Toledo, siglo XVII: lobos, un lobero y una lobera

Se encuentran en los documentos de archivo bastantes lobos y lobas. No todos son animales: en una búsqueda en el corpus CODEA, “Loba” es, en documentos del siglo XIII de Zamora, Salamanca y Asturias, un nombre de mujer, del que por cierto ya hablamos en este post. En este documento del siglo XIII de Palencia y en este del XIV de Ávila, “Lobo” es un apellido, y en este de Zamora del XIII y en este de Salamanca del mismo siglo, un nombre de pila de hombre.

En este documento del XVII de Madrid, loba es una prenda de vestir, como también sucede en este del XVI de Burgos, y en este otro se habla de la calle del Lobo, en Madrid. La loba, como explica Covarrubias en su Tesoro (1611) es

Diríase que no hay lobos, el animal feroz de Caperucita, en todo CODEA. O que se han agazapado. Pero los encontramos en Toledo, en el siglo XVII. ¿Dónde? En la nota de un lobero, un hombre que tiene “por oficio ir a matar lobos a los montes de Toledo y otras partes”, que trae dos muertos y pide se le paguen. Esta nota de 1618 probablemente no fue escrita por el propio lobero, dada la excelente letra, digna de un profesional de la escritura, que presenta.

Este es el lobero, palabra que incluso se encuentra en algunos repertorios lexicográficos, como el diccionario español-alemán de Mez de Braidenbach (1670), donde se lee: Lobero: Ein Wolffsjäger (‘cazador de lobos’):

En cuanto a la lobera, un proceso inquisitorial fascinante que estamos transcribiendo (parcialmente) para CODEA (Inquisición, 86, 17, se puede consultar aquí, en la página de PARES) nos presenta a Ana María García, una mujer asturiana que amenaza a los pastores, si no le dan lo que pide, con echar sobre sus ganados a los lobos. Esta mujer es denunciada por doña María del Cerro, mujer del doctor Gabriel Niño de Guzmán, en 1648. Dice doña María en el documento, escrito por ella misma, que entrega al tribunal inquisitorial:

Anoche llegó aquí una mujer asturiana que llaman la Lobera porque por arte de echicería llama a los demonios en figura de lobos y los inbía a las cabañas para que se coman el ganado de quien no la á dado gusto en lo que á pedido, con que trai toda la tierra alborotada y con temor de sus amenaças

Ni corta ni perezosa, doña María sigue:

Diciéndome todo esto la jente de mi casa, encerré a la dicha Lobera anoche y la desaminé para más sastifación mía, y me confesó algunas cosas. Esto toca a la Inquisición el remediarlo

En su primera testificación ante el tribunal (desde imagen 17 del proceso), Ana María, que dice tener 25 años, manifiesta estar arrepentida, y en el “discurso de su vida” (desde imagen 30) va contando cómo ha llegado, de su casa en Asturias, a ser la lobera en Toledo:

la solizitó Francisco Soga, que la sacó de cassa de dicha su hermana y la llebó a el lugar de Lidias, adonde parió en cassa de una muger llamada Toribia Sánchez, biuda, con la cual estubo año y medio, y de allí se salió porque el dicho Francisco no hazía casso della y de bergüenza no bolbió a su lugar y se vino por Asturias adelante a buscar a quien serbir y junto a Nuestra Señora de Cobadonga la encontraron los dichos dos pastores Pedro y Juan y la llebaron a los argüellos a sus cabañas y andubo en su compañía tres años hasta que habrá un mes poco más o menos que ellos se fueron d’esta ziudad con el ganado, y esta se quedó en la ventilla junto a el esquiler de don Grabiel Niño de Guzmán, a donde coxió a esta doña María del Zerro, muger del susodicho, y la prendió, y desde su cassa la embió a este santo oficio abiéndole echo antes en un oratorio de su casa muchas preguntas”

La sentencia final dice (imagen 87 del proceso):

Fallamos atento los autos y méritos del dicho proceso que por la culpa que d’él resulta contra la dicha Ana María García, si el rigor del derecho hubiéramos de seguir, le pudiéramos condenar en grandes y graves penas, mas queriéndolas moderar con equidad y misericordia por algunas caussas y justos respetos que a ello nos mueven, en pena y penitencia de lo por ella hecho, dicho y cometido, le devemos mandar y mandamos que en la sala del tribunal se le lea su sentencia con méritos estando en forma de penitente, y oiga la missa, y sea absuelta ad cautelam, y abjure de levi los errores que resultan de su proceso y sea reprendida y advertida, y reclusa por tiempo de cuatro meses, en la parte que el tribunal ordenare, para que sea instruida en las cossas de nuestra santa fe”.

En los últimos folios del proceso, se recoge cómo “presentes don Juan de la Vega” y otros, así como “la dicha Ana María García, en forma de penitente”, se leyó la sentencia, y luego “abjuró de levi la susodicha” (imagen 88 del proceso), y sigue la abjuración.

Aunque no son loberas (en el sentido de cazadoras de lobos) profesionales, en el corpus ALDICAM puede consultarse un documento de Puebla de la Sierra de 1841 (conservado en el Archivo Municipal de Buitrago del Lozoya, caja 2, 119), en el que se cuenta que unas mujeres han matado «a cantazos» a un lobo:

Bernardo Ruiz de Olano, alcalde constitucional de esta villa de la Puebla de la Muger Muerta, certifico cómo en el día dos del presente mes me presentó Miguel Fernández de esta vecindad un lobo, el cual, según tengo aberiguado, lo mataron la muger de dicho Miguel y otras mugeres que estavan lavando en un arroyo a la orilla del pueblo, en ocasión, que, habiéndose metido el lobo en una calleja, donde no pudo salir, lo mataron a cantazos.

Como tantas otras veces, siguiendo la historia de una palabra en los documentos, saltan de sus líneas historias y más historias, como estas.

Belén Almeida

Imagen: Wikimedia commons (Public Domain Mark).

Cómo citar esta entrada

Belén Almeida (2020): «Toledo, siglo XVI: lobos, un lobero y una lobera», TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de https://textorblog.wordpress.com/2020/11/10/toledo-siglo-xvii-lobos-un-lobero-y-una-lobera/.

Para saber más:

Se ha consultado CODEA, Corpus de documentos anteriores a 1800 elaborado por el grupo de investigación GITHE, de la Universidad de Alcalá, responsable también de este blog (http://corpuscodea.es/).

Se ha consultado y citado PARES, Portal de Archivos Españoles (http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/search).

Se ha consultado y citado el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española, disponible en http://www.rae.es (http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle).

Un rojo limousine

Si preguntamos a cualquier hablante de español qué es una limusina, lo más normal será que responda sin demasiada dificultad que se trata de un tipo de coche de gran extensión, asociado al lujo y presente en algunas celebraciones como las despedidas de soltero, los cumpleaños multitudinarios o las bodas. El DLE lo reconoce así: “Automóvil lujoso de gran tamaño”. El antepasado de este vehículo fue un coche de caballos, también reconocido en el diccionario académico: “Carruaje antiguo cerrado en la parte de los asientos traseros y abierto en la del conductor”.

El origen de la palabra limusina es el francés limousine, gentilicio de la región de Lemosín y la capital Limoges (Francia), en su adaptación al castellano. Curiosamente, nuestra lengua tiene un gentilicio aparte con el significado de natural o relativo a esta región, que es lemosín, recogido también por el DLE.  Y no se emplea ni para el coche, que como hemos visto se llama generalmente limusina, ni para la raza bovina que procede de esta región, llamada en España limusín. Estas vacas de pelaje rojizo son denominadas casi siempre con esta variante gráfica adaptada, por ejemplo, en su federación oficial de criadores, donde se alterna con el femenino (“La raza limusina”)[1]. La concordancia no siempre se prefiere: en AgroCLM se lee una noticia de 2018 con el siguiente titular: “Jornada sobre raza bovina limusín en Oropesa (Toledo)[2]”. Eso sí, si echamos un vistazo a la prensa de hace 25 años, aún se encuentra la grafía francesa, como en una noticia de La Vanguardia (1994): “Cada ejemplar de la raza limousine figura en un libro mundial”.

Volvamos al nombre del vehículo. Si en el nombre de la raza bovina ha habido un alejamiento de la grafía y morfología original francesa, es de suponer que para el coche también se produjo la alternancia de más de una variante. Las obras lexicográficas más destacadas reunidas en el NTLLE no reconocen la voz en ninguna acepción, salvo el diccionario de Rodríguez (1918), en el que se reconoce limousine por primera y única vez, como “Coche automóvil, cerrado, parecido al cupé”. Más información la puede dar la prensa, que suele recoger usos habituales en la lengua hablada. Así, nos encontramos, en una publicación llamada Madrid Automóvil en 1931, el siguiente fragmento en el que se habla de modelos presentados en el Salón del Automóvil de Nueva York: “Se trata de un “limousine” muy largo, con líneas estriadas”. La conciencia de que es un término extranjero y poco usual hace que el redactor ponga comillas, algo que se verá hasta muchos años después.

También hay que destacar que se emplea el masculino, y no el femenino habitual hoy en día. Años más tarde, en el Diario de Mallorca (1963), se vuelve a encontrar el masculino y la conservación del término francés: “Seguidamente Cooper subió a un “limousine” descubierto”. En el Diario 16 casi 20 años después (1981), otro testimonio idéntico: “exige que al llegar al aeropuerto se la esté esperando en un ‘limousine’”. Incluso vemos este uso en una famosa canción de Tino Casal, Billy Boy, publicada en 1981: “Desapareciste en un rojo limousine / nadie supo nunca mas de ti”. Puedes escuchar la canción completa aquí.   El uso de esta forma, a veces también en femenino, se puede leer en algunos textos de la prensa en los años 90: “una espectacular limousine blanca” (La Vanguardia, 1995).

Pese a estos casos citados, la forma adaptada al femenino y con la grafía castellana ya está en uso en la prensa española de los años 50; por ejemplo, en el Diario de las Palmas (1955): “una limusina Dodge alquilada”. Más adelante se encuentran otros ejemplos: “limusina Chevrolet” (Nueva España, 1979); Hola! (1979): “una limusina espléndida, de las de techo corredizo, con chófer y guardaespaldas”; ABC (1980): “Limusina Chrysler Imperial”. La forma se generaliza, con numerosos registros hasta nuestros días: “Una caravana de autobuses Mercedes y una limusina con matrícula diplomática” (El País, 28 de mayo de 2020). Además, desde 1984 esta es la forma reconocida por el diccionario académico, que tiene gran influencia como modelo lingüístico.

Hay que señalar que en otras variedades del español también se ha optado por otras soluciones para esta voz, como se puede ver en la base CREA. Llamamos la atención sobre limusín, una adaptación generalizada en el español de algunos países como Argentina y Perú, que se puede ver en Manuel Puig (“una limusín bárbara”, 1976) y Alfredo Bryce Echenique (“una limusín o une limousin como ustedes prefieran”, 2002). También se ha dado, como en España, el uso sin adaptación: “Cuando la limousine del Jefe partió” (La fiesta del Chivo, M. Vargas Llosa, 2000). Asimismo, se constata el uso actual de la adaptación gráfica y morfológica: “La limusina de Donald Trump” (Diario Clarín, Argentina, 17/02/ 2020).

Delfina Vázquez.

Imagen: Hans (Pixabay).

Vázquez Balonga, Delfina (2020): “Un rojo limousine”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2020/06/06/un-rojo-limousine/

Para saber más:

Hemeroteca Digital BNE. Disponibe en http://hemerotecadigital.bne.es/index.vm

CREA = Corpus de Referencia del Español Actual. Disponible en <https://www.rae.es/recursos/banco-de-datos/crea&gt;

DLE = Diccionario de la Lengua Española. Disponible en <https://dle.rae.es/> 

NTLLE = Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española. Disponible en <https://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico&gt;

Rodríguez Navas y Carrasco, Manuel (1918): Diccionario general y técnico hispano-americano. Madrid; Cultura Hispanoamericana. Disponible en NTLLE= <https://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico> 

[1] https://www.razalimusin.org/la-raza-limusina

[2] https://www.agroclm.com/2018/12/30/jornada-raza-bovina-limusin-oropesa-toledo/

Tan burro no soy

Hasta hace pocas décadas, en el paisaje de nuestro país se veían a menudo unos animales de trabajo tan necesarios como mal considerados por las creencias populares: los burros. Con sus grandes orejas y su característico rebuzno, el borrico ha sido siempre un paradigma de ignorancia e inteligencia limitada. Muestra de ello es la expresión “ser un burro / un borrico”, “hacer burradas” y poemas como la famosa fábula de Tomás de Iriarte (1750-1791), “El burro flautista”. Sin embargo, es un hecho que el burro, asno o borrico, así como la mula, ha sido auxiliar indispensable en el trabajo y el transporte cotidianos hasta la llegada de los vehículos motorizados. En los documentos del corpus CODEA se encuentran numerosas menciones a estos animales, tanto para regulación de diversas tareas como en los inventarios de bienes, ya que eran de gran valor para un agricultor. Al buscar la palabra burro, curiosamente no tenemos ningún registro, pero sí del femenino burra, como dos inventarios: uno en Camarma de Esteruelas en 1594 (CODEA 1817) y otro en Cáceres en 1665 (CODEA 2228). Además, en este último se indica  que es “una burra con un burranco”, es decir, el asno joven. En otro inventario de la provincia de Cáceres de 1698 (CODEA 2233) de nuevo se encuentra este mismo término, esta vez en su forma femenina burranca. En el DLE no está recogida esta voz, pero sí se pueden encontrar algunas referencias en internet; precisamente, las referencias más llamativas son de unos anuncios de venta de asnos, todos hechos desde Extremadura, precisamente la región de donde procede el documento de 1665. Como indica nuestro colega Diego Sánchez Sierra, el vocablo se registra en Viudas Camarasa (1980) como propio de Mérida como ‘asno jovenzuelo’ y también en otras fuentes como el Tesoro Léxico de Hablas Andaluzas, por lo que sí debe estar extendida en el eje Extremadura-Andalucía.  Por otra parte, la voz borrico no es menos común, ya que se pueden ver varios ejemplos. Tanto burro como borrico provienen del latín tardío BŬRRĬCUS ‘caballo pequeño’, según el DCECH, aunque burro sería un “derivado regresivo” de la forma original borrico. Del latín ASINUS viene directamente asno, otra palabra utilizada en la documentación histórica. Por ejemplo, en un documento de Zafra (Badajoz) de 1492 aparece la disposición de que en un hospital de la localidad se puede usar leña llevada por un asno (CODEA 1885).

Para los borricos jóvenes conservamos algunas palabras, como la citada burranco/a en documentos extremeños, pero también el más general pollino. En el relato de un milagro sucedido en un convento de Alcalá de Henares se explica que el enfermo iba en un pollino (CODEA 1750). El femenino se puede ver en algunos documentos notariales, como en un testamento de Arganda del Rey (Madrid) de 1690 (CODEA 1840). La voz pollino viene del latín PULLĬNUS ‘perteneciente a animal joven’ (DCECH). En cuanto a las crías más pequeñas del asno, recién nacidas y lactantes, existe la voz buche, que sin embargo no aparece en el corpus CODEA, pero sí en otros testimonios. Citamos, por ejemplo, en el Diario de Avisos de Madrid, donde se publicó el anuncio de búsqueda de “una bucha negra” (24 de diciembre de 1845). Los testimonios escritos parecen bastante tardíos, del siglo XIX, y por lo que indica el DCECH, la voz es de origen desconocido, no relacionada con su homónimo buche ‘estómago’ o ‘porción de líquido que llena la boca’, acepciones recogidas por el DLE.

Para la mezcla de asno y yegua, o viceversa, hay también menciones constantes en los documentos archivísticos. Por ejemplo, ya tenemos “una mula de pelo moreno” en el testamento de Juan Peña en Rubielos de Mora (Teruel) en 1277 (CODEA 0766).  En masculino, en Sevilla en 1252 (CODEA 1732) y Segovia en 1314 (CODEA 2423). Esta voz, del latín MULUS (DCECH), se alterna en el uso con el término macho, por ejemplo en Daganzo en 1591 (CODEA 1811), en “un macho rucio” y “un macho pardo”. Menos común es acémila, del étimo árabe azzámila, que también designa a la mula, y que podemos ver por primera vez en el derivado azemilero en un documento burgalés de 1254 (CODEA 0150).

Aunque hay otros nombres para este tipo de cruce, como burdégano y burreño, lo cierto es que en los documentos de archivo de CODEA no tienen aparición, y tampoco en otros corpus de documentos como el CorLexIn, por lo que parece que en el período de la Edad Media al siglo XVIII los nombres preferidos fueron mulo/a y macho, al menos en la zona central peninsular.

 

Para saber más

Alvar Ezquerra, Manuel (2000): Tesoro léxico de las hablas andaluzas. Madrid: Arco Libros.

CODEA = Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1800. <http: //www.corpuscodea.es//>

CORLEXIN = Corpus Léxico de Inventarios <http://web.frl.es/CORLEXIN.html&gt;

DLE = Diccionario de la Lengua Española <http://dle.rae.es/?w=diccionario&gt;

DCECH = Corominas, Joan y Juan Antonio Pascual (1980): Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico. Madrid: Gredos.

Viudas Camarasa, Antonio (1980): Diccionario extremeño. Cáceres: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura.

https://www.milanuncios.com/mascotas-en-extremadura/burranco.htm

Etimologías caninas

Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre. Cierto o no, este animal ha vivido con las personas en inmerables ocasiones: auxiliar de caza para los reyes, pastor de los rebaños o compañero de miserias de los vagabundos, en cualquier lugar y momento los perros han estado presentes. Los documentos y la literatura nos han dejado testimonio de ello, aunque quizá no tanto como merecieran estos leales cuadrúpedos. El español, por supuesto, ha creado nombres para las variadas razas que han surgido a lo largo de la Historia. De algunos de ellos vamos a hablar a continuación.

Una de las razas más conocidas y antiguas en España ha sido el mastín. Proviene del francés antiguo mastin y éste del latín vulgar *MANSUETINUS, ‘doméstico’, derivado de MANSUETUS (DCECH). Se ha utilizado tradicionalmente para el pastoreo, de manera que no es de extrañar que se vea en algunos documentos de áreas rurales. Por ejemplo, en CODEA 2496, se citan las mordeduras que han ocasionado “tres perros mastines” a Francisco Carrión en Malagón (Ciudad Real) en 1722.  Un siglo más tarde, en el Diario de Avisos de Madrid, se denuncia la desaparición de un perro de esta raza en la ciudad: “En la mañana del 21 del pasado s salió del cuarto principal de la casa núm. 13, calle de S. Joaquin á S. Ildefonso, un perro mastín como de cinco meses de edad” (1 de diciembre de 1830).

Precisamente por denuncias tenemos noticia de los alanos, un perro de gran corpulencia, descrito por Covarrubias (1611) como “ferocíssimo”. El DCECH considera que proviene probablemente del gótico alans, ‘crecido’ y documentado como alán en Berceo. En un documento de El Escorial que formará parte del corpus ALDICAM y fechado en 1697, se hace una denuncia contra un ciudadano por tener perros de caza, entre ellos, el citado alano.

A este grupo pertenece el galgo, desde siempre conocido por  su velocidad y habilidad para la caza menor. Debe su nombre al latín vulgar GALLICUS, simplificación del latín CANIS GALLICUS, ‘perro de la Galia’, por el desarrollo que tuvo esta raza en esta región situada en la actual Francia y tiene documentación ya en el siglo XI (DCECH). Se encuentra en literatura medieval como El libro de Buen Amor y tiene también su lugar en el principio del Quijote (“galgo corredor”). El Diario de Avisos de Madrid, de nuevo, nos muestra la popularidad de estos perros también en las ciudades. De esta manera, se ven anuncios como este: “En la noche del 11 del corriente se extravió en las inmediaciones del puente de Toledo y real canal de Manzanares un perro galgo colorado” (21 de octubre de 1830).

En esta publicación de la prensa madrileña, muy leída durante todo el siglo XIX, se pueden contar numerosas razas de perro en la sección de pérdidas. Por cierto, y para sorpresa de los lectores actuales, en dicho apartado se mezclan sin distinciones los anuncios sobre animales domésticos, objetos personales y niños pequeños. En el Madrid de la época ya abundaban los hogares con perros, y una prueba de ello son las menciones a tipos variados, como el lebrel, el perdiguero, el dogo, el “perro danés” (seguramente el actual “gran danés) los  citados galgo y mastín, y un “perro chino”. De este último no sabemos si era semejante al llamado “pequinés”. En el Diccionario de la Academia de 1817 se define de este modo:  “Casta o variedad de perro que se diferencia de todas las otras por carecer absolutamente de pelo. Tiene de alto algo más de un pie, las orejas pequeñas y rectas, el hocico pequeño y puntiagudo, y el cuerpo gordo y de color oscuro. Es estúpido, quieto, y está siempre como tiritando”.  Por esta descripción, no se trata en absoluto del perro pequinés ni de otros típicos de China llegados más recientemente a Europa. En la base CORDE aparece un perro llamado así, pero no nos da ninguna pista sobre su aspecto. Definitivamente, el mundo de las razas caninas también tiene sus incógnitas.

Delfina Vázquez Balonga

 

Para saber más :

– ALDICAM = Atlas Lingüístico Diacrónico e Interactivo de la Comunidad de Madrid. <http://aldicam.blogspot.com.es/&gt;

– CODEA = Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1800. <http: //www.corpuscodea.es//>

– CORDE = Corpus Diacrónico del Español. < http://www.rae.es/recursos/banco-de-datos/corde>

– Covarrubias, Sebastián de (1611): Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Disponible en el Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español. <http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUISalirNtlle&gt;

– DCECH = Corominas, Joan y Juan Antonio Pascual (1980): Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico. Madrid: Gredos.

– DLE = Diccionario de la Lengua Española <http://www.rae.es//>

– Diccionario de la Real Academi de la Lengua Española (1817). Disponible en el Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español. <http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUISalirNtlle&gt;

– Diario de Avisos de Madrid. Se puede leer en la Hemeroteca Nacional en <http://hemerotecadigital.bne.es/details.vm?lang=es&q=id:0002602159&gt;

 

 

 

 

 

De cómo las ballenas eran peces

Muchas representaciones actuales del saber antiguo y medieval lo empequeñecen o ridiculizan: ¡creían cosas tan raras! Sin embargo, un acercamiento respetuoso y desprejuiciado a las obras que conservamos permite una reflexión más madura, la relativización de muchas ideas recibidas sobre qué se sabía y pensaba en épocas pasadas y el reconocimiento de continuidades con los saberes y valores actuales.

Vamos a la General estoria, como ya otras veces en este blog, para mostrar lo que digo. Un buen ejemplo lo vemos en la organización zoológica según la cual delfines, orcas, ballenas o focas son peces:

Cuenta Plinio en el ochavo libro de la Natural estoria en el ochavo capítulo que el delfín es más ligero pez que otros e más entendudo, e que ama mucho cantos e estrumentos, e que·s afaze mucho a los omnes e enamoras d’ellos, e caválganle e tráelos por la mar por ó ellos quieren trebejando con ellos, e desí que los torna a la ribera. (GE4,I,82)

un su nieto que le tornara el sol en el pez a que llama el latín foca (GE2,II,175),

El elemento del agua figuravan por razón del mar en semejança de varón, otrossí de una grand imagen, e coronada, e non apuesta mas desavida, e como en semejança de quien espanta. E las sus vestiduras de dos colores, ca tantos á proprios ell agua, de jalde e de verde. E por las vestiduras señales de todas aquellas cosas que se crían en el agua, de ballenas e de orcas e de todos los otros pescados que en las aguas á, e de las cosas que se crían aderredor de la mar e de la su natura; e el cuerpo figurado d’esta guisa: de la cinta arriba como de varón, e dend ayuso como de pez, con escamas e su cola. (GE1,I,167)

El uso de pez o pescado para las ballenas, delfines y otros mamíferos podría verse como un error, un error que cualquier niño de Primaria sería capaz de identificar. ¿Eran tontos los medievales, usando los hiperónimos pez y pescado para mamíferos?

No. Lo que ocurre es que pez y pescado englobaba elementos distintos a los que engloban actualmente, por la existencia de una clasificación de los animales radicalmente distinta. Los alfonsíes, como su fuente principal en estos segmentos (Plinio) saben que los delfines y ballenas son peces diferentes a otros, pues enseneldan (tienen respiración pulmonar), paren hijos vivos y les dan de mamar (paren … e crían sos fijos a sus tetas). Simplemente, para ellos son peces todos los animales que viven en el agua: «son las animalias de las aguas fascas los peces.» (GE1,II,232-3)

E departe allí que son los delfines de los peces que enseneldan, e que yendo so ell agua tras la caça que retienen ell enseneldo luengo tiempo, e cuando quieren ensalendar diz que salen a ello a somo dell agua. […] E ayúntanse como otras animalias ý á e empréñanse, e paren en el tiempo del verano a diez meses de cuando se empreñan, e crían sos fijos a sus tetas como las ballenas. Ca las ballenas enseneldan otrossí como los delfines (GE2,I,253)

Y ¿qué clasificación de los animales utilizaron los alfonsíes? En la General Estoria se citan varias, algunas más relevantes en la obra y otras menos. Mostramos dos: la clasificación por elementos (animales del agua, aire, tierra y fuego) y por número de patas:

Del departimiento de las animalias en cadaún elemento. Sobre las mezclas de animalias de naturas departidas e desí mezcladas entre sí unas con otras tenemos que es de catar cómo se fazen, mayormientre en las creaturas de los tres elementos, que son ell agua, la tierra, ell aer. Mas aquí es agora otrossí de saber que cadaúno de los cuatro elementos á sus creaturas, de que fallamos que llaman los sabios animalias a todas. (GE1,II,579)

e en las animalias de cuatro pies, e de más pies e de ninguno, que son en los cuatro elementos; de cuatro pies como el león e el toro, el cavallo e las otras animalias tales; de más pies de cuatro como muchos gusanos que á ý de muchos más pies; de ningún pie, como las serpientes, las culuebras, las sanguisuelas e de las lombrizes e de muchos gusanos; de dos pies como ell águila e las otras cosas tales, e otrossí dell omne, que es de dos pies, peró que dize Plinio que á ý tierra ó los omnes an un pie e non más (GE1,II,584)

Para terminar, recuerdo que en la Annual Conference of the European Society for Textual Scholarship celebrada en Leicester en 2015 se presentaron los resultados de un experimento fascinante: en un libro de remedios médicos del siglo IX, en anglosajón, se encuentra una receta para una pomada para curar infecciones oculares. Esta pomada contiene, entre otras cosas, ajo (garleac) y otro nombre de verdura que se duda si identificar con puerro o cebolla (cropleac):

garleac

Y el experimento fue este: se hizo la pomada (parte con cebolla y otra con puerro, para más seguridad) y funcionó:

Scientists recreated a 9th Century Anglo-Saxon remedy using onion, garlic and part of a cow’s stomach. They were «astonished» to find it almost completely wiped out methicillin-resistant staphylococcus aureus, otherwise known as MRSA.

Puede leerse la noticia completa en

http://www.bbc.com/news/uk-england-nottinghamshire-32117815

 

Belén Almeida Cabrejas
Datos de vocabulario:

afazer(se): acostumbrar(se)
ayuso: abajo
desavido: feo, terrible…
desí: después
ensaneldar / enseneldar: respirar
fascas: , es decir,
figurar: representar en figura, pintar…
ó: donde
trebejar: jugar
yuso: abajo

 

Para leer más:

Belén Almeida (2016), «Entre imaginación y realidad: la presencia de los animales en la General Estoria«, en Xochiquetzalli Cruz Martínez y Penélope Marcela Fernández Izaguirre (coords.), De animalibus: la presencia zoológica en la literatura, México, Facultad de Filosofía y letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, 81-113. [disponible en Academia.edu]

Alfonso X (2009), General Estoria, Primera parte, ed. Pedro Sánchez-Prieto Borja, Biblioteca Castro.

Alfonso X (2009), General Estoria, Segunda parte, ed. Belén Almeida Cabrejas, Biblioteca Castro.

Alfonso X (2009), General Estoria, Tercera parte, ed. Pedro Sánchez-Prieto Borja, Biblioteca Castro.

Alfonso X (2009), General Estoria, Cuarta parte, ed. Inés Fernández-Ordóñez, Biblioteca Castro.

Alfonso X (2009), General Estoria, Quinta parte, ed. Belén Almeida Cabrejas y Elena Trujillo Belso, Biblioteca Castro.

Alfonso X (2009), General Estoria, Sexta parte, ed. Pedro Sánchez-Prieto Borja y Belén Almeida Cabrejas, Biblioteca Castro.

Vicisitudes de los barrenderos de antaño

Aunque la palabra barrendero se encuentra ya en la Edad Media, parece se aplicó primero a personas que barrían palacios o iglesias, es decir, el interior de los edificios. Así en una obra de 1547 encontramos que «el corredor no le barre sino un moço del barrendero, que se llama moço de escoba» (hemos encontrado este dato, como tantos otros, en el Corpus Diacrónico del Español, CORDE, de la RAE).

En el corpus CODEA (documento 2071) tenemos una referencia a empleados municipales de la limpieza en el siglo XVI. Se encuentra en una carta al ayuntamiento de Toledo enviada por Francisco de Barillas y Juan de la Cruz, que se autodenominan «porteros de la limpieza de las plaças d’esta ciudad», en 1570. Su motivo para escribir es que, según dicen, las calles de la ciudad están llenas de inmundicias, en especial de gatos y de perros muertos «y otras cosas», ya que Juan de Briones, que se encargaba de limpiar las calles (ojo, no las plazas, pues estas las limpiaban ya Francisco de Barillas y Juan de la Cruz), había fallecido. Por tanto, piden que se les conceda el puesto para que puedan «correr las calles» con la ayuda de dos mozos, «como es uso y costumbre de la ciudad de Sebilla». Se comprometen a tener las calles limpias, y si no lo hiciesen, a pagar una pena «más dos reales con cada una cosa muerta». Por lo que se ve, la presencia de animales muertos y de todo tipo de suciedad era un problema grave, pero escaseaba el personal dedicado a remediarlo.

Tan emprendedor como sus colegas de Toledo de 1570 se muestra un vecino de Huete que solicita la plaza de peón público en Alcalá de Henares en el año 1807. Josef Beltrán, que escribe mediante una persona a la que encarga hacerlo, pues él no sabe, manifiesta que «allegado á mi noticia que Blas Fernandez Peon publico, no cumple con las obligaciones de su cargo», por lo que solicita este puesto. No habían cambiado mucho las cosas, parece, puesto que ofrece encargarse de «tener siempre limpias y barridas las dos Plazas, de Abajo y la de el Mercado», mientras que la limpieza de las calles es mucho más básica, y de nuevo se limita a retirar animales muertos, algo que hoy nos cuesta imaginarnos: «si se allase en las calles muerto algun Gato Perro ú otro animal sacarlo fuera de los muros de esta Ciudad».

A pesar del servicio fundamental que prestaban a la ciudad, estos trabajadores eran de los más humildes que empleaba el ayuntamiento. Cobraban menos que los serenos, guardas o porteros, y muchas veces no sabían ni siquiera firmar, incluso a finales del siglo XIX, cuando el resto de los empleados municipales ya tenían una alfabetización más o menos básica. Y como por desgracia seguimos viendo actualmente, quien desempeña estos trabajos mal pagados, aunque sean tan necesarios, es también poco valorado por el resto de la sociedad. Y lo vemos muy claro cuando el ilustre cabildo de Toledo, en una carta al Ayuntamiento de esta ciudad (1834), se queja de las deudas que tiene el Ayuntamiento con el cabildo. Lo que molesta a estos señores no es tanto, por lo que parece, que se les deba dinero, sino que no se les paga cuando el Ayuntamiento ha pagado «hasta el mas infimo Sirbiente que recoje los animales inmundos».

En esta época (siglo XIX) parece generalizado el nombre barrendero aplicado al empleado que se ocupa de estas funciones de limpieza. Como sucede en el documento del cabildo de Toledo de 1834, las alusiones que se encuentran sobre los barrenderos en obras de esta época recogidas en CORDE son negativas y muestran el poco aprecio que se tenía a una labor tan necesaria. En Fortunata y Jacinta (1885-7) se lee: “No sabes ningún oficio, ni siquiera de peón, porque eres haragán y no te gusta cargar pesos. No sirves ni para barrendero de las calles, ni siquiera para llevar un cartel con anuncios”. La extrema pobreza de estos empleados también es aludida en la Cuestión social (1880) de Concepción Arenal, en que se contrasta “el hijo de un duque o el hijo de un barrendero”. En un texto de Emilia Pardo Bazán (La piedra angular, 1891), la autora alude a su función de “adecentar las calles” pero también de expulsar de ellas a “canes y gatos errabundos” (aquí ya no muertos). Además de los empleados del ayuntamiento, que se ocupaban de las vías públicas, encontramos documentos del siglo XIX en los que se mencionan barrenderos propios de una institución, a veces con otras funciones adicionales. Este es el caso del expediente de jubilación de José Sellés, “farolero y barrendero de la Real Casa de Correos”, en Madrid, realizado en 1836 y conservado en el Archivo Histórico Nacional, que se puede leer en PARES.

La versión en inglés de esta entrada puede leerse en Spanish streetsweepers of yore.

 

Belén Almeida y Delfina Vázquez Balonga ©

De la imagen: Belén Almeida ©

 

Referencias:

Documento de Toledo, 1834: Archivo Municipal de Toledo, Correspondencia, caja  424.

Documento de Alcalá, 1807: Archivo Municipal de Alcalá de Henares, legajo 805/3.