Homenaje a Benito Pérez Galdós

El pasado 4 de enero se cumplieron 100 años del fallecimiento de uno de nuestros escritores más significativos, Benito Pérez Galdós, y, con esta efeméride, se ha comenzado oficialmente el año dedicado a su centenario. En TextoR no hemos querido ser ajenos a esta conmemoración, ya que tenemos una gran preferencia por el autor canario, al que hemos dedicado varias entradas. En especial, nos ha interesado su gran capacidad para retratar el habla de sus variados personajes, da igual su origen o estrato social. El primero de ellos lo titulamos, precisamente, «Galdós y la sociolingüística», pues pocos autores nos han regalado más datos sobre la manera de hablar de todas las clases sociales. La interjección «Ajo», que hoy en día puede resultar francamente extraña, fue común en Madrid, pero los literatos no le prestaron mucha atención; en cambio, está reflejada en Galdós y en un documento de archivo del siglo XIX.
Además, nos ha llamado especialmente la atención el papel de algunos personajes determinados, caracterizados con la precisión de un miniaturista. Un caso es el de Mauricia la dura, la infeliz amiga de Fortunata, o José Izquierdo, el torero «de invierno», tío de Fortunata. Los dos, representantes del mundo marginal más olvidado del Madrid de la época. Algunos de sus rasgos lingüísticos se han podido ver también en documentos de personas poco instruidas en la capital en la misma centuria, por lo que el realismo del autor queda claro.

Por otra parte, podemos recurrir a las obras de Pérez Galdós para encontrar numerosas referencias a términos de la época. Por ejemplo, las «culebras» de mazapán mencionadas en uno de los Episodios Nacionales, de las que hablamos aquí. Y sin salir de la comida, hay referencias al chocolate molido en esta entrada y los percebes «como patas de cabra» en esta otra. Una sustancia peligrosa, pero utilizada en botica, el cornezuelo, es citado en Fortunata y Jacinta, como bien se explica aquí. 

Aunque mucho se habla – y con razón – del valor de Galdós como narrador de historias, desde TextoR queremos rendirle este homenaje como uno de los nuestros mejores informantes de la lengua del siglo XIX. Su obra, también en este aspecto, será eterna.

Delfina Vázquez Balonga

Imagen: Ramón Casas, «Benito Pérez Galdós». Barcelona, Museu Nacional d´Art de Catalunya.

 

Cómo citar esta entrada:

Vázquez Balonga, Delfina (2020): “Homenaje a Benito Pérez Galdós”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2020/01/07/homenaje-a-benito-perez-galdos/.

 

 

 

 

¡Biba (en) la prensa del XIX!

Desde que la ortografía empezó a estar unificada, se convirtió en la marca de una persona culta. Y desde que se convirtió en la marca de la persona culta escribir de manera conforme a la doctrina ortográfica más aceptada (que, en general, será la de la RAE), las faltas de ortografía han sido utilizadas para hacer humor. Elena Álvarez Mellado habla en este artículo titulado “Baia, baia. La irreverencia ortográfica del meme” de este uso deliberado de la transgresión ortográfica, según ella (y estoy de acuerdo) “una de las señas de identidad de los memes en particular y de la lengua de internet en general”.

Hay quien se lo toma muy a la tremenda (no hay más que ver las reacciones a la publicidad de Chupachups: ¡Me se pierde la cabesa / cuando pillo un nata fresa!), y la RAE, en su Libro de estilo de la lengua española, recomienda que no se abuse “en exceso” de “las grafías desviadas o incorrectas y que estas se reserven únicamente para aquellos casos en los que su uso esté realmente justificado” (tomo la cita del artículo de Álvarez Mellado). En mi opinión, lo más arriesgado de este juego es que se puede usar para denigrar a otros hablantes con menos formación o de otras zonas, o burlarse de ellos.

Que es justamente lo que se hizo en el siglo XIX, cuando la burla ortográfica pasó de las mantillas a la mayoría de edad gracias a una prensa que no le hacía ascos a la brocha gorda. Lo veremos en esta entrada repasando simplemente las apariciones de “biba” y “biban” en la Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España (BNE). La idea es que si escribo “viva Prim” estoy dando vivas a Prim y muestro que soy partidaria de él y de su política, pero si escribo “biba Prim” o incluso “biba Prin” me estoy burlando de sus partidarios y probablemente, de paso, también de Prim.

Y es que buena parte de los usos de “biba” en la prensa del XIX se centran en mostrar lo incultos que son los partidarios de uno u otro bando, del constitucional o isabelino (partidarios de Isabel II) o del carlista o absolutista (partidarios de su tío paterno Carlos y, tras su muerte, de sus descendientes).

En 1838, el Fray Gerundio (13/11/1838) todavía muestra suavidad al narrar la reacción de dos constitucionales con buena formación frente a otros menos cultos:

Al lado del pabellon se lee un letrero escrito con carbon que dice: Biba la constitucion. El abogado compañero de penitencia reparó en que estaba escrito con B, pero yo le dije: “desengáñese vd., hermano, que lo mismo vive con B que con V.

Pero en 1843, un mensaje a los valencianos de la facción carlista (quizá es real; desde luego tiene características gráficas realistas, muy propias de escriptores menos hábiles) es reproducido “con la misma ortografia con la que está escrita” por El espectador (9/2/1843), El Eco del Comercio (10/2/1843) y El Constitucional (21/2/1843), periódicos partidarios de Isabel II, con toda la intención:

Valensianos. Tengo que manifestabos, la nueva notisia y orden resibida de un personage allegado de Fransia, enbiado de su superior y me dise que de á saber areinos Siudades, Villas y Pueblos y voluntarios, que pongamos satisfasion, segura que esta ya el dia de nuestra felisida que ya san rompido las cadenas de nuestra esclavitu y ayudado don Carlos Unico Rey osoluto y la Religion Católica apostolica Romana.
Albertiendome que manifieste que á quellos pueblos que nos darán ausilios lograrán por 4 años no pagar mas que media contribusion, Voluntarios, Semos españoles sagar el vigor como alcones y bamos á triunfar de una grandesa de tener un rey con religion tan justa y santa.
Buenos sidadanos poner atension, y Voluntarios Rialistas á compañarme al campo de onor arevocar los enemigos de lo altar y trono, y biba el Rey y biba la religion, Arbes (pero es Erves) 23 de Nero de 1843. = Comandante= Tomas Penarrocha (a) el Groc.

También va contra los carlistas un documento reproducido por el El Imparcial (9/8/1875):

En un sobre remitido á los voluntarios de Hernani por los carlistas que ocupan las posiciones desde donde hostilizan diariamente á aquella plaza, habia el siguiente oficio que recomendamos á nuestros lectores:

“Para Entregar ha los Boluntarios de Ernani.
Dios Patria y Rey Biba la Religion. Ay teneis una limosna para los boluntarios de ernani que están pidiendo socorro para las familias de ellos no qureais que somos tan malos de tos tenemos buena boluntad y como bosotros y cuantos eridos habeis tenido oy.
Dios guarde á V. muchos años.
El oficial de la habanzada de Piticar.

La generosa donacion de los carlistas consistió en algunos cuartos, 18 de ellos en ochavos.

Y en el periódico El Quijote (que presenta el maravilloso lema de “Este periódico se compra, pero no se vende”) el día 17/8/1894, se recogen estas irónicas “adhesiones” a la causa carlista, esta vez con seguridad puramente inventadas, “a la manera de” un inocente, un carlista de buena fe, un vascongado y El Zurdo (sobrenombre que sugiere que se trata de un delincuente, lo que el texto de su “adhesión” confirma). En el texto de “un carlista de buena fe” se encuentran gran cantidad de faltas de ortografía.

ADHESIONES

Señor delegado de la región de…
Los liberales son unos tales y unos cuales. ¡Vivan las caenas y viva Carlos VII! Conste, señor delegado, que yo soy un partidario más de la buena causa. Un inocente […]

Llo soi un carlizta de corasón i hestoi dispuesto ha derramar Mi sangre por don carloz y por el don Gaime. ¡Biba la rreligión y biba llo! Un carlista de buena fe.

Ofrecidose D. Carlos fueros respetar vascongado. Soy consecuencia carlista. Diome promesas Calbetón carrillo batiente. ¡Fueros vivan! Un vascongado.

Tengo ansias vivísimas de echarme al campo. La guardia civil me persigue por mor de unos cuantos robos que he cometido estos días. ¡Odio con toda mi alma á los esbirros de la restauración! ¡Viva, pues, Carlos VII y doña Berta, si se quiere! ¡Y abajo la guardia civil! El Zurdo.

El periódico El padre Cobos fue partidario del bando conocido como “moderado” (conservador pero no carlista), y se hicieron famosas sus “Indirectas”, entre ellas esta que sigue, dirigida contra los liberales y su líder Espartero (la alusión a los cangrejos se refiere a los partidos conservadores, incluidos los «moderados», que, decían los liberales, van para atrás):

Ochocientos nacionales alojados en la Universidad, me obligan á proponer una economía. La Universidad ya no necesita catedráticos. Las paredes se encargarán de enseñan á los estudiantes un curso completo de libertad, escrito con carbon. Por ejemplo:
“¡Biba la Costituzion!
Cayen todos los cangregos donde están los patriotas de Espartero.
Lo y zo Candido palomo.”

Otro uso de las faltas de ortografía en la prensa del XIX fue la burla, con frecuencia bastante gruesa, hacia hablantes de otras zonas y de baja formación.

El siguiente ejemplo utiliza la tipología de manuales de correspondencia. Estos manuales, de los que había muchos, proponían modelos de carta familiar, carta de negocios, incluso declaraciones de amor o peticiones de matrimonio. Daniel Cassany, en La cocina de la escritura, reproduce una de un manual de Nogales (sin fecha) “De un viudo de cierta edad a una joven soltera”:

Señorita: Aunque con pocas esperanzas de éxito, dada mi edad y condiciones, la gracia y la gentileza de usted me han cautivado hasta el punto de que, saltando por todos los obstáculos morales que hasta hoy me han detenido, me atrevo a dirigirme a usted pintándola, aunque con lívidos colores, el fuego de esta pasión, algo tardía, es cierto, pero no exenta de firmeza y de lealtad, unidas a una decisión inquebrantable de hacerla mi esposa […].

Compárese este modelo con el que propone en el Nuevo estilo para escribir y notar cartas amorosas (Madrid cómico, 5/9/1880):

Carta 1.ª De un soldado a una doncella de casa pudiente. Declaracion. “Mu señora mya y de mi más partecular apresio. Esta se dirige pa desirle á Vd. como habiéndola diquelao ayer mañana cuando diba al pienzo, que estaba Vd. azomá al barcon zacudiendo unas chinelaz, zentí unaz punsás mu juertes en la propia metá del pecho, y aluego unaz ganaz de retoserme el piscuezo pa verla á Vd. que ya se enteraria Vd. que jui golviendo la cabesa por toa la caye hazta golver la ezquina pa verla á Vd. y habiendo conzurtao el cazo con el cabo Peres que sabe de letra, y es hombre mu apañao y mu zabijondo pa esto del querer y de los afleutos se me ofresió pa ponerle á Vd. cuatro letraz que zon laz que le dirijo por el conduto de la donseya del tersero que ez paizana […] Y zin maz b. z. m. azta la muerte zu apazionao amante que lo ez, Frutoz Prohibido y Lopes”.

Carta 2.ª Respuesta: admitiendo. “Cabayero. Mea entregado la doncella del cuharto tercero su hatenta carta phor la que veho que mea ma huté. Si es verdaz que husté mea ma me hará husté el favor de probármelo, con su constansia, y entonces si se dina ablar ha mis papás no tendré inconve ni ente, hen ser suya. B. S. P. Inocencia Dudosa y Rodriguez. La contestacion por el conducto que husté sabe.”

Además de errores ortográficos (como la h o su ausencia, la b y la v o, en el caso de la doncella, la unión y separación de palabras), estas cartas contienen alusiones a una presunta pronunciación de personas de las clases bajas (aluego, golver), y probablemente de diferentes orígenes geográficos (a pesar de que no se dice nada de manera explícita). Este podría ser el caso del seseo/ceceo o la omisión de la -d- en el participio en la carta del soldado “Frutoz Prohibido y Lopes”. La imitación de lo que habría podido ser la escritura de personas con poca formación no está demasiado lograda, pues por ejemplo la doncella escribe correctamente “conducto”, el grupo -ns- en “constansia” y no se equivoca en ningún caso de b/v.

En un poema en que se imita la pronunciación andaluza, en un poema en El Rubí de Málaga (30/4/1846), llama la atención que, además, de marcarse elementos como el seseo, la omisión de fonemas finales de sílaba y palabra y de -d- intervocálica o el yeísmo, también se elige la b para “biba” o “beo”… cuando la pronunciación de <b> y <v> es igual y por tanto su aparición no parece que pueda responder a un deseo de reproducir una pronunciación específica del andaluz.

Son tus dientes ¡ay, gachona!
peasitos é requeson,
y la cara é tu presona
una frábica é turron.
Mas, serrana, tu meneo,
¡puñalá!
es la esensia é la sá.
¡Ay, jaleo!
¡Chiquiya, boy á espichá!
¡Ay, que me beo y no me beo!
[…]
¡Biba la la esensia é la sá!
¡Ay, jaleo!
¡Jesú, que voy á espichá,
y… me beo y no me beo!

Por último, recogemos un poema publicado en Madrid cómico (25/5/1895). Es, evidentemente, un puro ripio, en el que lo más llamativo no es el mal uso de b y v sino la mala calidad de los versos. No sabemos si es verdaderamente un poema creado con toda seriedad por alguien, pero podría serlo. Según el redactor, viene firmado con el seudónimo “El más bruto”, a lo que el redactor aduce que “eso ya pasa de modestia”, aunque reconoce que “es usted un abusador de la b de palo”, y pasa a reproducir tres estrofas, a cual más pedestre (el redactor usa incluso cursiva para hablar de estrofa, un recurso similar a nuestras actuales comillas):

El más bruto. -¡Hombre, por Dios, eso ya pasa de modestia! Lo que sí es usted es un abusador de la b de palo. Allá va la primera estrofa:

“Ya se está acabando la guerra
ya se ba acabando ya
gracias al general Martinez Campos
que se á ido para allá.”
[…]
Nuestros balientes soldados
que son un dechado de virtud y valor
pues siempre que han luchado
han vencido con todo su corazon.
Biba el soldado español
que es muy arriesgado y valiente
y biba la nacion
y toda la jente.”

Con este rápido repaso de la aparición de “biba” pueden verse algunas características del uso que se dio a las faltas ortográficas durante el siglo XIX, un uso que entronca con el uso actual y que habrá que seguir estudiando para comprender en todos sus matices. ¡Biba la prensa ke tales alegrias nos depara!

Belén Almeida

Imagen: creada utilizando la fuente Georgia y un fondo con color y textura semejante al de algunos papeles de periódicos del XIX.

Cómo citar esta entrada:

Almeida, Belén (2019): “¡Biba (en) la prensa del XIX!r”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/06/30/biba-en-la-prensa-del-xix/.

Para saber más:

Se ha consultado «biba» y «biban» en la Hemeroteca digital de la BNE.

El libro de Francisco Nogales una carta del cual reproduce Cassany en La cocina de la escritura (2011 [1995], p. 196) se titula Cartas Amorosas, y el sumario, que aparece en la portada, reza: «Cartas amorosas de mujeres y de hombres.- Declaraciones, peticiones, despedidas, citas, rupturas, etc.- Cartas de novios.- Cartas de pasión.- Felicitaciones, negativas y consejos.- Secretario de los amantes.- Dedicatorias en prosa y verso.- Frases amorosas célebres.»

Voces galdosianas. José Izquierdo

Si en la anterior entrada nos ocupamos de la amiga de Fortunata, Mauricia “la Dura”, y su peculiar forma de hablar, en esta ocasión centramos nuestra atención en un personaje no menos interesante, también representante de las clases más humildes de Madrid. José Izquierdo, el tío de Fortunata, es presentado a través de Juanito de una forma que hace fácil ubicarlo en la división social del Madrid de la I República:

un hombre que ha sido de todo: presidiario y revolucionario de barricadas, torero de invierno y tratante en ganado. ¡Ah! ¡José Izquierdo!… te reirías si le vieras y le oyeras hablar.

Desde el punto de vista físico, Izquierdo dista mucho de ser un hombre desagradable, y así lo marca el narrador:

José Izquierdo representaba cincuenta años, y era de arrogante estatura. Pocas veces se ve una cabeza tan hermosa como la suya y una mirada tan noble y varonil. Parecía más bien italiano que español, y no es maravilla que haya sido, en época posterior al setenta y tres, en plena Restauración, el modelo predilecto de nuestros pintores más afamados.

Izquierdo tiene diversos papeles a lo largo de la novela, aunque sin duda su importancia radica en ser la voz que refleja los acontecimientos políticos del momento y el desencanto de gran parte de la población. Aquí hay una pequeña muestra:

¿Pero éstos de ahora?… es la que dice: ni liberales ni repoblicanos, ni na. Mirosté a ese Pi… un mequetrefe. ¿Y Castelar? otro mequetrefe. ¿Y Salmerón? otro mequetrefe. ¿Roque Barcia? mismamente. Luego, si es caso, vendrán a pedir que les ayudemos, ¿pero yo…? No me pienso menear; basta de yeciones. Si se junde la Repóblica que se junda, y si se junde el judío pueblo, que se junda también.

Como indica Caudet (1989: 26), Galdós amplió el protagonismo del personaje en el segundo manuscrito de la novela y es aquí donde, además, le dotó de su llamativa jerga (ibídem: 29). Lo cierto es que, al igual que otros protagonistas de sus obras, Izquierdo tiene maneras de hablar muy identificables; mientras que Mauricia “la Dura” repite Paices boba y el adjetivo peine, José Izquierdo usa la interjección hostia y el enfático re-hostia constantemente. Tiene incluso un término propio, yeción, que no entiende nadie, pero que, según el narrador “expresaba una colisión sangrienta, una marimorena o cosa así”. Sin embargo, esta es solo una de las muchas características de su discurso. En él se ven rasgos del habla madrileña más popular y  vulgarismos extendidos en todo el mundo hispánico. Muchos lectores pueden incluso pensar que Izquierdo es caracterizado como andaluz debido a algunos elementos que se reflejan en el discurso (López 1978). Este es un tema interesante, al que no podemos dedicar mucho, pero en el que nos detendremos brevemente más adelante. Otros rasgos de su lengua son encontrados también en documentación madrileña escrita por personas poco formadas en la escritura recopilada en el corpus ALDICAM[1].

Una constante en el habla de Izquierdo es el cambio de las vocales átonas, un fenómeno general en el castellano, visto en autores cultos y escribanos de los siglos XVII y XVIII, pero que ya en la época de Galdós estaba fuertemente estigmatizado, de ahí que se ponga en boca de personajes rústicos o poco formados. Si bien aparece en otros personajes de la novela, como la criada llamada “Papitos” (lición ‘lección’) y Mauricia “la Dura” (alilao ‘alelado’), son pocos casos, al contrario que en Izquierdo: Repóblica, Dimietria, tiniente, menistro, tiniente, meliciano, pleticó, hamos ‘hemos’, piores, entre otros muchos. En los documentos de mano inhábil de la ciudad de Madrid también se ve esta vacilación de vocales, seguramente como reflejo de sus usos; así, en una carta de súplica de una mujer, enviada a la Real Inclusa hacia 1810, dice “la niña no se muría” (Sánchez-Prieto y Vázquez Balonga 2017). Y en una nota de abandono de un recién nacido, conservada en la Hermandad del Refugio, se dice que sus padres son un matremonio (1839). Igualmente, en el discurso de Izquierdo hay numerosas formas acortadas por confluencia vocálica, como Sabusté ‘sabe usted’, mirosté ‘mire usted’, asté ‘a usted’, parriba ‘para arriba’, además del frecuente pa por para.

Dentro del consonantismo, podemos citar la neutralización de líquidas, como branco ‘blanco’. En la documentación de la Hermandad del Refugio podemos encontrar algunos ejemplos de esta misma pronunciación: Frora ‘Flora’ (1817) o rública ‘rúbrica’ (1839). Hay que destacar también es la metátesis de las líquidas, como en “probete” ‘pobrete’. Esta confusión es muy frecuente en el mundo hispánico; se ve en notas de abandono del siglo XVI (“una probe muger” en 1600, Sánchez-Prieto y Flores Ramírez 2005), y en documentos de la Hermandad del Refugio del siglo XIX.

Al igual que en el habla de Mauricia, en José Izquierdo sobresale la omisión de –d- intervocálica, sobre todo en participios: perdío, seguío, maltrajeao. También se produce la omisión de –ada en las formas femeninas: patá, ná. En cuanto al debilitamiento de –d final, se observa en algunos casos como Sabusté ‘Sabe usted’. Además, hay un caso de pronunciación interdental en Madriz ‘Madrid’. Los dos fenómenos se encuentran en la documentación del proyecto ALDICAM: en una petición de 1833, “tengan la vondá”, y Madriz en una nota de 1741, ambas de la Hermandad del Refugio.

Resulta llamativo el cambio de f- a una velar /x/ en el discurso de Izquierdo, único entre los personajes de Fortunata y Jacinta. El empleo lo hace con el verbo ir en pasado: juimos ‘fuimos’, jui ‘fui’. No parece claro este uso, pero sí quizá relacionado con el siguiente, la pronunciación de jierros para ‘hierros’ y junda ‘hunda’. Sobre esto, no hay que olvidar que en el Madrid de mediados del siglo XIX se representaba a los madrileños populares con rasgos “andaluces” como la pronunciación velarizada de h- (García González 2017:39). Otra variante que incluye Galdós es la omisión de –l final como papé, que también debía ser una forma vulgar, también común con las hablas meridionales.

Como un última mención a las consonantes, destacamos que en Izquierdo se refleja la confusión /b/-/g/ en posición inicial en algunas palabras, como golver por ‘volver’ y güelvete ‘vuélvete’. Es posible que la confusión se viera reforzada por la forma conjugada (vuelve-güelve) ya que es frecuente la variación b-g ante el diptongo –we-, como se ve en los documentos del Refugio (guelto, 371, 1738).

Para el léxico, muchos son los elementos que se podrían destacar en Izquierdo[2]. Podemos citar voces de la jerga callejera, como churumbel ‘niño’, una palabra de origen caló que no aparece en un diccionario hasta Alemany 1917, con la marca de “germanía”. Dejamos las últimas líneas para la interjección de sorpresa pa´ chasco, usada por Izquierdo (“Dicen que les van a traer el Alifonso… ¡Pa´chasco!”), pero también por su sobrina Fortunata. Debía ser una expresión generalizada en el habla vulgar madrileña, ya que en la novela Maximiliano intenta que Fortunata deje de usarla:  “Repetir en cada instante pa´ chasco es costumbre ordinaria”. El testimonio de la expresión en boca de personajes de sainetes madrileños como La Revoltosa, de José López Silva (1897), parece confirmar su uso en esta esfera social (CORDE)[3]. En cuanto a hostia, en el diccionario de la Academia se recoge como ‘golpe’ e interjección por primera vez en 1984. Sin embargo, debía existir ya, al menos en el habla vulgar, lo que retrasó su incorporación a la lexicografía.

La influencia de las hablas andaluzas en un madrileño como Izquierdo es marcada por el propio Galdós en Fortunata y Jacinta (López 1978):

este modo de hablar de la tierra ha nacido en Madrid de una mixtura entre el dejo andaluz, puesto de moda entre los soldados, y el dejo aragonés, que se asimilan todos los que quieren darse aires varoniles.

Asimismo, los gitanismos llegaron al habla madrileña popular ya desde temprano, ya que están presentes en obras costumbristas desde Ramón de la Cruz (García González 2017:39). Por lo tanto, el personaje de José Izquierdo es caracterizado cuidadosamente con elementos lingüísticos del madrileño popular, pero también de origen andaluz y caló, debido a la influencia que estos tenían en determinados círculos como los toros, la venta de ganado y las milicias, en los que Izquierdo se había movido. Su habla, de esta forma, se alejaría más todavía de la que se representa en las clases altas.

Delfina Vázquez.

  • Imagen: Daniel Perea, «El Rastro de Madrid». Publicado en «El Museo Universal» (1859) (Detalle). Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Art_works_by_Daniel_Perea

 

 

Para saber más:

  • Caudet Roca, Francisco (1989): “José Izquierdo y el Cuarto Estado en Fortunata y Jacinta”, en Actas del Tercer Congreso de Estudios Galdosianos, 2, pp. 25-29. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria.
  • CORDE= RAE: Corpus Diacrónico del Español. http://www.rae.es/recursos/banco-de-datos/corde
  • DLE = RAE: Diccionario de la Lengua Española. <http: //www.rae.es>
  • García González, Javier (2017): “El elemento gitano en el habla de Madrid”, en José María Santos Rovira (ed.), Variación lingüística e identidad en el mundo hispanohablante. Lugo: Axac, pp. 31-54.
  • López, Joseph (1978): “Deformaciones populacheras en el discurso galdosiano”, en Anales galdosianos, año XIII. <http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/anales-galdosianos–22/html/02551672-82b2-11df-acc7-002185ce6064_55.html#I_37_ >
  • Pérez Galdós, Benito (1885-1886): Fortunata y Jacinta. Edición de Domingo Ynduráin, 1993. Madrid: Turner.
  • Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga, Delfina (2017): “Hacia un corpus de beneficencia en Madrid (siglos XVI-XIX)”, en Scriptum Digital, 6, pp. 83-103.

 

[1] http://aldicam.blogspot.com/

Estas investigaciones se han recogido en el estudio monográfico de Pedro Sánchez-Prieto y Delfina Vázquez Balonga La beneficencia madrileña. Lengua y discurso en los documentos del siglo XVI a XIX. Esta prevista su publicación próximamente.

[2] Para más información sobre la jerga y otros rasgos del habla de José Izquierdo, ver López (1978).

[3] Hoy la expresión sigue viva en algunas provincias como Toledo. https://matadornetwork.com/es/expresiones-que-solo-los-toledanos-entendemos/

Voces galdosianas. Mauricia «La Dura»

En otro post publicado aquí mismo, “Galdós y la Sociolingüística”, ya mostramos algunos rasgos de la lengua de los documentos que se podían encontrar en el habla de personajes populares del célebre escritor español Benito Pérez Galdós (1843-1920). El trabajo de investigación con más documentos nos ha llevado, nuevamente, a las novelas galdosianas, sobre todo las de ambientación madrileña. No hay duda de que Galdós, hábil observador, habría sido un excelente lingüista y llegó a conocer como pocos el habla de los habitantes de la villa y corte.

Por otra parte, hemos trabajado desde el proyecto “ALDICAM-CM” con diversos documentos históricos de la Hermandad del Refugio y la Inclusa de Madrid, conservados en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid (en el caso del Refugio, se conserva una copia digitalizada). Además, se han considerado otras instituciones benéficas, como el Colegio de San Ildefonso (Archivo de Villa de Madrid). De los documentos de la Hermandad del Refugio hemos obtenido una interesante información sobre la escritura de las clases sociales menos favorecidas de la ciudad en los siglos XVIII y XIX[1]. No hay que olvidar que el Refugio, una institución fundada en 1615 y todavía en activo, se ocupó de varias tareas asistenciales en Madrid, entre ellas, repartir alimentos en una famosa “ronda”  nocturna, llevar a niños abandonados a la cercana Inclusa y enviar a enfermos mentales al hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza (como ya se contó en este post [2]. Así, mucha gente necesitada se veía en la situación urgente de escribir a la Hermandad notas de abandono de los niños y peticiones de ayuda. Al no tener apenas formación, dejaban ver muchos rasgos de su habla, como su pronunciación (Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga 2017:90-92). Muchos de estos fenómenos se ven también en la obra de Galdós.

Si en la entrada primera ya mencionamos la manera de hablar de Fortunata, que decía “Jacometrenzo” (en lugar de “Jacometrezo”) y “se comía muchas sílabas”, en este caso vamos a tratar a un personaje emblemático: Mauricia la Dura. Esta mujer de origen modesto es descrita por el narrador como “singularísima, bella y varonil” y se caracteriza por ser visceral y aficionada al aguardiente. Para Fortunata, la amistad con este personaje es determinante en algunos episodios de su vida (Ribbans 1974: 717). El propio autor, en la novela, da importancia a su manera de hablar:

“pero en cuanto Mauricia hablaba, adiós ilusión. Su voz era bronca, más de hombre que de mujer, y su lenguaje, vulgarísimo, revelando una naturaleza desordenada, con alternativos de depravación y de afabilidad”.

Cuando toma la palabra, Mauricia tiene un discurso peculiar, con algunas muletillas personales (“Paices boba”, “peine” como adjetivo y sustantivo ‘taimado’, “pastelero” como adjetivo de connotación negativa). Con toda seguridad, estos usos lingüísticos están inspirados en lo que Galdós escuchaba en las calles madrileñas.

En el habla de Mauricia se refleja la forma vulgar de refuerzo consonántico b- ante el diptongo /we/, en el caso de buérfanos (“y está haciendo un palación para los buérfanos”). Esta misma variante se encuentra en un documento del Refugio en 1812. Por otra parte, la omisión de -d- en el participio, tan común y aparecida a menudo en los sainetes, se pone repetidas veces en boca de Mauricia: “si tu marido es un alilao”. La extensión del fenómeno se puede ver en documentos del Refugio de principios del s. XIX, como en “acristianao” y “echao” (1817).

En el nivel de la morfosintaxis, hay que llamar la atención sobre las formas populares de femenino de sustantivos y adjetivos acabados en -nte, que Mauricia emplea con su morfema incluso en casos no admitidos por la norma, como protestanta como ‘fiel de la religión protestante’: “doña Malvina la protestanta”. En los documentos de la beneficencia madrileña vemos un auge de estas formas ya desde el siglo XVIII, incluso entre empleados de las instituciones que estaban bien formados en la escritura, con ejemplos como pacienta y suplicanta (1755). Por todo esto, vemos que fueron variantes extendidas en el habla de los madrileños y la analogía, además, ayudó a que se usaran en cada vez más palabras con este morfema femenino. Otro aspecto destacable es que Mauricia y, en general, los personajes madrileños de Galdós tienen preferencia por los diminutivos en -ito/a. Así, en una famosa escena en la que Mauricia pierde los papeles en la casa de las Micaelas, intenta ganarse después a una de las religiosas con estas palabras:

“Ay, mi galapaguito de mi alma, qué enfadadito está conmigo, que le quiero tanto!… Sor Marcela, una palabrita, nada más que una palabrita. Yo no quiero que me saques de aquí, porque me merezco la encerrona. Pero ¡ay niñita mía, si vieras qué mala me he puesto! Páice que me están arrancando el estómago con unas tenazas de fuego… Es de la tremolina de esta mañana (…) Cojita graciosa, enanita remonona, mira, oye: si quieres que te quiera más que a mi vida y te obedezca como un perro, hazme un favor que voy a pedirte; tráeme nada más que una lagrimita de aquella gloria divina que tú tienes”.

El fin pragmático empleado por Mauricia es atenuador (cojita, enanita) y empático (niñita, palabrita), y se puede ver también en los documentos de la Hermandad del Refugio; quizá el más llamativo es el de un jornalero madrileño que en 1806 escribe a la institución pidiendo el traslado de su esposa al hospital psiquiátrico de Zaragoza ya que se encuentra “loquita”. El autor de la misiva eligió el diminutivo para evitar el adjetivo loca, considerado ofensivo, y quizá también otros términos usuales en la época como demente. 

Otra función del diminutivo en –ito es que manifiesta ternura y empatía hacia los niños. Al referirse a su hija Adoración, explica Mauricia que “vive mejor el angelito con Severiana que conmigo”. La asociación de los niños con los ángeles se encuentra desde épocas antiguas, y en la lengua coloquial madrileña estaba muy viva en el siglo XIX esta metáfora, tal y como prueba una nota de abandono de un niño a mediados del siglo, en la que se pide la acogida de la criatura a un “asilo de angelitos”. Sin dejar la referencia a los niños, hay que detenerse en chiquillo, una voz ya encontrada en los papeles del Refugio en el siglo XVIII (“estando parida di un chiquillo”, 1714; “otros dos chiquillos”, 1740) y recogida en Autoridades (1729) como una forma referida a “niños pequeñitos” y “para expressar cariño” (Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga 2017: 97). Del mismo modo se encuentran varios ejemplos en el discurso de la Dura: “está rabiando [Jacinta] por tener chiquillos y el Señor no se los quiere dar”. A lo largo de la novela, esta voz aparece a menudo en otros personajes, tanto con el sentido de ‘niño’ como unido al verbo tener con el significado ‘tener hijos’. La forma, en un principio diminutiva de chico ‘niño’, se lexicalizó para este sentido concreto.

Por último, hay que referirse al empleo de verbigracia como ‘por ejemplo’ (“Si una se pone verbigracia honrada…”), muestra de la influencia que tuvo la lengua administrativa culta en el habla y la escritura de las clases populares. Aunque esa expresión no ha sido encontrada en la documentación de la Hermandad del Refugio, sí hemos encontrado a menudo ínterin ‘entretanto’, del latín INTERIM (DLE). Un buen ejemplo es esta nota de abandono escrita de mano poco hábil: “la esponen Ala piadas de VS ynterin dios les mejora la fortuna” (403, 1741).

No hay duda de que Galdós hizo un extraordinario ejercicio de creación literaria al concebir a Mauricia, pero no menos fue su esfuerzo en recoger formas de hablar entre los más humildes de Madrid. Más adelante dedicaremos más líneas al habla de otros personajes galdosianos y su correspondencia con lo hallado en los documentos de instituciones benéficas madrileñas.

Delfina Vázquez.

Para saber más:

Autoridades= RAE (1726-1739): Diccionario de Autoridades <http://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1996/diccionario-de-autoridades&gt;

CORDE= RAE: Corpus Diacrónico del Español. <http://www.rae.es/recursos/banco-de-datos/corde&gt;

DLE = RAE: Diccionario de la Lengua Española. <http: //www.rae.es>

Pérez Galdós, Benito (1885-1886): Fortunata y Jacinta. Edición de Domingo Ynduráin, 1993. Madrid: Turner.

Ribbans, Geoffrey (1974): “El carácter de Mauricia “la Dura” en la estructura de Fortunata y Jacinta”, en Actas del V Congreso de Hispanistas, vol. 2, 1977, pp. 713-721.

Sánchez-Prieto Borja y Vázquez Balonga, Delfina (2017): “Hacia un corpus de beneficencia en Madrid (siglos XVI-XIX)”, en Scriptum Digital, 6, pp. 83-103.

  • Imagen: Francisco de Goya, «Joven barriendo» (1794-1796). Madrid: Museo del Prado.

[1] Estas investigaciones se han recogido en el estudio monográfico de Pedro Sánchez-Prieto y Delfina Vázquez Balonga La beneficencia madrileña. Lengua y discurso en los documentos del siglo XVI a XIX . Esta prevista su publicación próximamente.

[2] http://www.realhermandaddelrefugio.org/index.php/historia

¿Cómo se escriben las siglas? Y ¿por qué?

La palabra «sigla» apareció en el DRAE en 1884. Los ejemplos que se daban en la definición eran S.D.M. (Su Divina Majestad) y AA. (autores). Estos ejemplos, a los que se añadió después INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum), permanecieron en el Diccionario académico hasta la edición de 1992; en la de 2001 se sustituyeron por ONU.

Pero no me quiero referir a qué siglas se citan en los diccionarios, sino a cómo se escriben las siglas históricamente y, perdón por el palabro, quizá diastráticamente.

En cuanto a la historia, las siglas nacieron de un tipo específico de abreviatura, el que representa solamente la letra inicial de cada palabra de un grupo de palabras. La escritura de estas abreviaturas variaba, pero acabó haciéndose usual escribir un punto tras cada letra: V. S. > Vuestra Señoría, con plural VV.SS. > Vuestras Señorías. Esto se ve al menos desde el siglo XVI. En los siglos siguientes, las «siglas» más frecuentes fueron los tratamientos (V. S., V. M.) y las fórmulas de despedida (BLM, Blm, B.L.M. > Besa la mano; Q.S.M.B. > Que su mano besa). En estos ejemplos vemos una abreviatura Blm, sin punto y con minúscula, y otra Q.S.M.B.

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Desde finales del siglo XIX, como explica Félix Rodríguez, las abreviaturas se fueron haciendo más usuales (muchas veces de organizaciones políticas y sindicales, como U.G.T., C.N.T., F.A.I., etc.). La grafía preponderante con punto tras cada letra va cediendo a la escritura sin punto y sin separación desde los años 50 del siglo XX, cuando se ven en obras sobre lengua (Lorenzo, El español de hoy; Alfaro, Diccionario de anglicismos, entre otras) siglas como ONU, UNESCO, etc. Esto culmina en la recomendación del Diccionario panhispánico de dudas de escribir las siglas sin punto ni separación:

Las siglas se escriben hoy sin puntos ni blancos de separación. Solo se escribe punto tras las letras que componen las siglas cuando van integradas en textos escritos enteramente en mayúsculas: MEMORIA ANUAL DEL C.S.I.C.

En cuando a lo de «diastráticamente», socialmente, ¿varía la escritura de siglas según la formación de quienes escriben? Por supuesto, los hablantes escriben siglas y abreviaturas, tanto cultos como menos cultos. Son prestigiosas, «quedan bien», son «lo que hay que hacer» cuando se escribe; esas palabras «se escriben así». Sin embargo, hay hablantes que no dominan a la perfección las reglas de formación de siglas y abreviaturas, y otros muchos siguen a cierta distancia las directrices de la RAE. Las normas académicas son en general respetadas por los hablantes, pero a veces (por ejemplo cuando cambian) son contempladas con cierta desconfianza (baste pensar en la polémica sobre el imperativo de ir(se)). Por esa «distancia» son muchos los hablantes, incluso cultos, que aún escriben puntos en las abreviaturas.

Esta relación de amor/odio de los escriptores con las abreviaturas existe desde el siglo XVI, cuando bastantes personas de diferentes clases sociales aprendieron a escribir. Uno de los aspectos donde mejor se puede apreciar la distinta formación en la escritura son las abreviaturas: las personas con menos habilidad gráfica presentan abreviaturas «raras», desde hace siglos hasta hoy. Un ejemplo es Isabel de Olmos (siglo XVI), que abrevia «san» con dos puntos, uno antes y uno después, pero escribe el resto de la palabra en letras voladas (lo habitual habría sido escribir S. o bien Sn/Sn. con n volada), es decir, que, en realidad, hace como que abrevia pero no abrevia:

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Otro error frecuente es usar los puntos ante palabras no abreviadas; esto se ve mucho en las peticiones del tipo expone/solicita del siglo XIX, donde «a V. S. solicita» se escribe muchas veces como «a. V. S. solicita» o «A. V. S. solicita»:

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Un error más: extender la norma del punto tras cada letra a los casos de plural. «V.S.» pasa así a un plural erróneo (según las normas de formación de abreviaturas) «V.V.S.S.» en lugar de «VV.SS.»:

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Y ya el último error o irregularidad al escribir siglas: interpretar una abreviatura de otro tipo como siglas, como teléfono, normalmente abreviado tfn./tfno./tlf. (no con siglas, que solo se pueden dar si existen dos o más palabras), pero aquí T.L.F., con aspecto de sigla (ejemplo tomado de Lola Pons, 2012). Y posiblemente pasa lo mismo en izquierda > I.Z, un ejemplo precioso que nos lleva al siguiente rasgo «irregular» en la escritura de siglas (ejemplo actual).

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¿Es la Z una mayúscula, como parece por su tamaño igual al de la I? ¿Ha interpretado quien escribe la abreviatura como una especie de sigla? Y ¿por qué ese punto ahí? Pues yo creo que es porque, actualmente, muchos, muchísimos hablantes escriben las siglas con puntos no tras cada letra, sino solo entre las letras. Quizá las personas que optan por esta escritura piensan que el punto sirve para separar las letras de la sigla. Lo que está claro (en mi opinión) es que esto no pasa por falta de reflexión, sino por una reflexión diferente sobre las reglas que subyacen al uso de siglas y abreviaturas.

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(La última foto es de un «carné» o portanombres realizado por un niño de 10 años, copiando un modelo sin puntos).

Y es que la función del punto en las abreviaturas y siglas se puede interpretar de diferentes maneras según los hablantes: ¿sirve el punto para marcar las abreviaturas como abreviaturas?, ¿marca la falta de parte de las palabras?, ¿separa las letras entre sí? Según esto, podremos tener un punto anterior y uno posterior (inhabitual ahora, pero frecuente en el siglo XVI), un punto tras cada letra (la solución más normal desde el siglo XVI, ahora sustituida en la norma por falta de punto) o un punto entre las letras (como hemos visto, muy muy frecuente actualmente).

Aquí enseño abreviaturas antiguas tipo sigla (letras iniciales) con puntos antes y después de las palabras abreviadas. ¿Era este un uso restringido a personas con algo menos de habilidad escriptoria? Estos son ejemplos de Isabel de Olmos, Ana de Montalvo e Isabel Enríquez, todos del siglo XVI:

sigla15_olmos puntoantesdespues        sigla16_montalvo_puntoantesdespues        sigla17_isabelenriquez puntoantesdespues

En resumen: la de las abreviaturas (y las siglas, que son un tipo de abreviaturas) es una larga historia. Los hablantes más cultos (y luego la Academia como su portavoz) han defendido determinados usos, pero estos no han calado (o no inmediatamente) en toda la población, que sigue teniendo usos peculiares debidos quizá a la enseñanza de la escritura que han tenido, quizá a una idea diferente, surgida después de su aprendizaje, de cómo funcionan las «reglas» de abreviación. Actualmente, la norma es escribir las siglas sin punto, pero esta escritura convive con la «arcaica» de escribirlas con punto tras cada letra y con la nunca reconocida por la norma de escribirlas con punto entre las letras.

Lo que parece claro es que la historia de la escritura es una historia de la escritura de todas las personas que escriben, y que lo que escribimos ahora es una consecuencia de lo que escribieron otros hablantes hace cuatro, tres, dos, un siglo, y hace veinte años. Q. E. D.

 

Belén Almeida

 

Para saber más:

Belén Almeida Cabrejas (2017), “Mujeres que escriben y sistema(s) gráfico(s) en el siglo XVI: acercamiento desde un corpus de cartas”, en B. Almeida, R. Díaz Moreno y Carmen Fernández López, «Cansada tendré a Vuestra Excelencia con tan larga carta». Estudios sobre aprendizaje y práctica de la escritura por mujeres en el ámbito hispánico (1500-1900), Lugo, Axac.

Lola Pons Rodríguez (2012), Paisaje lingüístico de Sevilla. Lenguas y variedades en el escenario urbano hispalense, Sevilla, Diputación de Sevilla.
http://lolapons.es/wp-content/uploads/downloads/2014/02/Pons_Rodriguez_2012_Paisaje_Linguistico_Sevilla.pdf

Félix Rodríguez González (2012), «Origen y evolución de las siglas», en F. Rodríguez González (ed.), Estudios de lingüística española. Homenaje a Manuel Seco, Alicante, Universidad de Alicante.

Documentos del Archivo Municipal de Alicante (1688), Archivo Municipal de Alcalá de Henares (1857 y documento de Manuel Solanas, de 1822), Archivo Municipal de Guadalajara (documento A. V. S. solicita, de 1869); tomados de PARES (documentos del XVI escritos por mujeres).

Diccionario Panhispánico de Dudas: http://www.rae.es.

Ediciones antiguas del DRAE consultadas en Nuevo Tesoro Lexicográfico en http://www.rae.es, acceso en http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle.

Uso de «sigla» en obras del siglo XX, consultado en Fichero General de la RAE en http://www.rae.es, acceso en http://web.frl.es/fichero.html.

Fotografías del paisaje urbano (incluido el I.Z) y fotografía del «portanombres» de Belén Almeida.

Idos, íos, iros, veros, irse, irsen y otros ejemplos del miedo al imperativo

Noticias sobre cambios en las normas propuestas por la RAE no son raras, y se acompañan con frecuencia de cientos, miles de opiniones y comentarios de todo tipo. «Las redes han ardido» la semana pasada tras la noticia de que la RAE se propone dar como válido el imperativo iros. Ha habido toda clase de opiniones, desde las que consideran adecuado que se reconozca un reflejo del habla normal hasta quienes prefieren que se siga considerando un vulgarismo. Pero ¿de dónde sale este cambio, a qué obedece, cómo se relaciona con otros problemas del imperativo plural?

El imperativo plural se forma en el español peninsular y en muchas variedades americanas, como es conocido, en –d . Esta –d final se elimina cuando el verbo es pronominal, como en marchad + os > marchaos, callad + os > callaos, etc. Para el imperativo negativo, no se usa la forma de imperativo, sino el subjuntivo (no habléis, no os marchéis).

Sin embargo, a pesar de la norma, probablemente el uso más habitual es con -r, tanto con el pronombre como sin él: Pensar en mí mañana, ¡Callaros! El imperativo es una de las formas verbales, diría, en las que más hablantes presentan un uso opuesto a la norma académica, junto a la segunda persona singular del indefinido (*dijistes) o el imperativo singular de algunos verbos (*oyes, imperativo de oír, *ves, imperativo de ir, etc.).

En CORDE, el corpus diacrónico de la RAE, se encuentran ejemplos de imperativo en –r (hemos buscado iros por el asunto del día) en numerosas obras que buscan reproducir la lengua coloquial. Por ejemplo, en la obra El Jarama (1956), muy realista en el habla de los personajes, aparece “Iros, iros vosotras” junto a un “Soltarme, soltarme”. También lo refleja Carmen Martín Gaite en la novela Entre visillos (1958): “Adiós, iros si queréis”. En la base CREA, con textos más recientes, encontramos ejemplos registrados en España desde los años 70: “Niños, iros a jugar” (Teatro, Fermín Cabal, 1979), “Iros cuatro días a Lanzarote a pactar” (Prensa política, ABC, 1982), “Iros para allá” (Programa de TVE, 1991), “Iros todos al infierno” (Suplemento de El Mundo, 1997),  “Iros por donde habéis venío” (Cita de pancarta de protesta, El Mundo, 1995), entre otros casos.

El caso del imperativo de ir tiene una dificultad especial. Como leemos en la Nueva gramática de la lengua española (2009) de la Real Academia Española (puede consultarse en línea aquí), el imperativo de ir es idos, pues «en el español clásico se usó también la forma íos como imperativo plural de irse, pero hoy resulta arcaica», con lo cual «la forma idos constituye una excepción en el sistema verbal español, ya que es el único caso en que se mantiene el segmento -d ante el pronombre enclítico os» (4.13i). Una fórmula para el desastre en una forma verbal que ya tiene, como hemos visto, problemas para mantenerse. Los hablantes más cuidadosos y pendientes de la norma tenderán a formar íos, pero, vagamente conscientes de que la norma presenta ahí una excepción, modificarán sobre la marcha, se corregirán o cambiarán el verbo. Puede compararse, del modo informal en que se redactan las entradas de este blog, al comportamiento de algunos hablantes que, conscientes de que élite «se dice» «ahora» elite, se ven obligados a hacer un comentario al respecto cada vez que usan esta palabra o a cambiar y dudar «en directo».

En CORDE, la primera vez que vemos la forma «idos» es en Bernal Díaz del Castillo, que recogemos a continuación; también está en Cervantes y otros muchos autores:

entended en que os den algún oro por esas cosas que traéis, e idos a Castilla ante su majestad, que allá no faltará quien os ayude

–Pues andad con Dios -dijo Sancho-, idos a dormir a vuestra casa, y Dios os dé buen sueño, que yo no quiero quitárosle

La forma íos es efectivamente más antigua. Aparece en CORDE en el siglo XV (no precisamente pronto), y la encontramos en esta bonita cancioncilla tradicional y en este fragmento de Los malcasados de Valencia:

No me sirváis, caballero,
íos con Dios,
que no me parió mi madre
para vos.

EUGENIA: Dexadme.
VALERIÁN: ¿Tantos enojos,
mi vida, por vuestros ojos?
EUGENIA: ¿Queréis no enfadarme?
VALERIÁN: Sí.
EUGENIA: Pues íos, que quiero saber
deste paje lo que ha sido.
VALERIÁN: Voyme, pues.
ELVIRA: [Aparte] Este marido
es proprio para mujer.

(Esto de que el marido Valerián «es proprio para mujer» se debe, obviamente, a que hace caso a una indicación de Eugenia. A este respecto, recomendamos la lectura de Ella es él, de Bretón de los Herreros. ¡Un acercamiento muy curioso al tópico del intercambio de papeles!).

La Nueva gramática sigue apuntando (en 4.13i) que

En ciertas variantes de la lengua popular de España se atestigua el uso de irse como imperativo de este verbo pronominal (como en ¡Venga, irse apuntando los que faltan!), uso que se extiende a veces al registro coloquial. Este valor obedece a la tendencia general a formar imperativos en -r de la que se habla en 42.3q, r, u.

No estamos absolutamente convencidas de que esto sea así. Por ejemplo en Galdós se encuentran gran cantidad de elementos imperativos, tanto negativos como positivos, en forma de infinitivo, dirigidos tanto a una como a varias personas y con el elemento pronominal (si lo tenían) como se, no como os/te, que no estaban marcados como coloquiales. El uso actual, considerado coloquial, podría ser continuación del antiguo.

Ánimo, compañeros, prepararse todo el mundo. Pronunciemos frases coléricas y finjamos disputar en corro, diciendo unos que esta obra es peor que La mojigata (La corte de Carlos IV)

– No digo nada, ni perderé el tiempo en demostrar lo que está bien a la vista, la insuficiencia de esta habitación -manifestó la dama, que, al dar vueltas alrededor de la ovalada mesa, afectaba no hallar fácil paso entre el aparador y la silla ocupada por D. Francisco-. Usted, como dueño de la casa; hará lo que guste. El día en que tengamos un convidado, que bien podríamos tenerlo para corresponder a las finezas que otros gastan con nosotros, y quien dice un convidado, dice dos o cuatro… pues ese día tendré yo que comer en la cocina… No, no reírse. Ya sale usted con su tema de siempre: que exagero, que yo… (Torquemada en el purgatorio)

Seguí mi trabajo con febril actividad, y la mágica pluma, que ya iba concordando sus verdades con la inspiración mía, trazó estas interesantes cláusulas: «Que doña Isabel II recibió a su amiga Elenita con la efusión más cariñosa, no hay para qué decirlo. La convidó a comer; llevola en su coche a los paseos por el Bois; y para que la oyeran cantar invitó en repetidas soirées a sus amigas, entre las cuales estaba la famosa soprano Ana de Lagrange, tan querida del público de Madrid. Aplaudida y celebrada pomposamente fue la Sanz en aquella linajuda sociedad. Todo esto es corriente y vulgarísimo. Lo que sigue, no sólo es interesante, sino que pertenece al orden de las cosas de indudable trascendencia en la vida de los pueblos… No reírse, caballeros(Cánovas)

– ¿No ha figurado en todos los partidos desde 1808?
– Vamos, no murmurar -dijo Fernando-. Se miente mucho y se dicen muchas falsedades.
– Ciertamente -añadió Alagón con punzante ironía. (Memorias de un cortesano de 1815)

El miedo de muchos hablantes a construir incorrectamente el imperativo es enorme, y es causa de correcciones de todo tipo, y a veces de ultracorrecciones. Por ejemplo, origina un rechazo al infinitivo como forma de mandato general, no personal, a pesar de que es correcto: «no fumar», «no pisar el césped», «por favor, esperar aquí». Un resultado puede verse en esta fotografía, tomada el otro día en Alcalá de Henares:

imperativo

Incluso el infinitivo normal, sin valor imperativo (quizá más en contextos que se entienden como imperativos, como instrucciones), es rechazado por algunos hablantes que consideran que es incorrecto, y así una amiga nos comentaba que su profesor de yoga daba indicaciones del tipo: «Tenéis que estiraos»; nosotras también lo hemos oído alguna vez.

Sobre las variantes del título de esta entrada, irsen y veros, el plural del pronombre se en sen es considerado propio de hablantes poco formados. Se da más en el oriente peninsular. En documentos de Guadalajara del XVIII y XIX con los que hemos trabajado, se encuentra por ejemplo en un informe de dos maestros alarifes de 1787 que «todos. Los generos de. Puentes de.ven. acersen áesquadra», o en un bando de 1812 que se prohíbe «Que ninguna clase de Ganado no obstante qual-|quier posesion que aleguen sus Dueños pueda | entrar en la rastrogera hasta el dia 16 de Agto. | para que hasta este, desde 26 de Julio puedan los | vecinos remediarsen con la espiga vajo la pena | de ordenanza Municipal» (sobre este tema de recoger las espigas que quedan, recomendamos, aparte por supuesto del hermoso libro bíblico de Rut, el documental «Los espigadores y la espigadora» (2000)).

Sobre veros dice la Nueva gramática:

Está marcadamente desprestigiada –y se considera, por tanto, incorrecta– la forma veros (como en ¡Veros de aquí!), que se registra como imperativo de ir en la lengua popular y rural de ciertas zonas del Levante español (Valencia y Murcia). Esta variante se pudo crear fundiendo la segunda persona del singular del imperativo

Aquí lo dejamos. Volveremos la próxima semana con un post sobre viajes y libros, antes de marcharnos a disfrutar de unas vacaciones en agosto.

Belén Almeida y Delfina Vázquez Balonga

 

 

 

Galdós y la sociolingüística

Mucho se ha escrito sobre la importancia de las novelas de Benito Pérez Galdós (1843-1920) para reflejar la sociedad su época. En especial, brilla el retrato de Madrid: desde los más necesitados que vagaban por la ciudad en busca de una limosna hasta los burgueses enriquecidos  que habitaban en el centro y Chamberí, madrileños de todos los estamentos se pasean por la prosa de este escritor. Y como no podía ser de otra manera, estos personajes se caracterizan por su lengua, que en este autor sorprende por su realismo, hasta el punto de reflejar muletillas y expresiones propias de una sola persona. También podemos citar algunos documentos de archivo estudiados por el grupo GITHE que muestran usos de la lengua que aparecen en las obras de Galdós puestos en boca de sus personajes, pero en muy pocos escritores más o incluso en ninguno. Con esto tenemos una prueba de que estas expresiones estaban en uso en el español coloquial de la época, en especial del madrileño, y comprobamos que Galdós tenía el oído muy fino.

Un ejemplo es la forma vulgar de Jacometrenzo en vez de Jacometrezo, nombre oficial de una calle del centro de Madrid que fue bautizada así en honor al escultor italiano Jácome (o Giacomo) da Trezzo. En una carta del fondo de la Hermandad el Refugio, escrita en 1777 en Madrid y transcrita para el proyecto ALDICAM, se cita a un hombre que vive en “la calle de Jacometrenzo”. Esta solución popular que se observa también en Fortunata y Jacinta, cuando Maxi Rubín corrige la manera de hablar de la protagonista, diciendo “No se dice Jacometrenzo”.

Precisamente en este pasaje se cita que Fortunata “se comía muchas sílabas” al hablar, y gracias a la documentación de Madrid del siglo XVIII se puede encontrar este fenómeno también en la escritura, siempre en documentos hechos de manos poco habituadas a la escritura. Esto se puede ver en las notas de abandono de niños, conservadas en la citada Hermandad del Refugio de Madrid, con casos como clusa en vez de Inclusa y Sidro y no Isidro. La omisión de elementos es frecuente en este tipo de escribientes incluso en la actualidad.

Tampoco podía la tierna Fortunata repetir palabras como fragmento o magnífico, seguramente por la tendencia popular a omitir las consonantes implosivas, es decir, finales de sílaba (especialmente las menos frecuentes, como -p, -c, -b, -g… Hablamos de esto en este post). De ahí que en numerosos documentos del siglo XVIII y XIX, cuando ya la Academia había impuesto su uso, se vea reflejada la forma simplificada en muchos documentos, como una carta escrita por un padre de familia de 1811 que solicita que la Hermandad pueda “amitir” a su hijo pequeño.

Y vamos de Madrid a otra localidad cercana, Alcalá de Henares, para encontrar un ámbito más rural que nos describen bien los documentos del Archivo municipal. En 1825, un abogado realiza un escrito para defender a un tal Terreros, propietario de ovejas falsamente acusado de haber causado daño en un sembrado. Si sus ovejas han causado este daño, el propietario tendrá que pagar los destrozos. En el escrito, se intenta probar, relatando los acontecimientos, que el verdadero culpable es el pastor llamado Joso (o sus ovejas, vamos). El texto, que es bastante farragoso, ilustra con detalle lo que dicen del incidente diferentes testigos. Lo que nos interesa ahora es el discurso directo en una intervención del acusado Terreros cuando ve aparecer a los hijos de Joso:

acertando á pasar por alli, en aquel entonces, sin duda por particular providencia de Dios, dos hijos del Jóso dañador, con el Ganado de su Padre; el uno de once años, y el otro de trece, poco mas ó menos, [Terreros] se encaró á ellos y pralmte. al mas pequeño, que hiva detras; estando aquel montado en su Borrica, y les dijo en àlta vóz ?Cómo, y por qué haveis hecho este daño picarones¿ mas ellos callaron y amorraron pero terreros entonces, lléno de ira é indignacion, tambien les dijo àlos chicos; Ájo, aunque os fuisteis uyendo al Puente de Torote, y estubisteis alli dos dias haciendo la retirona, y los disimulados, no os ha de valer, que haveis de pagar (ajo) Denúncia, y daño: Este es el hecho cierto, y justificable [Alcalá 1825, AMAH 1137/1]

Es una joya la intervención del acusado cuando ve aparecer a los hijos de Joso, que hemos destacado en el texto. Nos lo podemos imaginar gritándoles «picarones» (o incluso otras cosas), mientras ellos callaban y amorraban, y echándoles en cara haber hecho «la retirona», todo aderezado con liberales cantidades de la interjección de enfado «Ajo». Independientemente de que se reproduzca aquí lo que dijo Terreros exactamente como fue pronunciado, este segmento parece acercarse a la lengua hablada coloquial, con esas expresiones como «picarones», «callar y amorrar», «hacer la retirona» o «ajo».

Consultas en el corpus CORDE de la RAE arrojan que la interjección «ajo» solo se encuentra en obras de Galdós («repitiendo las maldiciones y amenazas con que desfogaba su ira. «¡Ajo, dar mi hija a un coplero!… ¡Ajo, maldito sea el instante en que los ojos de ese bigardo miraron a mi niña!»!) y en unas Escenas cántabras (1928) de Hermilio Alcalde del Río. (Aunque hay que decir que «callar y amorrar» se encuentra solamente en el Estebanillo González y en La niñería de Ramón de la Cruz; «hacer la retirona», solo en Ramón de la Cruz (Los picos de oro), a quien está visto que tendremos también que dedicar un post).

Como se puede ver, Galdós fue un fino observador de su entorno que retrató con maestría el uso de la lengua, marca diferenciadora de clases sociales y también elemento personal. Este es nuestro breve homenaje a este transcriptor de las palabras de los españoles entre los siglos XIX y XX.

Belén Almeida Cabrejas y Delfina Vázquez Balonga

 

Para saber más:

ALDICAM: http://aldicam.blogspot.com.es/

CORDE: Real Academia Española, Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español. <http://www.rae.es&gt;

Benito Pérez Galdós [(1885-1887) 1993]: Fortunata y Jacinta. Edición de Domingo Ynduráin. Madrid: Turner.

Almeida Cabrejas, Belén (2016), «Escribir lo dicho. Reflejos de la lengua hablada y de los intercambios comunicativos en un corpus documental del siglo XIX», Boletín de literatura oral, 6, 57-75.
http://revistaselectronicas.ujaen.es/index.php/blo/article/view/2902