“ORNO DE BISCOHOSYO|TRAS COSAS GVENAS”: cazando gazapos en el siglo XVIII

Sabido es el gusto con el que quienes dominan la ortografía critican las producciones escritas de quienes no la emplean con corrección. En las notas colgadas en los portales, en las calles, en los locales, cualquier pequeño error suele llamar la atención de alguien con ganas de corregir, como puede comprobarse, por ejemplo, en muchas de las notas reproducidas en el perfil de Instagram Líos de vecinos. Y las redes sociales y los comentarios a los periódicos digitales están llenos de comentarios sobre lo mal que escriben otros usuarios. Perfiles con contenidos normativos (“lo que debe ser” lingüísticamente hablando), como el de la RAE, El profesor don Pardino (“con su boli supercorrector”), La Letroteca y otros son seguidos por numerosísimas personas.

Este gusto de las personas cultas por fijarse en la (mala) ortografía de los demás, sea disfrutando no poco, sea entre crujir de dientes, se dio ya en el siglo XIX, como demuestras varias incursiones que se pueden consultar aquí, aquí y en un artículo que dejamos en “Para saber más” al final.

Pero ¿cuándo empezó a suceder esto? Encontré hace unos días un librito publicado en 1785 y titulado Bello gusto Satirico-Crítico de inscripciones para la inteligencia de la ortografia y lengua castellana, donde el autor se da el gusto de ir comentando rótulos con errores que ha encontrado en las calles de Madrid.

El libro, que tiene solo 47 páginas, se puede consultar aquí, en la Biblioteca Digital Hispánica de la Biblioteca Nacional de España. El autor es el filólogo Pedro Estala (1757-1815), que firma con el seudónimo de Claudio Bachiller y Rosillo, y el prólogo o dictamen está escrito por el calígrafo Francisco Xavier de Santiago Palomares.

El prologuista reconoce que “A la verdad, en Madrid hay demasiada libertad”. ¿Para qué? Para “afear las puertas, y fachadas de las casas con letreros, é inscripciones ridículas, y desatinadas, tomense por donde se tomasen. En ellas se ven infames caractéres, pésima ortografía, corrupcion de lenguage, y poca utilidad, sirviendo unicamente para objeto de la risa de los inteligentes.” Como solución propone que se mande “borrar, ó picar todo genero de letreros escritos á las puertas de las casas”, y “que en lo succesivo ninguno se atreva á ponerlas sin licencia del Gobierno”, y que cuando se ponga alguna “hayan de ser bien escritas; esto es, con buenos caractéres, y ortografía, presentando copia de ella, para que en vista de la censura de los inteligentes, se pueda conceder, ó negar la licencia”.

El autor empieza diciendo, con ironía, que poco puede añadir a las buenas cosas que se han hecho en su patria, España, en el siglo XVIII, y que en lugar de suponer que hay errores en las escrituras callejeras

Sigue el autor, con ironía, diciendo que es necesario “concederme, que soy tremendo en el ergo, y convenir conmigo que es preciso reformar la lengua, y ortografía (…). Esta reforma, la podrá hacer qualquiera, sin mas trabajo, que entresacar las reglas, que iré sembrando en el discurso de esta obra, deducidas de los preciosos monumentos, que he recogido”.

Pasa entonces a mostrar los “preciosos monumentos”, como una inscripción “calle de la Verónica, entrando por la de los Tudescos, en una casa, que hace esquina, y dice asi”:

Comenta que en esta inscripción “habrá notado algun ignorante, que no hay la distincion de palabras, los puntos, comas &c. que prescribe la ortografía vulgar” (y ataca, siempre irónicamente, a estos “ignorantes”). Recoge más tarde una “que se halla en la calle de Silva, mas abaxo de la Buena Dicha»:

Y comenta:

¿Vaya que está esperando alguno que yo gaste ahora un par de pliegos en la explicación de esta admirable inscripcion? Pues por ahora mortifique su curiosidad, que estoy muy de prisa, y hay mucho que decir en otras. Solo advertiré, que dicha tabla está escrita por ambos lados sin variar un ápice el uno del otro; prueba manifiesta del ingenio del inscriptor, y que no se puso asi por casualidad.

Sigue el autor mostrando con bastante gracejo otra “preciosidad”, o un cartel “Calle de peregrinos”, de letra “algo disforme, que dice asi”:

Y se alegra: “Ciegos músicos y para bailes, qué tres puntos tan preciosos si estuviera yo para sermonear! sed nunc non ago praedicatorem, sed antiquarium” (es decir, no está actuando de predicador –pues lo era– sino de anticuario).

Sigue, indicando que las chocolaterías suelen tener el rótulo “CHOCOLATERICO” (le hace gracia que lo pongan junto, pues son dos palabras) y que una concretamente en la calle de Mesón de Paredes dice “Faurica de Cholate”. Los errores en fondas y hornos le divierten igualmente:

Dice que este estilo “es muy comun en los Bodegones, y Hosterías”, y sigue comentando: “El gisa, biscohos, y á la per-Fecion, ó á sasti Facion, son cosas muy sentadas en semejantes inscripciones”.

Agrimensores, vendedores de qerdas de gitara, vendedores de bino tintivlanco y otros son también autores de “monumentos concernientes a la lengua, y ortografía castellana”, llenos de “erudición” y “bellezas”.

No se sabe si con esta obra se habrá logrado “corregir el exhorbitante numero de inscripciones, tablillas y letreros, que á cada paso se leen en quasi todas las calles de Madrid”, como esperaba el prologuista, pero de lo que no cabe duda es de que el autor lo pasó en grande redactándola.

Sí que, como investigadora interesada en la escritura histórica de las clases subalternas, me fijo en estas otras palabras del prologuista

Hay la fortuna de que la mayor parte de dichas inscripciones, por estar escritas en la pared, o en tablas, son faciles de perecer con el tiempo; y asi no podrán ser documentos en los siglos venideros de la falta de gusto, é instruccion de quien los escribe, y manda escribir en el presente.

Cierto es, la mayoría se ha perdido. Sin embargo, por fortuna, una parte sobrevive en los archivos y en otros lugares, para alegría de quienes nos fijamos en ellos como muestra no de falta de gusto, sino de deseo de comunicar, de usos lingüísticos y del avance muy lento, pero seguro, de la alfabetización.

Belén Almeida

Para saber más:

Almeida, B. y R. Díaz Moreno, «Analfabetismo y alfabetización en la prensa española del siglo XIX», A. López Serena, S. del Rey Quesada y E. Carmona Yanes (eds.), Tradiciones discursivas y tradiciones idiomáticas en la historia del español moderno, 2020,

Escrivir como Nebrixa

Esta es la primera de una serie de entradas en las que hablaremos de las normas graficas propuestas por diferentes estudiosos desde el siglo XVI al XIX. Estas normas se adaptan en parte a la pronunciacion de cada epoca, claro, pero tambien tienen una serie de decisiones que tienen que ver con la relacion que cada estudioso cree que deve aver entre la cadena fonica, lo oral, & lo escrito, & con el sistema grafico que proponen.  

En cada una de estas entradas, se presentarán, siguiendo las normas graficas de cada autor, las principales caracteristicas de su propuesta. Natural mente, las palabras que se usarán no seran necesaria mente las que uviera usado el autor, pero seguiran la grafia que él uviera empleado (creemos). La primera entrada será sobre Antonio de Lebrixa (actual mente conocido como Antonio de Nebrija), nacido en Lebrixa (Sevilla) en 1444 y muerto en Alcala de Henares en 1522, mui pronto hara 500 años (concreta mente, el 2 de julio de 2022).

Al començar esta entrada sobre como escrivia Antonio de Lebrixa , menciono los acentos o tildes: en su Gramatica, usa acentos cuando una palabra tiene dos posibles acentuaciones, como en hállo o halló, llámo o llamó. Assi lo hago en esta entrada. En cambio no úso la abreviatura de -n- o de -ue- que emplea en palabras como ge<n>te, le<n>gua o aq<ue>lla (con un rasguito sobre la letra anterior) como aparece en la Gramatica. Tampoco se usa la puntuacion de la Gramatica (sobre todo basada en punto & dos puntos & con frecuente espacio ampliado ante mayuscula) porque sin estudiarla a fondo no me siento capaz de imitarla de manera realista.

Antonio, hijo de Juan Martinez de Cala & de Catalina de Xarana, nacio en Lebrija (Sevilla), de donde viene el nombre por el que se le conoce. Ia Juan de Valdés haze dezir a Pacheco en el Dialogo de la lengua: “para la que llamais orthographia y para los vocablos os podeis servir del autoridad del Vocabulario de Antonio de Librija”.

En su Gramatica castellana, Nebrixa (o Lebrixa) escrive que

assi tenemos de escrivir como pronunciamos: & pronunciar como escrivimos: por que en otra manera en vano fueron halladas las letras.

Sin embargo, como veremos no dexa de presentar algunos casos donde esto no es assi. Por exemplo, la .ch. tiene dos valores: por una parte chapin, chico, pero también “otro son mui diverso”, como se ve en monarchia (pronunciado /mo nar ‘ki a/).

Eredero de la escritura latina, Lebrixa es a vezes timido a la ora de reclamar las letras para el castellano. Dize por exemplo:  

La .h. no sirve por si en nuestra lengua: mas usamos della para tal sonido cual pronunciamos enlas primeras letras destas diciones hago hecho: la cual letra aunque enel latin no tenga fuerça de letra: es cierto que como nos otros la pronunciamos hiriendo enla garganta: se peude contar enel numero delas letras

La .i. tiene dos officios. uno proprio cuando usamos della como de vocal […] otro comun conla .g. por que cuando usamos della como de consonante: ponemos la siguiendose .a.o.u. & ponemos la .g. si se siguen .e.i. la cual pronunciacion como diximos de la g es propria nuestra & del morisco de donde nos otros la pudimos recebir.

Sobre la .ll. dize:

«Escrivimos la nos otros mucho contra toda razon de orthographia. por que ninguna lengua puede sufrir que dos letras de una especie puedan juntas herir la vocal”, al igual que la .n., que según él puede aparecer “senzilla” o “doblada o con una tilde encima”, como sucede en ñudo o señor.

La .x. en latin dize que es “breviatura de .cs.”, pero “nosotros damos le tal pronunicacion cual suena enlas primeras letras destas diciones xenabe. xabon. o enlas ultimas de aquestas relox. balax. mucho contra su naturaleza”.

En resumen:

el castellano tiene veinte & seis diversas pronunciaciones: & que de veinte & tres letras que tomo prestadas del latin: no nos sirven limpia mente sino las doze: para las doze pronunciaciones que traxeron consigo del latin: & que todas las otras se escriven contra toda razon de orthographia.

¿Que hazer? Titula “Del remedio que se puede tener para escrivir pura mente el castellano”. Lebrixa tiene una idea clara sobre lo que seria el mejor remedio: repartir letras & pronunciaciones. Por exemplo:

La .c. como diximos tiene tres oficios: & por el contrario la .c.k.q. tienen un oficio: & si agora repartiessemos estas tres letras por aquellas tres pronunciaciones: todo el negocio en aquesta parte seria hecho.

Peeero no es tan facil: “en aquello que es como lei consentida por todos: es cosa dura hazer novedad”. Assi que otra possibilidad sería

que la .c. valiesse por aquella boz que diximos ser suia propria [es dezir, /k/]: llamandola como se nombran las otras letras: por el nombre del son que tiene. & que la .ç. puesta debaxo aquella señal que llaman çerilla: valiesse por otra para representar el segundo oficio dela .c. llamandola por el nombre de su boz. & lo que agora se escrive con .ch. se escriviesse con una nueva figura: la cual se llamasse del nombre de su fuerça.

Es dezir, que .c. solo se use para el sonido /k/ y para el otro se use más bien .ç., y que para .ch. se encuentre otro signo. Si ni siquiera esto puede ser (ya veremos otros teoricos más terminantes en sus propuestas), por lo menos “sea la ch con una tilde encima. por que si dexassemos la .ch. sin señal: verniamos en aquel error: que con unas mesmas letras pronunciariamos diversas cosas enel castellano [es dezir, “dicho”] & enel latin [es dezir, “monarchia”].

Sobre la diferencia entre .g. más .a.o.u. (“oficio proprio”) & .g. más .e.i. (“oficio prestado”), Lebrixa propone: “dexando la .g.i. en sus proprias fuerças [es dezir, representando /gui/]: con una figura que añadamos para representar lo que agora escrivimos con .g.i. cuando les damos ageno oficio: queda hecho todo lo que buscamos”. En resumen: busquemos una letra para que haga el actual oficio de .g. más .e.i., de modo que .g. más .e.i. suene como .g. más .a.o.u. (es dezir, gato, gepardo, gisante, goma, gula). ¿Qué letra?: “Esta podria ser la .y. griega. sino que esta en uso de ser siempre vocal. mas sea la .j. luenga” (es dezir, ajeno, jemido, jirar). Pero en la Gramatica no adopta esta propuesta.

Acerca de la costumbre de los manuscritos & de la imprenta de escrivir cosas como “escriuir” o “nueuo”, Lebrixa comenta: “La .u. tiene dos fuerças una de vocal: & otra de vau consonante”, & propone unificar: usemos della [de la v] como de consonante”, “quedando la otra siempre vocal”. Pero los impressores i muchas personas que escrivian a mano siguieron con este uso durante muchas decadas: usar .v. para la inicial (como vna, vamos) y .u. para la interior (como suma, andaua).

Otro problema: la .h.: “entre nos otros tiene tres oficios: uno proprio que trae consigo enlas diciones latinas: mas non le damos su fuerça. como en estas humano. humilde. donde la escrivimos sin causa: pues que de ninguna cosa sirve. Otro cuando se sigue .u. despues della para demostrar que aquella .u. no es consonante sino vocal. como enestas diciones huesped. huerto. huevo”, “y el tercero oficio es: cuando le damos fuerça de letra haziendola sonar. como enlas primeras letras destas diciones hago. hijo”.

Pero Lebrixa propone que solamente se escriva la .h. cuando se pronuncia. En resumen, escriviriamos hija, hembra, hilo (donde suena como aspirada, porque vienen de F- latina), & por otra parte istoria, umana, ebraica, an (ia que las palabras procedentes de una palabra que comiença por .H. latina no tienen aspiracion, assi que la .h. no se escrive. Como se haze oy en italiano, vamos.).

Seguimos con la .b. & la .v. En la Edad Media avia avido una escritura relativa mente unitaria, de .v. para .V. latina & para .B. intervocalica latina, .b. para otras .B. & para .P. intervocalica latina (simplificando mucho). Pero al final de la Edad Media ambos sonidos se estavan confundiendo en muchas zonas, especial mente en el norte. ¿Qué propone Lebrixa? En general, seguir con este sistema, como vemos en divina (de DIVINUS), deslindavan (de -BANT), aravigo (de ARABICUS), escrivieron (de SCRIBERE), aunque cultismos como silaba mantienen la .B. latina & algunas vezes la .V. inicial latina la escrive .B. (bozes, de VOCES).

Vamos aora a la escritura de .c. & .q. en /kua/. En su Diálogo de la lengua, Juan de Valdés (que le tenía muchissima mania a Nebrija) haze dezir a sus personajes, Marcio (un discipulo italiano) & Valdés (él mismo) lo siguiente (usamos la grafia de la edicion que utilizamos):

MARCIO.-  Siempre que escribo algún vocablo que comience en c o en q,  después se siga u, estoy en duda si tengo de poner c o q, y mirando el Vocabulario de Librija, hallo que los escribe casi todos con c. Mirando vuestras cartas, hallo muchos más escritos con q que con c; deseamos nos digáis qué es lo que acerca de esto guardáis.
VALDÉS.-  Ya os tengo dicho que no me aleguéis a Librija.
MARCIO.-  Perdonadme por esta vez, que fue sin malicia.
VALDÉS.-  Soy contento, y os digo que en esto no tengo regla ninguna que daros, salvo que, pareciéndome que conviene así, a todos los nombres que significan número, como quatro, quarenta, pongo q, y también a los pronombres, como qual;

Un poco más pensado que Valdés, la verdad, lo tenía Lebrixa; & real mente es un lío escrivir .qua. como .que., .qui. cuando suena como .cue., .cui.; sin embargo, la escritura de /kua/ con .q. fue lo más usual hasta el siglo XIX, como proponia Juan de Valdés.

Podriamos contar aún como escrive Nebrija la .x., .j., .g. (como se hazia en la Edad Media: reduxeron, trabajo, dixo); la .z. frente a la .ç. (lo mismo: dezir, alteza, bozes, semeiança); la .s. & la .ss. (siguiendo el uso medieval igual mente: necessidad, passar, cosa); cómo usa la .i. como palatal (semeiança, maiores, aiuntaron) & como vocal en diptongo (mui); como conserva grafias tradicionales como orthographia o monarchia; pero no queremos perder a los pocos lectores & lectoras que se an animado a leer hasta aqui & vamos cerrando la entrada. Recordamos que, por supuesto, el autor pronuncia de manera distinta de la actual, algo que a vezes se aprecia en la escritura (mesmo, proprio, recebimos) & a vezes no (pronunciaria vezes, ojo, hambre, llave, de manera diferente de la actual (o la actual maioritaria) aunque la escritura que propone es la misma que la que usamos oy). Por último, en la Gramatica aparece un signo en lugar de una .y. o una .i. para la copulativa (va abaxo destacado). Es el llamado signo tironiano, que en esta entrada sustituio por .&. como es usual en las ediciones de textos antiguos.

En resumen, la ortografia propuesta por Lebrixa en su Gramatica castellana es novedosa & mui bien pensada; en general se basa en los usos graficos alfonsies (siglo XIII), que avian sido notable mente foneticos, pero adaptandolos a la realidad fonica del español de su tiempo, como se puede ver por exemplo en “hazer” (en español alfonsi fazer), i tuvo una gran influencia en la imprenta i en otras propuestas ortograficas hasta (incluida) la de la RAE, la primera en 1741, que varió en las decadas siguientes pero sin perder del todo de vista al primer gran estudioso de la lengua castellana.

Belén Almeida

Para saber más:

Puedes consultar la Gramatica castellana aqui, en la Biblioteca Digital Hispanica:

http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000174208&page=1

Publicaciones en El Rinconete (CVC)

Dos miembros del grupo GITHE y autoras de este blog publican también entradas o artículos en el Rinconete del Centro Virtual Cervantes. Mientras preparamos la entrada del 8 de marzo, dejamos a quienes nos leen los enlaces a estas entradas:

Belén Almeida:

Palabras de mujeres en el Diccionario de Autoridades. En este artículo, se estudian las palabras que son marcadas como propias de mujeres en el primer diccionario elaborado por la RAE de 1726 a 1739.

Duendes en el primer tomo del Diccionario de Autoridades. La autora analiza algunos errores en la atribución de citas y citas misteriosas que se encuentran en el primer tomo del conocido como Diccionario de Autoridades (1726).

Solo sin tilde, Cristo sin h. En esta entrada, se analizan las actitudes de la sociedad ante las nuevas propuestas ortográficas de la Academia, comparando la de «solo» sin tilde con la modificación de la arraigada escritura Christo en el siglo XIX.

Secretarias modernas (y renacentistas). Aquí, la autora se fija en cómo en algunas cartas de los siglos XVI, XVII y XVIII se aprecia que no escribe la firmante de la carta, sino que encarga escribir a otra persona, concretamente (en este caso) una mujer a la que muchas veces se llama «secretaria».

Bichitos sobre la página. En este artículo, se persigue la historia de los nombres que se dan a las letras mal trazadas: arañas, patas de mosca, hormigas…

¿Por qué debemos, escribir, amaba? La autora reflexiona sobre la grafía propuesta por la RAE en Autoridades (1726-1739) deber, escribir o -aba en el imperfecto, diferente de la grafía medieval, que se había mantenido en parte en los siglos XVI y XVII: ¿a qué obedece esta propuesta? ¿Qué estaba haciendo la imprenta justo en ese momento? Y ¿actuaban igual las imprentas de todo el territorio español?

Faltas de ortografía, ayer y hoy. En esta entrada, se reflexiona sobre la ortografía, que, como se dice al final, «A lo largo de cuatro siglos […] pasa de ser un asunto que pocos asocian con el castellano (a lo sumo lo hacen con la lengua latina) a convertirse en un elemento fundamental y básico de la formación escolar, que despierta fuertes reacciones en casi todos los hablantes».

«¡Es usted un analfabeto!». Actitudes ante el analfabetismo en el siglo XIX. Aquí, se analizan a través de la prensa periódica del siglo XIX las actitudes ante el analfabetismo. «Analfabeto», por cierto, es una palabra bastante moderna, ya que data de los años 70 del siglo XIX. Pero ya antes se discutía apasionadamente sobre la habilidad de escribir o la falta de ella.

¿En qué se parecen santa Teresa de Jesús y la princesa de Éboli? En este artículo, se analizan las características comunes que presenta la escritura de santa Teresa y de Ana de Mendoza. ¡No son pocas!

Delfina Vázquez Balonga

Bartolos o bartolillos. La autora se fija aquí en el dulce tradicional conocido como bartolillo (también bartolo).

El viaje de los tirabeques. Se sigue aquí el camino de la palabra tirabeque, un catalanismo con el que se denomina un tipo especialmente delicado y delicioso de guisantes.

Por Navidad, guirlache. El delicioso turrón de guirlache es denominado por este aragonesismo. La autora sigue la palabra y el producto en su viaje a la prensa (anuncios) y las mesas en las navidades del siglo XIX.

Tras la pista de los alfóncigos. Alfóncigo, arabismo hoy poco usado, denomina lo que hoy se conoce más bien por el italianismo pistacho. La autora sigue su historia y su paulatina desaparición de los textos.

Del macarrón a la burrata: los italianismos en la mesa. Macarrón, ravioli, espagueti, ricota, tiramisú… Muchas son las palabras procedentes del italiano que usamos hoy en nuestro vocabulario cotidiano. La autora presenta aquí una selección.

¡Esperamos que sea de vuestro interés!

Cabayero antialler: un ejemplo de la relación entre alfabetización y delincuencia en la prensa del XIX

Partimos para la entrada de hoy de una ilustración del periódico liberal El Motín del día 10 de abril de 1881 (el primer número que apareció) donde se representa lo que es para “Demócrito” “El legado de los conservadores”. Demócrito, por supuesto, es un seudónimo, concretamente el que usó el popular dibujante Eduardo Sojo, nacido en 1849, de ideología republicana. La ilustración aparece en una página completa con amplios márgenes, y quizá se pensó que podría ser utilizada por los lectores como póster o cartel.

En esta imagen, se puede ver, en diferentes escenas, un elegante caballero, con sombrero de copa, que huye cargado con un edificio en el que se lee “Dirección de la deuda”, una batalla en que los soldados llevan estandartes como “Batallón segundo de ladrones” o “escuadrón primero de ladrones”, un paisaje tropical en que seis hombres cogen sacos con dinero de un tonel, un funcionario de pajarita roja sentado en una oficina llamada “Despacho de irregularidades”, donde se anuncia que “Se falsifican billetes del banco de España, sellos y abonarés. Se fabrica toda clase de moneda. Cupones mejores que los lejitimos”, y una última escena en la que cinco ladrones, que han abierto un boquete en el suelo de una casa, roban las pertenencias de una o varias personas que duermen plácidamente.

La ilustración se completa con la cabeza de un delincuente, empuñando un cuchillo, enseñando la lengua entre los dientes y con un ojo cerrado por terribles cuchilladas o sus cicatrices, y una nota. La nota, llena de manchas de tinta, dice así:


Cabayero antialler | alas 3 de la tarde le | apañamos a la par-|ienta con los chicos | en el medio de la | puelta del sol si no | larga ustez 20 mil dur|os les cortamos el pesc|uezo esta noche

La nota se remata con un arcabuz y un cuchillo o chuzo cruzados a modo de firma.

En esta astuta nota, Demócrito sugiere que parte del legado de los conservadores, además del robo de los bienes del estado por, quizá, las clases altas, es la delincuencia de las clases bajas, unida a su falta de formación en una vida sin salida.

Como ya hemos visto en otras entradas del blog, como esta, o en esta y en esta publicaciones en el Rinconete del Instituto Cervantes (y dejo una referencia más detallada abajo, en Para saber más), para la prensa del XIX la alfabetización y el analfabetismo fueron temas fundamentales, y el uso de verdaderos o falsos textos “incorrectos” gozó de gran popularidad. ¿Para mostrar qué? Para mostrar diferentes cosas, desde el desprecio a clases sociales subalternas o a diferentes variedades dialectales hasta la desgracia nacional que suponía el bajísimo nivel de alfabetización.

Incluso la idea, acariciada por Demócrito, de que escribir muy mal y delinquir (aunque hay otros delincuentes de guante blanco que probablemente escribirían estupendamente en otras viñetas) están relacionados, no es nueva. Ya en el Mercurio de España de abril de 1819 se comenta que “los efectos inmediatos que produce la enseñanza de leer y escribir son preparar el alma de los niños para los principios de la religión […]; su alma adquiere gradualmente por este medio cierto dominio sobre las pasiones”; una investigación realizada en Francia que había indagado en el porcentaje de analfabetismo de un gran número de delincuentes fue muy citada, y como resumen, el Semanario pintoresco español presenta en 1838 (26 de agosto) la reflexión de que “se puede con cálculos positivos probar que la ignorancia es la causa de todos los crímenes ó de la mayor parte de ellos”, y El Imparcial resume dos opiniones encontradas al respecto: “Desde que el mundo es mundo, cuando un miserable asesino hiere a un elevado personaje [por qué tendrá que ser, me pregunto, elevado], la prensa se divide en dos bandos. Unos periódicos piden medidas de represión contra los divulgadores y propagandistas de opiniones disolventes. Otros piden que se aumenten los medios de educación y beneficencia para conseguir que, siendo menor el número de los que ahora se llaman “analfabetos” y de los que siempre han sido desdichados y hambrientos, sean menos probables las ocasiones del crimen» (El Imparcial, 1/8/1900).

Y ¿qué características da el autor Demócrito a la escritura de este delincuente no analfabeto, pero sí de escasa formación que secuestrara a una mujer y unos niños para pedir un rescate? Hay varias, en general bien logradas, pues se encuentran realmente en los escritos de personas poco hábiles: las letras irregulares, con renglones torcidos; el escaso dominio de la pluma, que causa manchas de tinta y trazos ocasionalmente muy gruesos; también escritura que marca pronunciaciones consideradas vulgares, como cabayero y antialler, con muestras de yeísmo (entonces no tan generalizado como actualmente), ustez y puelta, el uso de palabras malsonantes o vulgares (apañamos, parienta, largar, pescuezo) y sin duda la sutil idea de separar incorrectamente las palabras a fin de línea (pesc|uezo, dur|os, par|ienta), aunque en el caso de par|ienta el delincuente usa un guion.

En resumen, en este primer número de El Motín, la crítica al pasado gobierno conservador, que ocupa las dos páginas de texto de la publicación, se completa con este chiste gráfico en el que la corrupción y el robo al estado de las clases acomodadas y la brutalidad de delincuentes de baja clase social (y escasa formación) se presentan como el legado de ese gobierno.

Belén Almeida

Cómo citar esta entrada:

Almeida, Belén (2021): “Cabayero antialler: un ejemplo de la relación entre alfabetización y delincuencia en la prensa del XIX”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: [link].

Para saber más:

Belén Almeida y Rocío Díaz Moreno, «Analfabetismo y alfabetización en la prensa española del siglo XIX», en A. López Serena, S. del Rey Quesada y E. Carmona Yanes (eds.), Tradiciones discursivas y tradiciones idiomáticas en la historia del español moderno, Peter Lang, 2020.

Se ha tomado la ilustración de El Motín de Hemeroteca Digital de la BNE (http://hemerotecadigital.bne.es/index.vm).

Nebrija, de nuevo frente a los bárbaros

Si fuera posible viajar en el tiempo y Nebrija se hubiera encontrado, de pronto, en nuestro siglo XXI, quién sabe si, a la vista de que los problemas de la universidad de su tiempo seguían siglos después sin resolverse[1], opositaría a policía, guardia civil, jardinero u otro cualquier empleo. No lo habría tenido fácil, y no pienso ahora en problemas con la estatura mínima exigida, sino, precisamente, con aquello en lo que era maestro, la ortografía. No se habría allanado Elio Antonio a escribir en prueba alguna deber con b, dijo con j o haber con su h y su b; aunque se lo hubieran exigido todos los académicos juntos, no habría puesto otra cosa que dever, dixo y aver. Y tampoco habría transigido con la c de decir o la b de cantaba, y tan aberrante le parecerían estas formas como a las personas mínimamente prácticas en ortografía de nuestro tiempo hazer o boz. La ortografía no es cosa menor, y una expresión de tanto dramatismo como “me sangran los ojos” se emplea muy en particular para mostrar nuestra reacción ante los dislates gráficos, pues pocas cosas ofenden más que aquellas que van contra un uso bien arraigado. Ya decía Cicerón que la costumbre es una segunda natura.

Como profesor de Historia de la lengua española, mi objetivo principal es que los estudiantes valoren la lengua de toda etapa del español como el resultado del esfuerzo de las gentes por entender y hacerse entender, y por traspasar nuevas fronteras en la expresión de sus ideas y creencias, pensamientos y temores, conocimientos e ignorancias. No resulta esta una tarea fácil, pues la actitud inicial, del todo comprensible, es rechazar lo extraño, decir que está mal, es un error o, de manera más técnica, un lapsus del copista. Solo el acercamiento paulatino, la lectura y examen de los textos de otras épocas permiten conocer y apreciar la gran corriente del idioma que fluye del pasado al presente y al futuro. No parece probado que, en general, ahora hablemos y escribamos mejor que en los siglos antiguos, y tras la lectura de la Política indiana (1648) de un Solórzano Pereira  creo que cabe poner en duda que los juristas de ahora usen mejor la pluma, o el teclado del ordenador.

Es actitud universal considerar bárbaros y atrasados a quienes nos han precedido y mirarlos con cierta suficiencia. Vistos desde el balcón de nuestro siglo, es comprensible que sean vistos así, pero si bajamos a las calles que ellos recorrieron, podemos percibir el esfuerzo por ser más sabios y mejores de tantos hombres y mujeres. Y los textos que llamamos “antiguos” son, casi siempre, el producto de persona con notable iniciativa. Si hay una persona en la que se cumple este afán de innovación es precisamente ese hombre nacido Antonio y rebautizado por sí mismo como Elio. Nebrija vio como bárbaros a los medievales, aquellos maestros que no pasaban de los gualterios, de los Disticha Catonis, de Dionisio Catón, del  Doctrinale de Villadei, del poema Aurora de Pedro de Riga,  de los ebrardos y de otros manuales al uso que los sufridos escolares tenían que rumiar una y otra vez[2], esas fuentes glosadas ad nauseam en un latín nada ciceroniano; y aunque es claro que Nebrija exageraba en su rechazo a los auctores, su idea de la corrección lingüística, su acerado examen de la gramática, su voluntad de estudiar y leer sin intermediarios a los clásicos explica esa conciencia de que estaba abriendo una puerta de entrada a la mejor latinidad. Con todo, como hispanista, lo que más me sorprende es que ese examen del latín no le impidió un acercamiento al castellano desprovisto, de manera casi absoluta, de prejuicios latinizantes, lo que es el resultado de una gran capacidad de observación de la lengua de todos los días. Las páginas de su Gramática castellana constituyen una prueba, pero, si cabe, aún más se aprecia esto en en sus propuestas ortográficas, pues constituyen una propuesta bien sólida en la construcción de una lengua moderna y aun internacional[3].

Dejando aparte sus observaciones de la Gramática castellana, donde mejor se percibe este edificio de lo gráfico es en sus Reglas de ortografía en la lengua castellana compuestas por el maestro Antonio de Lebrija[4]. El erudito octocentista Gregorio Mayans i Siscar las reimprime en 1735 por parecerle “que son las más bien fundadas, más sencillas y más fáciles de practicar”, y que “todos las debemos saber y practicar”.

Funda Nebrija su ortografía en escribir como hablamos y hablar como escribimos, y este principio es el que se aplicó en los alfabetos fonéticos, como, con otras palabra viene decir Nebrija, pues antes las cosas se representaban por imágenes, como sucede en los jeroglíficos, pero, porque este “negocio era infinito y mui confuso” se acomodaron las letras a la pronunciación. Cabe destacar la precisión con la que describe Nebrija el sistema gráfico y la correspondencia fonética, pues “la letra es la menor parte de la voz que se puede escrivir”. Así, habla de “mudas”, como la d y la p, es decir, oclusivas, y de manera intuitiva, y no del todo equivocada, define como “semivocales” a la l, n, r, s (hoy hablaríamos de líquidas), por sonar más que las mudas.

Otro principio es que las letras no se definen por las figuras sino por las voces, es decir, por su valores fonéticos y, así, cabe distinguir entre i vocálica, como en vida y consonántica, en iusto (hoy, justo). Destierra Nebrija la k, de cierto predicamento hoy en palabras marcadas. El uso de esta letra no es, desde luego, una innovación del s. XX, sino que tuvo larga tradición en la escritura visigótica, pero a principios del s. XVI “ninguno duda sino que es muerta”. Se anticipa Elio Antonio al tiempo al proscribir la qu, pues de ella “no nos aprovechamos sino por voluntad”, pues los quando, qual y quanto podrían escribirse con c; sin embargo, este uso continuó todavía varios siglos. Tampoco tiene sentido emplear la y griega salvo en palabras como raya, ayo, yunta, es decir, cuando es consonante; de hecho, Nebrija prescribe i incluso para la conjunción copulativa. La h de hago y hecho, puesto que suena como aspirada todavía a finales del s. XV, está justificado emplearla, pero no así cuando es muda (hombre, haver). La x suena en palabras como xabón, xenabe ‘mostaza’, y para el autor de las Reglas de ortografía  es de origen arábigo.

Tras enumerar las letras y sus oficios, Nebrija busca “el remedio para escrivir rectamente el castellano”. Da a entender nuestro gramático que g ante e, i se puede suplir con la j, de manera que g quedaría solo para /g/, ante a, o, u. Tampoco tiene sentido usar u y v tanto para la vocal como para la consonante (vno, uisto), por lo que conviene separar u para la vocal y v para consonante, por más que el uso medieval continuara aun en los ss. XVI-XVII y aun después. La confusión entre b y v (propiamente, entre las labiales oclusiva y fricativa) estaba ya extendida a finales del s. XV, y “algunos de los nuestros apenas las pueden distinguir”. Defiende Nebrija la distinción. En cambio, se acomoda sin reparos al uso innovador al postular ciudad por cibdad, y deuda por debda. Como se apuntó para la h, tiene Nebrija una clara conciencia etimológica, y señala cómo “nuestros abuelos” decían fago, fijo; el uso de h está justificado en estas palabras; la h muda solo la admite en algunas palabras a las que atribuye aspiración en latín, como honra, humanidad.

Aun sin las herramientas descriptivas que proporciona la fonología, acierta Nebrija al identificar la tradición gráfico-fonética que distingue entre s y ss, pues la doble se utiliza en casos como el optativo y subjuntivo, es decir fuesse (venido), donde la voz suena más “apretada” o fuerte, lo que identificamos con la variante sorda, frente a la sonora, más suave, representada por una sola s en posición intervocálica. El patrón fonético es seguido de manera casi siempre consecuente por Nebrija, y así postula empacho, emperador (aunque también emmudecer), por sonar una nasal labial en estos contextos.

Poco antes de que Mayans i Siscar defendiera las propuestas ortográficas de Nebrija, la Real Academia publicaba el llamado Diccionario de Autoridades, y en el prólogo al primer tomo (1726) incluye un Discurso proemial de la orthographia de la lengua castellana (pp. LXI-LXXXIV). Es del todo indicativo de la posición académica el empleo de grafías herederas de las latinas th y ph ya en el título. En la p. LXVI señala el prologuista que Nebrija da por regla general que las voces que derivan de la latina se escriban conforme a ella y, en cambio, las propias del castellano, como suenan. No atinaron en esto los académicos, pues la ortografía de Nebrija es bastante más fonética que la que propugna la RAE en su primer diccionario. Y si Nebrija señaló fundamento en la pronunciación de su tiempo, aunque no fuera ya general, para distinguir entre s/ss, busca ya Autoridades un criterio solo etimologicista al prescribir  todavía en passar, cessar o necessidad, pues siglos atrás se habían igualados los fonemas alveolares sordo /s/ (-ss-) y sonoro /z/ (-s-). Una de los puntos en que la RAE sucumbe al etimologicismo en el empleo de b y  v, pues si Nebrija prescribía dever y aver por venir de una -b- intervocálica latina, que en romance se hace fricativa (cf. fr. devoir, avoir; it. devere, avere), Autoridades solo tiene como criterio la etimología, pues prescribe beber  y enseñaba, y no bever y enseñava, cuando estas últimas eran las grafía castellanas justificadas, siglos atrás, por la fonología. Y del mismo modo defiende questión y qual por venir de qu latina, frente a cuajo y cuenta que no tienen este origen.

La ortografía académica no suscitó un apoyo unánime. Ya se ha dicho cómo Mayans i Siscar prefería la de Nebrija, por más simple y fácil de retener. Del mismo modo, el erudito decimonónico Esteban de Terreros y Pando busca unos usos gráficos que favorezcan la práctica de la escritura y su enseñanza[5]. Las sucesivas ediciones de la ortografía académica y, sobre todo, el Prontuario de 1874[6], proponen reformas que favorecen el foneticismo, y que, si ser este, ni mucho menos absoluto, cosa imposible en una lengua histórica, sí instaura unos usos relativamente conformes con la pronunciación, de acuerdo con el ideal, nunca alcanzado del todo, de escribir como hablamos y hablar como escribimos. Parece, pues, que el propio Nebrija, al que leyeron sabios como Mayans i Sicar y Terreros y Pando, se saliera, en parte, con la suya siglos después de la publicación de sus Reglas de ortografía de 1517.

Pedro Sánchez-Prieto Borja

Cómo citar esta entrada:

Sánchez-Prieto Borja, Pedro (2020): “Nebrija, de nuevo frente a los bárbaros”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: [link].


[1] Para el autor y el entorno universitario que le tocó vivir, véase la reciente biografía de Pedro Martín Baños,  La pasión de saber. Vida de Antonio de Nebrija, con prólogo de Francisco Rico, Huelva, Universidad de Huelva, 2019.

[2] Véase al respecto Francisco Rico, Nebrija frente a los bárbaros. El canon de los gramáticos nefastos, Salamanca, Universidad, 1978.

[3] No merece la pena volver sobre la manida frase “siempre la lengua fue compañera del imperio”, a la que se le han atribuido valores proféticos por aplicarla, contra la cronología, a la expasión americana, cuando Nebrija no podía pensar sino en el Norte de África.

[4] Reglas de ortografía en la lengua castellana, Alcalá de Henares, Arnao Guillén de Brocar, 1517. Citamos por la edición publicada por Gregorio Mayans i Siscar en la imprenta de Juan de Zúñiga (1735). <https://books.google.es/books?id=8WfD1C2NiB0C&pg=PA1&hl=es&source=gbs_toc_r&cad=3#v=onepage&q&f=false&gt;

[5] Diccionario Castellano con las voces de ciencias y artes. Edición facsímil [1786], 4 tomos, Arco/Libros, 1987. Véase tmabién Pedro Sánchez-Prieto Borja, “Paleografía y ortografía en la obra de Terreros”, en Esteban de Terreros y Pando: vizcaíno, polígrafo, jesuita. III Centenario: 1707-2007, Bilbao, Universidad de Deusto, 2008, pp. 387-403.

[6] Real Academia Española, Prontuario de Ortografía de la lengua castellana, Madrid, Imprenta Nacional, 1844.

¿Escribía Lope con faltas de ortografía?

Existe cierta tradición en la pregunta de si Cervantes escribía con faltas de ortografía, ya que llama la atención de los lectores actuales enfrentarse a su firma “Cerbantes”. Por supuesto, no se puede hablar para los siglos XVI y XVII de faltas de ortografía, dado que no existía una norma ortográfica, pero sí es posible distinguir grafías más usadas por las personas cultas y grafías raramente usadas por estas que pensamos que estarían mal consideradas, aunque los juicios al respecto son muy raros.

De lo que nunca he visto que se hable es de si otros autores de esta época escribían con faltas de ortografía. Para celebrar el aniversario (hace ya unos días, el 25 de noviembre) del nacimiento de Lope de Vega en 1562, analizamos hoy algunos rasgos de su escritura (el año pasado celebramos su aniversario con este post).

Obviamente, Lope de Vega es un escriptor hábil y de buena formación escolar. Podemos leer textos de su mano aquí (un documento de CODEA en que vemos también la transcripción) y aquí (cartas al duque de Sessa conservadas en la Biblioteca Nacional que se pueden consultar en Biblioteca Digital Hispánica).

Mientras que en la carta transcrita en CODEA, fechada el 21 de octubre de 1608 (y que se conserva en el Archivo Histórico Nacional), Lope se queja a una persona a la que llama “Vuestra Alteza” de que se ha mandado “recoger” una comedia suya que se considera que tiene “argumentos indecentes”, de lo que se le han seguido perjuicios, las cartas al duque de Sessa son mucho más coloquiales. Lope escribe con palabra fácil, con un tono humilde pero también con confianza, a su protector:

Pareze, señor, q<ue> V<uestra> Ex<celencia> como entre ringlones me da a entender q<ue> siente, q<ue> me entretienen aqui las mismas | causas q<ue> alla dauan **** pues no me haga v<uestra> ex<celencia> tiros con polbora sorda q<ue> le prometo, q<ue> tuuiera por deslealtad encubrirle mis pensamientos indigna de las merçedes reçiuidas (imagen 4-5)

Es muy frecuente que incluya en las cartas bromas, alusiones y chascarrillos, como este segmento en que habla jocosamente de su ordenación sacerdotal:

llege, presente mis dimissorias al de Troya q<ue> assi le llama el obispo y diome Epistolas p<ara> q<ue> V<uestra> Ex<celencia> sepa q<ue> ya me voy açercando a capellan suyo y seria de ver quan a proposito ha sido el titulo, pues solo por Troya podia ordenarse hombre de tantos inçendios, mas tan cruel como si hubiera sido el q<ue> metio enella el caballo por q<ue> me riño por q<ue> llebaua vigotes y con esta justa desesperaçion yo me los hize quitar de suerte, q<ue> dudo q<ue> v<uestra> ex<celencia> me conozca, aunq<ue> no me atrebere a bolber a Madrid tan rapado (15 de marzo de 1614, imagen 8)

Muchas de las historias que incluye Lope son bastante picantes, como estas alusiones a mujeres que nadan en el Manzanares:

ya refresca en Madrid señor ex<celentisimo> con q<ue> amayna la furia del nadar las mugeres en el cuitado Manzanares, cubiertos yban los caminos de borricos y xamugas, los sotos lo estauan de cantinploras y enpanadas, el arroyo de calientes ninfas rebolcandose en mas arena que agua (imagen 16)

O estas a lo fáciles que son las mujeres de Madrid:

Dizenme q<ue> estan en Madrid mui quexosas las mugeres de q<ue> siendo tan façiles aya ombres presos por traydores a la naturaleza, q<ue> assi llamo yo los q<ue> andan por detras a tan feos gustos (imagen 15)

También cita Lope chistes o historietas obscenas, como esta:

pero se q<ue> a un estudiante q<ue> meaba debaxo de la rexa de una dama le dixo ella que poca verguenza: y el haciendose afuera y enseñandole la lanza dizen q<ue> respondio. esta le pareze poca verguenza? (imagen 12)

Volviendo a cómo escribe el autor, sus usos gráficos son en general los habituales de las personas cultas (por ejemplo, officio con -ff-; ynquisicion con y- inicial; uso de -ss- doble en esse; escribe h- en honor y humilde, es decir, palabras procedentes de H- inicial latina; usa bolber/bolver con b- inicial; en su escritura el sonido /u/ inicial de palabra es representado por <v> (vno); hazer se escribe con -z-, y se hace uso de x en dixe, dixo). Además, hay que señalar que Lope presenta un desarrollo notable de la puntuación y bastante uso de mayúsculas para nombres propios de lugares y personas.

Otros usos sorprenden porque se diferencian de los mayoritarios, pero representan tendencias que acabarán triunfando, especialmente en el uso de la b y v. Analicemos el verbo haber: Lope siempre usa haber en estos textos, nunca aver, que había sido la grafía más habitual y aún lo era en ese momento. Sin embargo, aunque haber era una grafía innovadora, probablemente era propia de personas cultas, y parece que irradiaba desde la corte. Buscando aver y haber (haver y aber son marginales) en CODEA entre 1570 y 1630, esto parece evidente: aver, la grafía antigua (de la que hay 104 casos), se da en todas las zonas, mientras que haber (con 57 casos) se concentra en Madrid, con casos en Valladolid y Toledo.

aver_1570_1630haber_1570_1630

En resumen, la escritura de Lope muestra a una persona culta que vivía de escribir y en general utilizaba las grafías más usuales, con un uso de puntuación rico y complejo, cercano a la norma moderna, y algunas elecciones, como haber, que parecen, visto lo visto, una apuesta a usos ganadores que en su época, sin embargo, estaban aún en la minoría.

Belén Almeida

Imagen: una de las cartas al duque de Sessa.

 

Cómo citar esta entrada:

Almeida, Belén (2019): “¿Escribía Lope con faltas de ortografía?”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/12/01/escribia-lope-con-faltas-de-ortografia/.

 

 

¡Biba (en) la prensa del XIX!

Desde que la ortografía empezó a estar unificada, se convirtió en la marca de una persona culta. Y desde que se convirtió en la marca de la persona culta escribir de manera conforme a la doctrina ortográfica más aceptada (que, en general, será la de la RAE), las faltas de ortografía han sido utilizadas para hacer humor. Elena Álvarez Mellado habla en este artículo titulado “Baia, baia. La irreverencia ortográfica del meme” de este uso deliberado de la transgresión ortográfica, según ella (y estoy de acuerdo) “una de las señas de identidad de los memes en particular y de la lengua de internet en general”.

Hay quien se lo toma muy a la tremenda (no hay más que ver las reacciones a la publicidad de Chupachups: ¡Me se pierde la cabesa / cuando pillo un nata fresa!), y la RAE, en su Libro de estilo de la lengua española, recomienda que no se abuse “en exceso” de “las grafías desviadas o incorrectas y que estas se reserven únicamente para aquellos casos en los que su uso esté realmente justificado” (tomo la cita del artículo de Álvarez Mellado). En mi opinión, lo más arriesgado de este juego es que se puede usar para denigrar a otros hablantes con menos formación o de otras zonas, o burlarse de ellos.

Que es justamente lo que se hizo en el siglo XIX, cuando la burla ortográfica pasó de las mantillas a la mayoría de edad gracias a una prensa que no le hacía ascos a la brocha gorda. Lo veremos en esta entrada repasando simplemente las apariciones de “biba” y “biban” en la Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España (BNE). La idea es que si escribo “viva Prim” estoy dando vivas a Prim y muestro que soy partidaria de él y de su política, pero si escribo “biba Prim” o incluso “biba Prin” me estoy burlando de sus partidarios y probablemente, de paso, también de Prim.

Y es que buena parte de los usos de “biba” en la prensa del XIX se centran en mostrar lo incultos que son los partidarios de uno u otro bando, del constitucional o isabelino (partidarios de Isabel II) o del carlista o absolutista (partidarios de su tío paterno Carlos y, tras su muerte, de sus descendientes).

En 1838, el Fray Gerundio (13/11/1838) todavía muestra suavidad al narrar la reacción de dos constitucionales con buena formación frente a otros menos cultos:

Al lado del pabellon se lee un letrero escrito con carbon que dice: Biba la constitucion. El abogado compañero de penitencia reparó en que estaba escrito con B, pero yo le dije: “desengáñese vd., hermano, que lo mismo vive con B que con V.

Pero en 1843, un mensaje a los valencianos de la facción carlista (quizá es real; desde luego tiene características gráficas realistas, muy propias de escriptores menos hábiles) es reproducido “con la misma ortografia con la que está escrita” por El espectador (9/2/1843), El Eco del Comercio (10/2/1843) y El Constitucional (21/2/1843), periódicos partidarios de Isabel II, con toda la intención:

Valensianos. Tengo que manifestabos, la nueva notisia y orden resibida de un personage allegado de Fransia, enbiado de su superior y me dise que de á saber areinos Siudades, Villas y Pueblos y voluntarios, que pongamos satisfasion, segura que esta ya el dia de nuestra felisida que ya san rompido las cadenas de nuestra esclavitu y ayudado don Carlos Unico Rey osoluto y la Religion Católica apostolica Romana.
Albertiendome que manifieste que á quellos pueblos que nos darán ausilios lograrán por 4 años no pagar mas que media contribusion, Voluntarios, Semos españoles sagar el vigor como alcones y bamos á triunfar de una grandesa de tener un rey con religion tan justa y santa.
Buenos sidadanos poner atension, y Voluntarios Rialistas á compañarme al campo de onor arevocar los enemigos de lo altar y trono, y biba el Rey y biba la religion, Arbes (pero es Erves) 23 de Nero de 1843. = Comandante= Tomas Penarrocha (a) el Groc.

También va contra los carlistas un documento reproducido por el El Imparcial (9/8/1875):

En un sobre remitido á los voluntarios de Hernani por los carlistas que ocupan las posiciones desde donde hostilizan diariamente á aquella plaza, habia el siguiente oficio que recomendamos á nuestros lectores:

“Para Entregar ha los Boluntarios de Ernani.
Dios Patria y Rey Biba la Religion. Ay teneis una limosna para los boluntarios de ernani que están pidiendo socorro para las familias de ellos no qureais que somos tan malos de tos tenemos buena boluntad y como bosotros y cuantos eridos habeis tenido oy.
Dios guarde á V. muchos años.
El oficial de la habanzada de Piticar.

La generosa donacion de los carlistas consistió en algunos cuartos, 18 de ellos en ochavos.

Y en el periódico El Quijote (que presenta el maravilloso lema de “Este periódico se compra, pero no se vende”) el día 17/8/1894, se recogen estas irónicas “adhesiones” a la causa carlista, esta vez con seguridad puramente inventadas, “a la manera de” un inocente, un carlista de buena fe, un vascongado y El Zurdo (sobrenombre que sugiere que se trata de un delincuente, lo que el texto de su “adhesión” confirma). En el texto de “un carlista de buena fe” se encuentran gran cantidad de faltas de ortografía.

ADHESIONES

Señor delegado de la región de…
Los liberales son unos tales y unos cuales. ¡Vivan las caenas y viva Carlos VII! Conste, señor delegado, que yo soy un partidario más de la buena causa. Un inocente […]

Llo soi un carlizta de corasón i hestoi dispuesto ha derramar Mi sangre por don carloz y por el don Gaime. ¡Biba la rreligión y biba llo! Un carlista de buena fe.

Ofrecidose D. Carlos fueros respetar vascongado. Soy consecuencia carlista. Diome promesas Calbetón carrillo batiente. ¡Fueros vivan! Un vascongado.

Tengo ansias vivísimas de echarme al campo. La guardia civil me persigue por mor de unos cuantos robos que he cometido estos días. ¡Odio con toda mi alma á los esbirros de la restauración! ¡Viva, pues, Carlos VII y doña Berta, si se quiere! ¡Y abajo la guardia civil! El Zurdo.

El periódico El padre Cobos fue partidario del bando conocido como “moderado” (conservador pero no carlista), y se hicieron famosas sus “Indirectas”, entre ellas esta que sigue, dirigida contra los liberales y su líder Espartero (la alusión a los cangrejos se refiere a los partidos conservadores, incluidos los «moderados», que, decían los liberales, van para atrás):

Ochocientos nacionales alojados en la Universidad, me obligan á proponer una economía. La Universidad ya no necesita catedráticos. Las paredes se encargarán de enseñan á los estudiantes un curso completo de libertad, escrito con carbon. Por ejemplo:
“¡Biba la Costituzion!
Cayen todos los cangregos donde están los patriotas de Espartero.
Lo y zo Candido palomo.”

Otro uso de las faltas de ortografía en la prensa del XIX fue la burla, con frecuencia bastante gruesa, hacia hablantes de otras zonas y de baja formación.

El siguiente ejemplo utiliza la tipología de manuales de correspondencia. Estos manuales, de los que había muchos, proponían modelos de carta familiar, carta de negocios, incluso declaraciones de amor o peticiones de matrimonio. Daniel Cassany, en La cocina de la escritura, reproduce una de un manual de Nogales (sin fecha) “De un viudo de cierta edad a una joven soltera”:

Señorita: Aunque con pocas esperanzas de éxito, dada mi edad y condiciones, la gracia y la gentileza de usted me han cautivado hasta el punto de que, saltando por todos los obstáculos morales que hasta hoy me han detenido, me atrevo a dirigirme a usted pintándola, aunque con lívidos colores, el fuego de esta pasión, algo tardía, es cierto, pero no exenta de firmeza y de lealtad, unidas a una decisión inquebrantable de hacerla mi esposa […].

Compárese este modelo con el que propone en el Nuevo estilo para escribir y notar cartas amorosas (Madrid cómico, 5/9/1880):

Carta 1.ª De un soldado a una doncella de casa pudiente. Declaracion. “Mu señora mya y de mi más partecular apresio. Esta se dirige pa desirle á Vd. como habiéndola diquelao ayer mañana cuando diba al pienzo, que estaba Vd. azomá al barcon zacudiendo unas chinelaz, zentí unaz punsás mu juertes en la propia metá del pecho, y aluego unaz ganaz de retoserme el piscuezo pa verla á Vd. que ya se enteraria Vd. que jui golviendo la cabesa por toa la caye hazta golver la ezquina pa verla á Vd. y habiendo conzurtao el cazo con el cabo Peres que sabe de letra, y es hombre mu apañao y mu zabijondo pa esto del querer y de los afleutos se me ofresió pa ponerle á Vd. cuatro letraz que zon laz que le dirijo por el conduto de la donseya del tersero que ez paizana […] Y zin maz b. z. m. azta la muerte zu apazionao amante que lo ez, Frutoz Prohibido y Lopes”.

Carta 2.ª Respuesta: admitiendo. “Cabayero. Mea entregado la doncella del cuharto tercero su hatenta carta phor la que veho que mea ma huté. Si es verdaz que husté mea ma me hará husté el favor de probármelo, con su constansia, y entonces si se dina ablar ha mis papás no tendré inconve ni ente, hen ser suya. B. S. P. Inocencia Dudosa y Rodriguez. La contestacion por el conducto que husté sabe.”

Además de errores ortográficos (como la h o su ausencia, la b y la v o, en el caso de la doncella, la unión y separación de palabras), estas cartas contienen alusiones a una presunta pronunciación de personas de las clases bajas (aluego, golver), y probablemente de diferentes orígenes geográficos (a pesar de que no se dice nada de manera explícita). Este podría ser el caso del seseo/ceceo o la omisión de la -d- en el participio en la carta del soldado “Frutoz Prohibido y Lopes”. La imitación de lo que habría podido ser la escritura de personas con poca formación no está demasiado lograda, pues por ejemplo la doncella escribe correctamente “conducto”, el grupo -ns- en “constansia” y no se equivoca en ningún caso de b/v.

En un poema en que se imita la pronunciación andaluza, en un poema en El Rubí de Málaga (30/4/1846), llama la atención que, además, de marcarse elementos como el seseo, la omisión de fonemas finales de sílaba y palabra y de -d- intervocálica o el yeísmo, también se elige la b para “biba” o “beo”… cuando la pronunciación de <b> y <v> es igual y por tanto su aparición no parece que pueda responder a un deseo de reproducir una pronunciación específica del andaluz.

Son tus dientes ¡ay, gachona!
peasitos é requeson,
y la cara é tu presona
una frábica é turron.
Mas, serrana, tu meneo,
¡puñalá!
es la esensia é la sá.
¡Ay, jaleo!
¡Chiquiya, boy á espichá!
¡Ay, que me beo y no me beo!
[…]
¡Biba la la esensia é la sá!
¡Ay, jaleo!
¡Jesú, que voy á espichá,
y… me beo y no me beo!

Por último, recogemos un poema publicado en Madrid cómico (25/5/1895). Es, evidentemente, un puro ripio, en el que lo más llamativo no es el mal uso de b y v sino la mala calidad de los versos. No sabemos si es verdaderamente un poema creado con toda seriedad por alguien, pero podría serlo. Según el redactor, viene firmado con el seudónimo “El más bruto”, a lo que el redactor aduce que “eso ya pasa de modestia”, aunque reconoce que “es usted un abusador de la b de palo”, y pasa a reproducir tres estrofas, a cual más pedestre (el redactor usa incluso cursiva para hablar de estrofa, un recurso similar a nuestras actuales comillas):

El más bruto. -¡Hombre, por Dios, eso ya pasa de modestia! Lo que sí es usted es un abusador de la b de palo. Allá va la primera estrofa:

“Ya se está acabando la guerra
ya se ba acabando ya
gracias al general Martinez Campos
que se á ido para allá.”
[…]
Nuestros balientes soldados
que son un dechado de virtud y valor
pues siempre que han luchado
han vencido con todo su corazon.
Biba el soldado español
que es muy arriesgado y valiente
y biba la nacion
y toda la jente.”

Con este rápido repaso de la aparición de “biba” pueden verse algunas características del uso que se dio a las faltas ortográficas durante el siglo XIX, un uso que entronca con el uso actual y que habrá que seguir estudiando para comprender en todos sus matices. ¡Biba la prensa ke tales alegrias nos depara!

Belén Almeida

Imagen: creada utilizando la fuente Georgia y un fondo con color y textura semejante al de algunos papeles de periódicos del XIX.

Cómo citar esta entrada:

Almeida, Belén (2019): “¡Biba (en) la prensa del XIX!r”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/06/30/biba-en-la-prensa-del-xix/.

Para saber más:

Se ha consultado «biba» y «biban» en la Hemeroteca digital de la BNE.

El libro de Francisco Nogales una carta del cual reproduce Cassany en La cocina de la escritura (2011 [1995], p. 196) se titula Cartas Amorosas, y el sumario, que aparece en la portada, reza: «Cartas amorosas de mujeres y de hombres.- Declaraciones, peticiones, despedidas, citas, rupturas, etc.- Cartas de novios.- Cartas de pasión.- Felicitaciones, negativas y consejos.- Secretario de los amantes.- Dedicatorias en prosa y verso.- Frases amorosas célebres.»

Paisajes del pasado (I). La hora del vermouth

Tal y como explica la profesora Lola Pons Rodríguez, de la Universidad de Sevilla, el paisaje lingüístico es “el conjunto de realizaciones materiales del lenguaje que vemos por escrito en signos expuestos en un entorno público determinado” (2012: 55). El concepto nació en Canadá (linguistic landscape), y en España se ha hecho por primera vez un estudio completo de una ciudad en Sevilla con la citada publicación de Pons Rodríguez. Gracias a esta perspectiva, podemos extraer datos de la sociolingüística de un núcleo urbano en particular. No solo de la actualidad, que es lo más abundante (grafitis, anuncios de alquiler, de pérdida, menús…), sino también de años atrás, aunque son vestigios mucho más difíciles de encontrar.

En la mayoría de ciudades españolas, por suerte, tenemos todavía restos de la lengua del pasado conservados en carteles, sobre todo en los negocios veteranos. En la ciudad de Madrid, sin ir más lejos, se pueden encontrar todavía letreros de los siglos XIX y XX con usos a veces llamativos. En esta nueva serie pretendemos acercarnos a algunos de estos casos.

En esta ocasión, nos detenemos en el término vermú, que, según el DLE, es “Licor compuesto de vino, ajenjo y otras sustancias amargas y tónicas, que se toma como aperitivo”. En los últimos años, esta bebida de los tiempos de nuestros abuelos ha vuelto a ponerse de moda, de modo que muchos locales antiguos que lo sirven se han animado a conservar e incluso restaurar sus letreros originales, muchos de ellos realizados con unos hermosos azulejos a la usanza de la época. Este es el caso del local de la Taberna la Peñuca, antigua bodega “El Albero”, en la calle General Lacy 36 (barrio de Atocha). Muy cerca se encuentran las famosas “Bodegas Rosell”, cuyas preciosas pinturas en cerámica de Talavera anuncian al cliente un “Exquisito vermouth”.  Estos bares de vermú de rancio abolengo, además de decorar su entrada de manera artística, escriben la palabra de su producto estrella con la ortografía “Vermouth”, pese a que la pronunciación real acabó por imponerse en la adaptación gráfica del DLE. ¿Cómo fue la evolución?

Lo cierto es que vermú proviene del alemán Wermut, ‘ajenjo’ (DCECH y DLE). Pero, como con otros muchos préstamos, la voz llegó al castellano por el francés vermouth. Curiosamente, en el alemán se emplea Wermut o Wermutkraut para la planta, el ajenjo, pero la bebida alcohólica es denominada Wermutwein (literalmente, ‘vino de ajenjo’) o bien con el galicismo vermouth, el mismo que dominó en el mundo hispanohablante y que está también en inglés y en italiano, aunque también existe vermut y vermutte, las más extendidas. Si algún país tenía derecho a acuñar con su lengua oficial el término, precisamente ese era Italia, pues desde allí se popularizó la bebida y hoy en día todavía domina en el mercado con algunas de sus marcas más famosas. Sin embargo, el prestigio de la lengua francesa en el siglo XIX y principios del XX hizo que se notara su influencia en muchos términos modernos. En portugués se ha creado una adaptación gráfica, vermute, y por ese camino han seguido el catalán, el vasco y el castellano, con la citada forma vermú o vermut.

El Diccionario de la Real Academia Española recogió por primera vez en 1899, como vermut, pero ya había aparecido en la obra de Zerolo (1895, NTLLE): “Vermouth. pron. vermut. Palabra franc. con que se designa un aperitivo cumpuesto de vino blanco y cualquiera otra substancia tónica”. Desde 1984 la entrada del diccionario académico es vermú, y hasta 1992, vermú o vermut.

El uso de esta palabra empezó a reflejarse en la literatura, de ahí los ejemplos de la base CORDE. Como es de imaginar, las primeras documentaciones presentan la forma ortográfica francesa. En Amor se escribe sin hache, de Jardiel Poncela (1929-1933), se encuentra “Bueno… ¿el vermouth está frío?”. También se puede ver en La forja de un rebelde, de Arturo Barea (1951, pero con referencia en este fragmento al año 1911): “En la Puerta del Sol tomamos el vermouth”. Esta grafía se ve más adelante, en autores españoles (Julio Caro Baroja),  e hispanoamericanos como Ernesto Sábato (Argentina, 1961), Vargas Llosa (Perú, 1969) y Manuel Puig (Argentina, 1972). La forma vermut también se encuentra desde temprano: un testimonio del mexicano Amado Nervo (1914), de Horacio Quiroga (1918) y, en España, en los años 30 en prensa y artículos de José Ortega y Gasset. Pero sobre todo se puede encontrar en obras posteriores como La colmena de Camilo José Cela (1951), Tiempo de silencio de Luis Martín Santos (1961) y Diario de un emigrante, de Miguel Delibes (1958), en España, además de Uruguay (Juan Carlos Onetti, 1961), Guatemala (Miguel Ángel Asturias, 1961) o Puerto Rico (Francisco Arriví, 1964).

La forma de grafía más adaptada, vermú, aparece en la misma época de las anteriores, tanto en Hispanoamérica como en el español peninsular. Así, se registra en el argentino Payró en 1906 y en el español Ernesto Giménez Caballero en 1923. Incluso Ernesto Sábato, que había preferido escribir vermouth en 1961, elige vermú en 1974.

El consumo del vermú hizo que también se asociara a unas horas particulares, de ahí que esté recogido en el DLE, en la segunda acepción, el / la (función) vermú como “Función de cine o teatro por la tarde, celebrada con horario anterior al de las funciones acostumbradas”. También contamos con “la hora del vermú” para referirse a la hora anterior de la comida del mediodía.

Para terminar, hay que decir que el plural es vermús o vermuts, ambas formas válidas para el DPD de la Academia. Las dos son empleadas en la prensa actual, que cada poco tiempo menciona la bebida debido a su regreso triunfante, tanto entre los más tradicionales como entre los gourmet. Por cierto, para estos fanáticos del vermú ya hay un adjetivo: vermutero. ¿Y qué hace? Vermutear. Un vistazo por internet nos permite comprobar la existencia de estos neologismos. Estaremos atentos, porque parece que han venido para quedarse.

Delfina Vázquez Balonga

 

Foto: Delfina Vázquez. Taberna “La Peñuca”. C/ General Lacy 36.

 

Para saber más:

– CORDE = Corpus diacrónico del español. <http://corpus.rae.es/cordenet.html&gt;

– DCECH= Corominas, Joan y José Antonio Pascual (1980): Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico. Madrid: Gredos.

– DLE = Diccionario de la Lengua Española. <http: http://www.rae.es/&gt;

– DPD = Diccionario Panhispánico de Dudas. <http://www.rae.es/recursos/diccionarios/dpd&gt;

– NTLLE = Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española. <http://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico&gt;

– Pons Rodríguez, Lola (2012): El paisaje lingüístico de Sevilla. Lenguas y variedades en el escenario urbano hispalense. Sevilla: Diputación Provincial de Sevilla.

– Zerolo, Elías (1895): Diccionario enciclopédico de la lengua castellana. París: Garnier hermanos.

– “No todos los vermus son iguales”.

<https://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2016/02/17/articulo/1455748782_023674.html>

– “Siete nuevas direcciones para vermutear en Madrid”

<http://lagranvida.madriddiferente.com/productos-gourmet/seis-direcciones-para-vermutear-en-madrid/>

 

Textos favoritos: Carta al Jonatan

Regularmente aparecen en los medios, especialmente en internet, textos o documentos que llaman la atención de muchas personas por sus faltas de ortografía. Hace unos días fue la tildación «polícia» en unos uniformes, pero en otra ocasión reciente ha sido que el político de Podemos Íñigo Errejón escribiera en su tesis «sobretodo» junto (algo que hace muchísima gente incluso de buena formación, por cierto).

policia

Pocos se acuerdan ya de la «carta al Jonatan», una nota escrita en un cuaderno de cuadros que presuntamente un profesor o profesora sorprendió rodando por su clase, confiscó y publicó en la red, sustituyendo los nombres de los protagonistas por los de Jonatan, Jeni y Leti.

Nada hace dudar de que se trate de una nota realmente redactada por una chica de unos catorce o quince años. Es una preciosa carta de amor en que la redactora pide a un chico de quien está enamorada y que ha cortado la relación que mantenían que vuelva con ella. Llama la atención por una parte la franqueza de la expresión: «cuando te lebantastes la camiseta padre me bajo la tension», «te acuerda cuando me estabas tocando la pierna», y la emoción que se imprime al escrito mediante medios sencillos pero eficaces: «Jonatan por favor Jonatan por favor Jonatan por favor telo suprico». Por otra, hay que decirlo, sorprende la gran cantidad de errores ortográficos.

¿Qué tipos de error son esos? Pues son principalmente dos: por una parte, aquellos que «no» nos ofrecen datos sobre la pronunciación de la persona que ha escrito el texto, es decir, aquellos que, como escribir arina sin h-, no muestran que el escritor o escritora pronuncie de una manera diferente a la mayoritaria o general entre los hablantes. La confusión b/v, g/j, h/carencia, unión y separación de palabras antinormativas son de este tipo. La escritora, «Jeni», comete bastantes de estos errores: «haber por que has cortado conmigo», «yo no edicho», «anadie», «haora», «honbreton», «hayer», «beo», «bibo», «buelve», «agas». De estos errores, haber por a ver es relativamente frecuente incluso en escritores bien formados (palabra de profe de lengua), debido a que tanto haber como a ver son formas existentes. En cambio hayer o beo llaman más la atención, pues no existen con esa ortografía. Muchos de estos errores tienen solera: haora no era infrecuente en escritores cultos del siglo XVIII (por cierto que aora ha sido forma habitual en muchas épocas, y no, no era falta de ortografía); bolver era tan frecuente en el siglo XVIII que incluso la RAE tuvo que admitir en el Diccionario de Autoridades que era la forma habitual, aunque los académicos decidieran dar prioridad a la forma rara volver, más cercana al étimo latino; la unión edicho y anadie, sin haber sido nunca exactamente habituales entre escritores avezados (salvo que en la Edad Media se escribía en muchos casos la preposición unida a la palabra siguiente), reflejan la pronunciación de elementos átonos que se «apoyan» en uno tónico, como auxiliar y preposición, y son frecuentísimos entre escritores de habilidad media en los siglos XVIII y XIX.

Luego, «Jeni» comete otros errores que sí nos dan datos sobre una pronunciación no general o no mayoritaria entre los hispanohablantes (aunque quizá sí en su zona y muy probablemente sí en su grupo social): así pasa con lebantastes, bistes, cuadraos, pegao, pegao, hay por ahí, broque, suprico, quizá «te acuerda» y borvel. La frecuencia de la -s final en la segunda persona singular del indefinido es enorme, y alcanza a hablantes relativamente bien formados. Por escrito, es más raro verlo, quizá por la mayor reflexión que exige la escritura con respecto al uso oral de la lengua, quizá por la proliferación de los correctores automáticos. En cuadraos y pegaos, tenemos por escrito la pronunciación habitual en buena parte de España de –ado(s) en registros coloquiales. Naturalmente, encontrarlo por escrito es muy inhabitual. Igualmente coloquial me parece la pronunciación con diptongo (/’ai/) del adverbio ahí, cuya pronunciación formal se hace con hiato (a’i), pero esto es una visión personal, a lo mejor todos los cultos lo hacen con hiato (y yo sin enterarme). En broque suprico, tenemos la prueba de un cambio de líquidas en sílabas de estructura consonante + l + vocal que probablemente está relacionado con características fónicas presentes en la variedad de la escritora.

También hay que decir que no siempre algo que se ve por escrito se corresponde con la realidad oral. Tiene un significado, probablemente, pero no sabemos cuál. Un ejemplo: la escritura bacalado y dejado puede corresponderse tanto con una pronunciación /bala’lao/ y /de’xao/ como con una pronunciación /baka’lado/ y /de’xado/. La presencia de h– en hermita no implica que la h– se pronuncie. Escribir zabuezo y hacer puede ser síntoma de «seseo» o de «ceceo» (el hablante no distinguidor de los dos sonidos puede cometer errores ortográficos en uno u otro sentido).

Buscando opiniones en la web sobre esta carta, que a mí me parece encantadora y triste a partes iguales (por varias razones), encontramos que la de muchos profesores es más benévola que la de otras personas. Probablemente porque después de mucho leer textos de adolescentes y de aplicar una buena dosis de reflexión al asunto, consideran que esta carta, quieras que no, tiene su aquel. Y esto porque a) la persona que lo ha escrito sabe y elige recurrir a la escritura para resolver un problema de su vida diaria, b) es un texto eficaz, que tiene claro su fin y lo persigue con medios bastante adecuados (argumentar, adular, emocionar para convencer), c) las faltas de ortografía, en una medida u otra, son una constante en la vida de un profesor, y no me refiero solo a los textos de los alumnos, sino que, con la conciencia aumentada ante las faltas que tiene un profesor de lengua, puedo asegurar que sin filosofía ante el asunto estaríamos todos bastante (más) perjudicados (de lo que ya lo estamos).

Imagínese el estado de quien sabe que (normativamente) los vocativos van entre comas, que los nombres de los meses no llevan mayúscula, que entre sujeto y verbo no va coma, que las mayúsculas sí llevan tilde, que las construcciones explicativas y especificativas se diferencian (entre otras cosas) por la puntuación, que sobre todo va separado, que ti no lleva tilde, que el que de ¡que viene el lobo! no lleva tilde aunque esté en una exclamativa, que ni fue ni fe ni dio ni vio llevan tilde, que comprende las sutilezas de los cuatro por + que y que sabe que explicar a diestro y siniestro por qué guion no lleva tilde será en vano, imagínese el estado de semejante persona si no se toma la ortografía de los otros con relax y buen humor.

Mirando el asunto desde una perspectiva histórica, yo diría que el hecho de que la mayor parte de la población sea capaz de leer y escribir y usar estas habilidades en su vida diaria para ir a la compra, escribir notas o wasaps, leer el 20 minutos o hacer la declaración de la renta es una enorme conquista social (aunque siempre se puede mejorar, por supuesto), y que la comprensibilidad de los mensajes no sufre en general, nos digan lo que nos digan, por las faltas de ortografía. Incluso diría que la ortografía es hoy la piedra de toque más simplona para mostrar o comprobar cierta formación, y que la buena organización del texto, la habilidad de redactar de modo coherente y cohesionado y de interesar al lector son elementos mucho más importantes (y difíciles) para escribir buenos textos. Lo que no quita para que, cuando actúo como profesora, considere importante mejorar la ortografía del alumnado. Juzgar a la gente solo por su ortografía siempre me ha parecido pobretón, pero esos juicios existen.

Por último, ver cómo han cambiado las convenciones ortográficas en los últimos siglos, desde que se empezó a hablar de escribir «bien» y escribir «mal», refuerza la conciencia de que se trata de eso, de convenciones, y de que ir a la guerra o rasgarse las vestiduras por una hache más o menos o por un acento que ya no se pone no vale la pena. Aquí inter nos, yo votaría por escribir estava, forma fetén, pero en fin, hago caso a la Academia y a las Academias, que mediante la ortografía (entre otras cosas) trabajan por mantener unidos a los hispanohablantes.

En fin. Esperamos que la protagonista haya superado su tristeza, que haya terminado la ESO y esté estudiando algo que le guste y, por qué no, que se haya dado cuenta de que una buena ortografía le puede abrir ciertas puertas y se haya puesto a mejorarla.

Belén Almeida

 

Imagen inicial tomada de: http://2.bp.blogspot.com/_D-5Gq2_K62I/SqVfmV1lmRI/AAAAAAAAFp8/ueQH6NN1cYI/s1600-h/ortografia_cartaamor.jpg

Imagen de la policía tomada de:

http://cadenaser.com/emisora/2016/10/21/ser_malaga/1477026859_565119.html

 

Para saber más:

Hice un artículo sobre la interpretación de las grafías en los textos antiguos que se puede consultar en:

http://www.linred.es/numero11_monografico2_Art4.html

o en:

https://www.academia.edu/11854618/Escuchar_los_textos._El_an%C3%A1lisis_de_los_textos_en_el_estudio_de_la_fon%C3%A9tica_y_fonolog%C3%ADa_de_%C3%A9pocas_pasadas