La palabra majo nos resulta a todos familiar por las pinturas goyescas y el costumbrismo madrileño, sobre todo en los siglos XVIII y XIX. Estos personajes con vestimenta colorida y actitud festiva suelen tener este nombre. Otra manera de llamarlos es chisperos. El diccionario académico de 1780 define esta voz como “El que trabaja en hacer badiles, trébedes y otras cosas menudas de hierro”; sin embargo, en el diccionario académico de 1884 se reconoce el significado como “Hombre apicarado del pueblo bajo de Madrid”. Esto vendría, seguramente, de la asociación entre el oficio y el tipo social. También se les ha denominado manolos, quizá por la frecuencia de este nombre entre ellos. Pero vamos a centrarnos en los majos y lo que significan.
Es un majo “el hombre que afecta guapeza y valentía en las acciones o palabras. Comunmente llaman assí a los que viven en los arrabales desta corte”. Así presenta la figura del majo el primer diccionario de la RAE, conocido como Diccionario de Autoridades (1726-39). No hay autoridad, es decir, cita de una obra, que muestre el uso de esta palabra, que no había aparecido en otros diccionarios anteriores como el Tesoro de Covarrubias. El diccionario de Terreros y Pando lo define en 1787 como “guapo, baladrón, fanfarrón, garboso, petimetre”.
En 1803, el Diccionario de la Academia reconoce que también hay majas, en una reelaboración completa de la definición: “Majo, ja”, “la persona que en su porte, acciones y vestido afecta un poco de libertad y guapeza, mas propia de la gente ordinaria que de la fina y bien criada”.
Ya tenemos, por tanto, muy claro lo que significó ser majo o maja: figuras populares, con mucho brío, fanfarronería, chulería, descaro, frescura… Claro que hay un rasgo más que estaba en la primera definición y que, como se ha visto, se perdió por el camino: decía el Diccionario de Autoridades: “Comunmente llaman assí a los que viven en los arrabales desta corte”. Esta adscripción a Madrid se perdió en el diccionario académico en la edición de 1803. Sin embargo, se ha recuperado en la última edición del diccionario, en la que se ha modificado bastante la definición, que ahora es:
majo, ja (4ª acepción): En los siglos XVIII y XIX, persona de las clases populares de Madrid que en su porte, acciones y vestidos afectaba libertad y guapeza.
Es decir, se recupera en la definición el dato importante de que los majos y majas son figuras específicamente madrileñas, como se ve claro en el uso de la palabra en los textos (aunque no faltan ejemplos de textos que usan al majo como una figura popular, con características parecidas, de otras zonas de España).
Aparte de recreaciones literarias, no tenían buena fama dentro y fuera de Madrid. Al menos eso parece en un documento judicial de Arganda del Rey (Madrid), en el que una mujer insultó a otra vecina “que era una escandalosa, que los majos la davan pañuelos de seda”. Y aquí no hay que olvidar que la acepción de escandalosa no es ‘ruidosa’, sino la que recoge en primer lugar Autoridades (1729): “Perverso, malo, y propiamente se dice de la persona o cosa que ocasiona y da motivo a escándalo”. Es decir, que juntarse con majos no era de mujeres respetables.
Por otra parte, y esto también nos interesará en esta entrada, estas figuras no solo “afecta[ba]n un poco de libertad y guapeza” en “su porte, acciones y vestido”, sino que también su manera de hablar era (o se consideraba) muy característica. Debido a su extracción más humilde, es de suponer que se encuentran rasgos del habla más popular. Ya da una idea de este asunto José Cadalso, cuando escribe con cierto desdén “ni un majo del Barquillo hablaría con más bajo estilo”; hay señalar, por cierto, que en esta calle madrileña estuvo la famosa “Casa de Tócame-Roque”, a la que Ramón de la Cruz dedicó un sainete y que fue célebre por los conflictos entre sus inquilinos[1].
Hemos realizado una búsqueda de la figura del majo y la maja en diferentes textos, consultando el corpus CORDE y anotaciones personales sobre los Episodios Nacionales de Galdós. Las obras que presentan majos en CORDE (hemos buscado las apariciones de esta palabra) son tonadillas anónimas, obras de Ramón de la Cruz como Manolo o La Petra y la Juana o El casero prudente o La casa de Tócame-Roque, y en el XIX las de Bretón de los Herreros o Mesonero Romanos y, naturalmente, Galdós.
Allí, vemos cómo estos majos y majas muestran en su habla la chulería y el desgarro que se consideraban típicos de este colectivo, que se ve claramente en expresiones como “¡Duquesitas a mí!”, “¡A mí con esas!” o “Ya estoy frita” (la Zaina, en Galdós), “Me ha dado la real gana” o el irónico “no mates tanta gente, que se acaba el mundo”, “verás lo que es canela”, “mi santa voluntad”, “si te mueves, te como” (Nazaria, en Galdós), “Si supiera que habías de dar tal corte / la lengua te sacara / por el cogote” (Tonadilla “La contienda”), “le tengo de sacar las tripas juera” (Ramón de la Cruz, “Manolo”), “dar pa el pelo”, “Anda y qué güeno me sabe” (irónico) (Primorosa, en Galdós).
Además, las personas calificadas como majas (también, a veces, manolas o chisperos) presentan los siguientes rasgos:
-pérdida de -d- intervocálica muy generalizada: (Prao, salao, toícas, ío, en la tonadilla “La contienda”), cansaos (Galdós),
-pérdida ocasional de la -b- intervocálica: naaja ‘navaja’, caeza ‘cabeza’ (Ramón de la Cruz, Los bandos de Lavapiés),
-pérdida de -d final: usté (tonadilla “La contienda”) o su conversión en -z («iz ca el regidor»),
-pérdida de -r- en algunas palabras concretas como mira o para: “mia qué fegura” (tonadilla “La contienda), “pa dárselos a los franceses” (Galdós),
-metátesis de -r- en algunas palabras: presona (tonadilla “La contienda”), treato (Galdós),
-aspiración de la f- inicial: juerza, juera (Ramón de la Cruz, Los bandos de Lavapiés); juera (Galdós),
-jejeo y aspiración de -s final de sílaba (más raramente): jeñores (Galdós),
-uso de palabras “cultas”: cercunstancia (Tonadilla “La contienda”), alverso (Ramón de la Cruz, Manolo), osequiar (Galdós),
-confusión i/e átonas: ofecina (Ramón de la Cruz, Las castañeras picadas), dimonios (Galdós),
-confusión e/a átonas: Sabastián (Ramón de la Cruz, Los bandos de Lavapiés),
-formación no normativa de formas verbales: dijites (Ramón de la Cruz, Manolo), semos (Galdós), estemos ‘estamos’ (Galdós), “quitaros las flores del pelo” (Galdós),
-uso de prefijos no normativos: “me enclavan alfileres”, “desapártense toos” (Galdós), reseñorona y requete-usía (Galdós),
-uso de motes, además de “la” y “el” ante el apodo o el nombre de pila: el Zurdillo, el Zancudo, la Pelundris, Gangosa, Perdulario… (Ramón de la Cruz, Los bandos de Lavapiés). El origen de los motes es también interesante; ya que se suelen formar con adjetivos con resonancias cómicas (zurdillo, zancudo, gangosa, mediodiente). Algunos nombres se pronuncian de manera vulgar, como Alifonsa[2] y Lorencio).
Esta manera de hablar parece unida en la literatura no solo a la pertenencia a las clases bajas, sino a la chulería propia de los majos, con lo que por ejemplo en Galdós Primorosa es una desgarradísima maja, a la que Galdós llama “manola” e incluso “harpía” y que anima a la multitud a pedir cuentas a un regidor que será en efecto asesinado por la masa: “Pues iz ca el regidor y sacárselos de las asaúras”. En cambio, su marido Chinitas, un héroe modesto del 2 de mayo, intenta moderar los excesos de su mujer con una lengua no marcada: “Mujer, deja en paz a ese caballero. Mira que la armo”, a lo que ella le responde: “¡Sopa sin sal, endino!”.
¿Hablaban así las personas de las clases populares de Madrid? Parece claro que no exactamente. Por una parte, la representación literaria del habla de Madrid es una simplificación de cómo se hablaba (así pasa en todas las imitaciones literarias del habla de cualquier grupo, como hemos mostrado en esta, en esta y en esta entrada del blog). García González (2018) manifiesta que en muchas de estas obras “el habla de las clases populares de Madrid” se representa “casi exclusivamente mediante vulgarismos fonéticos”: es decir, que por supuesto no todas las personas de Madrid hablaban “a lo majo”, y además los rasgos que se señalan como característicos de los majos no son exclusivos de ellos, sino “vulgarismos fonéticos” o de otro tipo que se advierten también en hablas populares de otras zonas, como la caída de -d- y de otros elementos, préstamos del habla de germanía, aspiración de -s, entre otros. Por otra parte, parece probable que ciertos grupos populares, entre ellos los conocidos como majos, creasen un habla peculiar exagerando determinados elementos y tomando incluso rasgos fonéticos considerados vulgares más propios de otras regiones. Por ejemplo, se ha observado la influencia de las hablas andaluzas en ciertos grupos populares de Madrid, así como el éxito de los gitanismos (García González 2017: 39).
En el análisis del habla popular de Madrid tal como se muestra en los documentos escritos por personas con una baja formación sí encontramos no pocos de estos rasgos, pero no todos. Destacan como verdaderos rasgos propios de las personas de escasa formación de Madrid (lo que no quiere decir que no fueran también propios de otras zonas) en los siglos XVIII y XIX la variación en el vocalismo átono con respecto de la norma culta, no solo entre e / i, sino entre o / u: sostituyr, demisión, deligencias, tiniente, intelejible o Brigeda son ejemplos de ello. En los documentos alcalaínos, se encuentran numerosos cambios con respecto al estándar de -l y -l finales de sílaba: generar ‘general’, vorvese ‘volverse’, barcones ‘balcones’, carcula ‘calcula’… La omisión o cambio de las consonantes –p, –b, –t, –d, –c, –g y el grupo –ns finales de sílaba son habituales: istancia, susistencia, osequio, se didne, octener, albertir ‘advertir’ o Sectiembre son algunos ejemplos. También la vacilación o caída de consonantes finales de sílaba, especialmente de palabra, son relativamente frecuentes, aunque no tanto como los rasgos anteriores: birtuz, segurida, uste, Merze (Almeida Cabrejas, en prensa).
En cuanto a la caída de -d- o de otras consonantes intervocálicas, un rasgo muy repetido en la imitación de la lengua de los majos, se encuentra en textos de personas poco alfabetizadas de Madrid (acristianao, echao) (Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga 2019), pero no lo hemos visto en zonas cercanas, por ejemplo en Alcalá de Henares; la modificación de la f- o s- en posición inicial de sílaba (como en juerza o jeñores) es inexistente en los textos analizados.
Con este acercamiento a la figura y la lengua de majos y majas celebramos desde Alcalá de Henares la fiesta de nuestros vecinos de Madrid (Madrí, Madriz) y les deseamos una fiesta lo mejor posible dentro de las duras circunstancias actuales.
Belén Almeida y Delfina Vázquez
Cómo citar esta entrada:
Almeida, Belén y Delfina Vázquez Balonga (2020): “Por san Isidro, majos”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: [link].
Imagen: Marina Serrano Marín.
Para saber más:
Autoridades = Real Academia Española de la Lengua (1726-1739): Diccionario de Autoridades. Disponible en el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española. https://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico
Almeida Cabrejas, Belén (en prensa): “1.1.2. Escritos de nivel sociocultural medio y bajo en Alcalá de Henares en los ss. XVIII y XIX”, en La lengua de Madrid a lo largo del tiempo. Universidad de Sevilla.
CORDE = Real Academia Española de la Lengua: Corpus Diacrónico del Español. Disponible en https://www.rae.es/recursos/banco-de-datos/corde
García González, Javier (2017): “El elemento gitano en el habla de Madrid”, en José María Santos Rovira (ed.), Variación lingüística e identidad en el mundo hispanohablante. Lugo: Axac, pp. 31-54.
García González, Javier (2018): “Aportación al estudio del habla de Madrid en los siglos XVIII y XIX”, Actas del X Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, 1571-1588. https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/37/61/37garcia.pdf
Sánchez-Prieto Borja, Pedro y Delfina Vázquez Balonga (2019): La beneficencia madrileña. Lengua y discurso en los documentos de los siglos XVI al XIX. Madrid: Ediciones Complutense.
[1] La casa fue demolida en 1883 (Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga 2019).
[2] La variante Alifonso se ve en una nota de mano poco experta en 1741 (Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga 2019: 108). También la pone Galdós en boca de José Izquierdo, tío de Fortunata en Fortunata y Jacinta (1884) (Véase el post dedicado a él en TextoR).