Cuando, hace ya bastantes años, cursaba árabe en el Centro de lenguas de la Universidad de Alcalá, nuestro profesor solía poner ejemplos de uso, por ejemplo de verbos, diciendo en árabe frases como “alguien (hombre) o alguien (mujer) come una manzana” (en árabe los verbos tienen género en segunda y tercera persona, y no se dice igual tú (mujer) comes que tú (hombre) comes, ni canta es igual si canta él y si canta ella, y lo mismo ocurre en dual y plural).
Para decir este “alguien (hombre) o alguien (mujer)”, Mohammed decía “fulán au fulana” («au» es o, la conjunción disyuntiva). Con frecuencia, respondía a las sonrisas que provocaba en algunas personas la palabra “fulana” expresando que en árabe no tenía el mismo significado o el mismo uso que en español. En español actual, claro. Porque la historia de esta palabra en español es larga y compleja.
En castellano, “fulano” o “fulán” y “fulana”, tomados del árabe, fueron muy empleados en la Edad Media (al comienzo, mucho más frecuentemente fulán que fulano, pero ya en el XV es más usual fulano). Según el Diccionario crítico etimológico de Corominas (es heredado de mi padre y anterior al Corominas-Pascual), “[e]n árabe fulân es adjetivo con el mismo valor del cast. tal […] aunque puede también sustantivarse, tal como se emplea en castellano”.
Efectivamente, la palabra es usual tanto acompañando a un sustantivo (“dize que fulán omne le tomó aquella cosa”, “fulán alcalle la mandó fazer”, “yo fulán escrivano la escreví”) como sin acompañar (“si la pesquisa tañe en fulán que mató a fulán”), todos estos ejemplos en Leyes de estilo, en el manuscrito escurialense Z.III.11, que se puede consultar en línea en CORDE (así como el resto de los textos citados). También aparece como “fulán tal” o “fulán atal”.
Como servía para denominar a una persona cualquiera o desconocida, es muy frecuente en leyes y fueros, cuando se denominan posibles casos que la ley debe prever. “Fulán moro” y “fulán judío” son utilizados en las Siete partidas de Alfonso X para la fórmula por la que deben jurar musulmanes y judíos a los que se toma juramento, de modo que el juramento sea válido:
E aquel que toma la jura del judío hale de conjurar d’esta manera: “¿Juras tú, fulán judío, por aquel dios que es poderoso sobre todos e que crio el cielo e la tierra e todas las otras cosas, e que dixo ‘Non jures por el mio nombre en vano’, e por aquel dios que fizo Adam el primero ombre e le puso en paraíso e le mandó que non comiese de aquella fruta que él le vedó […]?”
La forma en femenino es rara entre las apariciones más tempranas, aunque puede verse en Berceo, cuando la Virgen dice a su hijo que quiere rogarle “por alma de un monje de tal convento”:
Fijo -disso la Madre- a rogarvos venía
por alma de un monge de fulana mongía.
Otros ejemplos tempranos de “fulana” aparecen también en conjunción con lugares, como “Un peçe de los peçes de fulana isla, que ninguno non lo conosçe sinon yo” (Calila e Dimna), “E la moça dixo: – Yo só fija de un rey de fulana tierra e venía cavallera en un marfil” (Sendebar), aunque en el Espéculo o en el Picatrix (siglo XIII) lo encontramos referido a mujeres:
En qué manera deven seer fechas las cartas de las dotes e de las arras que los maridos dan a sus mugieres. Dotes o arras, que es todo una cosa, cuando alguno las dier a su mugier e mandare ende fazer carta dévela fazer el escrivano en esta manera: “En el nonbre de santa trinidat […] e pues que el casamjento tan buena cosa es e tan derecha, yo don Fulán escogí a vós doña Fulana por mi mugier, e porque tan bien en la vieja ley como en la nueva ningún casamiento non se fazié sin arras, por ende yo don Fulán fago esta carta de dote a vós doña Fulana mi esposa (Espéculo)
“Tú, Tagriel, tráeme a fulana mugier por amor e por amistad”, e nombra a qui quisieres. (Picatrix)
En la Edad Moderna, se siguió utilizando ampliamente “fulano” con el mismo valor, y además se convirtió en frecuente usarlo para sustituir el nombre propio o el apellido si no se sabía, como en “el tercero fue don Fulano Manrique” o “mayormente que un Bartolomé Fulano dixo que había visto por aquella costa un buen puerto” (Historia de las Indias, de Bartolomé de las Casas). En la siguiente declaración de un testigo en un proceso inquisitorial de 1661 (pronto se podrá consultar en CODEA), se nombra a una serie de presuntos judaizantes que vivían en “Bayona de Francia”. “Fulano” o “fulana” sustituye al nombre o al apellido desconocidos, y es una de las formas que tiene quien declara (o quien recoge la declaración) para indicar falta de conocimiento, junto con “cuyo nombre no sabe” (pero esto se emplea más bien si se ignoran el nombre y el apellido) y citar la relación con otro acusado (“y su gente”, “su mujer e hijos”):
Ítem declara que en la ciudad de Bayona de Francia son judíos observantes de la ley de Moisés Diego Rodríguez Cardoso, su muger y sobrinos, cuyos nombres no save, don Francisco Navarro, Manuel Rodríguez, padre de doña María de Soria, su muger y hijos, Manuel Gómez Talavera y un hijo suyo de su propio nombre, alias Manuel Machuca, Jorge de Castro, Fulano Marques, Manuel Álvarez Castro y su gente, el doctor Acosta, el doctor López, de quien ha depuesto y que se fue a Liorna, Simón Núñez Nieto y su gente, sobrino de Fernán Núñez, presso en Sevilla, la viuda de Antonio Fernández, alguazil de corte, que estubo presa en Toledo; Sebastián Rodríguez, Diego Rodríguez Ciudad Real, reconciliado; Fulano Caravallo y su gente; […] don Gerónimo, cuyo apellido no save, que está casado en esta corte con una castellana y es maestro de niños en Bayona; Fulano Vidal, sastre, y su muger, cuyos nombres no save; Jorge Luis; los Berines, que son dos hermanos y suelen venir a Madrid, Fulano Saravia, hermano del dicho Manuel López Saravia, vecino de Burdeos, Fulano Rodríguez y Clara Rodríguez, su muger; Mateo de Campos, la muger de Manuel Núñez Franco, preso en Valladolid, y dos hermanos de dicha muger, cuyos nombres no save, solo que el uno se llama Fulano Araujo
Pero no solamente se da a las personas desconocidas los nombres de fulano/a, sino que existen otras palabras para citar a más personas, siempre tras citarse “fulano/a” en primer lugar. Hoy diríamos, probablemente, en este orden: fulano/a, mengano/a, zutano/a y perengano/a, aunque rara vez se usa ya zutano, y mucho menos perengano.
En el pasado, la situación fue diferente y cambiante. Mengano es un elemento que se usaba raramente antes del siglo XIX, y constituía en general el tercer término tras fulano y zutano/citano. Hasta 1832, mengano no entra en el DRAE, mientras que zutano y citano estaban ya en los diccionarios preacadémicos y fueron recogidos, por supuesto, en el Diccionario de Autoridades (1726-39).
En el XIX, mengano no solo se utiliza cada vez con mayor frecuencia, sino que se adelanta a zutano y comienza a utilizarse en segundo lugar tras fulano. Sin embargo, en una búsqueda en CORDE, puede comprobarse que zutano/a sigue siendo el segundo elemento preferido tras fulano/a aún en el siglo XX (16 casos frente a 11), aunque quizá depende de la zona.
Pero además de fulano (también en la forma hulano), mengano, citano/zutano (también en las formas çutano, zitano o sutano) y perengano, existían perencejo y roviñano (en DLE robiñano).
Puede verse el uso de todos en estas citas:
–Sostengo yo –clamó el maestro con firme voz– que los días de gloria se fueron para no volver. En mi pueblo aprendí este refrán: Don Fulán por la pelota, don Zitán por la Marquesota y don Roviñán por la rasqueta, pierden La Goleta. (Galdós)
Yo no digo nada más que la verdad, y no en secreto sino públicamente, delante de Juan y de Pedro, de fulanito y de perencejo (Galdós)
–¡O lo que diera yo -dezía Andrenio- por ver lo que será del mundo de aquí a unos quantos años, en qué avrán parado los reynos, qué avrá hecho Dios de fulano y de citano, qué avrá sido de tal y de tal personage! (Gracián)
El uso de estos términos ha interesado a especialistas en la lengua desde muy temprano, así Gonzalo Correas hace estas atinadas observaciones sobre ellos:
hazese la menzion por ellos de personas cuios nonbres no dezimos, aunque los sepamos, porque no inporta dezillos, ó porque no se nos acuerdan, ó los queremos encubrir, i los callamos de industria; esto es cuando segunda vez rreferimos algun cuento, ó caso que nos contaron, i nos dixeron los nonbres de las personas, ó nos hallamos en él, i las conozimos, i lo contarnos á otro, como diziendo: io dixe al xuez que fulano i zitano lo vieron, i se hallaron, alli fulana i zitana. Dase en esto á entender que al xuez dixe los nonbres mesmos de las personas, aunque no los rrepito á quien digo el negozio, sino en su lugar digo fulano, i zitano, i rroviñano. Suelese dezir mas de ordinario por solo fulano rrepitiendole: dixe al xuezque lo vieron fulano, i fulano, i fulano, i fulana i fulana: mas en caso que fué mui publico para denotar aquella publizidad, i quando se enziende el que habla, i toma vehemenzia, los xunta, i se dizen todos tres, i aun se usa de diminutivos: violo fulano i zitano i rroviñano, i fulana i zitana i rroviñana, i fulanexo, i zitanexo, i fulanexa i zitanexa, i fulanillo i zitanillo, i rroviñanuelo, i todo el lugar. Sienpre se colocan por este orden que los é puesto: fulano primero, zitano segundo, roviñano terzero; de manera que zitano no se usará sin que prezeda fulano, ni rroviñano sin los dos. Algunos i no pocos mudan la zi en zu de zitano, i dizen zutano menos propiamente.
En el Diálogo argentino de la lengua (1954-1967), Avelino Herrero Mayor dedica también espacio a hablar de estas palabras, y pone en duda la etimología dada por la Academia:
Alumna. – Pues el Diccionario dice que ese nombre [Perengano] se formó de la unión de per y de mengano.
Profesor. – Lo que diga el Diccionario me tiene a veces sin cuidado, y no es por desprecio, sino por aprecio… de los errores que trae.
Efectivamente, la etimología de zutano/citano, perengano o mengano es incierta. Perengano puede ser, según Corominas, cruce entre perencejo (con el mismo valor) y mengano. En cuanto a citano, aunque el DLE propone el no atestiguado *scitanus, de scitus ‘sabido’, parece sensato relacionarlo más bien con la terminación de fulano. Corominas dice que “las variantes citano, citrano y cicrano […] indican que solo la primera letra es esencial y constante en esta palabra, lo que sugiere pueda tratarse de una interjección cit o çut empleada para llamar y luego para nombrar a un desconocido cualquiera de quien se ignora el nombre, y finalmente adaptada a la terminación de fulano” (DCE s. v. zutano).
También la forma de diminutivo, “fulanito/a”, “menganito/a” o “zutanito/a”, se hizo frecuente desde bastante temprano. Ya Correas habla de que se utilizan “fulanexo, i zitanexo, i fulanexa i zitanexa, i fulanillo i zitanillo, i rroviñanuelo”, y en el siglo XIX se hace habitual “fulanito”, “zutanito”, “menganito”, etc.
En cuanto al femenino, hasta bastante tarde no podemos estar seguros de que “fulana”, y también «citana/zutana», «mengana», etc., tengan necesariamente un matiz despectivo, aunque pudieron tenerlo en bastantes casos, como sucede con otros elementos femeninos destinados a denominar personas desconocidas (por ejemplo tal y cualquiera). En un poema como este de Quevedo, parece intuirse un uso despectivo: “Detrás un coche venía / con tres mocetonas frescas, / y, entre ellas, una fulana / del Cabello u de la Cerda”, pero en cambio se encuentran los siguientes pasajes aún en el siglo XVIII:
Pídeme María por Gertrudis, religiosa del convento de Santa Clara. Y por fulana N.; religiosa del Carmen.
de aqui viene aquel Adagio muy comun en el Perú, Está chamicado ó chamicada fulano ó fulana, quando una persona está pensativa, taciturna, distrahida ó demasiado alegre
Desde el XIX, el uso de fulana parece marcado, y se prefiere el uso del diminutivo (fulanita), aunque aún se ve Fulana usado en contextos neutros: «Mira a la Fulana con sus niños y su marido» (Mesonero Romanos), «Que Fulana me gusta y no puedo hablarla en la calle por el bien parecer» (Pereda).
El significado de ‘prostituta’ para fulana no se recoge en el DRAE hasta la edición de 1984, donde aparece en la acepción 5. como “Ramera o mujer de vida airada”. En 1970 se decía simplemente que “Con referencia a una persona determinada, úsase como despectivo”, es decir, tanto para hombre como para mujer es despectivo. En mi propio uso, creo que tiendo a utilizar el diminutivo tanto en la forma masculina como femenina, por una consideración de que ambos elementos pueden ser marca de desprecio.
Hoy en día, diferentes mujeres y colectivos de mujeres reaccionan ante el uso de fulana recogido en el DRAE (hoy DLE), apropiándose del término en manifestaciones, pancartas y gritos para reivindicar su derecho a no ser juzgadas por su sexualidad. Por ejemplo en las recientes concentraciones por el día de la mujer, el pasado 8 de marzo, escuché: “Yo soy fulana / y tú mengana / y hacemos con nuestro cuerpo / lo que nos da la gana”. Es un grito que lleva años sonando.
Belén Almeida
Foto: foto personal de una pancarta del colectivo Hetaira, manifestación del 8 de marzo de 2015.
Para saber más:
CORDE: REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español. <http://www.rae.es> [consultado el 27 de marzo de 2018]
CODEA: GITHE (Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español): CODEA+ 2015 (Corpus de documentos españoles anteriores a 1800). <corpuscodea.es> [en línea]
DCE: Corominas, Joan, Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Madrid, Gredos.