Partimos para la entrada de hoy de una ilustración del periódico liberal El Motín del día 10 de abril de 1881 (el primer número que apareció) donde se representa lo que es para “Demócrito” “El legado de los conservadores”. Demócrito, por supuesto, es un seudónimo, concretamente el que usó el popular dibujante Eduardo Sojo, nacido en 1849, de ideología republicana. La ilustración aparece en una página completa con amplios márgenes, y quizá se pensó que podría ser utilizada por los lectores como póster o cartel.
En esta imagen, se puede ver, en diferentes escenas, un elegante caballero, con sombrero de copa, que huye cargado con un edificio en el que se lee “Dirección de la deuda”, una batalla en que los soldados llevan estandartes como “Batallón segundo de ladrones” o “escuadrón primero de ladrones”, un paisaje tropical en que seis hombres cogen sacos con dinero de un tonel, un funcionario de pajarita roja sentado en una oficina llamada “Despacho de irregularidades”, donde se anuncia que “Se falsifican billetes del banco de España, sellos y abonarés. Se fabrica toda clase de moneda. Cupones mejores que los lejitimos”, y una última escena en la que cinco ladrones, que han abierto un boquete en el suelo de una casa, roban las pertenencias de una o varias personas que duermen plácidamente.
La ilustración se completa con la cabeza de un delincuente, empuñando un cuchillo, enseñando la lengua entre los dientes y con un ojo cerrado por terribles cuchilladas o sus cicatrices, y una nota. La nota, llena de manchas de tinta, dice así:
Cabayero antialler | alas 3 de la tarde le | apañamos a la par-|ienta con los chicos | en el medio de la | puelta del sol si no | larga ustez 20 mil dur|os les cortamos el pesc|uezo esta noche
La nota se remata con un arcabuz y un cuchillo o chuzo cruzados a modo de firma.
En esta astuta nota, Demócrito sugiere que parte del legado de los conservadores, además del robo de los bienes del estado por, quizá, las clases altas, es la delincuencia de las clases bajas, unida a su falta de formación en una vida sin salida.
Como ya hemos visto en otras entradas del blog, como esta, o en esta y en esta publicaciones en el Rinconete del Instituto Cervantes (y dejo una referencia más detallada abajo, en Para saber más), para la prensa del XIX la alfabetización y el analfabetismo fueron temas fundamentales, y el uso de verdaderos o falsos textos “incorrectos” gozó de gran popularidad. ¿Para mostrar qué? Para mostrar diferentes cosas, desde el desprecio a clases sociales subalternas o a diferentes variedades dialectales hasta la desgracia nacional que suponía el bajísimo nivel de alfabetización.
Incluso la idea, acariciada por Demócrito, de que escribir muy mal y delinquir (aunque hay otros delincuentes de guante blanco que probablemente escribirían estupendamente en otras viñetas) están relacionados, no es nueva. Ya en el Mercurio de España de abril de 1819 se comenta que “los efectos inmediatos que produce la enseñanza de leer y escribir son preparar el alma de los niños para los principios de la religión […]; su alma adquiere gradualmente por este medio cierto dominio sobre las pasiones”; una investigación realizada en Francia que había indagado en el porcentaje de analfabetismo de un gran número de delincuentes fue muy citada, y como resumen, el Semanario pintoresco español presenta en 1838 (26 de agosto) la reflexión de que “se puede con cálculos positivos probar que la ignorancia es la causa de todos los crímenes ó de la mayor parte de ellos”, y El Imparcial resume dos opiniones encontradas al respecto: “Desde que el mundo es mundo, cuando un miserable asesino hiere a un elevado personaje [por qué tendrá que ser, me pregunto, elevado], la prensa se divide en dos bandos. Unos periódicos piden medidas de represión contra los divulgadores y propagandistas de opiniones disolventes. Otros piden que se aumenten los medios de educación y beneficencia para conseguir que, siendo menor el número de los que ahora se llaman “analfabetos” y de los que siempre han sido desdichados y hambrientos, sean menos probables las ocasiones del crimen» (El Imparcial, 1/8/1900).
Y ¿qué características da el autor Demócrito a la escritura de este delincuente no analfabeto, pero sí de escasa formación que secuestrara a una mujer y unos niños para pedir un rescate? Hay varias, en general bien logradas, pues se encuentran realmente en los escritos de personas poco hábiles: las letras irregulares, con renglones torcidos; el escaso dominio de la pluma, que causa manchas de tinta y trazos ocasionalmente muy gruesos; también escritura que marca pronunciaciones consideradas vulgares, como cabayero y antialler, con muestras de yeísmo (entonces no tan generalizado como actualmente), ustez y puelta, el uso de palabras malsonantes o vulgares (apañamos, parienta, largar, pescuezo) y sin duda la sutil idea de separar incorrectamente las palabras a fin de línea (pesc|uezo, dur|os, par|ienta), aunque en el caso de par|ienta el delincuente usa un guion.
En resumen, en este primer número de El Motín, la crítica al pasado gobierno conservador, que ocupa las dos páginas de texto de la publicación, se completa con este chiste gráfico en el que la corrupción y el robo al estado de las clases acomodadas y la brutalidad de delincuentes de baja clase social (y escasa formación) se presentan como el legado de ese gobierno.
Belén Almeida
Cómo citar esta entrada:
Almeida, Belén (2021): “Cabayero antialler: un ejemplo de la relación entre alfabetización y delincuencia en la prensa del XIX”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: [link].
Para saber más:
Belén Almeida y Rocío Díaz Moreno, «Analfabetismo y alfabetización en la prensa española del siglo XIX», en A. López Serena, S. del Rey Quesada y E. Carmona Yanes (eds.), Tradiciones discursivas y tradiciones idiomáticas en la historia del español moderno, Peter Lang, 2020.
Se ha tomado la ilustración de El Motín de Hemeroteca Digital de la BNE (http://hemerotecadigital.bne.es/index.vm).