En 1662, una mujer que firma como «Marquesa de Távara» escribe una carta a su padre, el duque de Gandía. Lo llama «mi señor y pader de mi vida y de mi corasón» y, en un tono formal pero cariñoso, se preocupa por su salud. El destinatario es el VIII duque de Gandía, Francisco Diego de Borja y Doria (1596-1664), casado con la princesa Artemisa Doria Colonna, con la que tuvo doce hijos, entre ellos, nuestra escriptora, Ana Francisca de Borja y Doria, nacida en Gandía en 1640 y fallecida en Madrid en 1706. Era descendiente de San Francisco de Borja y de Juan Andrea Doria, príncipe de Melfi, así como de Francisco de Borja y Aragón, virrey de Perú. En el momento de escribir esta primera carta, Ana de Borja estaba casada con Enrique Enríquez Pimentel (1600-1663), IV marqués de Távara, virrey de Navarra y de Aragón, del que quedó viuda poco después, cuando tenía tan solo 23 años. De ahí que firme con el título del que era consorte:
Firma de Ana de Borja como marquesa de Tábara (Universidad de Kentucky, caja 2, 155)
En 1664 contrajo segundas nupcias en Madrid con el X conde de Lemos, Pedro Antonio Fernández de Castro, con el que tenía un lejano parentesco. En este matrimonio, Ana de Borja tuvo cinco hijos: Ginés, Salvador, Francisco, María Alberta y Rosa Francisca. En 1667 el conde de Lemos partió con su familia a Lima para ser virrey del Perú, cargo que ostentó hasta su muerte en 1672. Durante su gobierno se auspició la canonización de Santa Rosa de Lima y se hicieron iniciativas benéficas, como la creación de una casa de acogida de mujeres arrepentidas, pero también tuvieron que lidiar con graves problemas. Debido a varios desórdenes en el territorio, el virrey se tuvo que ausentar de la corte de Lima y Ana de Borja asumió el cargo de virreina gobernadora (García-Fernández, 2012), momento en el que tuvo lugar el ataque y saqueo de Portobelo (Panamá) encabezado por el pirata inglés Henry Morgan. Tras esto, Ana de Borja se ocupó personalmente de organizar una sólida defensa de los puertos ante la amenaza de más ataques de corsarios extranjeros.
Pedro Antonio Fernández de Castro (1632-1672), X conde de Lemos y virrey del Perú. Imagen: Wikipedia.
Una vez viuda, permaneció en Lima tres años más, por asuntos legales y problemas financieros (Sáez González, 2017) para después volver a España, donde también actuó en representación de su hijo Ginés, heredero de los títulos de su padre, durante su minoría de edad. Falleció en Madrid en 1706, a la edad de 66 años, y fue enterrada en el convento de Santa Clara de Monforte de Lemos, junto a su esposo y el resto de miembros de esta familia noble.
De su época como condesa de Lemos encontramos otra carta de Ana Francisca de Borja; en esta ocasión, dirigida a su sobrino, el X duque de Gandía, Pascual Francisco de Borja y Centellas Ponce de León (1653-1716), del que, según indica Fernández de Bethéncourt (1902) era madrina de bautismo. En la carta, refiere algunos asuntos poco claros sobre el marqués de Cogolludo, al que dice encontrar «achacoso» y sobre unas galeras que habían llegado de Nápoles, además de insistir, en un tono afectuoso, sobre los recuerdos que envía a su esposa («mi sobrina») y a «todos los parientes», tanto de su parte como de sus hijos («todos mis hijos te besan la mano»). En ella firma con el título nobiliario con el que fue más conocida, condesa de Lemos:
Firma de la condesa de Lemos en 1684 (Hispanic Society of America, fondo Altamira)
Tanto la carta de su época más juvenil como marquesa de Tábara, como la que firma en 1684, son unos pequeños tesoros hallados muy lejos de las tierras en las que se movió doña Ana de Borja, concretamente, en Estados Unidos. La primera procede de un fondo de manuscritos españoles de la Universidad de Kentucky, la biblioteca Margaret I. King; la segunda, de la Hispanic Society of America, el fondo Altamira. Las dos fueron extraídas por nuestro compañero Ricardo Pichel y fueron presentadas en las III jornadas «Ellas toman la pluma». La presentación completa de esta y otras cartas de mujeres encontradas en Estados Unidos puede verse en este enlace. Las referencias completas son las siguientes:
- 1662: Universidad de Kentucky, Margaret I. King Library, Manuscript Documents from Spain, caja 2/155
- 1684: Hispanic Society of America, colección Altamira, 12-IV-4
Por otra parte, en el corpus CODEA, con el número 2282, tenemos otra carta de Ana de Borja, conservada en España, en el Archivo Histórico de Nobleza, del fondo de Osuna (AHNob, OSUNA,C.18,D.91) y fechada el 6 de marzo de 1664. En ella no firma como marquesa de Távara, ya que su primer marido había fallecido el 29 de junio de 1663, según datos de la Real Academia de la Historia. Tampoco podía hacerlo como condesa de Lemos, ya que este casamiento tuvo lugar en julio de 1664, es decir, cuatro meses después de esta misiva. Esta va también dirigida a su padre, el duque de Gandía y, de nuevo, se preocupa por su estado de salud. Con todo, el duque debió enviar a su hija buenas noticias, pues ella contesta de esta manera: «me faborese en su carta con abiçarme de que V.E. goça de la buena salud que yo deseo y é menester».
Firma de Ana de Borja con su nombre y apellido, como viuda del marqués de Távara. Portal de Archivos Españoles.
Pese a la distancia temporal entre las dos primeras y la última de las cartas, la letra de doña Ana presenta bastantes similitudes, como se puede ver en estas dos muestras que se ven a continuación. Desde luego, Ana de Borja no tenía una habilidad escriptora de profesional, ni igual a la de un hombre de su rango, pero estaba muy habituada a la escritura de misivas.
Carta de 1662 (Universidad de Kentucky)
Carta de 1664 (Archivo Histórico de la Nobleza, fondo de Osuna)
Carta de 1684 (Hispanic Society of America, fondo Altamira)
Por otro lado, los usos lingüísticos reflejan proceder de la misma persona. Uno de los aspectos más llamativos es la confusión sistemática de las sibilantes, seguramente por un seseo motivado por su procedencia valenciana. Por ejemplo, en 1662 vemos corason, faboresida, dies, miciricordia, cerbido, en 1664 faborese, estimasión, Mendosa, abiçarme, bicitarme y en 1684, abrasos, aceguro, ase, cino, diferensia. Es llamativo que la abreviatura de señor es Sro, y no Sr como era habitual. También es notable la ausencia de mayúsculas en cualquier tipo de nombre propio o común y la confusión de la grafía c para el valor de /ki/ y /ke/ (ciere ‘quiere’). Se encuentran ejemplos de cierre de vocales átonas (miciricordia, ringlones, cumunicado), además de otros fenómenos fonéticos como la metátesis (pader ‘padre’, ciemper ‘siempre’) y epéntesis (obedercer). Un entorno hablante de valenciano influyó seguramente para que en la carta de 1664 se dirija a su padre como señer y no señor, del catalán arcaico senyer, usado en vocativo (Diccionari Català-Valencià-Balear): «Yo, señer, me allo con ella, tan a la obediencia de V.E. como debo y ciempre, señer, con todo rendimiento a sus pies». También lo emplea para referirse a una tercera persona: «le señer don Fernando».
Aunque se crio en Valencia, Ana de Borja hace uso del leísmo para masculino singular, al hablar del marqués de Cogolludo («verle algo achacoso»). Esto se observa incluso en su escritura de juventud: «que mucho le quiere [a su padre]» (CODEA 2282, 1664). No es un uso extraño, ya que en la época el leísmo tenía cierto prestigio y era empleado por personas cultas. Pese a ser cartas formales, la cercanía familiar entre la aristócrata y sus familiares es evidente; podemos citar el empleo del tuteo al sobrino («te escribo»), así como el dativo ético («Dios te me guarde»). Algunas expresiones orales se introducen en su carta, como «A Dios gracias».
Como último apunte y, quizá, para satisfacer nuestra curiosidad, nos hubiera gustado tener un retrato de nuestra protagonista, ya que sí hemos podido encontrar el del conde de Lemos en una sencilla búsqueda, pero de momento no ha sido posible. Es más, tenemos esta interesante pintura, conservada en el monasterio de Santa Clara de Monforte de Lemos y titulada «Nuestra Señora de la Merced con los cinco hijos de don Pedro Antonio Fernández de Castro» (Sáez González, 2017). La obra, realizada hacia 1672 en Lima, representa a los niños del matrimonio, que rodean a su hermano menor, Francisco de Borja (1672-1692). Sin embargo, nadie retrató a la condesa y, si en algún momento se hizo, no hemos encontrado ningún testimonio fiable.
De izquierda a derecha: Ginés, Salvador, Francisco de Borja, Rosa y María Alberta Fernández de Castro, hijos de los condes de Lemos. Fuente: Sáez González (2017)
Los avatares de la Historia han hecho que en países muy lejanos se hayan conservado manuscritos de Ana de Borja, quien también conoció la vida en tierras de Europa y América. Su escritura nos acerca a una faceta más personal del personaje histórico y nos aporta una información de gran interés sobre los conocimientos de escritura de una mujer de la alta nobleza del siglo XVII, que además tuvo la oportunidad de vivir en ambientes en los que se hablaban diferentes lenguas y se vio en la necesidad de usar su pluma para las relaciones personales, pero también dedicada a otros asuntos. Esperamos, por ello, encontrar y estudiar más registros de su mano.
Delfina Vázquez Balonga
Imagen: CODEA 2282. Disponible en corpuscodea.es y este enlace.
Para saber más:
- Fernández de Béthencourt, Francisco (1902). Historia genealógica y heráldica de la monarquía española: casa real y grandes de España, volumen 4, pp. 167.
- Fundació Francisco de Borja Moll / Instituti d´Estudis Catalans (en línea), Diccionari Català-Valencià-Balear.
- García-Fernández, Miguel (2012): «La huella de la casa condal de Lemos: del Consejo de Indias al Virreinato del Perú», en Luces olvidadas en el Nuevo Mundo. Nobles y gallegos en el Gobierno de la América Virreinal. Madrid: Colectivo.
- Márquez de la Plata, Vicenta (2022): Viajeras a través del mar tenebroso en los siglos XV-XVI. Madrid: Casiopea.
- Sáez González, Manuela (2017): «Los condes de Lemos y Perú: el virrey don Pedro Antonio Fernández de Castro, X conde de Lemos», en Anales del Museo de América, XXV, pp. 137-148.