Mi amado tío

En el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid (ARCM), en sus fondos de la extinta Diputación Provincial de Madrid, en concreto, en las instituciones benéficas, se ha conservado la documentación de la testamentaría de la condesa de Lemos, también llamada marquesa de Aitona, fondo del que ya hemos hablado anteriormente en este blog. Debido a la numerosa correspondencia de la aristócrata, se encuentran cartas procedentes de diferentes puntos de la geografía española, como esta carta escrita por una religiosa de Ferreira (Lugo) en el corpus CODEA (2121).  También hay papeles sueltos de recetas y anotaciones muy variadas; por ejemplo, esta receta de una “muñequilla para los ojos” tratada en este post

Con todo, el documento que vamos a comentar parece dirigido a un empleado – seguramente, secretario o persona de total confianza – de la condesa. Está escrita en Zaragoza el 2 de agosto de 1774 y el autor de la carta, que firma con el nombre de “Pepe”, se dirige al interlocutor como “Mi amado tío” (CODEA 2108) y, al finalizar, se denomina “su sobrino que más le estima”, por lo que su vínculo familiar queda claro. Debido a que en la carta Pepe comenta que le hubiera querido mandar un queso por el día de San Joaquín, es posible que el destinatario fuera Pedro Joaquín Borruel, mencionado en otros papeles de la citada testamentaría[1].

Con un marcado tono coloquial, Pepe explica novedades de su tierra sin perder detalle. Primero, como era habitual, menciona un asunto de salud, un problema en los ojos. Después pasa a temas más prosaicos, como la fuga de una novicia con un sacristán hasta Ayerbe (Huesca) y las posibles consecuencias. También menciona el mal ambiente en Zaragoza entre los oficiales y cadetes del regimiento de Aragón y los “paisanos”, los vecinos de la ciudad (“haze algunas noches que hay cuchilladas y tiros por las calles”). No olvida un asunto legal que está llevando a un vecino de un pueblo de Huesca, que le ha regalado, en agradecimiento, un par de quesos. Finaliza recordando a su tío que tiene casas en Zaragoza y le habla del viaje de unos conocidos llamados “los Vius”.

Como se ha dicho anteriormente, es notable el discurso informal presente en toda la misiva, no incompatible con un evidente dominio de la escritura en el autor. Nos llaman la atención dos elementos en este fragmento: “Le he dado buenas esperanzas, expendiéndole mucha doctrina y erudición, de suerte que se le caía la baba al paleto”. En Autoridades 1726 ya está registrada la expresión caerse la baba para describir un estado de asombro y admiración. En Covarrubias (1611) se recoge una variante, correr la baba, con el mismo sentido: “Cuando alguno está con atención, admiración o contento de alguna cosa que ve y oye, dezimos que le corre la baba”.

En cuanto a paleto, tardó en ser más reconocido por la lexicografía, de manera que tiene su primera aparición en Autoridades (1737): “Por alusión llaman al hombre rústico, zafio y de las Aldéas”. Otro adjetivo que puede resultar más propio de la lengua oral es majo: “vestida de estudiante muy majo”. En los diccionarios de la época, majo es considerado un sustantivo, como un tipo de hombre “que afecta guapeza y valentía en las acciones, ó palabras” (Autoridades 1734), de acuerdo con el modelo de los majos madrileños. Como adjetivo debía estar presente, ya que en Ramón de la Cruz podemos leer “pasa Gorito muy majo” (Las castañeras picadas, 1787). Otras elecciones léxicas de tipo coloquial es chupar como ‘quitar el dinero o los bienes’ (“pero tengo confianza de chuparle algo si gano el pleito”) y sacudir como ‘pegar, golpear’ (“y a Castelar le han sacudido bien”). Por último, hay que destacar algunos recursos expresivos, como hipérbole, que se encuentra en la oración “no me ha dexado vivir en dos días”.

En un texto de impronta familiar es comprensible que se transparenten algunos localismos de la variedad del emisor. Lo vemos en la referencia al coso, la calle principal de Zaragoza, llamada así hasta nuestros días: “lo cierto es que haze tres o cuatro días que no aparece por el coso”. Más exclusivo de la variedad aragonesa es fenal, recogido en el DLE como propio de Huesca con el significado de ‘prado’, aunque su origen se encuentra en foenum ‘heno’ (véase el castellano henar). El autor emplea la palabra debido a un pleito que se produce en la localidad oscense de Cájol[2]: “La participo a v.m. cómo se han traído a mi estudio un vezino del lugar de Cájol un pleito sobre un fenal, para que yo lo dirija”.

No obstante, hay que destacar que el autor, pese a ser seguramente aragonés, muestra un sistema leísta en persona singular masculino, impropio de su variedad y sí de la norma madrileña: “Su sobrino que más le estima [al destinatario]”; “y a Castelar le han sacudido bien”. De acuerdo con este sistema pronominal, también se detecta laísmo: “para que sus monjas no la den mala vida [a la muchacha]”. No es extraño, ya que, incluso en personas cuyo sistema era etimológico, se podría dar una variante con la aceptación en los casos de referente animado (Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga 2018: 209).

Queda claro que, con una simple carta, tenemos mucho para comentar sobre la procedencia, la formación y las intenciones comunicativas del emisor. Si alguien le hubiera dicho a Pepe cómo acabaría su misiva, no se lo habría podido creer.

Delfina Vázquez.

Cómo citar esta entrada:

Vázquez Balonga, D. (2020): “Amado tío”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: [https://textorblog.wordpress.com/2020/07/06/mi-amado-tio/].

Imagen: Delfina Vázquez.

Para saber más:

Autoridades = Real Academia Española de la Lengua (1726-1739): Diccionario de Autoridades. Disponible en el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Españolahttps://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico

Covarrubias = Covarrubias, Alonso de (1611), Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid: Visor.

DLE = Diccionario de la Lengua española. Disponible en https://dle.rae.es/

Sánchez-Prieto Borja, Pedro y Vázquez Balonga, Delfina (2018): «Toledo frente a Madrid en la conformación del español moderno: el sistema pronominal átono», en RFE, XCVIII, 1, enero-junio, pp. 185-215.

[1] En un documento inédito escrito por Alejandro García Arias, escribe “A mi amo y señor don Pedro Juaquin Boruel”. Todo apunta que es la misma persona que aparece como destinataria en una carta conservada en el Fondo Documental de las Cortes de Aragón en 1773 aquí (http://www.omnia.ie/index.php?navigation_function=2&navigation_item=%2F2022705%2Flod_oai_fondohistorico_cortesaragon_es_742_ent1&repid=1). El apellido Borruel, por otra parte, está generalizado en esta región.

[2] Hoy en día, Cájol, en la comarca del Sobrarbe, está despoblado, tras la pérdida total de habitantes en la década de 1960 (http://www.despobladosenhuesca.com/2011/10/cajol.html)

 

Por San Isidro, majos

La palabra majo nos resulta a todos familiar por las pinturas goyescas y el costumbrismo madrileño, sobre todo en los siglos XVIII y XIX. Estos personajes con vestimenta colorida y actitud festiva suelen tener este nombre. Otra manera de llamarlos es chisperos. El diccionario académico de 1780 define esta voz como “El que trabaja en hacer badiles, trébedes y otras cosas menudas de hierro”; sin embargo, en el diccionario académico de 1884 se reconoce el significado como “Hombre apicarado del pueblo bajo de Madrid”. Esto vendría, seguramente, de la asociación entre el oficio y el tipo social. También se les ha denominado manolos, quizá por la frecuencia de este nombre entre ellos. Pero vamos a centrarnos en los majos y lo que significan.

Es un majo “el hombre que afecta guapeza y valentía en las acciones o palabras. Comunmente llaman assí a los que viven en los arrabales desta corte”. Así presenta la figura del majo el primer diccionario de la RAE, conocido como Diccionario de Autoridades (1726-39). No hay autoridad, es decir, cita de una obra, que muestre el uso de esta palabra, que no había aparecido en otros diccionarios anteriores como el Tesoro de Covarrubias. El diccionario de Terreros y Pando lo define en 1787 como “guapo, baladrón, fanfarrón, garboso, petimetre”.

En 1803, el Diccionario de la Academia reconoce que también hay majas, en una reelaboración completa de la definición: “Majo, ja”, “la persona que en su porte, acciones y vestido afecta un poco de libertad y guapeza, mas propia de la gente ordinaria que de la fina y bien criada”.

Ya tenemos, por tanto, muy claro lo que significó ser majo o maja: figuras populares, con mucho brío, fanfarronería, chulería, descaro, frescura… Claro que hay un rasgo más que estaba en la primera definición y que, como se ha visto, se perdió por el camino: decía el Diccionario de Autoridades: “Comunmente llaman assí a los que viven en los arrabales desta corte”. Esta adscripción a Madrid se perdió en el diccionario académico en la edición de 1803. Sin embargo, se ha recuperado en la última edición del diccionario, en la que se ha modificado bastante la definición, que ahora es:

majo, ja (4ª acepción): En los siglos XVIII y XIX, persona de las clases populares de Madrid que en su porte, acciones y vestidos afectaba libertad y guapeza.

Es decir, se recupera en la definición el dato importante de que los majos y majas son figuras específicamente madrileñas, como se ve claro en el uso de la palabra en los textos (aunque no faltan ejemplos de textos que usan al majo como una figura popular, con características parecidas, de otras zonas de España).

Aparte de recreaciones literarias, no tenían buena fama dentro y fuera de Madrid. Al menos eso parece en un documento judicial de Arganda del Rey (Madrid), en el que una mujer insultó a otra vecina “que era una escandalosa, que los majos la davan pañuelos de seda”. Y aquí no hay que olvidar que la acepción de escandalosa no es ‘ruidosa’, sino la que recoge en primer lugar Autoridades (1729): “Perverso, malo, y propiamente se dice de la persona o cosa que ocasiona y da motivo a escándalo”. Es decir, que juntarse con majos no era de mujeres respetables.

Por otra parte, y esto también nos interesará en esta entrada, estas figuras no solo “afecta[ba]n un poco de libertad y guapeza” en “su porte, acciones y vestido”, sino que también su manera de hablar era (o se consideraba) muy característica. Debido a su extracción más humilde, es de suponer que se encuentran rasgos del habla más popular. Ya da una idea de este asunto José Cadalso, cuando escribe con cierto desdén “ni un majo del Barquillo hablaría con más bajo estilo”; hay señalar, por cierto, que en esta calle madrileña estuvo la famosa “Casa de Tócame-Roque”, a la que Ramón de la Cruz dedicó un sainete y que fue célebre por los conflictos entre sus inquilinos[1].

Hemos realizado una búsqueda de la figura del majo y la maja en diferentes textos, consultando el corpus CORDE y anotaciones personales sobre los Episodios Nacionales de Galdós. Las obras que presentan majos en CORDE (hemos buscado las apariciones de esta palabra) son tonadillas anónimas, obras de Ramón de la Cruz como Manolo o La Petra y la Juana o El casero prudente o La casa de Tócame-Roque, y en el XIX las de Bretón de los Herreros o Mesonero Romanos y, naturalmente, Galdós.

Allí, vemos cómo estos majos y majas muestran en su habla la chulería y el desgarro que se consideraban típicos de este colectivo, que se ve claramente en expresiones como “¡Duquesitas a mí!”, “¡A mí con esas!” o “Ya estoy frita” (la Zaina, en Galdós), “Me ha dado la real gana” o el irónico “no mates tanta gente, que se acaba el mundo”, “verás lo que es canela”, “mi santa voluntad”, “si te mueves, te como” (Nazaria, en Galdós), “Si supiera que habías de dar tal corte / la lengua te sacara / por el cogote” (Tonadilla “La contienda”), “le tengo de sacar las tripas juera” (Ramón de la Cruz, “Manolo”), “dar pa el pelo”, “Anda y qué güeno me sabe” (irónico) (Primorosa, en Galdós).

Además, las personas calificadas como majas (también, a veces, manolas o chisperos) presentan los siguientes rasgos:

-pérdida de -d- intervocálica muy generalizada: (Prao, salao, toícas, ío, en la tonadilla “La contienda”), cansaos (Galdós),

-pérdida ocasional de la -b- intervocálica: naaja ‘navaja’, caeza ‘cabeza’ (Ramón de la Cruz, Los bandos de Lavapiés),

-pérdida de -d final: usté (tonadilla “La contienda”) o su conversión en -z («iz ca el regidor»),

-pérdida de -r- en algunas palabras concretas como mira o para: “mia qué fegura” (tonadilla “La contienda), “pa dárselos a los franceses” (Galdós),

-metátesis de -r- en algunas palabras: presona (tonadilla “La contienda”), treato (Galdós),

-aspiración de la f- inicial: juerza, juera (Ramón de la Cruz, Los bandos de Lavapiés); juera (Galdós),

-jejeo y aspiración de -s final de sílaba (más raramente): jeñores (Galdós),

-uso de palabras “cultas”: cercunstancia (Tonadilla “La contienda”), alverso (Ramón de la Cruz, Manolo), osequiar (Galdós),

-confusión i/e átonas: ofecina (Ramón de la Cruz, Las castañeras picadas), dimonios (Galdós),

-confusión e/a átonas: Sabastián (Ramón de la Cruz, Los bandos de Lavapiés),

-formación no normativa de formas verbales: dijites (Ramón de la Cruz, Manolo), semos (Galdós), estemos ‘estamos’ (Galdós), “quitaros las flores del pelo” (Galdós),

-uso de prefijos no normativos: “me enclavan alfileres”, “desapártense toos” (Galdós), reseñorona y requete-usía (Galdós),

-uso de motes, además de “la” y “el” ante el apodo o el nombre de pila: el Zurdillo, el Zancudo, la Pelundris, Gangosa, Perdulario… (Ramón de la Cruz, Los bandos de Lavapiés). El origen de los motes es también interesante; ya que se suelen formar con adjetivos con resonancias cómicas (zurdillo, zancudo, gangosa, mediodiente). Algunos nombres se pronuncian de manera vulgar, como Alifonsa[2] y Lorencio).

Esta manera de hablar parece unida en la literatura no solo a la pertenencia a las clases bajas, sino a la chulería propia de los majos, con lo que por ejemplo en Galdós Primorosa es una desgarradísima maja, a la que Galdós llama “manola” e incluso “harpía” y que anima a la multitud a pedir cuentas a un regidor que será en efecto asesinado por la masa: “Pues iz ca el regidor y sacárselos de las asaúras”. En cambio, su marido Chinitas, un héroe modesto del 2 de mayo, intenta moderar los excesos de su mujer con una lengua no marcada: “Mujer, deja en paz a ese caballero. Mira que la armo”, a lo que ella le responde: “¡Sopa sin sal, endino!”.

¿Hablaban así las personas de las clases populares de Madrid? Parece claro que no exactamente. Por una parte, la representación literaria del habla de Madrid es una simplificación de cómo se hablaba (así pasa en todas las imitaciones literarias del habla de cualquier grupo, como hemos mostrado en esta, en esta y en esta entrada del blog). García González  (2018) manifiesta que en muchas de estas obras “el habla de las clases populares de Madrid” se representa “casi exclusivamente mediante vulgarismos fonéticos”: es decir, que por supuesto no todas las personas de Madrid hablaban “a lo majo”, y además los rasgos que se señalan como característicos de los majos no son exclusivos de ellos, sino “vulgarismos fonéticos” o de otro tipo que se advierten también en hablas populares de otras zonas, como la caída de -d- y de otros elementos, préstamos del habla de germanía, aspiración de -s, entre otros. Por otra parte, parece probable que ciertos grupos populares, entre ellos los conocidos como majos, creasen un habla peculiar exagerando determinados elementos y tomando incluso rasgos fonéticos considerados vulgares más propios de otras regiones. Por ejemplo, se ha observado la influencia de las hablas andaluzas en ciertos grupos populares de Madrid, así como el éxito de los gitanismos (García González 2017: 39).

En el análisis del habla popular de Madrid tal como se muestra en los documentos escritos por personas con una baja formación sí encontramos no pocos de estos rasgos, pero no todos. Destacan como verdaderos rasgos propios de las personas de escasa formación de Madrid (lo que no quiere decir que no fueran también propios de otras zonas) en los siglos XVIII y XIX la variación en el vocalismo átono con respecto de la norma culta, no solo entre e / i, sino entre o / u: sostituyr, demisión, deligencias, tiniente, intelejible o Brigeda son ejemplos de ello. En los documentos alcalaínos, se encuentran numerosos cambios con respecto al estándar de -l y -l finales de sílaba: generar ‘general’, vorvese ‘volverse’, barcones ‘balcones’, carcula ‘calcula’… La omisión o cambio de las consonantes –p, –b, –t, –d, –c, –g y el grupo –ns finales de sílaba son habituales: istancia, susistencia, osequio, se didne, octener, albertir ‘advertir’ o Sectiembre son algunos ejemplos. También la vacilación o caída de consonantes finales de sílaba, especialmente de palabra, son relativamente frecuentes, aunque no tanto como los rasgos anteriores: birtuz, segurida, uste, Merze (Almeida Cabrejas, en prensa).

En cuanto a la caída de -d- o de otras consonantes intervocálicas, un rasgo muy repetido en la imitación de la lengua de los majos, se encuentra en textos de personas poco alfabetizadas de Madrid (acristianao, echao) (Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga 2019), pero no lo hemos visto en zonas cercanas, por ejemplo en Alcalá de Henares; la modificación de la f- o s- en posición inicial de sílaba (como en juerza o jeñores) es inexistente en los textos analizados.

Con este acercamiento a la figura y la lengua de majos y majas celebramos desde Alcalá de Henares la fiesta de nuestros vecinos de Madrid (Madrí, Madriz) y les deseamos una fiesta lo mejor posible dentro de las duras circunstancias actuales.

 

Belén Almeida y Delfina Vázquez

 

Cómo citar esta entrada:

Almeida, Belén y Delfina Vázquez Balonga (2020): “Por san Isidro, majos”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: [link].

Imagen: Marina Serrano Marín.

 

Para saber más:

Autoridades = Real Academia Española de la Lengua (1726-1739): Diccionario de Autoridades. Disponible en el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española. https://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico

Almeida Cabrejas, Belén (en prensa): “1.1.2. Escritos de nivel sociocultural medio y bajo en Alcalá de Henares en los ss. XVIII y XIX”, en La lengua de Madrid a lo largo del tiempo. Universidad de Sevilla.

CORDE = Real Academia Española de la Lengua: Corpus Diacrónico del Español. Disponible en https://www.rae.es/recursos/banco-de-datos/corde

García González, Javier (2017): “El elemento gitano en el habla de Madrid”, en José María Santos Rovira (ed.), Variación lingüística e identidad en el mundo hispanohablante. Lugo: Axac, pp. 31-54.

García González, Javier (2018): “Aportación al estudio del habla de Madrid en los siglos XVIII y XIX”, Actas del X Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, 1571-1588. https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/37/61/37garcia.pdf

Sánchez-Prieto Borja, Pedro y Delfina Vázquez Balonga (2019): La beneficencia madrileña. Lengua y discurso en los documentos de los siglos XVI al XIX. Madrid: Ediciones Complutense.

[1] La casa fue demolida en 1883 (Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga 2019).

[2] La variante Alifonso se ve en una nota de mano poco experta en 1741 (Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga 2019: 108). También la pone Galdós en boca de José Izquierdo, tío de Fortunata en Fortunata y Jacinta (1884) (Véase el post dedicado a él en TextoR).

El menistro asigura lo mesmo de siempre… Vacilación de e/i, habla popular, madrileño y andaluz

La vacilación e/i (especialmente en las sílabas átonas) es muy usual en la lengua. Se produce por muy diversas causas, entre otras la asimilación (es decir, la aproximación de un sonido a otro cercano): así, teniente dará tiniente, lección dará lición o seguiendo (forma de seguir, con -e-) dará siguiendo (forma que ha tenido éxito y es parte del paradigma normativo del verbo). Pero también en otras palabras hay variación entre e e i.

En el siglo XVI, sigún o siguro parecen haber sido formas frecuentes; en el XVIII, mesmo se seguía utilizando. Pero ¿qué hablantes usaban estas formas? ¿Eran personas cultas o menos cultas? ¿Tenían algunas de estas palabras menos prestigio? Digamos: ¿sonreían, disimuladamente o no, los hablantes cultos cuando oían “mesmo”, como algunas personas hacen hoy cuando el camarero ofrece “cocretas”?

Probablemente sí. En diferentes palabras, una de sus formas fue quedando relegada y se impuso otra; las personas que usaban la forma relegada fueron siendo vistas como menos cultas. Debido a esta convicción, se llegó a usar formas como menistro en la imitación del habla popular en los siglos XVIII, XIX e incluso XX. Como ya hemos visto en otras entradas como «Biba en la prensa del XIX» o algunos Rinconetes del Centro Virtual Cervantes (“Faltas de ortografía, ayer y hoy”; “¿Qué an eho los cahorros de león?”), se hizo uso de la imitación de la lengua y de la escritura de distintos grupos para caracterizarlos, en general con un propósito humorístico.

Así, el periódico La Revista Española, en su ejemplar del 21 de enero de 1835, reproduce “sin variarle punto, letra ni coma” un documento firmado por un comandante carlista, en el que se atribuye a este comandante, entre otras elecciones poco prestigiosas, la palabra “distruccion”. ¿Por qué opta el periódico por dedicar espacio a estos errores? Para burlarse de la escasa instrucción de un militar carlista, y, de paso, del bando carlista entero.

Pero no solo eso: parece que también se impuso una cierta conciencia de que estas formas eran propias de algunas variedades del español, por ejemplo del madrileño o del andaluz. En la imitación del habla popular madrileña, Galdós hace a sus majos, majas o manolas hablar con este rasgo (entre otros), y por ejemplo Pujitos, en una novela de los Episodios nacionales de Galdós (El 19 de marzo y el 2 de mayo, 1873), arenga así a la multitud:

-Jeñores: denque los güenos españoles golvimos en sí, y vimos quese menistro de los dimonios tenía vendío el reino a Napolión, risolvimos ir en ca el palacio de su sacarreal majestad pa icirle cómo estemos cansaos de que nos gobierne como nos está gobernando

Como se puede ver, Pujitos presenta muchísimas características fonéticas peculiares, desde el jejeo (aspiración de s en posición inicial de sílaba: jeñores) o la caída de d intervocálica (vendío, cansaos) o inicial (icirle) al rasgo que estamos buscando, el paso de e a i o de i a e: risolvimos, dimonios o menistro (además de Napolión, que es algo diferente porque se da en un contexto de dos vocales juntas). La manola Primorosa usa la palabra endino (por indigno), en la misma novela de Galdós.

También en la obra Los madrileños adoptivos (1790)[1], de Antonio González de León, se hace hablar a los madrileños (de quienes el autor se burla) con este rasgo, frente al español señorial y exquisito de las figuras andaluzas: palabras como metá, nenguna, redículo, sigún, fegura, misiricordia, menistro, milindres o cerimonias muestran claramente que el autor considera este rasgo muy característico de los hablantes madrileños, o al menos de algunos.

Pero también al imitar el modo de hablar de hablantes andaluces se recurrió a este tipo de cambios, y en el periódico El tío Tremenda, publicado en Sevilla a comienzos del XIX, encontramos, junto con rasgos como aspiración de h- inicial (jace), omisión de “d” intervocálica o final, incluso inicial (juzgaos, usté, erecho, ice), también la apertura de i en e (más que cierre de e en i): trebunales, encumbencias, mesmo, menistro… Claro que en este periódico las personas que hablan “en andaluz” se ocupan de aspectos tan encumbrados que los vemos también hablar de argüir, proyeutos, paraoxas (paradojas) o cimientos del trono.

También en una presunta «Carta de Andalucía» (sin duda una creación, no una carta real) recibida por el periódico El censor en 1781 aparecen elementos como mijor, siñor, paricia (parecía), antisala, mesmamente, escrebir, melitar o prencipio. (Se ha consultado el periódico en la Hemeroteca Digital de la BNE).

Realmente, ¿hablaban así los madrileños, los andaluces? ¿Hablaban así algunos de ellos? ¿Por qué coincide este rasgo (y otros) del habla madrileña y del habla andaluza? Pues porque, en realidad, lo que hacen muchos de estos textos que pretenden imitar cómo habla un colectivo de una u otra zona no es tanto reproducir las principales características de un dialecto, sino utilizar vulgarismos no exclusivos de una zona u otra[2].

Así pueden coincidir los rasgos que un sevillano destaca del habla de madrileños (en Los madrileños adoptivos), los que un periódico de Madrid resalta de los andaluces (en la “Carta de Andalucía” de El censor, 1781), los que una publicación de Sevilla considera característicos de los sevillanos (en El tío Tremenda) e incluso los que Galdós (canario, y madrileño adoptivo él también) señala como propios de los majos y manolas de Madrid. Otros textos del XVIII, como el sainete Manolo de Ramón de la Cruz[3] (defuntos, ensine ‘insigne’, nenguno) o la Infancia de Jesu-Christo, de Gaspar Fernández y Ávila[4] (mijor, prencipal, quistiones, vigilia) resaltan lo dicho: el cambio e/i era un vulgarismo de amplio alcance que a pesar de ello se consideró característico del habla de diferentes zonas.

Sin embargo, aunque obviamente hay una exageración y simplificación de los rasgos, se encuentran en documentos reales escritos por personas de bajo nivel socioeducacional ejemplos de estos rasgos: solinidad (por solemnidad), besitazion (por visitación), enclusa (por inclusa) y bautezada se encuentran en documentos madrileños del XVIII, y matremonio y Getrudes en documentos del XIX[5].

Parece claro, como hemos defendido en muchas entradas de este blog, que para estudios de tipo histórico, sean sobre aspectos sociales[6], lingüísticos u otros, la literatura es una fuente importante, pero los materiales de la época, entre los que destacan los documentos de archivo, los documentos notariales, peticiones, cartas o notas, son mucho más fiables y por tanto más relevantes para conocer la realidad de la época.

Belén Almeida

 

Cómo citar esta entrada:

Almeida, Belén (2020): “El menistro asigura lo mesmo de siempre… Vacilación de e/i, habla popular, madrileño y andaluz”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: link.

 

[1] Fernández Martín, Elisabeth (2016), Sevilla frente a Madrid en el siglo XVIII: Los madrileños adoptivos (1790), de Antonio González de León, Madrid, CSIC.

[2] Lola Pons (2000), “La escritura «en andaluz» en tres periódicos del siglo XIX: El tío Tremenda (1814, 1823), el Anti-Tremenda (1820) y El tío Clarín (1864-1871)”, Philologia Hispalensis, 14, 77-98. http://institucional.us.es/revistas/philologia/14_1/art_7.pdf

[3] Javier García González (2018), «Aportación al estudio del habla de Madrid en los siglos XVIII y XIX», Actas del X Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, 1571-1588. https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/37/61/37garcia.pdf

[4] Juan Antonio Frago Gracia (1993), Historia de las hablas andaluzas, Arco Libros.

[5] Pedro Sánchez-Prieto y Delfina Vázquez Balonga (2019), La beneficencia madrileña. Lengua y discurso en los documentos de los siglos XVI al XIX, Ediciones Complutense.

[6] Por ejemplo, los historiadores de la vida cotidiana han señalado en las últimas décadas, con recurso a registros de matrimonios, que el matrimonio en los siglos XVI y XVII era mucho más tardío de lo que se puede suponer por fuentes literarias, como por ejemplo la tragedia de Shakespeare Romeo and Juliet, donde Juliet tiene 13 años.

La jámila, el lado oscuro de la aceituna (III)

Es de todos sabido que la actividad olivarera es desde hace siglos muy intensa y que en algunos pueblos la vida sigue girando en torno a ella. Por eso no nos debe extrañar que el alpechín, materia viscosa obtenida de la aceituna, y del que ya hablamos en un post anterior comparta contextos de aparición con otras palabras para designar la misma realidad, como amurca y sus variantes (que estudiamos en otra entrada), jámila y/o pez. En este viaje incesante y cuanto menos oleoso nos ocuparemos esta vez de la palabra jámila.

Pese a que existe una variante llana (jamilla) y una variante esdrújula (jámila), la última edición del DLE solo recoge esta última, de la que se ofrece una etimología titubeante. Al parecer podría proceder del dialectalismo *hamilla, diminutivo formado a partir del árabe hispánico ḥamí ‘fango maloliente’ y este del árabe clásico ḥama’. Respecto a la definición de jámila, el DLE solo ofrece una entrada que nos lleva de vuelta a la palabra alpechín. Ello nos induce a pensar que alpechín y jámila son sinónimos, ya que se emplean para aludir al mismo referente:

  1. m. Líquido oscuro y fétido que sale de las aceitunas cuando están apiladas antes de la mo-lienda, y cuando, al extraer el aceite, se las exprime con auxilio del agua hirviendo (DLE).

El origen etimológico que ofrece el DLE es el que ya ofrecía el DRAE en su 22ª edición. Este difiere del aportado en la edición de 1992 en el que se dice que jámila procede de la palabra árabe yámila, ‘agua que corre de las aceitunas apiladas’. En la edición de 1925, que igualmente recoge como lema la variante esdrújula jámila, se hace referencia a un étimo árabe chamila, ‘grasa fundida’. Dicho étimo se recoge como chamil en la edición de 1884, la cual selecciona la variante llana jamilla. En ediciones anteriores nada se dice del origen de esta palabra que aparece recogida por primera vez en el Diccionario de Autoridades de 1803. Por su parte Esteban de Terreros (1787) recoge la variante jamilla, que define como ‘heces del aceite’ y nos indica que vayamos al lema alpechín.

A pesar de que el objetivo último de Terreros era realizar un diccionario de voces científicas, muchos de los términos registrados son en realidad palabras marcadas diatópicamente (Guerrero Ramos 1992: 153). Tal es el caso de jamilla o jámila.

Idáñez de Aguilar (2015) en su Léxico de la región prebética, en el que dedica un apartado de su estudio a los residuos del aceite, señala que la variante jamila es propia del área geográfica limitada por la meseta castellana, el sur de Andalucía, por parte de Levante y de Murcia. Afirma que la variante esdrújula jámila recogida por el DLE no se corresponde con la pronunciación llana propia de las zonas en las que se da su uso. Estas se corresponden con las áreas de Segura (Jaén), Alcaraz (Albacete), Yeste (Albacete), Huéscar (Granada), Caravaca (Murcia) y Vélez (Almería).

La distribución diatópica de la variante jamila alterna con otras variantes o voces relacionadas nocionalmente. Así, comparte contextos de aparición con la variante fonética jemila en las albaceteñas Cotillas y Villaverde del Guadalimar, mientras que en Huéscar se utiliza indistintamente con la palabra alpechín (Idáñez de Aguilar 2015: 338). En Los Vélez jamila también alterna con la voz alpechín y las variantes pechín, alpachín y las epentéticas alperchín y alparchín. La variante igualmente perchín se usa junto con jamila en pueblos del sur de Ciudad Real (2015: 339).

Cuando se hace referencia al residuo que se deposita de forma natural en el fondo de la tina del aceite y que no es resultado de la prensa de las aceitunas, jamila alterna con morca, aposos, borras y otras voces. Esta pluralidad léxica localizada en esta región tiene una explicación paralela. Por un lado, la intensa actividad olivarera de la zona y su importancia para la vida diaria propició la creación de diferentes referentes para designar la misma realidad. Por otro lado, la variación léxica responde a las diferentes influencias lingüísticas del catalán, el aragonés, el valenciano o el árabe entre otros (Idáñez de Aguilar 2015: 432).

En otras áreas geográficas jamila y alpechín son usados indistintamente junto con la palabra pez, mas, esa ya es harina de otro costal… ¿O aceite de otro post?

Marina Serrano Marín

Imagen: Marina Serrano Marín, fotografía del monumento a Anonymus, en Budapest.

 

Cómo citar esta entrada:

Serrano Marín, Marina (2020): “La jámila, el lado oscuro de la aceituna (III)”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2020/03/18/la-jamila-el-lado-oscuro-de-la-aceituna-iii/.

 

Referencias / Para saber más:

AHUMADA LARA, I. (1986): “Sobre el «Vocabulario andaluz» de Alcalá Venceslada”. Bogotá: Boletín del Instituto Caro y Cuervo.

GUERRERO RAMOS, G. (1992): «Dialectalismos en el Diccionario de Esteban de Terreros y Pando», en Actas del II Congreso Internacional de Historia de la Lengua española, coord. por Manuel Ariza Viguera, vol. 2, pp. 151-160. Disponible en [http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmczw1w3] [Fecha de consulta: 10/03/2020].

IDÁÑEZ DE AGUILAR, A. F. (2015): Léxico de la región prebética (límites del lenguaje andaluz y del murciano). Murcia: Ediciones de la Universidad de Murcia.

Instituto de Investigación Rafael Lapesa de la Real Academia Española (2013): Mapa de diccionarios [en línea]. < http://web.frl.es/ntllet> [Consulta: 09/03/2020]

RAE (1726). Diccionario de Autoridades. Madrid: Francisco del Hierro. Disponible en [http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0.] [Fecha de consulta: 03/2020].

RAE (1884)12. Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. Madrid: Gregorio Hernando. Disponible en [http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUI MenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0.] [Fecha de consulta: 03/2020].

RAE (2001)22. Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.

RAE y Asociación de Academias de la Lengua española (2014)23. Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. Disponible en [http://dle.rae.es/?id=DgIqVCc.] [Fecha de consulta: 03/2020].

RAE (2015). Nuevo Diccionario Histórico del Español. Versión 1.0. [en línea] <http://web.frl.es/DH/org/login/Inicio.view&gt; [Fecha de consulta: 03/2020]

TERREROS = TERREROS y PANDO, E. de (1786). Diccionario castellano con las voces de las ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana […]. Madrid: Viuda de Ibarra. Disponible en [http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0.] [Fecha de consulta: 03/2020]

¡Biba (en) la prensa del XIX!

Desde que la ortografía empezó a estar unificada, se convirtió en la marca de una persona culta. Y desde que se convirtió en la marca de la persona culta escribir de manera conforme a la doctrina ortográfica más aceptada (que, en general, será la de la RAE), las faltas de ortografía han sido utilizadas para hacer humor. Elena Álvarez Mellado habla en este artículo titulado “Baia, baia. La irreverencia ortográfica del meme” de este uso deliberado de la transgresión ortográfica, según ella (y estoy de acuerdo) “una de las señas de identidad de los memes en particular y de la lengua de internet en general”.

Hay quien se lo toma muy a la tremenda (no hay más que ver las reacciones a la publicidad de Chupachups: ¡Me se pierde la cabesa / cuando pillo un nata fresa!), y la RAE, en su Libro de estilo de la lengua española, recomienda que no se abuse “en exceso” de “las grafías desviadas o incorrectas y que estas se reserven únicamente para aquellos casos en los que su uso esté realmente justificado” (tomo la cita del artículo de Álvarez Mellado). En mi opinión, lo más arriesgado de este juego es que se puede usar para denigrar a otros hablantes con menos formación o de otras zonas, o burlarse de ellos.

Que es justamente lo que se hizo en el siglo XIX, cuando la burla ortográfica pasó de las mantillas a la mayoría de edad gracias a una prensa que no le hacía ascos a la brocha gorda. Lo veremos en esta entrada repasando simplemente las apariciones de “biba” y “biban” en la Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España (BNE). La idea es que si escribo “viva Prim” estoy dando vivas a Prim y muestro que soy partidaria de él y de su política, pero si escribo “biba Prim” o incluso “biba Prin” me estoy burlando de sus partidarios y probablemente, de paso, también de Prim.

Y es que buena parte de los usos de “biba” en la prensa del XIX se centran en mostrar lo incultos que son los partidarios de uno u otro bando, del constitucional o isabelino (partidarios de Isabel II) o del carlista o absolutista (partidarios de su tío paterno Carlos y, tras su muerte, de sus descendientes).

En 1838, el Fray Gerundio (13/11/1838) todavía muestra suavidad al narrar la reacción de dos constitucionales con buena formación frente a otros menos cultos:

Al lado del pabellon se lee un letrero escrito con carbon que dice: Biba la constitucion. El abogado compañero de penitencia reparó en que estaba escrito con B, pero yo le dije: “desengáñese vd., hermano, que lo mismo vive con B que con V.

Pero en 1843, un mensaje a los valencianos de la facción carlista (quizá es real; desde luego tiene características gráficas realistas, muy propias de escriptores menos hábiles) es reproducido “con la misma ortografia con la que está escrita” por El espectador (9/2/1843), El Eco del Comercio (10/2/1843) y El Constitucional (21/2/1843), periódicos partidarios de Isabel II, con toda la intención:

Valensianos. Tengo que manifestabos, la nueva notisia y orden resibida de un personage allegado de Fransia, enbiado de su superior y me dise que de á saber areinos Siudades, Villas y Pueblos y voluntarios, que pongamos satisfasion, segura que esta ya el dia de nuestra felisida que ya san rompido las cadenas de nuestra esclavitu y ayudado don Carlos Unico Rey osoluto y la Religion Católica apostolica Romana.
Albertiendome que manifieste que á quellos pueblos que nos darán ausilios lograrán por 4 años no pagar mas que media contribusion, Voluntarios, Semos españoles sagar el vigor como alcones y bamos á triunfar de una grandesa de tener un rey con religion tan justa y santa.
Buenos sidadanos poner atension, y Voluntarios Rialistas á compañarme al campo de onor arevocar los enemigos de lo altar y trono, y biba el Rey y biba la religion, Arbes (pero es Erves) 23 de Nero de 1843. = Comandante= Tomas Penarrocha (a) el Groc.

También va contra los carlistas un documento reproducido por el El Imparcial (9/8/1875):

En un sobre remitido á los voluntarios de Hernani por los carlistas que ocupan las posiciones desde donde hostilizan diariamente á aquella plaza, habia el siguiente oficio que recomendamos á nuestros lectores:

“Para Entregar ha los Boluntarios de Ernani.
Dios Patria y Rey Biba la Religion. Ay teneis una limosna para los boluntarios de ernani que están pidiendo socorro para las familias de ellos no qureais que somos tan malos de tos tenemos buena boluntad y como bosotros y cuantos eridos habeis tenido oy.
Dios guarde á V. muchos años.
El oficial de la habanzada de Piticar.

La generosa donacion de los carlistas consistió en algunos cuartos, 18 de ellos en ochavos.

Y en el periódico El Quijote (que presenta el maravilloso lema de “Este periódico se compra, pero no se vende”) el día 17/8/1894, se recogen estas irónicas “adhesiones” a la causa carlista, esta vez con seguridad puramente inventadas, “a la manera de” un inocente, un carlista de buena fe, un vascongado y El Zurdo (sobrenombre que sugiere que se trata de un delincuente, lo que el texto de su “adhesión” confirma). En el texto de “un carlista de buena fe” se encuentran gran cantidad de faltas de ortografía.

ADHESIONES

Señor delegado de la región de…
Los liberales son unos tales y unos cuales. ¡Vivan las caenas y viva Carlos VII! Conste, señor delegado, que yo soy un partidario más de la buena causa. Un inocente […]

Llo soi un carlizta de corasón i hestoi dispuesto ha derramar Mi sangre por don carloz y por el don Gaime. ¡Biba la rreligión y biba llo! Un carlista de buena fe.

Ofrecidose D. Carlos fueros respetar vascongado. Soy consecuencia carlista. Diome promesas Calbetón carrillo batiente. ¡Fueros vivan! Un vascongado.

Tengo ansias vivísimas de echarme al campo. La guardia civil me persigue por mor de unos cuantos robos que he cometido estos días. ¡Odio con toda mi alma á los esbirros de la restauración! ¡Viva, pues, Carlos VII y doña Berta, si se quiere! ¡Y abajo la guardia civil! El Zurdo.

El periódico El padre Cobos fue partidario del bando conocido como “moderado” (conservador pero no carlista), y se hicieron famosas sus “Indirectas”, entre ellas esta que sigue, dirigida contra los liberales y su líder Espartero (la alusión a los cangrejos se refiere a los partidos conservadores, incluidos los «moderados», que, decían los liberales, van para atrás):

Ochocientos nacionales alojados en la Universidad, me obligan á proponer una economía. La Universidad ya no necesita catedráticos. Las paredes se encargarán de enseñan á los estudiantes un curso completo de libertad, escrito con carbon. Por ejemplo:
“¡Biba la Costituzion!
Cayen todos los cangregos donde están los patriotas de Espartero.
Lo y zo Candido palomo.”

Otro uso de las faltas de ortografía en la prensa del XIX fue la burla, con frecuencia bastante gruesa, hacia hablantes de otras zonas y de baja formación.

El siguiente ejemplo utiliza la tipología de manuales de correspondencia. Estos manuales, de los que había muchos, proponían modelos de carta familiar, carta de negocios, incluso declaraciones de amor o peticiones de matrimonio. Daniel Cassany, en La cocina de la escritura, reproduce una de un manual de Nogales (sin fecha) “De un viudo de cierta edad a una joven soltera”:

Señorita: Aunque con pocas esperanzas de éxito, dada mi edad y condiciones, la gracia y la gentileza de usted me han cautivado hasta el punto de que, saltando por todos los obstáculos morales que hasta hoy me han detenido, me atrevo a dirigirme a usted pintándola, aunque con lívidos colores, el fuego de esta pasión, algo tardía, es cierto, pero no exenta de firmeza y de lealtad, unidas a una decisión inquebrantable de hacerla mi esposa […].

Compárese este modelo con el que propone en el Nuevo estilo para escribir y notar cartas amorosas (Madrid cómico, 5/9/1880):

Carta 1.ª De un soldado a una doncella de casa pudiente. Declaracion. “Mu señora mya y de mi más partecular apresio. Esta se dirige pa desirle á Vd. como habiéndola diquelao ayer mañana cuando diba al pienzo, que estaba Vd. azomá al barcon zacudiendo unas chinelaz, zentí unaz punsás mu juertes en la propia metá del pecho, y aluego unaz ganaz de retoserme el piscuezo pa verla á Vd. que ya se enteraria Vd. que jui golviendo la cabesa por toa la caye hazta golver la ezquina pa verla á Vd. y habiendo conzurtao el cazo con el cabo Peres que sabe de letra, y es hombre mu apañao y mu zabijondo pa esto del querer y de los afleutos se me ofresió pa ponerle á Vd. cuatro letraz que zon laz que le dirijo por el conduto de la donseya del tersero que ez paizana […] Y zin maz b. z. m. azta la muerte zu apazionao amante que lo ez, Frutoz Prohibido y Lopes”.

Carta 2.ª Respuesta: admitiendo. “Cabayero. Mea entregado la doncella del cuharto tercero su hatenta carta phor la que veho que mea ma huté. Si es verdaz que husté mea ma me hará husté el favor de probármelo, con su constansia, y entonces si se dina ablar ha mis papás no tendré inconve ni ente, hen ser suya. B. S. P. Inocencia Dudosa y Rodriguez. La contestacion por el conducto que husté sabe.”

Además de errores ortográficos (como la h o su ausencia, la b y la v o, en el caso de la doncella, la unión y separación de palabras), estas cartas contienen alusiones a una presunta pronunciación de personas de las clases bajas (aluego, golver), y probablemente de diferentes orígenes geográficos (a pesar de que no se dice nada de manera explícita). Este podría ser el caso del seseo/ceceo o la omisión de la -d- en el participio en la carta del soldado “Frutoz Prohibido y Lopes”. La imitación de lo que habría podido ser la escritura de personas con poca formación no está demasiado lograda, pues por ejemplo la doncella escribe correctamente “conducto”, el grupo -ns- en “constansia” y no se equivoca en ningún caso de b/v.

En un poema en que se imita la pronunciación andaluza, en un poema en El Rubí de Málaga (30/4/1846), llama la atención que, además, de marcarse elementos como el seseo, la omisión de fonemas finales de sílaba y palabra y de -d- intervocálica o el yeísmo, también se elige la b para “biba” o “beo”… cuando la pronunciación de <b> y <v> es igual y por tanto su aparición no parece que pueda responder a un deseo de reproducir una pronunciación específica del andaluz.

Son tus dientes ¡ay, gachona!
peasitos é requeson,
y la cara é tu presona
una frábica é turron.
Mas, serrana, tu meneo,
¡puñalá!
es la esensia é la sá.
¡Ay, jaleo!
¡Chiquiya, boy á espichá!
¡Ay, que me beo y no me beo!
[…]
¡Biba la la esensia é la sá!
¡Ay, jaleo!
¡Jesú, que voy á espichá,
y… me beo y no me beo!

Por último, recogemos un poema publicado en Madrid cómico (25/5/1895). Es, evidentemente, un puro ripio, en el que lo más llamativo no es el mal uso de b y v sino la mala calidad de los versos. No sabemos si es verdaderamente un poema creado con toda seriedad por alguien, pero podría serlo. Según el redactor, viene firmado con el seudónimo “El más bruto”, a lo que el redactor aduce que “eso ya pasa de modestia”, aunque reconoce que “es usted un abusador de la b de palo”, y pasa a reproducir tres estrofas, a cual más pedestre (el redactor usa incluso cursiva para hablar de estrofa, un recurso similar a nuestras actuales comillas):

El más bruto. -¡Hombre, por Dios, eso ya pasa de modestia! Lo que sí es usted es un abusador de la b de palo. Allá va la primera estrofa:

“Ya se está acabando la guerra
ya se ba acabando ya
gracias al general Martinez Campos
que se á ido para allá.”
[…]
Nuestros balientes soldados
que son un dechado de virtud y valor
pues siempre que han luchado
han vencido con todo su corazon.
Biba el soldado español
que es muy arriesgado y valiente
y biba la nacion
y toda la jente.”

Con este rápido repaso de la aparición de “biba” pueden verse algunas características del uso que se dio a las faltas ortográficas durante el siglo XIX, un uso que entronca con el uso actual y que habrá que seguir estudiando para comprender en todos sus matices. ¡Biba la prensa ke tales alegrias nos depara!

Belén Almeida

Imagen: creada utilizando la fuente Georgia y un fondo con color y textura semejante al de algunos papeles de periódicos del XIX.

Cómo citar esta entrada:

Almeida, Belén (2019): “¡Biba (en) la prensa del XIX!r”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/06/30/biba-en-la-prensa-del-xix/.

Para saber más:

Se ha consultado «biba» y «biban» en la Hemeroteca digital de la BNE.

El libro de Francisco Nogales una carta del cual reproduce Cassany en La cocina de la escritura (2011 [1995], p. 196) se titula Cartas Amorosas, y el sumario, que aparece en la portada, reza: «Cartas amorosas de mujeres y de hombres.- Declaraciones, peticiones, despedidas, citas, rupturas, etc.- Cartas de novios.- Cartas de pasión.- Felicitaciones, negativas y consejos.- Secretario de los amantes.- Dedicatorias en prosa y verso.- Frases amorosas célebres.»

¿El día de la marmota?

Ahora que se acerca el 2 de febrero es bastante probable que las televisiones y otros medios de comunicación europeos, y en particular los españoles, tan atentos a todo lo que pasa en Estados Unidos, den la noticia de la predicción acerca del final del invierno basándose en el comportamiento de un simpático roedor de 50 cms. de largo y unos 5 kilos de peso, la marmota. La misma escena se repite en numerosos lugares de ese país y Canadá; el dos de febrero, aunque, originariamente, en un día indetermindo entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera,  la marmota despierta de su letargo invernal. Si no ve su sombra, es decir, si se trata de un día nublado, el animalejo abandona definitivamente su cueva, pues el invierno terminará pronto, pero si la ve, por ser un día soleado, se volverá a su escondrijo, ya que la primavera tardará en llegar unas seis semanas más.

La más famosa de estas marmotas (groundhog) es seguramente Phil, de la localidad de Punxsutawney, en el estado de Pensilvania, a la que se acude desde 1887. La predición de Phil se ha convertido en un acontecimiento turístico que atrae miles de personas a esta localidad, y no precisamente por la exactitud de las predicciones. Algunos estudios han llegado a cifrar el índice de acierto en un 70%, mientras que otros lo rebajan al 40%; es decir, porcentajes hasta hace muy poco comparables a los de los servicio de meteorología en sus predicciones estacionales. El hecho que tiene lugar en la naturaleza de que la marmota salga momentáneamente de su letargo, dicen que para aparearse, se ha aprovechado para organizar un acontecimiento mediático y turístico muy rentable para esta localidad de unos 6000 habitantes. En realidad, la marmota Phil no sale del tocón de árbol en el que es colocada sobre una alfombra roja, sino que es sacada ante los focos de los fotógrafos. Nos preguntamos si acudirían tantos periodistas si el “acontecimiento” tuviera lugar en un pueblo de Castilla. Y es que gran parte de la popularidad de esta predicción se debe a la película “El día de la marmota”, en España difundida como “Atrapado en el tiempo”, pues su protagonista, un meteorólogo llamado Phil Connors, vive continuamente el mismo día, precisamente ese dos de febrero o “de la marmota”.

Más que de artes adivinatorias de los animales, como aquel pulpo Paul, en el mundial de Sudáfrica, del que cabe dudar que imaginara el golazo de Iniesta, ni de agüeros (nos quedamos con el del Cid, 11-12 “A la exida de Bivar ovieron la corneja diestra, / e entrando a Burgos oviéronla siniestra”), aquí nos las habemos con la asociación entre comportamiento de los animales, calendario y tiempo atmosférico. Y si, por un lado, casi todo el mundo conoce lo que sucede cuando cuando “el grajo vuela bajo”, menos saben que “pájaro en banda, mañana holganda”, es decir, que lloverá y no se podrán proseguir las faenas agrícolas.

El anticipo del tiempo que hará por el comportamiento de los animales tiene raíces antropológicas y folclóricas muy profundas, y si en Estados Unidos casi todo es nuevo, es claro que muchas de sus tradiciones han de tener un origen europeo. Fueron los colonos ingleses y franceses quienes llevaron a Norteamérica la observación de la marmota, y acaso en las tierras de Europa, atemperadas por la corriente del Golfo, los “Phils” resultaran más acertados en sus predicciones.

Pero, acercándonos más a nuestro objeto, la asociación entre animales y calendario está bien presente en el refranero: “En febrero busca la sombra el perro”, aunque suele añadirse que “a últimos, no a primeros”; y “por San Blas, la cigüeña verás”, aunque en los tejados de los viejos colegios complutenses vemos hoy, 31 de enero, a la ciconia ciconia o cigüeña blanca mientras escribimos estas líneas. Y ahora sí que nos acercamos al día de la marmota, porque San Blas, patrón de Los Yébenes, entre otras localidades, es el 3 de febrero. Con ello se quería decir que lo más crudo del invierno había pasado, las tardes se alargan, y es hora de iniciar los trabajos agrícolas del principio de la primavera, como levantar los rastrojos y podar las vides (en el ciclo agrícola de siglos pasados, más tardío), y se suponía que las gallinas ya habían vuelto a poner huevos (“Por San Antón [17 de enero], gallinica, pon”).

Entre las asociaciones del calendario, marcado por el santoral, y el tiempo atmosférico no podía falta el 2 de febrero. Pero en la tradición hispana no es “el día de la marmota”, sino el la Candelaria. Es esta una festividad celebrada en numerosos pueblos y ciudades de España, sobre todo en Tenerife, y en muchos países de América es fiesta señalada, cuya celebración entronca, al parecer, con tradiciones prehispánicas. Hay quien piensa que el origen remoto está en las Lupercales de la antigua Roma, donde ya había una procesión en la que se llevaban candelas.

Pero la simbiosis entre la fiesta de la Candelaria y tiempo atmosférico no podía quedar sin reflejo expreso, como es habitual, en el refranero. En Aragón, y en Cataluña, con las diferencias lingüísticas correspondientes, está documentado el dicho, con su rústica metáfora, “Si la Candelaria plora, el invierno es fora”, es decir, si el dos de febrero llueve,  el frío se acaba y llega la primavera. El Atlas Lingüístico de Aragón registra en Ansó (Huesca) la variante “Si la Candelera plora, ya está o invierno fora”, al que en Jaca se añade, “y si no plora, ni dentro ni fora”[1]. Y en recopilaciones del refranero, se leen las variantes en catalán “Quan la Candelera plora, el fred és fora; quan la Candelera riu, el fred és viu; però tant si riu com si plora, mig hivern fora”

Como filólogo con raíces rurales, más que con la marmota sacada de su casita artificial por señores con sombrero de copa, me quedo con el viejo refrán, lleno de rústica poesía: “si la Candelaria plora, el invierno es fora”.

Pedro Sánchez-Prieto

Imagen: Pixabay 

Cómo citar esta entrada:

Sánchez-Prieto Borja, Pedro (2019): “¿El día de la marmota?”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/01/31/el-dia-de-la-marmota/.

[1] Manuel Alvar, con la colaboración de Antonio Llorente, Tomás Buesa y Elena Alvar,  12 vols., Diputación Provincial de Zaragoza / CSIC, Zaragonza – Madrid, 1979-1980. El refrán se recoge en el mapa 1148, vol. VIII. Puede verse ahora en el repertorio digital Paremiología romance: refranes meteorológicos y territorio.

http://stel.ub.edu/paremio-rom/es/refranes/si-la-candelera-plora-ya-est%C3%A1-o-invierno-fora-y-si-no-plora-ni-dentro-ni-fora (“Una leve variante se registra en el punto Hu 107 (Jaca): Si la Candelera plora, el invierno está fora, y si no plora, ni dentro ni fora.”)

 

 

Saban cuantos este post leyeren…

No son escasos los documentos que en el corpus CODEA+ 2015 (Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1800) comienzan mediante la fórmula sepan cuantos esta carta leyeren/vieren/oyeren, etc. Pese a que esta fórmula es una estructura fija en principio no sujeta a variación, la forma verbal que la encabeza sí que presenta una variante: saban. Esta formación analógica de la 3ª persona de plural del presente de indicativo del verbo saber se localiza en la zona occidental de la Península, concretamente en Zamora y León.

 

imagen 1

Distribución geográfica de la forma saban en el siglo XIII.

Los 5 ejemplos de saban se dan únicamente a lo largo del siglo XIII, cada uno de ellos en documentos diferentes (CODEA-0451, CODEA-1232, CODEA-1235, CODEA-0458, CODEA-0585).

saban

 

(1) Saban los qui agora son e los que an por seer (CODEA-0451, s.l.[1], año 1233).

(2) Saban todos aquellos que son presentes como los que an a venir (CODEA-1232, Zamora, 1243).

(3) Saban todos aquellos que viren aquesta presente carta (CODEA-1235, Zamora, 1256).

(4) Saban cuantos esta carta viren e oíren (CODEA-0458, León, 1270).

(5) Saban todos por este escrito (CODEA-0585, León, 1273).

El uso de la variante analógica saban frente a la variante sepan en León y Zamora no coincide en el tiempo, ya que la última data cronológica de la variante saban es del año 1273, mientras que el primer registro de sepan en León y Zamora data de 1281 (CODEA-1366) y 1287 (CODEA-1125) respectivamente.

El hecho de que las dos variantes en las piezas documentales no coexistan no quiere decir que no fueran coetáneas en la lengua hablada. Pese a que en las actuales provincias de León y Zamora sepan date de 1281, esta forma ya existía en 1224 tal y como recoge una carta de censo del Monasterio de Leyre, la cual constituye la primera documentación de esta variante en toda la Península (CODEA-0964):

sepan

Del mismo modo, otras formas analógicas formadas sobre el verbo saber como sabuda (6) o sabades (7) aparecen en documentos con una fecha posterior al último documento en el que se registra saban.

(6.) Sabuda cosa sía a todos los omnes (CODEA-0963, Navarra, año 1287).

(7.) Sepan cuantos esta carta viren (…). Sabades como por mio ruego e por mio mandado destes a los fraires predicadores casa ý en vuestro lugar (CODEA-0675, Zamora, año 1289).

El hablante tenía la opción de elegir entre la forma analógica y la forma irregular o combinar ambas variantes tal y como refleja el documento CODEA-0675, al que pertenece el ejemplo siguiente:

sepan2

{h1r 1} Sepan cuantos esta carta viren (…).

 

sabades

{h1r 4} Sabades como por mio ruego e por mio mandado destes a los fraires predicadores casa ý en vuestro lugar (CODEA-0675, Zamora, año 1289).

Las dos formas verbales sepan y sabades están conjugadas en el mismo tiempo, esto es, en presente de subjuntivo. Sin embargo, para la 2ª persona de plural se prefiere la forma analógica frente a la esperable sepades por el uso previo de sepan.

En resumen, la variante analógica de la 3ª persona de plural de presente de subjuntivo saban se localiza en la zona occidental del área de influencia del asturleonés, de modo que nos encontraríamos ante una forma marcada diatópicamente.

imagen 2

Distribución diatópica de las variantes saban y sepan en el siglo XIII.

Marina Serrano Marín

 

Cómo citar esta entrada:

Serrano Marín, Marina (2019): “Saban cuantos este post leyeren”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/01/11/saban-cuantos-este-post-leyeren/.

 

[1] s.l.: sin lugar (sin data tópica).

 

 

Voces galdosianas. José Izquierdo

Si en la anterior entrada nos ocupamos de la amiga de Fortunata, Mauricia “la Dura”, y su peculiar forma de hablar, en esta ocasión centramos nuestra atención en un personaje no menos interesante, también representante de las clases más humildes de Madrid. José Izquierdo, el tío de Fortunata, es presentado a través de Juanito de una forma que hace fácil ubicarlo en la división social del Madrid de la I República:

un hombre que ha sido de todo: presidiario y revolucionario de barricadas, torero de invierno y tratante en ganado. ¡Ah! ¡José Izquierdo!… te reirías si le vieras y le oyeras hablar.

Desde el punto de vista físico, Izquierdo dista mucho de ser un hombre desagradable, y así lo marca el narrador:

José Izquierdo representaba cincuenta años, y era de arrogante estatura. Pocas veces se ve una cabeza tan hermosa como la suya y una mirada tan noble y varonil. Parecía más bien italiano que español, y no es maravilla que haya sido, en época posterior al setenta y tres, en plena Restauración, el modelo predilecto de nuestros pintores más afamados.

Izquierdo tiene diversos papeles a lo largo de la novela, aunque sin duda su importancia radica en ser la voz que refleja los acontecimientos políticos del momento y el desencanto de gran parte de la población. Aquí hay una pequeña muestra:

¿Pero éstos de ahora?… es la que dice: ni liberales ni repoblicanos, ni na. Mirosté a ese Pi… un mequetrefe. ¿Y Castelar? otro mequetrefe. ¿Y Salmerón? otro mequetrefe. ¿Roque Barcia? mismamente. Luego, si es caso, vendrán a pedir que les ayudemos, ¿pero yo…? No me pienso menear; basta de yeciones. Si se junde la Repóblica que se junda, y si se junde el judío pueblo, que se junda también.

Como indica Caudet (1989: 26), Galdós amplió el protagonismo del personaje en el segundo manuscrito de la novela y es aquí donde, además, le dotó de su llamativa jerga (ibídem: 29). Lo cierto es que, al igual que otros protagonistas de sus obras, Izquierdo tiene maneras de hablar muy identificables; mientras que Mauricia “la Dura” repite Paices boba y el adjetivo peine, José Izquierdo usa la interjección hostia y el enfático re-hostia constantemente. Tiene incluso un término propio, yeción, que no entiende nadie, pero que, según el narrador “expresaba una colisión sangrienta, una marimorena o cosa así”. Sin embargo, esta es solo una de las muchas características de su discurso. En él se ven rasgos del habla madrileña más popular y  vulgarismos extendidos en todo el mundo hispánico. Muchos lectores pueden incluso pensar que Izquierdo es caracterizado como andaluz debido a algunos elementos que se reflejan en el discurso (López 1978). Este es un tema interesante, al que no podemos dedicar mucho, pero en el que nos detendremos brevemente más adelante. Otros rasgos de su lengua son encontrados también en documentación madrileña escrita por personas poco formadas en la escritura recopilada en el corpus ALDICAM[1].

Una constante en el habla de Izquierdo es el cambio de las vocales átonas, un fenómeno general en el castellano, visto en autores cultos y escribanos de los siglos XVII y XVIII, pero que ya en la época de Galdós estaba fuertemente estigmatizado, de ahí que se ponga en boca de personajes rústicos o poco formados. Si bien aparece en otros personajes de la novela, como la criada llamada “Papitos” (lición ‘lección’) y Mauricia “la Dura” (alilao ‘alelado’), son pocos casos, al contrario que en Izquierdo: Repóblica, Dimietria, tiniente, menistro, tiniente, meliciano, pleticó, hamos ‘hemos’, piores, entre otros muchos. En los documentos de mano inhábil de la ciudad de Madrid también se ve esta vacilación de vocales, seguramente como reflejo de sus usos; así, en una carta de súplica de una mujer, enviada a la Real Inclusa hacia 1810, dice “la niña no se muría” (Sánchez-Prieto y Vázquez Balonga 2017). Y en una nota de abandono de un recién nacido, conservada en la Hermandad del Refugio, se dice que sus padres son un matremonio (1839). Igualmente, en el discurso de Izquierdo hay numerosas formas acortadas por confluencia vocálica, como Sabusté ‘sabe usted’, mirosté ‘mire usted’, asté ‘a usted’, parriba ‘para arriba’, además del frecuente pa por para.

Dentro del consonantismo, podemos citar la neutralización de líquidas, como branco ‘blanco’. En la documentación de la Hermandad del Refugio podemos encontrar algunos ejemplos de esta misma pronunciación: Frora ‘Flora’ (1817) o rública ‘rúbrica’ (1839). Hay que destacar también es la metátesis de las líquidas, como en “probete” ‘pobrete’. Esta confusión es muy frecuente en el mundo hispánico; se ve en notas de abandono del siglo XVI (“una probe muger” en 1600, Sánchez-Prieto y Flores Ramírez 2005), y en documentos de la Hermandad del Refugio del siglo XIX.

Al igual que en el habla de Mauricia, en José Izquierdo sobresale la omisión de –d- intervocálica, sobre todo en participios: perdío, seguío, maltrajeao. También se produce la omisión de –ada en las formas femeninas: patá, ná. En cuanto al debilitamiento de –d final, se observa en algunos casos como Sabusté ‘Sabe usted’. Además, hay un caso de pronunciación interdental en Madriz ‘Madrid’. Los dos fenómenos se encuentran en la documentación del proyecto ALDICAM: en una petición de 1833, “tengan la vondá”, y Madriz en una nota de 1741, ambas de la Hermandad del Refugio.

Resulta llamativo el cambio de f- a una velar /x/ en el discurso de Izquierdo, único entre los personajes de Fortunata y Jacinta. El empleo lo hace con el verbo ir en pasado: juimos ‘fuimos’, jui ‘fui’. No parece claro este uso, pero sí quizá relacionado con el siguiente, la pronunciación de jierros para ‘hierros’ y junda ‘hunda’. Sobre esto, no hay que olvidar que en el Madrid de mediados del siglo XIX se representaba a los madrileños populares con rasgos “andaluces” como la pronunciación velarizada de h- (García González 2017:39). Otra variante que incluye Galdós es la omisión de –l final como papé, que también debía ser una forma vulgar, también común con las hablas meridionales.

Como un última mención a las consonantes, destacamos que en Izquierdo se refleja la confusión /b/-/g/ en posición inicial en algunas palabras, como golver por ‘volver’ y güelvete ‘vuélvete’. Es posible que la confusión se viera reforzada por la forma conjugada (vuelve-güelve) ya que es frecuente la variación b-g ante el diptongo –we-, como se ve en los documentos del Refugio (guelto, 371, 1738).

Para el léxico, muchos son los elementos que se podrían destacar en Izquierdo[2]. Podemos citar voces de la jerga callejera, como churumbel ‘niño’, una palabra de origen caló que no aparece en un diccionario hasta Alemany 1917, con la marca de “germanía”. Dejamos las últimas líneas para la interjección de sorpresa pa´ chasco, usada por Izquierdo (“Dicen que les van a traer el Alifonso… ¡Pa´chasco!”), pero también por su sobrina Fortunata. Debía ser una expresión generalizada en el habla vulgar madrileña, ya que en la novela Maximiliano intenta que Fortunata deje de usarla:  “Repetir en cada instante pa´ chasco es costumbre ordinaria”. El testimonio de la expresión en boca de personajes de sainetes madrileños como La Revoltosa, de José López Silva (1897), parece confirmar su uso en esta esfera social (CORDE)[3]. En cuanto a hostia, en el diccionario de la Academia se recoge como ‘golpe’ e interjección por primera vez en 1984. Sin embargo, debía existir ya, al menos en el habla vulgar, lo que retrasó su incorporación a la lexicografía.

La influencia de las hablas andaluzas en un madrileño como Izquierdo es marcada por el propio Galdós en Fortunata y Jacinta (López 1978):

este modo de hablar de la tierra ha nacido en Madrid de una mixtura entre el dejo andaluz, puesto de moda entre los soldados, y el dejo aragonés, que se asimilan todos los que quieren darse aires varoniles.

Asimismo, los gitanismos llegaron al habla madrileña popular ya desde temprano, ya que están presentes en obras costumbristas desde Ramón de la Cruz (García González 2017:39). Por lo tanto, el personaje de José Izquierdo es caracterizado cuidadosamente con elementos lingüísticos del madrileño popular, pero también de origen andaluz y caló, debido a la influencia que estos tenían en determinados círculos como los toros, la venta de ganado y las milicias, en los que Izquierdo se había movido. Su habla, de esta forma, se alejaría más todavía de la que se representa en las clases altas.

Delfina Vázquez.

  • Imagen: Daniel Perea, «El Rastro de Madrid». Publicado en «El Museo Universal» (1859) (Detalle). Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Art_works_by_Daniel_Perea

 

 

Para saber más:

  • Caudet Roca, Francisco (1989): “José Izquierdo y el Cuarto Estado en Fortunata y Jacinta”, en Actas del Tercer Congreso de Estudios Galdosianos, 2, pp. 25-29. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria.
  • CORDE= RAE: Corpus Diacrónico del Español. http://www.rae.es/recursos/banco-de-datos/corde
  • DLE = RAE: Diccionario de la Lengua Española. <http: //www.rae.es>
  • García González, Javier (2017): “El elemento gitano en el habla de Madrid”, en José María Santos Rovira (ed.), Variación lingüística e identidad en el mundo hispanohablante. Lugo: Axac, pp. 31-54.
  • López, Joseph (1978): “Deformaciones populacheras en el discurso galdosiano”, en Anales galdosianos, año XIII. <http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/anales-galdosianos–22/html/02551672-82b2-11df-acc7-002185ce6064_55.html#I_37_ >
  • Pérez Galdós, Benito (1885-1886): Fortunata y Jacinta. Edición de Domingo Ynduráin, 1993. Madrid: Turner.
  • Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga, Delfina (2017): “Hacia un corpus de beneficencia en Madrid (siglos XVI-XIX)”, en Scriptum Digital, 6, pp. 83-103.

 

[1] http://aldicam.blogspot.com/

Estas investigaciones se han recogido en el estudio monográfico de Pedro Sánchez-Prieto y Delfina Vázquez Balonga La beneficencia madrileña. Lengua y discurso en los documentos del siglo XVI a XIX. Esta prevista su publicación próximamente.

[2] Para más información sobre la jerga y otros rasgos del habla de José Izquierdo, ver López (1978).

[3] Hoy la expresión sigue viva en algunas provincias como Toledo. https://matadornetwork.com/es/expresiones-que-solo-los-toledanos-entendemos/

La amurca, el lado oscuro de la aceituna (II)

En un post anterior hablábamos sobre la etimología de la palabra alpechín sustantivo que designa el producto orgánico resultante del procesamiento industrial de la aceituna para la elaboración del aceite de oliva.

El viaje lexicográfico que realizamos en el tiempo a través de diversos diccionarios como el de Covarrubias, el de Autoridades o el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana de Corominas nos mostraba las diferentes y fluctuantes interpretaciones que presenta la etimología de la palabra alpechín. En ese intento por esclarecer el origen de alpechín, nos topamos con otras palabras relacionadas etimológica y nocionalmente con ella. Entre estas se cuentan amurca, jámila o jamilla y pez.

A diferencia de la palabra alpechín, cuya morfología habría sido resultado de un proceso de derivación romance sobre la forma árabe no documentada *alpič (Corriente 1996), el sinónimo amurca es de origen latino tal y como indica el DLE.

Según el Nuevo diccionario latino-español etimológico (1867), el lat. amūrca,ae, procedente del gr. αμυρϒέ, sería “la amurca o alpechín, la hez de la aceituna exprimida, o del aceite”. Este mismo diccionario también recoge el adjetivo latino amurcārĭus como todo aquello “que es de o perteneciente a la amurca”.

Terreros identifica amurca como un término de la farmacia empleado para designar al “medicamento astrinjente hecho del alpechin, ó heces de las aceitunas”.

Si continuamos con nuestro viaje retrospectivo, nada encontramos sobre amurca ni en Covarrubias ni en Nebrija. Sin embargo, al realizar una búsqueda en el Nuevo Diccionario Histórico del Español (NDHE) descubrimos que el primer registro de la palabra amurca en español se da en el Vocabulario eclesiástico de Rodrigo Fernández de Santaella, obra fechada en 1499:

Amurca: […] quod amurga, a mergo mergis, por que el azeyte queda arriba y ella se va abaxo, y es la hez del azeyte, que dizen por vocablo aráuigo alpechín. Pónese impropiamente por la hez de otros licores (NDHE 1960-1996).

Además, se recogen diferentes variantes diatópicas de la palabra amurca: amurga, almurca, *amuzca, morga, morca, murga y molca. Todas estas variantes fueron objeto de búsqueda en el corpus CODEA+ 2015, pero no obtuvimos ningún ejemplo. Por el contrario, en el NDHE y en CORDE podemos localizar en el tiempo y en el espacio algunas de ellas.

En primer lugar, la variante amurga aparece en la obra de Fernández de Santaella tal y como leemos en el fragmento anterior. Nada se dice acerca de su posible caracterización dialectológica.

En segundo lugar, almurca se utiliza en la traducción que Andrés Laguna realizó de la obra De materia medica de Dioscórides. Esta variante aparece en la edición de 1570 y no en la primera de 1555-1566 (NDHE).

En tercer lugar, la forma *amuzca se localiza únicamente en una obra de Buenos Aires de 1710 según el Léxico Hispanoamericano de Boyd-Bowman. Sin embargo, el NDHE considera que no se trataría de una variante más, sino de un posible error de transmisión por la palabra amurca.

En cuarto lugar, morga, cuya primera data es de 1780, la encontramos actualmente en el DLE sin ninguna marca diatópica y definida como ‘alpechín’. Es importante no confundir esta morga con aquella que designa un arbusto tropical también conocido como coca de Levante.

En quinto lugar, la variante murga aparece en el DLE al igual que su homóloga morga, mas, no se tiene constancia de ella ni en CORDE ni en el NDHE.

En sexto lugar, la variante morca, que en el DLE se define como ‘hez del aceite’, lleva la marca de aragonesismo. Ya en el diccionario de Peralta (1836) se recoge dicha palabra como voz aragonesa. Borao (1859) la reconoce igualmente como tal en su diccionario.

En el siglo XX morca aparece como voz murciana y como voz del panocho por Gasoriano (1932) y por Lemus (1933) respectivamente (NDHE).

Por su parte, en Alcalá Venceslada (1951) morca y la variante molca se consideran andalucismos. Ello refrendaría lo dicho por autores como Gordón Peral (1988) acerca de la filiación oriental de parte del léxico del andaluz y la presencia de aragonesismos en este.

MapaAmurca

Tras este periplo por la palabra amurca, -que espero no haya “amurcado” a ninguno de nuestros lectores-, abordaremos en próximos posts las etimologías de jámila y de pez.

Marina Serrano Marín.

 

REFERENCIAS:

AGUILERA GÓMEZ, M. (2013). Caracterización taxonómica de Paenibacillus jamilae: estudio genético y bioquímico de la biosíntesis del exopolisacárido. Granada: Universidad de Granada. Disponible en [http://hdl.handle.net/10481/24109]

AHUMADA LARA, I. (1986): “Sobre el «Vocabulario andaluz» de Alcalá Venceslada”.

BORAO, J. (1859): Diccionario de voces aragonesas: precedido de una introducción filológico histórica. Zaragoza: Zaragoza Imp. / Librería de Calisto Ariño.

COROMINAS, J. (1987)3. Breve diccionario etimológico de la lengua española. Madrid: Gredos. Disponible en [https://es.scribd.com/doc/162797514/Joan-Corominas-Diccionario-Etimologico-de-la-lengua-castellana] [Fecha de consulta: 09/2018].

CORRIENTE, F. (1996). “Hacia una revisión de los arabismos y otras voces con étimos del romance andalusí o lenguas medio-orientales en el Diccionario de la Real Academia Española”. BRAE, LXXVI: 55-118. Disponible en [http://www.rae.es/sites/ default/files/Corriente_55_118_Reducido.pdf] [Fecha de consulta: 09/2018].

COVARRUBIAS = COVARRUBIAS, S. de (1611). Tesoro de la lengua castellana o española. Disponible en [http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle] [Fecha de consulta: 09/2018].

DE MIGUEL, R. y Marqués de Morante (1867): Nuevo diccionario latino-español etimológico. Leipzig: Imprenta F. A. Brockhaus. [file:///C:/Users/UAH/Downloads/CCPB000131145-X.pdf] [Fecha de consulta: 09/2018]

GORDÓN PERAL, Mª. DOLORES (1988): “Aragonesismos y voces de filiación oriental en el léxico andaluz”. AFA-XLI: 193-207.

NEBRIJA = NEBRIJA, E. A. de (1495) [RAE (1989)]. Vocabulario español-latino. Madrid: RAE. Disponible en [http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle?cmd= Lema&sec=1.0.0.0.0.] [Fecha de consulta: 09/2018].

PERALTA, M. (1836): Ensayo de un diccionario aragonés-castellano. Zaragoza: Imprenta Real.

RAE (1726). Diccionario de Autoridades. Madrid: Francisco del Hierro. Disponible en [http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0.] [Fecha de consulta: 09/2018].

RAE (1884)12. Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. Madrid: Gregorio Hernando. Disponible en [http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUI MenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0.] [Fecha de consulta: 04/2017].

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RAE (1970)19. Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. Disponible en [http://ntlle.rae.es/ntlle/Srvlt GUIMenu Ntlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0.] [Fecha de consulta: 04/2017].

RAE (2001)22. Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.

RAE y Asociación de Academias de la Lengua española (2014)23. Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. Disponible en [http://dle.rae.es/?id=DgIqVCc.] [Fecha de consulta: 09/2018].

RAE (2015). Nuevo Diccionario Histórico del Español. Versión 1.0. [en línea] <http://web.frl.es/DH/org/login/Inicio.view&gt; [Fecha de consulta: 05/2017]

TERREROS = TERREROS y PANDO, E. de (1786). Diccionario castellano con las voces de las ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana […]. Madrid: Viuda de Ibarra. Disponible en [http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0.] [Fecha de consulta: 09/2018]

 

Tan burro no soy

Hasta hace pocas décadas, en el paisaje de nuestro país se veían a menudo unos animales de trabajo tan necesarios como mal considerados por las creencias populares: los burros. Con sus grandes orejas y su característico rebuzno, el borrico ha sido siempre un paradigma de ignorancia e inteligencia limitada. Muestra de ello es la expresión “ser un burro / un borrico”, “hacer burradas” y poemas como la famosa fábula de Tomás de Iriarte (1750-1791), “El burro flautista”. Sin embargo, es un hecho que el burro, asno o borrico, así como la mula, ha sido auxiliar indispensable en el trabajo y el transporte cotidianos hasta la llegada de los vehículos motorizados. En los documentos del corpus CODEA se encuentran numerosas menciones a estos animales, tanto para regulación de diversas tareas como en los inventarios de bienes, ya que eran de gran valor para un agricultor. Al buscar la palabra burro, curiosamente no tenemos ningún registro, pero sí del femenino burra, como dos inventarios: uno en Camarma de Esteruelas en 1594 (CODEA 1817) y otro en Cáceres en 1665 (CODEA 2228). Además, en este último se indica  que es “una burra con un burranco”, es decir, el asno joven. En otro inventario de la provincia de Cáceres de 1698 (CODEA 2233) de nuevo se encuentra este mismo término, esta vez en su forma femenina burranca. En el DLE no está recogida esta voz, pero sí se pueden encontrar algunas referencias en internet; precisamente, las referencias más llamativas son de unos anuncios de venta de asnos, todos hechos desde Extremadura, precisamente la región de donde procede el documento de 1665. Como indica nuestro colega Diego Sánchez Sierra, el vocablo se registra en Viudas Camarasa (1980) como propio de Mérida como ‘asno jovenzuelo’ y también en otras fuentes como el Tesoro Léxico de Hablas Andaluzas, por lo que sí debe estar extendida en el eje Extremadura-Andalucía.  Por otra parte, la voz borrico no es menos común, ya que se pueden ver varios ejemplos. Tanto burro como borrico provienen del latín tardío BŬRRĬCUS ‘caballo pequeño’, según el DCECH, aunque burro sería un “derivado regresivo” de la forma original borrico. Del latín ASINUS viene directamente asno, otra palabra utilizada en la documentación histórica. Por ejemplo, en un documento de Zafra (Badajoz) de 1492 aparece la disposición de que en un hospital de la localidad se puede usar leña llevada por un asno (CODEA 1885).

Para los borricos jóvenes conservamos algunas palabras, como la citada burranco/a en documentos extremeños, pero también el más general pollino. En el relato de un milagro sucedido en un convento de Alcalá de Henares se explica que el enfermo iba en un pollino (CODEA 1750). El femenino se puede ver en algunos documentos notariales, como en un testamento de Arganda del Rey (Madrid) de 1690 (CODEA 1840). La voz pollino viene del latín PULLĬNUS ‘perteneciente a animal joven’ (DCECH). En cuanto a las crías más pequeñas del asno, recién nacidas y lactantes, existe la voz buche, que sin embargo no aparece en el corpus CODEA, pero sí en otros testimonios. Citamos, por ejemplo, en el Diario de Avisos de Madrid, donde se publicó el anuncio de búsqueda de “una bucha negra” (24 de diciembre de 1845). Los testimonios escritos parecen bastante tardíos, del siglo XIX, y por lo que indica el DCECH, la voz es de origen desconocido, no relacionada con su homónimo buche ‘estómago’ o ‘porción de líquido que llena la boca’, acepciones recogidas por el DLE.

Para la mezcla de asno y yegua, o viceversa, hay también menciones constantes en los documentos archivísticos. Por ejemplo, ya tenemos “una mula de pelo moreno” en el testamento de Juan Peña en Rubielos de Mora (Teruel) en 1277 (CODEA 0766).  En masculino, en Sevilla en 1252 (CODEA 1732) y Segovia en 1314 (CODEA 2423). Esta voz, del latín MULUS (DCECH), se alterna en el uso con el término macho, por ejemplo en Daganzo en 1591 (CODEA 1811), en “un macho rucio” y “un macho pardo”. Menos común es acémila, del étimo árabe azzámila, que también designa a la mula, y que podemos ver por primera vez en el derivado azemilero en un documento burgalés de 1254 (CODEA 0150).

Aunque hay otros nombres para este tipo de cruce, como burdégano y burreño, lo cierto es que en los documentos de archivo de CODEA no tienen aparición, y tampoco en otros corpus de documentos como el CorLexIn, por lo que parece que en el período de la Edad Media al siglo XVIII los nombres preferidos fueron mulo/a y macho, al menos en la zona central peninsular.

 

Para saber más

Alvar Ezquerra, Manuel (2000): Tesoro léxico de las hablas andaluzas. Madrid: Arco Libros.

CODEA = Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1800. <http: //www.corpuscodea.es//>

CORLEXIN = Corpus Léxico de Inventarios <http://web.frl.es/CORLEXIN.html&gt;

DLE = Diccionario de la Lengua Española <http://dle.rae.es/?w=diccionario&gt;

DCECH = Corominas, Joan y Juan Antonio Pascual (1980): Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico. Madrid: Gredos.

Viudas Camarasa, Antonio (1980): Diccionario extremeño. Cáceres: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura.

https://www.milanuncios.com/mascotas-en-extremadura/burranco.htm