viena han declarado a Bonaparte por un bandido (brigand) puesto fuera de la ley de las naciones”.

De acuerdo con la información de 1936, la voz se debió extender en la Guerra de la Independencia; un testimonio es el que da Juan Valera en su obra Las ilusiones del doctor Faustino (1874), que relata la vida de su protagonista en tiempos de la invasión francesa: “y el cura susodicho [Fernández] se reposaba sobre sus laureles y había depuesto las armas, después de haber sido, durante cinco o seis años, en la serranía de Ronda y por casi toda la extensión de las provincias de Córdoba y Málaga, caudillo animoso de una cuadrilla de patriotas, que los franceses apellidaban briganes”.

La voz brigán también pasó a América; gracias a CORDE, podemos ver su uso, eso sí, como claro galicismo, en un poema de 1853, Paulino Lucero, del argentino Hilario Ascasubi, “todita su vida fué, / lo mesmo que ha dicho usté, / un brigán o salteador / ¡Le cae tan lindo en francés / brigán a Rosas, ahi-juna!”. En el Diario del Gobierno de la República Mexicana (20 de noviembre de 1843), se puede leer la referencia a “Los Briganes de Schiller”, una obra que normalmente es traducida como Los bandidos, del alemán Die Räuber (1781). Como sucedió con otros préstamos del francés, parece que brigán perdió popularidad a lo largo del siglo XIX, y tan solamente sobrevivió la forma brigante, que aparece con el mismo sentido en algunos textos decimonónicos y en las mencionadas ediciones del diccionario académico. Las voces más generales bandolero y bandido triunfaron y se han mantenido en el español actual, asociadas a aquellos que actuaban en cuadrillas en los maltrechos caminos de la España del siglo XIX.

Delfina Vázquez Balonga

Imagen: Eugenio Lucas Velázquez, «Bandoleros» (h. 1860). Madrid, Museo del Prado.

Para saber más:

CORDE = Real Academia Española de la Lengua: Corpus Diacrónico del Español. Disponible en https://www.rae.es/recursos/banco-de-datos/corde

Hemeroteca Digital de la BNE. http://www.bne.es/es/Catalogos/HemerotecaDigital/

NTLLE = Real Academia Española de la Lengua: Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua española. Disponible en https://www.rae.es/obras-academicas/diccionarios/nuevo-tesoro-lexicografico-0

Cómo citar esta entrada:

Vázquez, Delfina (2021): “Los brigantes”. TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de []


[1] Proyecto MINECO “Corpus de documentos españoles anteriores a 1900 (CODEA+ 2020)”, FFI2017-82770-P

[2] Archivo Histórico de la Nobleza, BAENA, D.362, D.1-408. Disponible en el Portal de Archivos Españoles: http://pares.culturaydeporte.gob.es/inicio.html

Todas dicen I hate you: el padre de la princesa de Éboli en una selección de cartas

Parafraseamos el título que se dio en España a la película de Woody Allen Everyone says I love you, Todos dicen I love you, porque, al contrario de lo que sucede en el film, el sentimiento que parece despertar en la mayoría de las personas de su entorno el padre de Ana de Mendoza, princesa de Éboli, es rechazo, desprecio y enfado, como veremos a lo largo de esta entrada.

Cuando a Ruy Gómez de Silva le ofreció Felipe II casarlo con una dama de la alta nobleza castellana, estaba haciéndole una gracia, porque el portugués Ruy Gómez, aunque noble, no era de la alta nobleza. Pero no era todo tan bonito. Diego Hurtado de Mendoza y de la Cerda, duque de Francavilla, y padre de la novia, llegó a ser virrey de Aragón, presidente del consejo de Italia y virrey de Cataluña, pero su carácter difícil ocasionaba problemas por doquier. Además, sus continuas infidelidades eran motivo de escándalo, y se llevaba a matar con su mujer y su hija.

Ruy Gómez de Silva, más de 20 años mayor que su mujer y fuera de España (acompañando a Felipe II) en los primeros años de su matrimonio, intentó hacer de pacificador (con escaso éxito). A él llegaban, y se conservan, cartas de muchas personas, entre las que no escasean las referencias a su suegro. Al conde de Mélito y prícipe de Éboli le escribían su mujer, Ana de Mendoza; su suegra, Catalina de Silva; la hermana del duque de Francavilla, María de Mendoza; la dama portuguesa Lianor Manuel y hasta Juana de Austria, hermana de Felipe II, y todas tienen algo que decir sobre su suegro y, con frecuencia, también sobre todo lo que Ruy Gómez de Silva hace mal al tratar con él (no le deja las cosas claras, es demasiado suave o no da con el truco para llevarle). Pero quien más indignado está con cómo trata Ruy Gómez a su suegro es justamente su suegro.

Nos basamos en una selección de cartas conservadas en el Archivo General de Simancas; todos los datos sobre las cartas se encuentran al final de la entrada, en «Para saber más».

Ana de Mendoza se muestra furiosa con su padre en numerosas misivas a su marido. La jovencísima condesa (tenía unos 17-18 años en este momento) es una maestra de la ironía. En una carta, se queja:

[el duque (esto es su padre)] está en su Pastrana mandando desde allí cosas muy buenas: unas beces diciendo que si sabe qué criado suyo me sirbe que le á de mandar acer un castigo grandísimo y despedille, otras mandándome quitar el comer

y tras recorrer las principales quejas de su padre, concluye:

Estas y otras cien mil niñerías dice, que para quien no lo es [un niño] es mucho de reír.

En otra carta, recomienda a su marido que sea más decidido con su suegro:

sería bien tomar an<t>’el duque nuebo camino, como es no escribille tan manso, sino metiéndole más en la raçón, pues en esto no se pierde nada, tiniendo yo entendido lo poco que aprobechan todos los caminos que fueren por esta bía de no dalle a’ntender cuánto se desautoriça en todo esto que trata

Desautorizarse, es decir, perder la autoridad, es una constante en estas cartas, como veremos más abajo.

Catalina de Silva, mujer del duque y madre de Ana de Mendoza, y por tanto suegra de Ruy Gómez de Silva, escribe a su familiar Juan de Escobedo para quejarse tanto del duque como de su yerno. Dice de su yerno:

no sé que paciencia me basta a mí viendo que el conde entiende todo esto y que esté tan favorable con él [es decir, con el duque, marido de Catalina], que no solo le pierde la hazienda, mas se desautoriza, y tan contrario comigo, que con hazienda y vida le sirvo

Y concluye que la excesiva blandura que Ruy Gómez muestra con su suegro se debe a una idea, para ella equivocada, que tiene su yerno:

toma lo que el duque haze con gran blandura. Á mucho que le oí dezir al conde que a los enemigos se avía de hazer más para ganallos que los amigos ganados

La hermana del duque, María de Mendoza, escribe también a Ruy Díaz para quejarse de cómo trata este al duque y del poco caso que hace de sus consejos (de los de la propia María). Se muestra preocupada por la ira del duque contra su familia:

el enojo del duque mi señor con mi señora la duquesa va tan adelante que a mí me da más pena de la que sabría decir, y nadie de los qu’estamos acá bastamos para matar este fuego, y él es bastante para destruyr esta casa

Aunque no le extraña, en parte, que su hermano se ponga así (“el modo qu’el duque tiene”), “porque cierto le an dado grandes ocasiones”.

Para María de Mendoza, lo que tendría que hacer Ruy Gómez de Silva es pedir al rey, con quien tiene gran confianza, que dé un cargo al duque: “si a el duque lo llamase el rey para servir su oficio se atajaría todo esto”.

Tras quejarse de “la poca cuenta que V. S. ace de mí en estos negocios”, ruega: “V. S. lo remedie con tiempo, pues puede, y no se quexe después de nadie sino de sí”, y amenaza: “Si V. S. no lo remedia no lloraré yo sola”.

También personas de fuera del núcleo familiar escriben al conde de Mélito para contarle sobre su suegro, como Lianor Manuel, una dama portuguesa cercana al conde que le escribe:

No escriví a vosa señoría todo este tiempo por me parecer que andava vosa señoría tan ocupado que le daría más pesadumbre con mis cartas de lo que le aría servicio; y en lo que toca al duque, su suegro de vosa señoría, no l’escriví sus baraúndas por no le dar pena

Y luego cuenta que “el duque andó tan desafinado que salió de todo término de razón”, pues

empeçó a echar sierpes por la boca, y de manera que me dixeron algunas personas que lo menos qu’él merecía era que la pricesa le mandase cortar la cabeça; i delamte de dom García me lo dixo una persona o dos de vós «nunca Maoma dixo más mal de la ley de Cristo». De mí no trato, porque no dixo sino qu’era una muy grande mintirosa, de que yo me reí arto, mas de lo que tocava a la pricesa no pude, porqu’eran cosas muy feas y muy mal dichas

Su consejo es el siguiente: Ruy Gómez de Silva debe apartar a su mujer, Ana de Mendoza, de sus padres, y no ser blando con su suegro:

Ermano Rodrigo, tenéis una mujer muy onrada y muy sesuda para su edad y para muchos más años de los que tiene. No os cumple tenella con sus padres en nenguna manera del mundo, porqu’en gran desauturidad vuestra andaron siempre a la escarapela  

Y mirá, a este voso sogro no le regaléis mucho porque os podrirá, que si os dixese cosas suyas nunca acabaría.

Juana de Austria, la hermana de Felipe II, también le recomienda que se separe de su familia política lo más que pueda:

de la vuestra [casa] no sé que os diga, porque sin ningún propósito an querido dar que hablar a las gentes […] yo’s doy mi fe que os é muy gran lástima si no’s desapegáis d’esta gente, porqu’es terrible

Pero llega el momento de hacer entrar al denostado duque, enfadado (él también) con su yerno por cómo ha intervenido en sus asuntos conyugales. Dice: de acuerdo, puede que la intención de su yerno fuera buena, pero “ubo algunos medios errados de que no puede Vmd. desculparse”, y le cuenta con detalle, “para que Vmd. entienda cómo no huvieran llegado estas cosas a los términos en que aora están si no fuera por Vmd”. Sigue:

dizen malas lenguas que dixo Vmd. a la duquesa con gran encarecimiento que pluiera a Dios que yo no huviera estado en Valladolid aquellos días qu’estuve allí, porque perdí mucha auturidad en cierta cosa que allí traté, la cual yo no niego.

Porque ¿quién le manda a Ruy Gómez de Silva hablar a la mujer del duque de la “cosa” que trató en Valladolid y de la autoridad que allí perdió? La duquesa, afirma el duque, nunca había sido celosa, nunca. “Ya Vmd. avrá sabido si traté yo con damas antes que Vmd. se casase”: pues la duquesa, como si nada. Su marido recuerda “cuán bien me sabía llevar la condición”. Pero eso era antes. Ahora, a pesar de que trata sus amores muy secretamente, la duquesa se lo reprocha: todo culpa del conde.

Enamoréme según dizen, y no sé cómo se pudo entender, tratando yo los amores tan secretamente como Vmd. vio; la duquesa tornó allí a dezirme a mí y a otros que le pesava por mi auturidad, porque Vmd. le avía dicho muchas vezes que yo la perdía […] y me vino a dezir un día estas palabras: “Señor, en todo cuanto tratáis y avéis tratado con doña María de Guzmán, yo juraré que avéis pecado venialmente, sino que se anda escandalizando estas cosas”.

Y es que, por mucha buena intención que el conde diga que tiene, ha cometido un error irreparable: este es

aver tratado Vmd. en Valladolid entre mí y la duquesa como entre dos cavalleros iguales que huvieran reñido, y entre marido y mujer es imposible que pueda aver igualdad, porqu’esto ni lo permiten las leyes divinas ni las humanas, y para traer todas las cosas a los términos qu’en semejantes casos se suele pretender, digo que yo daría siempre a entender a la mujer qu’es imposible poder salir con nenguna cosa que quiera contra la voluntad de su marido, y al marido dezille que se tiemple con su mujer y que la regale. Esta es la manera que se avía de tener, y con alivianar con las mujeres las culpas de los maridos suelen salir mejores efetos que d’encarecérselas.

También está el duque indignado con su hija, la condesa de Mélito:

Yo estoy tan indinado con la condesa por averme tocado en mi avturidad que podrá Vmd. tener en mucho que por su respeto procure de forçarme a ablalla y a disimular en alguna manera parte del enojo que tengo con ella; y aun después de salido yo de allí no á dexado de añadir pecado a pecado con algunas palabras que á dicho bien escusadas, y tratando estas cosas por tan ruines términos cuanto las pudiera tratar un grande enemigo mío.

En estas cartas personales, conservadas por una casualidad afortunada (aunque relacionada con el alto estatus social de los protagonistas) y por los desvelos de las personas que trabajan en los archivos, pueden verse con toda viveza, más de 450 años después, los sentimientos de personas que, a través de ellas, nos parecen cercanas. Su enfado, su ironía, sus razones o sinrazones nos llegan en una lengua inmediata y fresca que aún hoy es capaz de conmovernos.

Belén Almeida

Cómo citar esta entrada:

Almeida, Belén (2020): “Todas dicen I hate you: el padre de la princesa de Éboli en una selección de cartas”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: [link].

Más artículos del blog y del grupo GITHE sobre Ana de Mendoza aquí, aquí y aquí.

Para saber más:

Los documentos citados pueden consultarse todos en facsímil en PARES (Portal de Archivos Españoles), concretamente:

Primera carta citada de Ana de Mendoza (Archivo General de Simancas | Patronato Real, legajo 92, documento 26) [puede verse aquí]

Segunda carta citada de Ana de Mendoza (Archivo General de Simancas | Patronato Real, legajo 92, documento 24) [puede verse aquí]

Carta de Catalina de Silva (Archivo General de Simancas, Patronato Real, legajo 92, documento 62) [puede verse aquí]

Carta de María de Mendoza (AGS, legajo 92, documento 46) [puede verse aquí]

Carta de Lianor Manuel (Archivo General de Simancas, Patronato Real, legajo 92, documento 42) [puede verse aquí]

Carta de Juana de Austria (Archivo General de Simancas, Patronato Real, legajo 92, documento 59) [puede verse aquí]

Carta de Diego Hurtado de Mendoza (Archivo General de Simancas, Patronato Real, legajo 92, documento 35) [puede verse aquí]

Además, bastantes de ellos están también incluidos (transcritos) en el corpus en línea CODEA (los que aún no están se han transcrito y estarán pronto también disponibles):

Primera carta citada de Ana de Mendoza (CODEA 2373): puede verse aquí.

Segunda carta citada de Ana de Mendoza (CODEA 2375): puede verse aquí.

Carta de Catalina de Silva: aún no está en CODEA

Carta de María de Mendoza (AGS, legajo 92, documento 46). Aún no está en CODEA, pero sí otra carta de María de Mendoza sobre el mismo tema: CODEA 1497 (Archivo General de Simancas, Patronato Real, legajo 92, documento 45)

Carta de Lianor Manuel (CODEA 2346): puede verse aquí.

Carta de Juana de Austria: aún no está en CODEA.

Carta de Diego Hurtado de Mendoza: aún no está en CODEA.


Una reina que escribe como una ola y dos sorpresas

Transcribiendo el otro día (para la ampliación del corpus CODEA, que incluirá 1500 nuevos documentos en castellano de los orígenes hasta el siglo XIX que se sumarán a los 2500 que ya incluye) una carta que había encontrado en la Biblioteca Digital de la Biblioteca Nacional, me llevé dos sorpresas. Pero voy a ir por partes.

La primera sorpresa, en realidad, me la llevé al ver el documento. La letra me pareció preciosa, pero muy difícil de leer. Preciosa porque me recordó una sucesión de olas, como los mares que pintan los niños, pero tan difícil que dudé si intentar transcribirla: me iba a llevar horas, me iba a quedar con muchas dudas y palabras que no sabría leer… Sin embargo, me decidí a intentarlo porque era una carta escrita por una mujer (en la propia carta, en letra posterior, se lee: “De la Reyna de Napoles de su mano”) y en el proyecto estamos intentando conseguir bastantes documentos escritos por mujeres para mejorar su representación en CODEA. El documento se puede consultar aquí.

Ahora las sorpresas que me llevé al transcribirla. La primera es que la carta me pareció facilísima de leer. Al empezar a transcribir, me di cuenta de que cada letra fue trazada por la escribiente de manera independiente de las otras y que su forma es siempre igual, por lo que si una vez había identificado una “s”, una “t” o una “r”, siempre podría estar segura de cuál iba a ser su forma cada vez que apareciese. Así, aunque la “o”, la “e”, la “g”, la “b” o la “f” me confundían con frecuencia, letra a letra logré ir descifrando toda la carta con bastante rapidez. Los lectores y lectoras de esta entrada pueden probar, pinchando en el enlace del párrafo anterior: el encabezamiento dice: “serenysymo | señor y my solo señor”. ¿Qué dicen las seis primeras líneas del texto? (solución al final).

Se puede observar, entre otras particularidades, que la escribiente nunca utiliza la “i”, sino siempre la “y” (algo que no era raro en el siglo XVI entre personas no profesionales de la escritura, como estudié en un trabajo de 2017) y que su uso de b y v; z, c y ç; h y falta de h son bastante tradicionales (es decir, responden a los usos habituales en la Edad Media y aún frecuentes entre personas cultas y en la imprenta en el siglo XVI).

La segunda sorpresa fue al intentar averiguar quién era la mujer que había escrito esta carta. En la Biblioteca Nacional (puede verse la referencia aquí) consta como “Carta de la reina de Nápoles, 11 de julio 1509”, y su autora es “Germana, Reina consorte de Fernando V, Rey de España”. La fecha que escribe la propia escriptora es solo “xj de julyo” (esto es lo normal en las cartas personales en el siglo XVI), pero una nota de un secretario recoge “xj de julio de djx”, lo que confirma la fecha. Sin embargo, en toda la carta no conseguí encontrar ningún dato que sugiriese que quien escribió la carta era Germana de Foix, la segunda mujer de Fernando II de Aragón, el rey católico.

Como no había más cartas señaladas como de Germana en la Biblioteca Digital, acudí a PARES, el Portal de Archivos Españoles, para buscar algún documento escrito o por lo menos firmado por esta reina. Encontré varios, como este, este, este o este, pero la letra de la firma no coincidía con la de la carta.

textorblog_falsoNOgermana                   Firma de Germana de Foix

Una cosa sí tenía en común la escriptora de la carta con la reina Germana: ambas firmaban estos documentos con “la triste reina”. No me extrañó demasiado porque ya había visto bastantes cartas firmadas por mujeres con fórmulas parecidas, pero buscando si esto, como pensaba, se daría en documentos firmados por reinas viudas, encontré un interesantísimo escrito de Menéndez Pelayo sobre Las tristes reinas de Nápoles que me ahorró varios pasos en la investigación. Con lo que dice el escrito, queda claro que dos reinas de Nápoles, madre e hija, firmaban “la triste reina”: Juana (1455-1517), hermana de Fernando el Católico, y Juana (1479-1518), la hija de la primera. Menéndez Pelayo comenta que

La madre fué hermana del Rey Católico y viuda del rey Fernando o Ferrante I de Nápoles; la hija, viuda del llamado rey Ferrantino. Una y otra, siguiendo una costumbre aristocrática de aquel siglo, introducida al parecer por los españoles, ponían por firma, en sus cartas y diplomas, Yo la triste Reina […]. Ambas señoras residieron bastante tiempo en España, entretenidas con vanas promesas de reparación por el Rey Católico, y en su compañía volvieron a Nápoles en 1506, estableciéndose desde entonces en Castel-Capuano, con título y consideración de reinas, y reuniendo en torno de sí una verdadera corte de princesas destronadas o venidas a menos.

Esto casa perfectamente con lo que dice la carta: la autora escribe desde Sorrento (adonde ha ido junto con su hija, también reina: “La reina mi ija e yo somos venidas aquí por ser esta tierra de muy sano aire”), a su hermano, y le pide que interponga su poder para contener distintos abusos:

[vuestra magestad] quiera por azerme merced mandar acá sean de otra manera que no azen tratadas mis cosas, que cierto, señor, se usan tales términos con mí que parece me tiene vuestra magestad más por enemiga que por sierva y ermana que le soy, y esto no solo en una cosa lo muestran, mas en cuantas acaecen qu’ellos puedan la azen, e yo siempre lo é sufrido pensando se enmendasen, y el virrey principalmente, y se acordase de quién soy ija y ermana, pero según veo él se á olvidado esta parte, y quédanle los repelos de su madre, quexándose siempre de mí […]. Yo nunca pensé, mi señor, que aun esta desventura me avía de venir que uviese de sobornar los oficiales de vuestra alteza

Fernando II de Aragón, el que creo que era hermano de la autora y destinatario de esta carta, era en ese momento el rey de Nápoles, al haber expulsado a la dinastía reinante, por lo que su hermana y su sobrina, viudas de monarcas de Nápoles, eran sus súbditas, y tenían al parecer malas relaciones con el virrey nombrado por Fernando, que era Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido como Gran capitán. La alusión de la autora al virrey (“quédanle los repelos de su madre”) parece referirse a alguna característica de la madre del virrey, que la autora debe de haber conocido. Y parece probable, si de verdad la autora es Juana, hermana de Fernando el Católico, pues la madre de Gonzalo Fernández de Córdoba fue prima de la madre de Fernando y Juana.

La errónea identificación de la autora como “Germana” en el catálogo de la BNE ha podido ocurrir porque en la despedida y firma escribe “De vuestra magestad más umil y obediente ija y ermana que sus rreales manos besa la triste reina”. Este “y ermana”, en la peculiar letra de la autora, ha podido interpretarse como “germana”:

textorblog_falsogermana

Creo que estoy en lo cierto, pero espero encontrar aún nuevas pruebas que avalen (o desmientan) mi hipótesis en nuevas cartas o documentos firmados o escritos por todas estas mujeres, protagonistas (pues todos los humanos somos protagonistas) de la historia y de muchas historias.

Belén Almeida

 

Solución: las seis primeras líneas del texto son:

{1} por cartas de cezaro esepydo
{2} la buena salud de u<uest>ra alteza
{3} y de la señora rreyna myer
{4}mana de la q<ue> my coraçon
{5} asentydo mucha conso
{6}laçyon yalegrya plega

 

Cómo citar esta entrada:

Almeida Belén (2020): “Una reina que escribe como una ola y dos sorpresas”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2020/03/23/una-reina-que-escribe-como-una-ola-y-dos-sorpresas/.

 

Para saber más:

Belén Almeida (2017), “Mujeres que escriben y sistema(s) gráfico(s) en el siglo XVI: acercamiento desde un corpus de cartas”, en B. Almeida, R. Díaz Moreno y Carmen Fernández López, «Cansada tendré a Vuestra Excelencia con tan larga carta». Estudios sobre aprendizaje y práctica de la escritura por mujeres en el ámbito hispánico (1500-1900), Lugo, Axac. Puede consultarse en mi perfil en Academia.edu.

Marcelino Menéndez Pelayo, «Las tristes reinas de Nápoles». Se puede consultar en la Biblioteca Virtual de Polígrafos de la Fundación Larramendi: http://www.larramendi.es/i18n/corpus/unidad.do?idUnidad=100189&idCorpus=1000&posicion=1